Santa Vicenta María López y Vicuña |
A Santa
Vicenta María no le alcanzó la vida para hacer todo lo que hubiera querido…
algunos de sus sueños fueron cronológicamente más largos que el plan de Dios
para su vida terrena… Sabía ella, y nos lo dijo, que: «aunque en nuestra historia no hay nada portentoso en lo exterior, ni
cosas de grande efecto, las más pequeñas y ordinarias son interesantes para
nosotras, y creo que a las contemporáneas las servirá de gusto recordarlas, y a
las que vengan después saberlas; y unas y otras alabarán a Dios, si estudian
cuán suavemente lo ha ido disponiendo todo.» Le quedaban cuatro
meses escasos de vida cuando redactó estas líneas en Burgos, y no pudo
continuar porque su salud ya no se lo permitió. Entre sus borradores encontró
M. María Teresa Orti las notas que la Madre Fundadora había ido tomando para poder
después redactar la historia. El día 21 de enero de 1870, parece que tuvo un
rato de tranquilo sosiego y redactó algo sobre los orígenes de la «Casa de
asilo y protección de sirvientas» para la que ella iba preparando una nueva
Congregación religiosa con el fin de que no se perdiera el bien hecho hasta
entonces ni se malograra el que pudiera hacerse en el futuro.
Con motivo de la celebración del I Centenario de la
Fundación del Instituto, H. María del Carmen Ara RMI, preparó la primera
edición de las Cartas de Santa Vicenta María a las que añadió veinte textos más,
que denominó «Otros escritos» y son, fundamentalmente, las anotaciones de la
Madre Fundadora acerca del origen y fundación de nuestra Congregación. Hoy, al
cumplirse los 150 años de una parte de esas anotaciones no está mal volver a
ellas y alabar a Dios viendo cuán
suavemente lo fue disponiendo todo.
1. En 8 de
diciembre de 1853 tomó mi tía Doña María Eulalia Vicuña, en unión de algunas
otras señoras, una reducida habitación en la calle de Luciente, donde admitió
las primeras jóvenes, a quienes cuidaba una señora pagada por aquélla. Fue
creciendo el número de acogidas, y, a medida, se tomaron cuartos mayores, hasta
el año 55 en que se encargó del gobierno interior del establecimiento el
Instituto de Hermanas Terciarias del Carmen[1].
Con el fin de procurar recursos se empezó a recibir niñas educandas, unas que
pagaban 3 reales y otros 6 reales diarios. Al poco tiempo, y fue el año 56, mi
tío Don Manuel María Vicuña, con los señores D. Andrés M. de Noboa y D. Antonio
Herrero Traña, Presbíteros, adquirió, por compra, una casa de 24.000 pies de
terrero en la Plazuela
de San Francisco nº 2. Se trasladó a ella el establecimiento con el nombre de
Casa de caridad.
2. Se
formaron unos estatutos que fueron aprobados por Real orden de 6 de mayo de
1856, en que se establecía una junta de Señoras que gobernasen y protegiesen la
casa, estando sujetas a sus disposiciones las Hermanas Terciarias. Ya se llamó
por dichos estatutos Casa de Huérfanas y sirvientas[2].
3. El Señor
D. Santiago Tejada y su Señora vinieron más tarde a cooperar con sus personas y
bolsillo, tanto que dicho señor fue después reconocido por propietario de la
casa. Idea de su señora fue establecer una sección de huérfanas, que debían ser
admitidas a los 14 años, para ser educadas para sirvientas. Esta sección fue
creciendo, las de niñas educandas también considerablemente, al paso que las
obras de la casa iban completándose y adquiriendo protección del gobierno, que
designó 20.000 reales anuales del presupuesto. Entre tanto la asociación de
señoras fue estinguiéndose, y quien realmente mandaba eran los señores
propietarios, a quienes por los estatutos, ni correspondía asistir a las
Juntas. Tanto éstos como las Hermanas fueron aficionándose demasiado a las
clases de Huérfanas y niñas, llegando a tener hasta oposición a las de las
sirvientas, que era el principal objeto de la fundación. Sólo mis dos tíos se
sostenían firmes, pero no lo suficiente para contrarrestar a la mayoría. En 8
de marzo de 1862 se tomaron en arriendo algunas habitaciones del edificio
contiguo a San Francisco el Grande, para admitir allí las muchachas que
tuviesen algún defecto que pudiera dañar a las otras, y exigiese más detención
dentro del establecimiento. De la casa 1ª (pues ésta se llamó 2ª) pasaban las
raciones a aquellas acogidas.
4. Permitió
Dios que presentasen a la junta unas bases contra los estatutos[3],
que fueron aprobadas, en que se disponían cosas contrarias, enteramente al fin
que la Asociación se había propuesto de proteger a las pobres sirvientas. En
ellas se disponía que las que pretendiesen entrar en el Establecimiento habían
de presentar memorial, el cual había de decretarse en la junta que se celebraba
cada mes. Cualquiera puede considerar si esta medida es oportuna cuando se
trata de libertar a las jóvenes de los muchos peligros que tienen en los
desacomodos, por lo que hay que
recibirlas sin dificultad, tomando solamente algunas horas para informarse de
su conducta, y, teniendo la 2ª casa, ni esta dilación debía mediar, pues desde
luego podían quedar recibidas, y, según los informes, destinarlas a una o a
otra. Pasados algunos meses negó la Junta las raciones que se pasaban de la 1ª,
y por esta razón hubo que recibir en la 2ª, los Señores Vicuña la sostuvieron
con alguna ayuda de la Excelentísima Señora Condesa de Zaldívar[4].
Puestas en práctica las bases indicadas, puede decirse que quedó casi suprimida
la clase de sirvientas en la 1ª casa, y por esta razón hubo que recibir en la 2ª
las que correspondían a aquélla, y, por consiguiente, suspender el admitir
muchachas de antecedentes dudosos.
5. Cuidaba
de las acogidas una Señora piadosa, de modo que vino a comenzarse la fundación
como el año 53. Las habitaciones que se tenían arrendadas en el exconvento de
San Francisco el Grande fueron destinadas a otro objeto[5],
y hubo necesidad de mudar el pequeño establecimiento a una casa reducida en la
calle de la Villa. Luego se trasladó a la calle de Cañizares nº 14, donde había
más amplitud. Luego de desentenderse los Señores de la 1ª casa, de la 2ª,
habiendo casi abandonado, como queda dicho, el pensamiento esencial de la
fundación, comenzaron las contestaciones sobre los derechos que mi tío, Señor
Vicuña, tenía sobre la finca, como propietario, y las pobres sirvientas sobre
las limosnas que habían venido para el sostenimiento, según los estatutos, que,
con las nuevas disposiciones respecto a ellas, quedaban infringidos. Mucho
tiempo se pasó en discutir, y ratos muy desagradables, pero todo dió por
resultado el conformarse mi tío con cinco mil duros que recibió mi tío de sus
señores compañeros, en pago de su 4ª parte de casa, que valía mucho más[6]. Con esto la 2ª casa de sirvientas quedó
separada por completo de la primera, e independiente, con el título de Casa
de asilo y protección de sirvientas.[7]
6. En junio
de 1867, la familia de mi tía, que ya quedaba reducida a los tres: los dos tíos
y la que suscribe, fue a vivir a la calle de Cañizares, a una casa contigua a
la del colegio, para el cual se abrió puerta de comunicación. En ella
permanecimos hasta que mi buen tío murió lleno de merecimientos, por su
infatigable celo en procurar el bien del prójimo, el 2 de marzo de 1869.
Quedando ya tía y sobrina solas, dividimos nuestra habitación para nosotras y
el establecimiento, hasta que el 9 de diciembre del mismo año nos trasladamos a
esta casa de la plazuela de San Miguel nº 8.
La Providencia Divina ha velado sobre esta obra
con cuidado especial, pues la ha guardado con vida, a pesar de las muchas
turbulencias que contra ella se han levantado, y desde que quedó tan reducida y
sin recursos de ninguna clase, se ha hecho más con las pobres muchachas que
cuando de nada se carecía. Algunas Señoras, desde que esta casa quedó separada
de la principal, el año 1862, se dedicaron a visitar a las muchachas en las
casas donde servían y a establecer los domingos escuela dominical imponiéndoles
la obligación de asistir. Estos cuidados dieron buenos resultados, y se
establecieron, desde luego, algunos días de Comunión general. La 1ª se celebró
el día de Reyes del año 63 en la capilla de la Orden Tercera, que fue muy
concurrida, y luego se repitieron en la capilla del Obispo. En 7 de junio de
1868, domingo de
[1]
Hermanas Carmelitas de la Caridad.
[2]
Cfr. Estatutos de la Casa de Huérfanas y Sirvientas y de la Asociación para
protegerla aprobados de Real órden, Madrid, Imprenta de Ancos, 1856
[3]
He aquí las bases principales de esta benéfica institución.
Instruir
en la religión y socorrer gratuitamente a las niñas pobres en escuelas
públicas: dar educación en el colegio titulado del Carmen a las huérfanas y
necesitadas: abrir escuelas gratuitas dominicales, para librar a las jóvenes de
los peligros de las tardes en días festivos; y especialmente moralizar el
servicio doméstico, fomentando la aplicación al trabajo con las demás virtudes
cristianas en las acogidas, que se hallan gratuitamente en este asilo, o que
desde el mismo han sido colocadas de sirvientas en casas particulares; tales
son los objetos de este establecimiento.
Seis
clases de personas vienen a ser las que por ahora, y según los estatutos,
pueden acogerse o educarse en esta casa de caridad y Colegio del Carmen.
[4] Cfr.
AGRMI 20/6, X. 16,96: + / Sr. Apoderado de la Sra. Condesa de Zaldívar: Envío a
V. el recibo de estancias, y suscripciones que da la Sra. Condesa del mes de
Julio y pido a V. que a continuación de esta me ponga V. unas líneas
manifestándome las órdenes que dejó a V. la Sra. Condesa sobre esta limosna
pues yo entendí, cuando V. me habló de ello que cesara la suscripción pero no
las estancias, y deseo fijarme para mi gobierno. / Dispense V. esta molestia
que en beneficio de los pobres le da a V. su afect[ísi]ma. / M Eulalia Vicuña / de Riega /
Miércoles 9 de Agosto [1865] / La Excma. Sra. Condesa de Zaldívar me dejó
prevenido a su salida de ésta, que abonase los 12 rs. de la suscripción por dos
meses y que continuase abonando a V. las asistencias o sean 10 rs. diarios,
hasta nueva orden. / Con este motivo tiene el honor de ofrecerse de V. atento y
seguro servidor / Q.B.S.M. / [aquí está la firma pero me resulta ilegible].
[5] El
Gobierno destinó el exconvento de San Francisco a Prisiones militares.
[6] "El
8 de abril de 1867 don Manuel María de Vicuña vendió sus derechos sobre la casa
de la plaza de San Francisco a don Santiago de Tejada." HisDocCHC, t. II,
p. 78.
[7] En
realidad separada y con ese título estaba ya en 1864. Cfr. AGRMI 72/1, X.
59,146: Acta de la Junta de Señoras de la 2 Casa de huérfanas y sirvientas. Madrid, 23 de
marzo de 1864.