martes, 26 de mayo de 2020

Triduo 2020



Viernes 22 mayo


Nadie os quitará vuestra alegría.
Jn 16, 22

Imagen de Santa Vicenta María (Bilbao)
La vida y la vocación de la Madre Fundadora se enmarcan en un cuadro de alegría cristiana, que va más allá del sentimiento o de una sensación pasajera. Es fruto de una profunda vivencia «de fe y de amor», de la más genuina experiencia cristiana que evocamos con particular gozo dentro del tiempo pascual en el que celebramos, las más de las veces, la fiesta litúrgica de santa Vicenta María.
La alegría cristiana es una vivencia que puede convivir incluso con el dolor humano; la fe incondicional en la Resurección de nuestro Señor Jesucristo ilumina de tal manera el misterio de su Pasión y de su Muerte que nuestra participación en esos misterios se expresa en un anhelo de vivir el mandato del amor, como Él nos pide, como Él nos enseña, como la Santa Madre lo aprendió, lo vivió y nos lo enseñó.
En el ocaso de la corta vida humana de la Madre Fundadora, brillan momentos de alegría que impactaron profundamente a quienes fueron testigos presenciales de ellos. Santa Vicenta María no esconde la tristeza humana que provoca la proximidad de la muerte, pero lejos de quedarse en ella exclama: «“Triste está mi alma hasta la muerte”, pero, Jesús mío, no, Vos teníais motivos muy grandes y yo no tengo más que motivos de alegría».
El estado de alegría que la acompañó toda su vida, se hizo particularmente evidente para todos en la estapa final. La disposición de "paz y alegría interior" con la que recibió el sacramento de la Unción dejó huella no solamente en las Hermanas sino también en las señoras seglares que pudieron presenciar el acto. En los días siguientes, cuando la fatiga era continua y la fiebre estaba en el límite, un testigo nos dice que:

"En medio de todo este sufrimiento verdaderamente horrible, mantuvo completa lucidez de inteligencia, inalterable paz y hasta la dulce alegría, asombrosos en tal situación.

De Santa Vicenta María se dice que su vida estaba tan llena de fe y confianza, que en los días de más dificultades y mayor sufrimiento, el estado de ánimo que infundió en la Comunidad fue de más alegría que en otros de gran prosperidad, y ella se alegraba y decía que prefería ver a todas las hermanas animadas por ese espíritu " a todos los intereses del mundo.
Hoy más que nunca, Santa Vicenta María, nos repite que la verdadera y sólida virtud debe ser constante, alegre y exterioridades. Y eso se enseña más que con palabras, con el ejemplo de la vida.




Sábado 23 de mayo


El Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que salí de Dios.
Jn 16, 27


Imagen de Santa Vicenta María (Roma, Vía Cassia)
El cristianismo es la religión del amor y supone un corazón con las proporciones del Corazón de Cristo, que ama a todos los hombres porque todos son hijos (cf. Mt. 23,8).
Santa Vicenta María vive con fuerza esta dimensión de su fe, y con particular relieve la manifiesta en el amor a sus Hijas, en la convicción de que ‘sin el fundamento de la caridad fraterna no se levantaría nunca el edificio del Instituto’.
Ejemplo vivo de lo que enseñaba la Madre Fundadora
Amó a sus religiosas con amor purísimo, vivo y tierno, el cual la impulsaba a procurar, y hasta cierto punto exigirles el provecho de sus almas.
A un año de la fundación del Instituto, Santa Vicenta María dirigió una carta a sus hijas, que bien valdría como testamento espiritual y regla de oro para la vida. Allí manifesta no sólo sus sentimientos y deseos, sino la necesidad imperante en todo tiempo de en el Instituto se viva el amor auténtico, aquél que brota de Dios y mediante el trato con los hermanos conduce a Él de nuevo. Y lo más sorprendente es la sencillez y naturalidad con que expone la práctica del sublime mandamiento del amor:
Nada deseo tanto como el poder contemplaros abrasadas en el fuego de la caridad: amaos unas a otras por Dios y para Dios, sobreponeos a las antipatías naturales y mirad en vuestras hermanas al mismo Dios, como nos dice la Regla […].
Hablad siempre unas de otras con mucha estima, no os contradigáis cuando la cosa no lo requiera, y, en tal caso, hacedlo con suavidad. Usas siempre de palabras dulces. El espíritu de rigor y de mortificación, guárdelo cada una para sí: para las demás, de dulzura y suavidad […].
Conservad para con vuestras hermanas ausentes el mismo amor que si vivierais con ellas, […] tened el mismo interés por la casa en que vivís como por las restantes: todas pertenecen al mismo Dueño y comunes son los intereses.
El amor que profesó santa Vicenta María a sus Hijas brotaba ciertamente de su amor a Jesucristo y de su trato íntimo con Él; así no es de extrañar una cierta semejanza entre el testamento del Maestro: «Este el mandamiento mío, que os améis los unos a los otros como yo os he amado» y las palabras que dirige santa Vicenta María a la comunidad de Zaragoza en el último encuentro que tuvo con ellas:
…les digo, desde el fondo de mi alma y con el amor más tierno de mi corazón, que se amen las unas a las otras como Jesucristo nos amó, y como yo las amo a todas, y con la gracia de Dios espero amarlas hasta el fin.
Una recomendación que completó con las palabras que recoge el mosaico, de su altar en esta capilla:
Sepan que no me contento con que se amen unas a otras con verdadero amor, sino que deseo además que amen con el mismo amor a todas las almas redimidas con la sangre de Jesucristo, y especialmente a las colegialas, a quienes después de Dios y de mis Hijas, amo con el amor de la más tierna madre, y a ellas especialmente, para gloria de Dios y para ejemplo que imitarán siempre mis amadas Hijas, he consagrado mis haberes y mi vida.

Domingo 24 de mayo: Solemnidad de la Ascensión del Señor


Fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.
Hch 1,9
Santa Vicenta María, pintura (Genzano di Roma)
Hoy elevamo nuestros ojos a la altura y creo que debe ser así, siempre y cuando ese “mirar a lo alto” no signifique desentenderse de las cosas de la tierra. Mientras nuestros ojos miran a las alturas, nuestros corazones tienen que estar atentos al mensaje que nos llega de lo alto y nos envía a la realidad. Precisamente porque miramos hacia lo alto podems descubrir la presencia de Aquél que está por encima de todo, tenemos la seguridad de no estar solos, tenemos la confianza de quien no hace solo el camino.
El Seño Jesús subió al cielo ante la atenta mirada de los “suyos”. La soledad, el vacío que se creó en el corazón que quienes, por un momento, creyeron quedarse solos en este mundo, se llenó con un programa de vida trasmitido por una voz misteriosa pero real.
Nosotros queremos hoy, dirigir nuestra mirada hacia la altura, allí donde está Jesús a la derecha del Padre, pero también donde se encuentra muchas otras personas que como Él, después de haber recorrido un camino más o menos largo, marcado siempre por el deseo de cumplir la voluntad de Dios, ahora aparecen a nuestros ojos como los que han alcanzado plenamente el fin principal de la existencia de cada persona; esto son los santos, personas sencillas, gente como nosotros, gente que ha entendido, gente que ha vivido, gente que ha cumplido el plan de Dios y viviendo según él nos ha dejado una huella… una invitación personal a cada uno de nosotros.
Esto ha hecho de su vida Santa Vicenta María López y Vicuña. Desde muy joven se dedicó por completo a acoger, para evitar pecados, a aquellas jóvenes que, por voluntad de Dios “triunfaron” en su corazón. Se trata de acercar las jóvenes a Jesús o de evitar que se alejen de Él. La vida de Santa Vicenta María se podría resumir como el empeño en dirigir hacia la altura la mirada de las jóvenes acogidas y socorridas en los colegios.

Pero ¿qué significa dirigir hacia la altura la mirada de las jóvenes?

Significa recibirlas, darles formación humana, cristiana y cultural.
Significa enseñarles el catecismo, la doctrina de la Iglesia y sus deberes como cristiana.
Significa enseñarlas a lee y a escribir para liberarlas de la esclavitud del analfabetismo.
Significa, sobre todo, acompañarlas en el descubrimiento de su propia vocación y ayudarlas a cumplirla generosamente según el querer de Dios.

Con el fin de poder garantizar la continuidad de lo que ya se hacía, fundó Santa Vicenta María una nueva congregación religiosa en la Iglesia.
En el año de 1890, Santa Vicenta María, miró definitivamente hacia la altura, y a los ojos de sus hijas abandonó esta tierra. Es no significa que nos haya abandonado. Ahora es ella, quien desde arriba, desde la altura, nos invita a no abandonar los surcos, a seguir cuidado las semillas que ella lanzó al campo, a cuidar y hacer fructificar con generosidad los granos que ella sembró en nuestros corazónm en los corazones de las jóvenes de todo el mundo que llegan hasta nuestras casas buscando, consciente o inconscientemente, su protección, la protección de María Inmaculada que a través de nuestras manos sigue acogiendo y bendiciendo a todas las personas que el Señor, con nuestra colaboración, quiere acercar a Él-
Santa Vicenta María rodeada de jóvenes en el jardín de la Casa Madre.
Pintura realizada con motivo de la Beatificación (1950).



viernes, 15 de mayo de 2020

Hoy... 15 de mayo

P. Isidro Hidalgo y Soba SJ (*1832-+1912)
Desde 1896 hasta 1967, en las Constituciones del Instituto figuraba una lista de fechas en las que las religiosas podían comulgar. Tuvo su origen en una época en la que la comunión diaria era una gracia extraordinaria que no se concedía a todos y la comunión frecuente, se iba abriendo paso tímidamente hasta que S. Pío X la autorizó como práctica universal para toda la Iglesia. 
A partir de entonces, aunque no era necesaria, porque la religiosas comulgaban todas cada día, se mantuvo la lista de los “días de comunión” en las Constituciones con carácter devocional, sin más propósito que el de ayudar a las Hermanas a redoblar el fervor y la acción de gracia por el inmerecido regalo de la comunión sacramental.
En esta lista figuró siempre el día 15 de mayo, fiesta de San Isidro, patrón de Madrid donde nació la Congregación y fiesta onomástica del P. Isidro Hidalgo y Soba SJ.
En las casas del Instituto se mantuvo la costumbre de tener un recuerdo especial para el P. Isidro Hidalgo, el día 15 de mayo y algún recreo extraordinario para la comunidad en señal de agradecimiento a quien tanto tuvo que ver en la fundación del Instituto y en la formación espiritual de las más de seiscientas vocaciones que el Señor había llamado al Instituto antes de la muerte del P. Hidalgo.
http://historiarmi.blogspot.com/2016/01/un-dia-como-hoy-23-de-enero.html

lunes, 11 de mayo de 2020

Hoy... 11 de mayo



Con trazos a veces pequeños y casi imperceptibles, Dios sigue escribiendo para nosotros una historia de salvación en la que somos artífices y destinatarios siempre que nos abandonamos al plan divino, como la pluma en manos del escritor.
El día 11 de mayo de 1904, en Madrid, las Hijas de la Caridad se hicieron  cargo de la Hospedería del Patrocinio en la calle de la Bola, que dejaban las Religiosas de María Inmaculada tras dos años al frente de la misma. Las Hermanas había acogido con mucha ilusión el encargo de la Hospedería porque los fines que se proponían eran muy parecidos a la misión apostólica de la Congregación y porque entre los muros de aquella casa, las primeras generaciones de religiosas de María Inmaculada, habían vivido experiencisa y momentos muy significativos para la naciente Congregación, pero la amplitud de servicios que la Hospedería presendía acabaron por desbordar los límites del propio carisma de las Hermanas del Servicio Doméstico y su paso a manos de las Hijas de la Caridad[1].

Antigua estación de Casetas
Pero en esta ocasión queremos referirnos no sólo a ‘un día como hoy’ sino a hoy mismo: 11 de mayo de 2020, cuando la Parroquia de San Miguel Arcángel, en Casetas, reabre sus puertas tras el cierre impuesto por la pandemia del Covid 19. 
Casetas, una Junta Vecinal  de Zaragoza, situada al oeste de la ciudad, nos trae al recuerdo anécdotas entrañables por haber sido nudo ferroviario, a partir de 1861,  entre las líneas Madrid-Zaragoza y Zaragoza-Pamplona.  
Regresando de Cascante a Madrid con su tía doña María Eulalia, en septiembre de 1872, Santa Vicenta María, narra a sus padres:
"Al apearnos en Casetas se presentó en la ventanilla un empleado del ferrocarril que, como si nos conociera y fuese persona interesada, nos tomó los bultos y sirvió de apoyo para bajar, con una atención y finura extraordinarias; nos enteró de que el tren de Zaragoza no había llegado todavía y nos sentamos en la estación con toda comodidad: enseguida vino D. Pablo y, mientras llegó el tren, echamos con él un párrafo de mística muy bueno. A la sazón se presenta una muy excelente mujer que la conocemos de haber servido a los hermanos de Emerenciana, con cualidades poco comunes; no sabía qué hacerse con nosotras; cargó con todos los trastos hasta que nos dejó perfectamente colocadas en el nuevo carruaje; sin conocerla, no es fácil concebir el consuelo que daba esa mujer".[2]
Años más tarde, la M. Vicenta María Romero Yagüe, superiora de la casa de Barcelona, quiso obsequiar a la comunidad de Burgos con una imagen del Niño Jesús y para el envío se sirvió de una bienhechora, pero la señorita Carmen Puentes llegó a Burgos sin la imagen porque en el trasbordo de Casetas, se la dejó olvidada en el tren. Las hermanas burgalesas esperaban con mucho entusiasmo el regalo y no queriendo perderlo, reaccionaron pronto a la desilusión y empezaron una novena a San Antonio hasta que supieron que otra señora había recogido del tren el preciado objeto y aquel Niño Jesús llegó a su destino, con cinco días de retraso el 22 de febrero de 1899.
Imagen de San José
en su nueva y definitiva ubicación
Pero si hoy dejamos volar el pensamiento y un entrañable sentimiento de gratitud hasta Casetas, no es por su antigua estación de ferrocarril, sino porque en su templo parroquial, donde se venera la imagen de Nuestra Señora de la Rosa, patrona del lugar, luce una imagen de San José depositaria de muchas miradas y de muchas plegarias que a lo largo de sesenta años le dirigieron en Santander las hijas de Santa Vicenta María López y Vicuña y las jóvenes que pasaron por aquel Colegio de María Inmaculada de la calle de Canalejas.
En el año 2018, la Comunidad salió de Santander y la imagen de San José encontró un refugio transitorio en la casa natal de la Madre Fundadora, en Cascante. Por allí pasó providencialmente un domingo de octubre de 2019, el párroco de San Miguel Arcángel de Casetas, Rdo. D. Ángel Arrebola Fernández y la ocasión fue propicia para que la superiora de la casa, H. María Adoración  de Corta y H. Concepción Notario, le ofrecieran aquella imagen de San José que desde hoy, 11 de mayo de 2020, recibe la veneración de los casetanos y su Niño bendice complacido el continuo sucederse de visitas que los parroquianos hacen a su Patrona la Virgen de la Rosa.
Capilla de la Virgen de la Rosa y de San José en la
Parroquia de San Miguel Arcángel, Casetas





[1] Cf. María Digna Díaz Pérez rmi, Historia de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada, t. 2.1:M. María Teresa Orti y Muñoz, primera sucesora de Santa Vicenta María, fundadora de la Congregació, (1891-1925), Madrid 2018, p. 350-354.
[2] Carta de San Vicenta María a sus padres en Cascante. Madrid 27 de septiembre de 1872. CarSVM, n. 202, t. I, p. 202.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Un día como hoy... 6 de mayo


El día 6 de mayo de 1856 fue firmado una Real Orden con la que se aprobaban los Estatutos de la Casa de Sirvientas, redactados por don Manuel María Vicuña.
En el año de 1855, doña María Eulalia Vicuña alcanzó del gobierno de la provincia de Madrid la autorización del establecimiento con el encargo de formar los estatutos para elevarlos a la aprobación de la Reina. A este hecho se añadió la necesidad de dar a las Hermanas terciarias una existencia legal en Madrid. Con este doble motivo, Manuel María, de acuerdo con los señores Noboa y Herrero, se reunió con el presbítero José María Tenorio para formalizar dichos Estatutos. El mismo Manuel María, a la luz de su propia experiencia, y de las advertencias de su hermana, redactó un proyecto de estatutos, que presentó a dichos señores y con cuyo parecer lo redujo a menor extensión, y examinado de nuevo sufrió modificaciones en los principales artículos conforme a las observaciones hechas particularmente por el Sr. Tenorio, que fue el autor de la exposición dirigida a obtener la Real aprobación.
El 1 de febrero de 1856, la señora doña Isabel Heredia de Livermore Escolar y Salas, Condesa de Zaldívar, como presidenta de la Junta, firmó los Estatutos de la casa de Huérfanas y sirvientas y de la asociación para protegerla y, presentados al Gobierno, fueron aprobados por Real Orden el 6 de mayo del mismo año.
El capítulo primero de dichos Estatutos trata de las acogidas. El artículo primero señala que el objeto es el de acojer é instruir á las jóvenes que se dediquen, o deban dedicarse al servicio doméstico, que según el artículo 4º deberán ser huérfanas, ó tener ausentes sus familias, y hallarse en la edad de catorce á veinte y ocho años. El establecimiento quedaba así abierto sin más restricción en la admisión, sino para las jóvenes que tengan quien pueda acogerlas.
Las jóvenes sirvientas, para conservar la protección de la Casa debían observar buena conducta moral distinguiéndose por el cumplimiento de sus deberes como sirvientas y por su docilidad a los consejos y amonestaciones de las señoras asociadas (art. 8º), presentándose en el establecimiento cada mes cuando menos, en el día festivo y á la hora que sus amos ó superiores les concedan para salida ó recreo (art. 9º). Las Señoras de la Junta, por su parte, recomendaban a las sirvientas y se informaban de su comporta­miento (cfr art. 10).
La Asociación protectora de la Casa, de que es objeto el segundo capítulo de los Estatutos, se compone de dos clases de miembros: socias activas y personas que de cualquier otro modo sean bienhechoras del establecimiento. Con el fin de dar una mayor eficacia a la obra y alcanzar el mayor número posible de jóvenes sirvientas de la población la socias activas se distribuirán en secciones, y estas ordinariamente corresponderán una á cada parroquia de las de esta córte, y dos más para los hospitales y demas establecimientos públicos de pobres, con la preferencia que estos siempre merecen (art. 16).
Los capítulos tercero y cuarto tratan respectivamente del gobierno de la Asociación y de los fondos para el sostenimiento de la Casa, mientras que el capítulo quinto referido al régimen interior del Establecimiento, exige por parte de las Hermanas Carmelitas, de la Asociación de señoras y del Director espiritual, una tan estrecha colaboración que de ésta depende, en gran medida, el buen funcionamiento del Establecimiento y el provecho de las acogidas.
Dos artículos adicionales encomiendan a la Junta de gobierno de la Asociación la formación del reglamento interior en vista de lo que la práctica le enseñe ser más conveniente y con sujeción estricta á los presentes estatutos (art. 50) y sujetan a la aprobación del gobierno cualquier variación de los estatutos (art. 51).

El día 6 de mayo de 1870, un Breve del Beato Pío IX, autorizó la celebración diaria de la Misa en el Oratorio del Asilo de sirvientas, que para entonces tenía su domilicio en la plaza de San Miguel de Madrid.





[1] Observaciones, f. 4v.