Cuadro de San José pintado por la Madre Fundadora en 1872 y conservado en el «Museo de Santa Vicenta María», en la Casa Madre, Madrid. |
La devoción a San José forma parte de nuestro patrimonio
espiritual desde los orígenes de nuestra familia religiosa y su imagen estuvo
ligada a la obra apostólica que la Iglesia nos confía desde sus comienzos.
Este año 2021, dedicado a San José por iniciativa del Papa
Francisco, es una buena ocasión para recordar algunos datos y también ¿por qué
no? para recuperar algunas prácticas devocionales que ocuparon, durante
décadas, un lugar privilegiado en la vida espiritual de nuestras comunidades y
que la devoción de algunas Hermanas han conservado como parte del más rico
patrimonio espiritual y devocional que nos legaron nuestras mayores.
Antes de la fundación del Instituto, la obra de acogida y
protección de sirvientas tenía a San José como Patrón de la casa y, a falta de
una imagen que lo evidenciara a los ojos de todos, Santa Vicenta María se
animó, en 1872, a pintar un cuadro del Santo Patriarca, copia de uno realizado
por su profesor de pintura y que a ella le parecía bastante bueno[1].
Después de la fundación del Instituto, San José fue el mejor
proveedor: a él le presentaban
largas listas de peticiones en la convicción de que «todo lo puede el santo». A San José le ponían aceite, arroz,
judías, garbanzos, bacalao o patatas[2]
y el santo se encargaba de mover el corazón de bienhechores conocidos o
anónimos que se acercaban hasta la casa a entregar a las Hermanas lo que
necesitaban.
Las medallas de San José, bendecían casas o terrenos que
pudieran valer para dar amplitud y continuidad a las casas existentes o abrir
el camino a nuevas fundaciones en la certeza de que no nos faltará la ayuda del
Santo, porque «de
lo que se trata es de salvar almas»[3].
A San José le colocaban un ‘velito de postulante’ entre las
manos cuando el Señor iba ampliando el campo de apostolado y las vocaciones no
aumentaban.
Y a San José le piden -para cada religiosa y para la
Congregación- sobre todo, «espíritu
interior»[4], «virtudes»[5]
y que nos «alcance del Señor gracias muy
especiales para santificarnos más y más»[6].
Santa Vicenta María nunca esquivó una muerte cuya llegada que
se anunciaba más pronto que tarde, y no dudo en exhortarnos a «encomendarnos a San José, especial
protector de los moribundos, dedicándole los 19 de cada mes y los miércoles de
cada semana, para que nos ayude en aquel trance»[7].
La solemnidad de San José (19 de marzo) y la fiesta de su
Patrocinio (III domingo de Pascua) se preparan y celebran con todo esmero y
solemnidad con triduos, novenas, pláticas, horas de adoración y celebraciones
litúrgicas.
Una de las devociones más entrañables
que nuestra Congregación, heredada de Santa Vicenta María y compartida con la
Iglesia universal es la de los “Siete domingos a San José” una
práctica de piedad que inicia el último domingo de enero y en la que se
contemplas los “Siete dolores y gozos de San José”.
Detalle
de una imagen de San José venerada en la casa de las Religiosas de María Inmaculada en Buenos Aires (Argentina) |
I
Imagen de
San José. Iglesia de la Casa Madre en Madrid (España) |
(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)
II
Imagen de San José que se venera en Navidad en la Capilla de la Casa Curia de la Congregación en Roma (Italia |
el oficio de padre adoptivo del Verbo humanado! El dolor que sentisteis al ver nacer al Niño Jesús en tanta pobreza, se cambió luego en alegría celestial oyendo la armonía angélica, y viendo la gloria de aquella noche tan resplandeciente. Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, os suplico nos alcánceis que después del camino de esta vida pasemos a oir las alabanzas de los Ángeles y a gozar de los resplandores de la gloria celestial.
(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)
III
Imagen de
San José en la Iglesia de la Casa de Barcelona (España) |
(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)
IV
¡Oh
fidelísimo Santo, que tuvisteis parte en los misterios de nuestra Redención,
glorioso San José! Si la profecía de Simeón de lo que habían de padecer Jesús y
María os causó un desmayo de muerte, también os colmó de un dichoso gozo la predicción
de que de ahí se seguiría la salud y resurrección de innumerables almas. Por
este vuestro dolor y por este vuestro gozo, alcanzadnos que seamos del número
de aquellos que por los méritos de Jesús y por la intercesión de María han de
resucitar gloriosamente.
(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)
V
Imagen de San José venerada en la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel en Casetas (Zaragoza), anteriormente en la Capilla de las Religiosas de María Inmaculada en Santander (España). |
(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)
VI
¡Oh
Ángel de la tierra, glorioso San José, que os admirasteis de ver al Rey del
cielo sujeto a vuestras órdenes! Si vuestro consuelo al volver de Egipto se
enturbió con el temor de Arquelao, sin embargo, asegurado por el Ángel
habitásteis alegre en Nazareth. Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo,
alcanzadnos que, libre nuestro corazón de temores nocivos, gocemos de la paz de
la conciencia, y viviendo seguros con Jesús y con María, ellos nos asistan en
nuestra agonía.
(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)
VII
Imagen de San José en la capilla de la Casa Curia de la Congregación en Roma (Italia) |
(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)
Antífona-
Tenía Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se
pensaba de José.
V/ - San José, ruega por nosotros.
R/ - Para que seamos dignos de
alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Oración.- Oh Dios, que con inefable
providencia te dignasta escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre
Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra,
merezcamos tenerle como intercesor en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en
los siglos de los siglos. Amén.
[1]
CarSVM 178.3, t. I, p. 179: a su padre en Cascante. Madrid, 2 de abril de 1872.
[2]
De estos medios se valían con tanta confianza y frecuencia que, en Barcelona,
el Rector de los jesuitas bromeó con la Madre Fundadora diciéndole que «en las circunstancias en que estamos, a
quién se le ocurre poner patatas a San José; que le pongamos onzas de oro».
CarSVM 1529.2, t. IV, p. 283: a M. María Teresa Orti en Madrid. Barcelona, 8 de
abril de 1890.
[3]
Cf. CarSVM 1506.2, t. IV, p. 258: a Josefa Jiménez en Madrid. Barcelona, 18 de
marzo de 1890.
[4]
Cf. CarSVM 1508.1, t. IV, p. 259: a M. María Teresa Orti en Madrid. Barcelona,
19 de marzo de 1890.
[5]
Cf. CarSVM 1507, t. IV, p. 258: a M. María Teresa Orti en Madrid. Barcelona, 18
de marzo de 1890.
[6]
Cf. CarSVM 1321.1, t. IV, p. 46: a M. María Josefa Orti en Sevilla. Barcelona,
17 de marzo de 1889.
[7]
ApEjSVM 1889, contemplación de la muerte, p. 280.
[8]
Constituciones de las Religiosas de María Inmaculada, Roma 1987, n. 5.
Las Constituciones
anteriores (1905, nn. 4 y 81; 1918, 1922, 1953, nn. 4 y 86) mencionaban su
patrocinio compartido con la Inmaculada y San Ignacio de Loyola (n. 4) y
señalaban su fiesta como “día de comunión” (n. 86). Las de 1905 y 1918, añaden
una exclamación que repetían todas las Hermanas al final del Acto de
Consagración al Sagrado Corazón de Jesús que hacían los domingos y días
festivos después de la Misa cuando no tenían Exposición del Santísimo a otra
hora de la mañana: «Corazón
de mi amable Salvador, haz que arda y siempre crezca en mí tu santo amor.
Corazón Inmaculado de María, sed mi salvación; San José bendito, rogad por
nosotros». En las primeras
Constituciones impresas, las de 1897, sólo aparece entre los días de comunión,
el de su fiesta y su Patrocinio (XVII.1).