domingo, 31 de enero de 2021

San José

 

Cuadro de San José
pintado por la Madre Fundadora en 1872
y conservado en el «Museo de Santa Vicenta María»,
 en la Casa Madre, Madrid.

La devoción a San José forma parte de nuestro patrimonio espiritual desde los orígenes de nuestra familia religiosa y su imagen estuvo ligada a la obra apostólica que la Iglesia nos confía desde sus comienzos.

Este año 2021, dedicado a San José por iniciativa del Papa Francisco, es una buena ocasión para recordar algunos datos y también ¿por qué no? para recuperar algunas prácticas devocionales que ocuparon, durante décadas, un lugar privilegiado en la vida espiritual de nuestras comunidades y que la devoción de algunas Hermanas han conservado como parte del más rico patrimonio espiritual y devocional que nos legaron nuestras mayores.

Antes de la fundación del Instituto, la obra de acogida y protección de sirvientas tenía a San José como Patrón de la casa y, a falta de una imagen que lo evidenciara a los ojos de todos, Santa Vicenta María se animó, en 1872, a pintar un cuadro del Santo Patriarca, copia de uno realizado por su profesor de pintura y que a ella le parecía bastante bueno[1].

Después de la fundación del Instituto, San José fue el mejor proveedor: a él le presentaban largas listas de peticiones en la convicción de que «todo lo puede el santo». A San José le ponían aceite, arroz, judías, garbanzos, bacalao o patatas[2] y el santo se encargaba de mover el corazón de bienhechores conocidos o anónimos que se acercaban hasta la casa a entregar a las Hermanas lo que necesitaban.

Las medallas de San José, bendecían casas o terrenos que pudieran valer para dar amplitud y continuidad a las casas existentes o abrir el camino a nuevas fundaciones en la certeza de que no nos faltará la ayuda del Santo, porque «de lo que se trata es de salvar almas»[3].

A San José le colocaban un ‘velito de postulante’ entre las manos cuando el Señor iba ampliando el campo de apostolado y las vocaciones no aumentaban.

Y a San José le piden -para cada religiosa y para la Congregación- sobre todo, «espíritu interior»[4], «virtudes»[5] y que nos «alcance del Señor gracias muy especiales para santificarnos más y más»[6].

Santa Vicenta María nunca esquivó una muerte cuya llegada que se anunciaba más pronto que tarde, y no dudo en exhortarnos a «encomendarnos a San José, especial protector de los moribundos, dedicándole los 19 de cada mes y los miércoles de cada semana, para que nos ayude en aquel trance»[7].

La solemnidad de San José (19 de marzo) y la fiesta de su Patrocinio (III domingo de Pascua) se preparan y celebran con todo esmero y solemnidad con triduos, novenas, pláticas, horas de adoración y celebraciones litúrgicas.

 Las Constituciones actuales del Instituto hacen mención de San José, señalándolo como protector de la misma junto a San Ignacio de Loyola y Santa Vicenta María e indicando que «en ellos buscamos ejemplos de vida y gracias de intercesión»[8]

 

Una de las devociones más entrañables que nuestra Congregación, heredada de Santa Vicenta María y compartida con la Iglesia universal es la de los “Siete domingos a San José” una práctica de piedad que inicia el último domingo de enero y en la que se contemplas los “Siete dolores y gozos de San José”.

Detalle de una imagen de San José
venerada en la casa de las Religiosas de María Inmaculada
en Buenos Aires (Argentina)

 

I

Imagen de San José. 
Iglesia de la Casa Madre 
en Madrid (España)
¡Oh, Esposo purísimo de María Santísima, glorioso San José! Así como fue grande el trabajo y la angustia de vuestro corazón de la perplejidad de abandonar a vuestra purísima Esposa, así fue inexplicable vuestro gozo cuando el Ángel os reveló el soberano misterio de la Encarnación. Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, os rogamos que consoléis a nuestra alma ahora y en los últimos dolores con la alegría de una buena vida y de una santa muerte semejantes a la vuestra en medio de Jesús y María.

(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)

 


II

Imagen de San José
que se venera en Navidad
en la Capilla de la Casa Curia de la
Congregación en Roma (Italia
¡Oh felicísimo Patriarca, glorioso San José que fuisteis escogido entre todos para
el oficio de padre adoptivo del Verbo humanado! El dolor que sentisteis al ver nacer al Niño Jesús en tanta pobreza, se cambió luego en alegría celestial oyendo la armonía angélica, y viendo la gloria de aquella noche tan resplandeciente. Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, os suplico nos alcánceis que después del camino de esta vida pasemos a oir las alabanzas de los Ángeles y a gozar de los resplandores de la gloria celestial.

(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)

 


III

Imagen de San José en la Iglesia
de la Casa de Barcelona (España)
¡Oh ejecutor obedientísimo de las Leyes Divinas, glorioso San José! La sangre preciosísima que derramó el Niño Redentor en la cricuncisión os traspasó el corazón pero el nombre de Jesús os reanimó llenándoos de gozo. Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, alcanzadnos que, quitado de nosotros todo vicio en vida, expiremos gozosos con el santísimo Nombre de Jesús en el corazón y en la boca.

(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)

 


IV

¡Oh fidelísimo Santo, que tuvisteis parte en los misterios de nuestra Redención, glorioso San José! Si la profecía de Simeón de lo que habían de padecer Jesús y María os causó un desmayo de muerte, también os colmó de un dichoso gozo la predicción de que de ahí se seguiría la salud y resurrección de innumerables almas. Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, alcanzadnos que seamos del número de aquellos que por los méritos de Jesús y por la intercesión de María han de resucitar gloriosamente.

(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)

 

V

Imagen de San José venerada
en la iglesia parroquial de
San Miguel Arcángel en Casetas (Zaragoza),
 anteriormente en la Capilla de las
Religiosas de María Inmaculada
en Santander (España).
¡Oh vigilantísimo guarda, familiar íntimo del Encarnado Hijo de Dios, glorioso San José! ¡Cuánto penasteis para sustentar y servir al Hijo del Altísimo, particularmente cuando tuvisteis que huir a Egipto! pero cuánto también gozásteis teniendo siempre con vos al mismo Dios, y viendo caer a tierra los ídolos de Egipto. Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, alcanzadnos que, teniendo lejos de nosotros al tirano infernal, y especialmente huyendo de las ocasiones peligrosas, caiga de nuestro corazón todo ídolo de afecto terreno, y ocupados en servir a Jesús y a María, para ellos vivamos solamente y muramos felizmente.

(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)

 


VI

¡Oh Ángel de la tierra, glorioso San José, que os admirasteis de ver al Rey del cielo sujeto a vuestras órdenes! Si vuestro consuelo al volver de Egipto se enturbió con el temor de Arquelao, sin embargo, asegurado por el Ángel habitásteis alegre en Nazareth. Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, alcanzadnos que, libre nuestro corazón de temores nocivos, gocemos de la paz de la conciencia, y viviendo seguros con Jesús y con María, ellos nos asistan en nuestra agonía.

(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)

 

VII

Imagen de San José en la
capilla de la Casa Curia
de la Congregación en Roma (Italia)
¡Oh ejemplar de toda santidad, glorioso San José! Perdido que hubisteis sin culpa al Niño Jesús, para mayor dolor hubisteis de buscarlo por tres días, hasta que con sumo júbilo gozasteis de vuestra vida hallada en el Templo entre los Doctores. Por este vuestro dolor y por este vuestro gozo, os suplicamos de lo íntimo del corazón, que por vuestra intercesión jamás suceda que nosotros perdamos a Jesús con culpa grave, y que si por desgracia le perdiésemos, le busquemos con sumo dolor para hallarlo piadoso, particularmente en nuestra muerte, a fin de que lleguemos a gozarle en el cielo y cantar allí con vos eternamente sus divinas misericordia.

(Padre nuestro, Ave María y Gloría.)

 

Antífona- Tenía Jesús, al empezar su vida pública, cerca de treinta años, hijo, según se pensaba de José.

V/ - San José, ruega por nosotros.

R/ - Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

 

Oración.- Oh Dios, que con inefable providencia te dignasta escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como intercesor en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.



[1] CarSVM 178.3, t. I, p. 179: a su padre en Cascante. Madrid, 2 de abril de 1872.

[2] De estos medios se valían con tanta confianza y frecuencia que, en Barcelona, el Rector de los jesuitas bromeó con la Madre Fundadora diciéndole que «en las circunstancias en que estamos, a quién se le ocurre poner patatas a San José; que le pongamos onzas de oro». CarSVM 1529.2, t. IV, p. 283: a M. María Teresa Orti en Madrid. Barcelona, 8 de abril de 1890.

[3] Cf. CarSVM 1506.2, t. IV, p. 258: a Josefa Jiménez en Madrid. Barcelona, 18 de marzo de 1890.

[4] Cf. CarSVM 1508.1, t. IV, p. 259: a M. María Teresa Orti en Madrid. Barcelona, 19 de marzo de 1890.

[5] Cf. CarSVM 1507, t. IV, p. 258: a M. María Teresa Orti en Madrid. Barcelona, 18 de marzo de 1890.

[6] Cf. CarSVM 1321.1, t. IV, p. 46: a M. María Josefa Orti en Sevilla. Barcelona, 17 de marzo de 1889.

[7] ApEjSVM 1889, contemplación de la muerte, p. 280.

[8] Constituciones de las Religiosas de María Inmaculada, Roma 1987, n. 5.

Las Constituciones anteriores (1905, nn. 4 y 81; 1918, 1922, 1953, nn. 4 y 86) mencionaban su patrocinio compartido con la Inmaculada y San Ignacio de Loyola (n. 4) y señalaban su fiesta como “día de comunión” (n. 86). Las de 1905 y 1918, añaden una exclamación que repetían todas las Hermanas al final del Acto de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús que hacían los domingos y días festivos después de la Misa cuando no tenían Exposición del Santísimo a otra hora de la mañana: «Corazón de mi amable Salvador, haz que arda y siempre crezca en mí tu santo amor. Corazón Inmaculado de María, sed mi salvación; San José bendito, rogad por nosotros». En las primeras Constituciones impresas, las de 1897, sólo aparece entre los días de comunión, el de su fiesta y su Patrocinio (XVII.1).