domingo, 14 de febrero de 2021

Domingo de carnaval




Haber nacido en Argual (Isla de La Palma) y no ser “carnavalera” es algo complicado. La posibilidad de darle la vuelta al carnaval, para convertir estos días en ocasión de mayor fervor, de aumento en fe, de esperanza, de confianza y de una honda certeza de que la misericordia de Dios es infinita y va mucho más allá de lo que alcanzan a ver o intuir nuestras limitadas capacidades, es algo que he aprendido buceando en aspectos o prácticas de nuestro patrimonio espiritual y apostólico que se nos han ido quedando a lo largo del camino. 
Porque me gusta recordarlo y porque me hace bien aprender que la más honda pieda y la más sana diversión pueden pasear juntas sin apartar a las jóvenes del camino hacia la santidad a la que están llamadas no me resisto a compartir hoy estos sentimientos.

La cosa no es fácil y lo reconoce la mismísima Santa Vicenta María, cuando en las Constituciones del Instituto, remata el artículo del “Cuidado a las acogidas” con esta recomendación:

«Siendo este objeto [la santificación y provecho de las jóvenes], por una parte tan importante, y por otra tan difícil, la Congregación en todo tiempo deberá poner en práctica cuantos medios la experiencia vaya enseñando para el mayor bien de las acogidas y por las mismas razones no deberá tomar a su cargo ninguna otra obra de caridad que distraiga la atención, ni perjudique en lo más mínimo del objeto primario del Instituto.» (Const. 1882, art. 24º)

El día 26 de febrero de 1903, M. María del Socorro Peñalver contaba a la entonces Superiora de Burgos, M. María del Consuelo Maciá[1], lo que habían vivido en la Casa Madre durante los días del carnaval:

¡Qué consuelo ver esta capilla llena de chicas más que  nunca en unos días en que Madrid se entrega con desenfreno a las locuras de Carnaval. No ocultaron su emoción los tres dignos sacerdotes que predicaron esas tardes; un Padre Redentorista, D. José M.ª Rubio[2] y D. Miguel Martínez encomiando y bendiciendo esta obra santa que tales frutos produce evitando que tantas jóvenes inexpertas caigan en los lazos de la corrupción, que en estos días más que nunca les tiende el demonio, acabando las risas momentáneas en llantos eternos. Uno de ellos no pudiendo contenerse pidió al Señor a lo último del sermón nos concediera una iglesia grande para cobijar a todas las chicas que quisieran acogerse bajo el manto de M.ª Inmaculada. Dios le oiga, puesta cada vez va tomando más vuelo nuestra obra y abriendo más ancho campo para trabajar por la salvación de esas almas que el Señor nos confía. Hemos tenido Misa Mayor los tres días velándole la Comunidad, las chicas y algunas señoras; por la tarde a las 4 teníamos el Rosario, Trisagio cantado, sermón, terminando con la Reserva. Después de la función de la capilla había comedias en dos sitios, lo mismo que para la Inmaculada; en la Dominical para las externas y en la sala del Sagrado Corazón para las internas y las de la nocturna y en los dos lados hubo un lleno completo; sea Dios bendito.

Por la noche tuvimos la vela alternando a turnos como otros años y rezamos durante ella el Vía Crucis, la estación mayor, una oración al Stmo. Sacramento, un acto de desagravios, la letanía de los Santos, terminando con “Salve Corazón abierto”. El Domingo por la mañana se repartieron las espinas para los días de Carnaval y el Domingo de piñata.

 Buceando yo luego en las crónicas de las comunidades de España y de Buenos Aires desde 1894 hasta 1925, bajo el epígrafe “Domingo de carnaval” me he encontrado cosas como estas:


  • ·         Representaron las chicas ‘La joven aldeana’.
  • ·         La comunidad y chicas se alternan para velar ante el Santísimo todo el día y toda la noche, durante el triduo de carnaval.
  • ·         Comienza el triduo de desagravios a Jesús Sacramentado. En estos días no pudieron tener comedias, según costumbre, por estar con catarro gripal la M. Superiora.
  • ·         Manifiesto todo el día. Algunas chicas no comieron por quedarse «haciendo compañía a Jesús Sacramentado».Representaron para chicas y señoras la comedia “Fabiola”. Los tres días y noches de carnaval, velaron el Santísimo en turnos de dos religiosas y dos chicas.
  • ·         Los tres días velan al Santísimo dos religiosas y dos chicas. Por la noche vela la comunidad en turnos de tres cada hora.
  • ·         Desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde Exposición y Vela por turnos: Comunidad, internas y Nocturnas. Por la tarde las señoritas representaron “La obediencia de Jesús” y las chicas “Ahora sí que somos ricos”.
  • ·         Jubileo todo el día, por doña Ángela Ruiz de López Atienza, con el Santísimo Expuesto.
  • ·         Reparto de espinitas. Exposición por la tarde y comedia “La princesa improvisada”.
  • ·         las señoritas representaron “Santas Justa y Rufina” y las colegialas “Don Timidito” y “El Seise[3] Mártir de Zaragoza”
  • ·         D. José María Fernández, sacerdote, preparó una conferencia con la linterna mágica de proyecciones, titulada, «amos y criados».
  • ·         Las chicas hicieron una especie de comparsa de trajes en el jardín. También hubo cinematógrafo con películas graciosas.
  • ·         Hubo una invasión de chicas. Representaron los sainetes: “La princesa improvisada” y “Los músicos”, también hicieron un diálogo de la Madre Fundadora.
  • ·         Comunión general y por la tarde comedias. El Niño Jesús estuvo en el patio apuntando a las chicas…
  • ·         Comunión general, a las 6 para las sirvientas y a las 8 para las nocturnas. Por la tarde representaron “3 pesetas una docena de retratos”.
  • ·         Organizaron a las chicas en grupos por naciones con una Madre al frente de cada grupo: Argentina, “Grupo de Honor”, Italia, Chile, Francia, Bélgica, Inglaterra, Portugal, Holanda, Hungría y el ‘Grupo de la Iglesia’.
  • ·         Más de 500 chicas llenaron Capilla, Tribuna, pasillo, escaleras y la segunda sacristía. Representaron la comedia “Fuego del Cielo” y luego tuvieron cine.

 

Los días de carnaval en los colegios de María Inmaculada han sido magníficas ocasiones para la gracia, para la reparación, para la oración y también para la cultura, para la diversión y el entretenimiento, para la convivencia, para acortar distancias entre clases sociales, para integrar a las emigrantes, para sorprenderse ante el avance de la tecnología.

«Todo es bueno para los que aman a Dios.» (Rom 8,28), yo sigo siendo “carnavalera” porque los días de carnaval me traen sabor de familia y de amistades entrañables y porque, de las Hermanas que me precedieron en la Congregación he aprendido que también son días favorables para intensificar la vida espiritual y apostólica como el mejor pórtico hacia la Cuaresma.


[1] Carta de M. María del Socorro de Peñalver a M. María del Consuelo Maciá en Burgos. Madrid 26.02.1903. ARMI-Burgos.

[2] San José María Rubio y Peralta SJ, que entró posteriormente en la Compañía el 11.10.1906; (* Dalías, Almería, 22 de julio de 1864– † Aranjuez, Madrid, 2 de mayo de 1929); fue beatificado en Roma el 6.10.1985 y canonizado en Madrid el 4.05.2003. El Obispo Eijo y Garay le calificó como “Apóstol de Madrid” y su fiesta se celebra el 4 de mayo.

[3] Santo Dominguito Val.


martes, 2 de febrero de 2021

M. María Asunción Carrera

 1 Febrero 1917: «Se nos fue al cielo la Madre Mª Asunción Carrera (q.e.p.d.)»

            Diez palabras y unas siglas, en una sóla línea, le bastaron a la cronista de Barcelona para dejar constancia de la muerte «de una de las predilectas Hijas» de la Madre Fundadora, una de las que más de correspondía y más la amaba», según el sentir de M. María Teresa Orti y aquella –añadimos nosotros- a la que seguramente más debemos el haber podido conocer y conservar los escritos y otros objetos de Santa Vicenta María López y Vicuña.

María del Patrocinio
(M. María Asunción) Carrera y Romero

María del Patrocinio Carrera y Romero, natural de Medina Sidonia, provincia de Cádiz seguramente fue el mayor regalo que nos hizo la primera fundación de una casa nuestra en Jerez de la Frontera. Había nacido el 12 de mayo de 1842 y, admitida ya al Instituto viajó a Madrid el 31 de mayo de 1878. A su llegada, Santa Vicenta María le impuso la toquilla de postulante el 1 de junio de 1878. Dos meses y medio duró su postulantado. El 15 de agosto vistió el hábito del Instituto con el nombre de María de la Asunción, en una ceremonia especial porque vestía el hábito una de las señoras que más había trabajado en la Casa de Sirvientas, antes de la fundación del Instituto, doña Celedonia Paloma a quien impusieron el nombre de María Dolores y pronunciaban sus primeros votos María Teresa Orti y María del Carmen López. Su primera destino, siendo aún novicia fue Zaragoza y desde allí acompañó a Santa Vicenta María a Cascante en agosto de 1879. Ese viaje fue el inicio de una relación especial, casi paterno filial de M. María Asunción con los padres de la Madre Fundadora, y fue también la oportunidad de poder acompañar los últimos momentos de H. María de la Visitación Sanz, que convalecía en casa de sus padres. Santa Vicenta María recibió los votos «in articulo mortis» de H. Visitación y M. María Asunción la amortajó con el hábito del Instituto.

Desde mitad de septiembre hasta mitad de octubre de aquel mismo año de 18798, M. María Asunción acompañó a Santa Vicenta María en Torre del Campillo, Daroca, donde la Madre se repuso notablemente.

El día 12 de septiembre de 1880, cuando su compañera de hábito había abandonado ya el Instituo, pronunció M. María Asunción Carrera sus primeros votos en Madrid y se convirtió en uno de los principales apoyos de la Madre Fundadora.

El 23 noviembre de 1883, con motivo de la muerte de doña María Nicolasa Vicuña, M. María Asunción viajó de nuevo con Santa Vicenta María a Cascante y con ella permaneció hasta que el 20 de diciembre que regresaron a Madrid acompañadas por D. José María y sus dos doncellas. En los casi cinco años que pasará D. José María en Madrid, hasta su muerte, será M. María Asunción quien estará más pendiente de él.

En enero de 1887, la salud de Santa Vicenta María volvió a quebrarse y M. María Asunción, sin dudarlo, llamó a Madrid a las superiora de Sevilla y Zaragoza, M. María Teresa Orti y M. María de la Paz Carrera, hermana carnal de M. María Asunción. Al año siguiente, en agosto de 1888, M. María Asunción acompañó a la Madre Fundadora a Panticosa y Cascante; sería su última visita a la casa paterna, la tercera como religiosa y en las tres con la misma compañera: M. María Asunción Carrera. Fue en este viaje en el que, no sabemos bien cómo, pero M. María Asunción salvó de la hoguera los escritos y cartas de familia. Pudo ser a partir de entonces cuanto extremó el cuidado en que se conservara todo lo que tenía relación con Santa Vicenta María y, sin bien es verdad que mucho se perdió con la ocupación de nuestras casas durante la Guerra Civil de 1936 a 1939, no es menos cierto que los Museos de Cascante, en la casa natal, y de Madrid, en la casa madre del Instituto dan buena prueba del cuidado, el cariño y el empeño que las primeras religiosas tuvieron en conservar ese rico patrimonio, como prueba y testigo de otro inmensamente mayor: el legado de santidad cristiana que la Madre Fundadora dejaba en manos de sus hijas.

Después de la muerte de D. José María, M. María Asunción fue destinada como superiora a la casa de Sevilla y como tal participó en los dos primeros capítulos generales. En el segundo, el año 1893, fue elegida Superiora General, M. María Teresa Orti y M. María Asunción como su segunda consejera. La escasez de personal impuso que M. María Asunción asumiera también el gobierno de la casa de Burgos en 1898, de tal manera que participó en el tercer Capítulo General, 1899, como segunda consejera y superiora de Burgos.

De regreso a Andalucía, ya sin responsabilidades de gobierno, partició en el IV Capítulo General como Delegada por las casa de Málaga y Sevilla.

Zaragoza y Barcelona parece que fueron las casas donde M. María Asunción vivió a partir de 1905.

En febrero de 1910, residiendo en Zaragoza, una fuerte pulmonía puso en peligro su vida. El día 23 le administraron el Viático y el 25 la Unción de enfermos porque el final parecía inminente pero no eran esos los planes de Dios y el día 28 ya estaba fuera de peligro.

En julio de 1916 viajó por última vez a Madrid para prestar declaración en el Proceso para la canonización de la Madre Fundadora y desde allí se fue destinada a Barcelona donde pasaría algo más de seis meses que le restaban a vida.

M. María Asunción murió en la misma humildad en la que había vivido. La cronista de Barcelona resultó ser muy sobria en palabras y le bastaron tres líneas para darnos noticia de su estado de gravedad, de la administración de los últimos sacramentos y de su fallecimiento.

De ella había escrito Santa Vicenta María, cuando la admitió al Instituto: «es una persona fina, circunspecta, un carácter angelical que se trae las simpatías de todos; es hija de un propietario atrasado por peripecias del campo, tiene otras siete hermanas, de manera que ha sido recibida sin dote, y no será poco si completa lo necesario para alimentos durante el Noviciado. Sin embargo, sus dotes me llenan más que si fuera muy rica; escribe bien, con mucha facilidad y también es muy casera.»

            A M. María Asunción no la habían admitido ni las Recoletas Descalzas Agustinas, ni las Capuchinas, por falta de salud o más bien porque Dios la reservaba para nuestra Congregación a donde llegó por consejo de un jesuita y donde se quedó para ser joya de humilde santidad en la corona de Santa Vicenta María.