Fue el día 22 de febrero
de 1871, miércoles de ceniza en aquel año... y en este de 2023… Hace ya 152
años, la semilla empezaba a mostrar el fruto... El grupo de señoras que
compartían piso con la Sirvientas acogidas en el Asilo establecido para ellas en
la madrileña plaza de San Miguel, empezaron a llevar un estilo de vida
comunitaria según unas "Reglitas provisionales" elaboradas por santa
Vicenta María. Formaron aquella primera comunidad apostólica, además de santa
Vicenta María, doña María Eulalia Vicuña, doña Emerenciana de la Riva, doña
Celedonia Palomar, doña Juana de la Cruz Orti y Lara, doña Leoncia Pérez,
Dolores Mucha Velasco.....
Las «Reglitas
Provisionales» marcaron el ritmo de su vida diaria y su plena dedicación al
apostolado en favor de las jóvenes de Madrid y del mundo….
Reglas que deberán observarse por las Señoras
reunidas con el fin de llevar a cabo la obra caritativa en favor de las jóvenes
sirvientas mientras que llegue el caso de que formalmente se guarden las Constituciones.
Todas estarán subordinadas a la Señora fundadora
de la Casa que por ahora es a quien corresponde hacer cabeza y en su ausencia ó
imposibilidad a la persona que la misma designe.
Deben hacer mucho aprecio de la virtud de la
obediencia sujetándose con gusto a la voluntad de su Superiora con cuyo parecer
contarán para salir de casa y para todo lo demás que ocurra fuera de las cosas
ya establecidas y que siguen su marcha ordinaria.
Deberán guardar uniformidad en los ejercicios
espirituales y se someterán a observar con exactitud la distribución del tiempo
que se expresa a continuación.
Se levantarán hora y media antes de la misa
haciendo enseguida de vestirse una hora de oración; después de misa podrán
invertir hora y media para desayuno y arreglo de su persona y habitación.
Pasado este tiempo cada una se dedicará a la
ocupación que se la tenga señalada hasta la una, que reunidas en el Oratorio
harán el examen.
Comida y descanso hasta las tres, a cuya hora
leerán en particular el P. Rodríguez u otro libro espiritual.
De las tres y media a la hora del Rosario que
será ordinariamente de siete y media a ocho se ocuparán útilmente como por la
mañana.
Después del Rosario, reunidas como para el
examen tendrán media hora de oración; las consideraciones de que en ella ha de
ocuparse quedan a la elección de cada una, pudiendo meditar la lectura que
tuvieron por la tarde o bien llevar preparados algunos puntos a propósito.
Mas deben tener entendido que así como la
oración de la mañana se endereza principalmente al aprovechamiento propio, el
fruto de la de la tarde debe particularmente dirigirse al provecho del prójimo
y así será muy útil que ocupen ese tiempo en reflexionar como cumplen con el
cargo que se les tiene encomendado y tomen sus medidas para desempeñarlo cada
vez con más perfección.
Examinen también detenidamente si con sus
hermanas se portan con la caridad y unión que se requieren estudiando los
medios de conllevar sus diferentes condiciones y genios.
Consulten con el Divino Maestro todas sus dudas
y pídanle luz y auxilios eficaces para vencer todas las dificultades que se
ofrezcan.
No olviden que la conversión y santificación de
las almas es obra de Dios y así encomiéndenle ferventísimamente las de estas
pobres criaturas exponiendo a S.D.M. sencillamente las necesidades particulares
de cada una a fin de que el mismo Señor que a tan cara costa las redimió las
prevenga con su gracia y dé a conocer los medios que deben ponerse en práctica
para remediarlas. Si de este modo se hace cuán fructuosa será esta media horita
de recogimiento!
Concluida la oración, cena, examen, leer la
meditación para el día siguiente y acostarse.
Después del examen guardarán silencio en cuanto
se pueda y entre día tratarán de conservar el recogimiento propio de su estado.
Sus conversaciones serán útiles y edificantes
procurando conservar siempre una santa alegría en lo cual se complace mucho al
Señor a quien sirven.
Cuando salgan de casa mandadas o con el permiso
correspondiente, volverán un cuarto de hora antes del examen siendo por la
mañana y por la tarde antes de anochecer.
Se cuidará con la mayor escrupulosidad de que
haya siempre una de las Señoras vigilando a las jóvenes acogidas para cuyo fin
estarán distribuidas convenientemente las horas del día y en las horas de
examen y oración alternarán por turno haciéndolo antes o después la que le
toque este encargo; lo mismo se entiende por la mañana en la hora que la
mayoría están ocupadas.
Cada mes tendrán un día de retiro cuyos
ejercicios consistirán en que la hora ordinaria de meditación sea sobre materia
que tiende a renovar el fervor del espíritu.
A las diez de la mañana media hora de minucioso
examen del modo de obrar observado en el mes anterior y acto continuo media
hora de lectura espiritual.
Por la tarde media hora de meditación y lectura
antes de la plática.
Todas estas prácticas deben hacerse con la
perfección posible y deseo de aprovechar para llenar el fin del Instituto que
está encerrado en la propia santificación y provecho de las almas.
Para hacerse pues instrumentos útiles de la
gloria de Dios ante todo procuren ser humildes. El P. Rodríguez en el cap. 5º
de su tratado de la humildad se expresa así: "No está la humildad en palabras ni en cosas exteriores sino en lo
interior del corazón, en un sentir bajísimamente de sí mismo, en tenerse en
poco y en desear ser tenido de los otros en baja reputación que nazca de un
profundísimo conocimiento propio" ¡qué definición tan exacta de la
verdadera humildad! procuremos penetrar su sentido y conformarnos con ella.
Gran necesidad tienen las personas para quien se
escribe esta instrucción de sólida y verdadera humildad pues no hay medio más
eficaz para conservar la estima y amor de nuestros hermanos que acostumbrarse a
mirar las faltas propias y disimular las ajenas ni por el contrario, nada
conduce más directamente a perderla que el censurar su acción de lo cual
proviene la discordia y desunión.
Súfranse mutuamente sus defectos y ámense unas a
otras como se aman los miembros de nuestro cuerpo que, como dice muy bien S.
Agustín si uno padece todos padecen y contribuyen a su alivio y cuando sana
todos se regocijan.
Si por la fragilidad humana hubiese algún
pequeño altercado se adelantará cada una de las partes ofendidas a
reconciliarse con humildad sin conservar mal semblante ni muestra alguna de
resentimiento.
La obediencia debe ser ciega y para que sea tal
necesita de verdadera abnegación de la propia voluntad y juicio: para que se
les haga más fácil este ejercicio deben mirar a Cristo N.S. en la persona que
hace los oficios de superiora sujetando a ella con gusto no solo su voluntad
sino en cuanto posible sea su entendimiento, para obedecer con más perfección.
Todos los santos han tenido en mucho esta virtud y Santa Teresa decía que
aunque todos los Ángeles le hubiesen dicho que hiciese alguna cosa, si su
superiora le mandase lo contrario hubiera preferido la orden del Superior (Año
Feliz 8 de Junio).
Deben desprenderse de todas las cosas de la
tierra, considerando que el motivo que las movió a reunirse para esta santa
obra debió ser el de poder más libremente servir a Dios N.S. y por lo tanto
evitarán las visitas y amistades inútiles, el salir de casa sin justo motivo y
todo cuanto pueda contribuir a distraerlas del santo fin que se han propuesto.
Han de poner toda su mira en cumplir con
exactitud la distribución de horas, no faltando nunca a los actos de Comunidad
y siguiendo el orden establecido en los ejercicios espirituales, persuadidas de
que así agradan a Dios aunque su inclinación las lleve a otros por más
laudables y santos que sean.
Si aman a Dios no podrán menos de amar a las
almas que le costaron derramar toda su sangre y consiguientemente tendrán un
vehemente deseo de su salvación.
Este celo de las almas deben fomentarlo
considerando lo que es la ofensa de Dios, el valor de una sola alma y el premio
prometido a las que se dedican a la santa empresa de salvarla.
Se han de sacrificar por aprovechar a las que
Dios ha puesto bajo su cuidado.
Las tratarán con caridad afectuosa y no omitirán
medio que esté a su alcance para enderezarlas por el camino de la virtud.
Deben poner mucho cuidado en tratarlas a todas
con igualdad sin distinciones ni aficiones particulares que en toda Corporación
son veneno.
Finalmente acudan todas a la oración fuente de
donde manan todos los bienes para conseguir los auxilios especiales que se
necesitan para llenar debidamente la misión que Dios les ha confiado y pidan
frecuentemente a S.D.M. que se consolide esta obra de la cual tanta gloria
puede redundarle y tanto provecho a las almas redimidas con su preciosísima
sangre.