M. María Magdalena de Pazzis
Álvarez y Montesinos, que viajó como superiora en la casa de la Habana, al
frente de la primera expedición, inspirada por los sentimientos de entrega
generosa que compartía con sus hermanas resumió en unos sencillos versos las impresiones
de las despedidas:
La fe en tu
providencia
Aumente cada día,
Que todo lo veamos
Al prisma de su luz
Entonces
triunfaremos
En lides victoriosas
Será lecho de rosas
El leño de la cruz…
El deseo de partir y la certeza
de que aquella nave era Dios quien la conducía no les ahorró ese no sé qué de
tristeza que tienen siempre las despedidas. Tal vez fue esa mezcla de
sentimientos lo que le trajo al pensamiento y a su pluma unos versos de Augusto
Ferrán,
Los que quedan en el
puerto
Cuando la nave se va
Dicen al ver que se
aleja
¡Quién sabe si volverán!...
Y los que van en la
nave
Dicen mirando hacia
atrás
¡Quién sabe cuando
volvamos
Si se habrán
marchado ya!
Por entonces se cumplían casi dos
años desde M. María de la Blanca Echeverría describiera en su diario de viaje a
México la admiración que causó en ella y sus compañeras el panorama que
pudieron contemplar al acercarse por vez primera la isla caribeña: «Día hermosísimo, ya nos vamos acercando a
Cuba; a eso de las 5 de la tarde comenzamos a divisar tierra, de nuevo
contemplamos la puesta del sol, aún más ideal que otras veces, disfrutamos
mucho considerando el gran poder de su Creador: ¡si en este destierro admiramos
cosas tan grandiosas que llenan el alma de júbilo, qué será el Cielo nuestra
Patria!»
M. María de la Blanca iba, en
julio de 1913, destinada a formar parte de la primera comunidad en la ciudad de
México. El tiempo, el devenir de la política y la decisión de sus superioras,
se encargarían más pronto que tarde de fijar las raíces de su entrega al Señor,
no en México sino en aquel paisaje de ensueño que ofrecía a la vista la isla de
Cuba.
Es verdad que M. María Teresa
Orti, había dado largas a la fundación en México hasta tener alguna garantía de
estabilidad en el país. La tranquilidad, sin embargo, duró poco. En 1914, la
guerra creó de nuevo una situación de inestabilidad que aconsejaba la retirada
de las religiosas de México. Y fue precisamente esa inestabilidad sociopolítica
la que hizo precipitar los preparativos para la fundación de una casa en la
Habana; porque la Madre General quería evitar el regreso de las mexicanas a
España, en el caso de que se vieran obligadas a dejar el país.
Así se explica que M. María
Magdalena y sus compañeras viajaran sin saber ni siquiera dónde iban a vivir;
una preocupación que distanciaron durante los días de navegación, en la certeza
de que el Señor las llevaría a puerto y
cuidaría de ellas. Cuando llegaron los interrogatorios y trámites previos
al desembarque, los jesuitas que hacían el mismo viaje, las sacaron del primer
apuro dándoles la dirección de las monjas de Jesús María para que pudieran
declarar un domicilio. Al ser interrogada sobre el tiempo que pensaban
permanecer en Cuba, M. María Magdalena respondió sin vacilar: «Hasta que nos llame la Superiora».
El día 3 de mayo fueron recibidas
en la Habana por el P. Cirilo Villegas SJ y la señorita Sara María Xiqués
Valdés, que las acompañaron hasta la casa de las Reparadoras, donde se
hospedaron los primeros, días mientras hacían diligencias para encontrar una
casa.
La primera comunidad estableció
su domicilio temporal en la Calzada de Jesús del Monte y, más tarde en la
Calzada del Cerro. Allí desplegó alas el apostolado hasta convertir al colegio
de la Habana en uno de los más florecientes del Instituto.
Gracias Ma. Digna. Revivi toda la riqueza que supuso preparar ese centenario...con tu ayuda también
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