1. f. Amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales.
El diccionario admite esa relación sin que haya vínculos de sangre; no dice que la fraternidad es la relación de quienes ‘se saben’, ‘reconocen’ o ‘profesan’ hermanos sino entre quienes se “tratan” como tales.
1. f. Relación de parentesco que hay entre hermanos.
Y en segundo lugar
2. f. Amistad íntima, unión de voluntades.
La fraternidad -independientemente del número de veces que aparezca el término como tal en los escritos que conservamos- no sólo está presente en el núcleo mismo del carisma, sino que creo poder afirmar que es la razón de ser del carisma desde su primer origen: el acercamiento de las clases sociales que se pretende con la promoción del servicio doméstico nace del mandato de la caridad.
“Amaos los unos a los otros como Yo os he amado […] en esto conocerán todos que sois discípulos míos” (cf. Jn 13, 34.45)
“No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos […] no me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca” (cf. Jn 15, 15-16)
“[…] vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie ‘Padre vuestro en la tierra’, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo” (Mt 23,8-9)
Toda la vida del Señor fue un continuo ejemplo de humillaciones y vida escondida […] (Ap.EjSVM 1876, 1, 2ª)
Deseo, Señor mío, imitaros […] en procurar ganar a todos para Vos, con buen ejemplo y los demás medios que están a mi alcance. (ApEjSVM 1971, 6º, 2ª)
pidan de continuo a Ntro. Señor que prevenga con su gracia a la que más tarde haya de ser elegida, a fin de que, al ocupar el lugar de nuestra santa y amadísima Madre, sea para honrarla con su imitación y ser, con su ejemplo, el modelo de las demás, como aquella lo fue, llevando adelante esta obra tan amada suya, por la cual dio hasta el último aliento de su vida. (CarMTO, A todo el Instituto. Madrid, 26.07.1891)
Decimos que son pocas las [chicas] que se quieren dedicar a servir y que las que se prestan a ello son exigentes, independientes... y me preguntarán: ¿Si no vienen, cerramos los Colegios? ¿Si vienen y son levantiscas podemos colocarlas? ¿Cómo las recomendaremos?
Vendrán menos, pero vendrán, no todas sirven para mecanógrafas. Modo de sostenerlas…, modo de no espantarlas..., la caridad cristiana, el celo de la gloria de Dios, el amor a las almas redimidas con la sangre preciosa de Cristo, nos sugerirán ideas y medios para atraerlas al Colegio y conservarlas. Por el Señor no faltarán gracias, por nosotras... Si somos buenas, si procuramos dar buen ejemplo, si las llevamos por el camino trillado de las Reglas, (las que para ellas atañen) tampoco faltarán. Que encuentren en el Colegio bienestar, interés por todas las cosas, instrucción la que quiera aprovecharla, ¡cariño! […]. No es cariño de amiga lo que hace bien a sus almas, cariño que dé confianza para todo, […]. El cariño que han de encontrarse es: en las Superioras y Prefectas muestras de interés por todas sus cosas, que las encaminen y aconsejen y que vean en ellas, más que una madre natural, una santa religiosa. El cariño con las Madres y Hermanas con quienes trabajan es no ver nunca en ellas un mal modo ni la más mínima acción desedificante, que las enseñen paciente e ingeniosamente, sin mostrarles malos modos, aunque tuviesen que advertirlas. […]. Este es el cariño santo, haciendo todo eso con verdadero espíritu de Dios. Un mal modo, una palabra dura dicha por las religiosas cuánto daña a un alma sencilla que creyó ver en ellas, santas de los altares que han tomado vida... En un colegio en que todas las religiosas se esmeran de esta manera, no viendo en las chicas otra cosa que almas a las que están obligadas, cada cual, según su cargo, a llevarlas al cielo, no les faltarán colegialas. (CarMTO, A todo el Instituto. Madrid, 15 de agosto de 1922)
Siendo esta virtud [de la caridad fraterna] tan esencial para la vida religiosa procurarán […] vivir tan unánimes que vengan a ser un solo corazón y una sola alma para cumplir aquel dulcísimo precepto del Divino maestro en el sermón de la cena: “amaos los unos a los otros como yo os amé” y con este modelo de caridad a la vista no solamente se unirán entre sí sino que movidas por las llamas de amor con que se abrasa por ellas el corazón de Jesucristo, vendrán a ser en cierta manera un solo corazón con el de su Celestial Esposo. (AGRMI, 8; Xeroc. 4,21)
Conviene ante todo que se amen mutuamente con aquella verdad e interés que corresponde a los que son parte o miembros de un mismo cuerpo y a las que, como dice S. Agustín, se han reunido para morar unánimes y no tener sino un alma y un corazón en Dios. (Reglas Generales, 409 [297]).
Para fomentar este mutuo amor y caridad fraterna, han de tener grande aprecio unas de otras considerando todo lo bueno que ven en sus Hermanas y suponiendo siempre que hay en ellas mucha más virtud de lo que por de fuera se conoce.
En el trato de unas con otras han de ser muy sencillas, dulces y afables sin faltar a la gravedad que pide la vida que profesan y ninguna porfíe pero si en algo hay diversos pareceres y se juzga que se debe manifestar tráiganse razones con modestia y caridad con deseo de que se entienda la verdad y no de llevar la suya adelante.
Todas hablarán siempre bien de todas sus Hermanas y mostrarán hacer mucha estima […]
Mucho es de desear que ninguna dé ocasión a sus hermanas ni en obras ni en palabras del menor disgusto del mundo, pero también es de desear que estén dispuestas a sobrellevar con dulzura los defectos propios de todos los hijos de Adán […] (Cf. AGRMI, 8; Xeroc. 4,52ss.)
Se esmerarán muy particularmente en que resplandezca tanto el espíritu de fraternidad y caridad que debe unirlas para que así las personas de casa como las de fuera queden siempre edificadas alabando a Dios Nuestro Señor que es todo caridad y quiere que mutuamente nos amemos con el amor que la caridad ordenada requiere dejándonos de ellos repetidos y sublimes ejemplos. (Reglas comunes 33 [126]).
Sirva la aprobación de nuestro Instituto para que resplandezca en nuestras Comunidades el espíritu de caridad acendrada, amando vivamente a Dios, amándonos mutuamente con aquella caridad fraterna que forme de todos nuestros espíritus una sola alma y corazón, y amando a nuestras acogidas con un amor puro, nacido del mismo amor de Dios. (CarMTO, circular, .03.1899).
un punto de grandísimo interés para el Instituto, y es que hasta el presente, por la infinita misericordia de Dios, se ha conservado en él una paz y unión inalterable entre las que hemos constituido el Consejo General, y de parte del local yo no tengo motivo más que para dar gracias a Dios por la docilidad, sumisión y respeto de todas las Superioras. ¡Qué inmenso beneficio es este para un Instituto religioso! Ténganlo en cuenta Hermanas mías, y cada cual por su parte esfuércese para que así continúe siempre, siempre, siempre. Yo con toda el alma pido a Dios Ntro. Señor, a nuestra amantísima Patrona, a nuestros protectores San José y San Ignacio sin olvidar a nuestra edificantísima, humildísima y observantísima Fundadora, que se conserve este espíritu que ella nos legó de unión de caridad. (CarMTO, a todas las religiosas del Instituto. María, 26.02.1925)
Sin esa vivencia de la caridad fraterna, creo sería impensable el testimonio de religiosas y colegialas en situaciones de extrema adversidad como las que se vivieron, durante el gobierno de M. María de la Concepción Marqués, en México y en España.
* La fe trinitaria porque no es posible hablar de fraternidad sin el nexo común de la «paternidad» y las que hemos sido llamadas a convivir con personas de muy diferente edad, procedencia, condición, con las que, en algunos casos más allá de la fe, no teníamos nada en común, de pronto nos convertimos en
“hermanas” porque somos y nos reconocemos hijas de un Padre común, participantes de la filiación divina en el Hijo único y Primogénito y capaces de amar y sentirnos amadas en esa relación por la gracia del Espíritu Santo que infunde su amor en nuestros corazones.
“madres” porque nuestra fe trinitaria crea y consolida particulares lazos de fraternidad no solamente dentro nuestras comunidades y entre las distintas casas que componen la Congregación, sino también con las jóvenes que el Señor confía a nuestros cuidados a las que reconocemos como hijas suyas,
* Es impensable un hogar sin referencia materna, sería inconcebible la Congregación sin la figura de María, sería inexplicable nuestra identidad, nuestra vida en común y nuestra proyección apostólica sin la presencia constante de la Virgen en su misterio de Inmaculada Concepción y en las más variadas advocaciones desde las que ha animado y anima nuestro ser y nuestra misión como Religiosas de María Inmaculada.
* La Eucaristía, porque la vida que no se nutre muere… y el principal e indispensable alimento de la caridad fraterna es la Eucaristía.
Con una comunión empezó todo… y no podía ser de otra manera. El día que doña María Eulalia Vicuña decidió abrir la puerta de una casa y de su vida a la acogida de las jóvenes, comenzó su jornada con una comunión eucarística. Desde aquel día la Eucaristía es el núcleo alrededor del cual giran la vida y el quehacer del Asilo de sirvientas. A las jóvenes se las recibe en la casa para librarlas de un sinfín de peligros, se les brinda capacitación para el trabajo y formación cultural; pero por encima de eso y con mayor empeño se les prepara para los sacramentos; cual otros “Juan Bautista” les señalamos al Cordero de Dios, para que vayan en pos de Él, para que aprendan dónde vive, para que se alimentan de su Palabra y de su Cuerpo; para que ellas, a su vez, como hicieron los primeros discípulos o la Samaritana, también puedan decir a sus compañeras: “hemos encontrado al Señor”.
¡Cuántas comuniones sacramentales, cuántas horas de adoración, cuántos actos de desagravio a Jesús Sacramentado (por ejemplo, en los triduos de carnaval) cuánto derroche de devoción en torno a la Solemnidad del Corpus Christi y otras, cuántas amistades mantenidas en la distancia a través de las ‘citas en el Sagrario’ siguiendo una costumbre iniciada por Santa Vicenta María!
En los comienzos del Instituto las fundaciones se contaron por “nuevos Sagrarios”. Actualmente dudo mucho que alguien sepa decirnos con exactitud en cuántos Sagrarios el Señor nos espera para que le hablemos de nuestras comunidades y de nuestras obras apostólicas, para decirnos que
Nos amemos como Él nos amaNo nos llama siervos sino amigosNos ha elegido para que vayamos y demos fruto
Y que, en Él
Somos todos hermanos.
María Digna Díaz Pérez, RMI