domingo, 20 de diciembre de 2020

Un día como hoy... 20 de diciembre

Casa de los López-Vicuña en Cascante

Era jueves, el 20 de diciembre de 1883, y hacía mucho frío, a las 9 de la mañana las temperaturas de España oscilaban entre la máxima de 10 grados en Alicante y la mínima de 5 grados bajo cero en Burgos. Los cielos estaban cubiertos. Los trenes que unían a Madrid con las provincias del norte viajaban con hasta cinco horas de retraso a causa de la nieve.

En Cascante, D. José María López, seguramente sintió un frío particular o más bien un escalofrío que le hería los huesos y también el corazón. Le aliviaba la idea de pasar más cerca de su hija los años de vida que el Señor quisiera aún regalarle, pero aquel día cerraba una puerta que ya no volvería a abrir: la de su propia casa. La misma a la que había llegado 72 años antes, cuando contaba cinco de edad. Venía entonces de Cazorla (Jaén), junto con su madre y su hermana Dolores, porque había fallecido su padre, y la viuda, doña Antonia, prefirió establecerse en su ciudad natal, donde vivía el resto de su familia. 

En aquella casa creció José María, de allí salió para estudiar y a ella regresó para establecer su despacho de juez. Allí vivía cuando se enamoró de una joven estellesa: María Nicolasa Vicuña, con la que contrajo matrimonio en otro frío día de invierno, el 17 de febrero de 1843. En aquella misma casa nacieron sus dos hijas y aquel fue su hogar durante diez años hasta que, en 1853, se trasladó con su familia a la casa del difunto tío Joaquín, frente a la parroquia para acabar con los inevitables roces entre su mujer y su madre. En 1869, tras la muerte de su hermana, volvió a ocupar aquella casa junto con su esposa y aquel fue su hogar hasta que el 23 de noviembre de 1883, la muerte de María Nicolasa rompió, aparentemente, el vínculo que les unía. Ahora cierra la puerta dejando entre aquellas paredes el mobiliario, ropas, papeles… y un sinfín de recuerdos que allí le harían insufrible el peso de la soledad.

Antigua Estación de Casetas donde los viajeros
subieron al tren que les llevó a Madrid
Aquel día, viajaron de Cascante a Madrid, D. José María López, acompañado por su hija Santa Vicenta María, otra religiosa del Instituto, M. María Asunción Carrera y dos doncellas que tenía en la casa: Juana Hernández y Dionisia Lozano, y que se mantendrían al servicio de de D. José María en Madrid.

El tiempo se encargó de cambiar la temperatura en el exterior y en el corazón de D. José María López que terminó su vida mortal en Madrid, al toque del Angelus del 5 de agosto de 1888, rodeado del cariño de su hija, de M. María Asunción Carrera y del resto de las religiosas a las que llegó a querer como a hijas.


lunes, 30 de noviembre de 2020

30 de noviembre: Doña María Eulalia Vicuña

 

En la medida en que una cosa se conoce, se ama. Es importante el conocimiento de la historia y no sólo de la tal persona u obra, sino también del ambiente y contexto en el que se mueve, para llegar al conocimiento y comprensión de la forma de ser y existir. Tratándose de una obra, es necesario saber qué cosas o condiciones la hicieron surgir.

Esa fue la respuesta que dio un grupo de Novicias en Ciudada Real  hace ya mas de cuarenta años, acerca de la importancia del estudio de la historia. A una de aquellas novicias le pidieron algo para el boletín de noticias, con motivo del primer centenario de la muerte de doña María Eulalia Vicuña de Riega y escribió esto:

Doña María Eulalia Vicuña


 El día 10 de diciembre de 1805 en la ciudad de Estella ve por vez primera la luz del día María Eulalia Vicuña Garcia en el hogar formado por D. José María Vicuña y Dª María Manuela García y su primogénito Manuel María, que contaba apenas tres años de edad.

Fue educada con todo esmero y cuidado en una atmósfera religiosa y cristiana de práctica y educación continua que no en vano la fueron preparando a una sensibilización profunda con los problemas de su época.

Por referencia de la familia Munárriz-Diosdado tuvo conocimiento el Ilustre Sr. D. Manuel de Riega, de doña María Eulalia a quien pidió en matrimonio una vez conocida, celebrándose el enlace matrimonial el año 1831 y estableciendo en Madrid su domicilio.

Doña María Eulalia: fina y distinguida, activa, de inteligencia clara y corazón generoso, aprovechaba la relación que le daba la posición de su madrido con lo más selecto y distinguido de la sociedad madrileña en bendeficio de sus obras de caridad.

Trabajaba junto a su hermano D. Manuel María, con vivo interés en la Asociación llamada de la Doctrina Cristiana, fundada en el Hospital de San Juan de Dios, en 1843 y extendida al Hospital General en 1849.

Enseñar el catecimo, preparar para la recepción de los sacramentos, lavar y atender a los enfermos es la actividad que de alguna manera va poniendo los cimientos de una Obra que no tardará en nace,r reclamada por una necesidad urgente y secundada por la respuesta de quienes “escuchaban la Palabra y la ponían por obra.”

Veía doña María Eulalia con gran dolor que muchas jóvenes sirvientas eran trasladadas al hospital apenas caían enfermas y que al salir de este aún débiles y sin fuerzas para el trabajo se encontraban sin hogar y sin recursos, solas y aisladas en medio de plazas y calles.

El pensamiento de prestarles ayuda eficaz domina constantemente el ánimo de Doña María Eulalia; y aunque claro veía las dificultades con que había de tropezar, no desmayó en su intento sino que apoyada en la Bondad de Dios Padre y de su Madre Inmaculada determinó emprender la obra sobre los sólidos fundamentos de su fe y su confianza en Dios.

El 8 de diciembre de 1853 entró en la Iglesia de San Andrés donde hizo una comunión especial, pidiendo a la Virgen una orientación clara sobre el modo de iniciar la obra, y al salir, en la calle Lucientes encuentra una casa en alquiler, que no tardó en tomar; lo habilitó con tres camas que fueron ocupadas por otras tantas jóvenes procedentes del Hospital[1]. La pequeñez del local y la humildad de los principios dieron pie a que la Obra quedara apellidada con el nombre de «la Casita».

La obra crecía, por lo que fue siendo necesario alquilar otras habitaciones más capaces en las calles del Rubio y Humilladero. Tal fue el origen del Instituto Religioso que había de venir a florecer en la Iglesia fundado por Santa Vicenta María, que continuó en Madrid su educación, iniciada por su padre en Cascante.

Doña María Eulalia quiso acostumbrar a su sobrina desde los primeros días a un régimen serio de vida, a fin de que aprovechara el tiempo y diera buena cuenta de sus estudios. Alternaba sus actividades entre el estudio de las diversas materias y las visitas que, en compañía de su tía, hacía a los hospitales y la casita, dejando entrever especial predilección por ésta última.

Los años van pasando y Doña Eulalia tiene el consuelo de ir viendo prosperar la Obra aunque no exenta de dificultades; contempló los balbuceos de la Congregación que daría solidez a su empresa dentro de la Iglesia porque el Señor había puesto en ella su mirada y el Espíritu había derramado el carisma en la persona de Santa Vicenta María.

Cuando la simiente echada en tierra por Doña María Eulalia comienza a mostrar sus frutos, llega la hora de que el “sembrador” desaparezca y el 30 de Noviembre de 1877, quien sólo deseaba la gloria de Dios se da por satisfecha viendo que su respuesta ha sido acogida y fecundada, y abandona este mundo en paz para pasar a gozar de la gloria eterna desde donde vela sobre la Obra que se continúa hoy bajo la acción del Espíritu Santo y para la que Dios quiso invitarla a ser iniciadora.

Ciudad Real 30 de Noviembre de 1977

María Digna Díaz

 

El 30 de noviembre señala en el calendario histórico del Instituto la muerte de doña María Eulalia Vicuña de Riega, cuyos restos mortales reposan en la Iglesia de la Casa Madre del Instituto, junto a la que el Señor llamó para consolidar el Instituto religioso fundado por santa Vicenta María.

Pero no es casualidad si el 30 de noviembre no lleva a otras efemérides familiares:

1854: Doña María Eulalia traslada su obra en favor de las sirvientas a una casa sin vecinda en la calle del Humilladero.

1890: Mientras Santa Vicenta María, en Madrid, se debate entre la vida y la muerte, en Barcelona D. Manuel Marqués y D. Ricardo Cortés colocan medalles del Sagrado Cora­zón, de la Inmaculada y de San José en el terreno adquirido para construir la nueva casa.

1922: En Buenos Aires nace la Asociación de los «Ángeles Tutelares» como brazo seglar de la Obra apostólica del Instituto.



[1] El relato del comienzo de la obra apostólica, se enseñó durante años en ese estilo hagiográfico que se aparta algo de la verdad histórica tal y como la conocemos hoy. Cf. M.D. Díaz Pérez RMI, Historia de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada, Madrid 2000, t. I, p. 152-157.