Casa de los López-Vicuña en Cascante |
Era jueves, el 20 de diciembre de 1883, y hacía mucho frío, a las 9 de la mañana las temperaturas de España oscilaban entre la máxima de 10 grados en Alicante y la mínima de 5 grados bajo cero en Burgos. Los cielos estaban cubiertos. Los trenes que unían a Madrid con las provincias del norte viajaban con hasta cinco horas de retraso a causa de la nieve.
En Cascante, D. José María López, seguramente sintió un frío particular o más bien un escalofrío que le hería los huesos y también el corazón. Le aliviaba la idea de pasar más cerca de su hija los años de vida que el Señor quisiera aún regalarle, pero aquel día cerraba una puerta que ya no volvería a abrir: la de su propia casa. La misma a la que había llegado 72 años antes, cuando contaba cinco de edad. Venía entonces de Cazorla (Jaén), junto con su madre y su hermana Dolores, porque había fallecido su padre, y la viuda, doña Antonia, prefirió establecerse en su ciudad natal, donde vivía el resto de su familia.
En aquella casa creció
José María, de allí salió para estudiar y a ella regresó para establecer su
despacho de juez. Allí vivía cuando se enamoró de una joven estellesa: María Nicolasa
Vicuña, con la que contrajo matrimonio en otro frío día de invierno, el 17 de
febrero de 1843. En aquella misma casa nacieron sus dos hijas y aquel fue su
hogar durante diez años hasta que, en 1853, se trasladó con su familia a la
casa del difunto tío Joaquín, frente a la parroquia para acabar con los
inevitables roces entre su mujer y su madre. En 1869, tras la muerte de su
hermana, volvió a ocupar aquella casa junto con su esposa y aquel fue su hogar
hasta que el 23 de noviembre de 1883, la muerte de María Nicolasa rompió,
aparentemente, el vínculo que les unía. Ahora cierra la puerta dejando entre
aquellas paredes el mobiliario, ropas, papeles… y un sinfín de recuerdos que
allí le harían insufrible el peso de la soledad.
Antigua Estación de Casetas donde los viajeros subieron al tren que les llevó a Madrid |
El tiempo se encargó de cambiar la temperatura en el exterior y en el corazón de D. José María López que terminó su vida mortal en Madrid, al toque del Angelus del 5 de agosto de 1888, rodeado del cariño de su hija, de M. María Asunción Carrera y del resto de las religiosas a las que llegó a querer como a hijas.
Gracias Ma Digna!!! Que bonito recuerdo de nuestra historia....
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