En la medida en que una cosa se conoce, se
ama. Es importante el conocimiento de la historia y no sólo de la tal persona u
obra, sino también del ambiente y contexto en el que se mueve, para llegar al
conocimiento y comprensión de la forma de ser y existir. Tratándose de una
obra, es necesario saber qué cosas o condiciones la hicieron surgir.
Esa fue la respuesta que dio un grupo de
Novicias en Ciudada Real hace ya mas de
cuarenta años, acerca de la importancia del estudio de la historia. A una de
aquellas novicias le pidieron algo para el boletín de noticias, con motivo del
primer centenario de la muerte de doña María Eulalia Vicuña de Riega y escribió
esto:
Doña María Eulalia Vicuña
Fue educada con todo esmero y cuidado en una
atmósfera religiosa y cristiana de práctica y educación continua que no en vano
la fueron preparando a una sensibilización profunda con los problemas de su época.
Por referencia de la familia
Munárriz-Diosdado tuvo conocimiento el Ilustre Sr. D. Manuel de Riega, de doña
María Eulalia a quien pidió en matrimonio una vez conocida, celebrándose el
enlace matrimonial el año 1831 y estableciendo en Madrid su domicilio.
Doña María Eulalia: fina y distinguida,
activa, de inteligencia clara y corazón generoso, aprovechaba la relación que
le daba la posición de su madrido con lo más selecto y distinguido de la
sociedad madrileña en bendeficio de sus obras de caridad.
Trabajaba junto a su hermano D. Manuel María,
con vivo interés en la Asociación llamada de la Doctrina Cristiana, fundada en el Hospital de San Juan de Dios, en
1843 y extendida al Hospital General en 1849.
Enseñar el catecimo, preparar para la
recepción de los sacramentos, lavar y atender a los enfermos es la actividad
que de alguna manera va poniendo los cimientos de una Obra que no tardará en
nace,r reclamada por una necesidad urgente y secundada por la respuesta de
quienes “escuchaban la Palabra y la
ponían por obra.”
Veía doña María Eulalia con gran dolor que
muchas jóvenes sirvientas eran trasladadas al hospital apenas caían enfermas y
que al salir de este aún débiles y sin fuerzas para el trabajo se encontraban
sin hogar y sin recursos, solas y aisladas en medio de plazas y calles.
El pensamiento de prestarles ayuda eficaz
domina constantemente el ánimo de Doña María Eulalia; y aunque claro veía las
dificultades con que había de tropezar, no desmayó en su intento sino que
apoyada en la Bondad de Dios Padre y de su Madre Inmaculada determinó emprender
la obra sobre los sólidos fundamentos de su fe y su confianza en Dios.
El 8 de diciembre de 1853 entró en la Iglesia
de San Andrés donde hizo una comunión especial, pidiendo a la Virgen una
orientación clara sobre el modo de iniciar la obra, y al salir, en la calle
Lucientes encuentra una casa en alquiler, que no tardó en tomar; lo habilitó
con tres camas que fueron ocupadas por otras tantas jóvenes procedentes del
Hospital[1].
La pequeñez del local y la humildad de los principios dieron pie a que la Obra
quedara apellidada con el nombre de «la Casita».
La obra crecía, por lo que fue siendo
necesario alquilar otras habitaciones más capaces en las calles del Rubio y
Humilladero. Tal fue el origen del Instituto Religioso que había de venir a
florecer en la Iglesia fundado por Santa Vicenta María, que continuó en Madrid
su educación, iniciada por su padre en Cascante.
Doña María Eulalia quiso acostumbrar a su sobrina
desde los primeros días a un régimen serio de vida, a fin de que aprovechara el
tiempo y diera buena cuenta de sus estudios. Alternaba sus actividades entre el
estudio de las diversas materias y las visitas que, en compañía de su tía,
hacía a los hospitales y la casita, dejando entrever especial predilección por
ésta última.
Los años van pasando y Doña Eulalia tiene el
consuelo de ir viendo prosperar la Obra aunque no exenta de dificultades;
contempló los balbuceos de la Congregación que daría solidez a su empresa
dentro de la Iglesia porque el Señor había puesto en ella su mirada y el
Espíritu había derramado el carisma en la persona de Santa Vicenta María.
Cuando la simiente echada en tierra por Doña María
Eulalia comienza a mostrar sus frutos, llega la hora de que el “sembrador”
desaparezca y el 30 de Noviembre de 1877, quien sólo deseaba la gloria de Dios
se da por satisfecha viendo que su respuesta ha sido acogida y fecundada, y
abandona este mundo en paz para pasar a gozar de la gloria eterna desde donde
vela sobre la Obra que se continúa hoy bajo la acción del Espíritu Santo y para
la que Dios quiso invitarla a ser iniciadora.
Ciudad Real 30 de Noviembre de
1977
María Digna Díaz
El 30 de noviembre
señala en el calendario histórico del Instituto la muerte de doña María Eulalia
Vicuña de Riega, cuyos restos mortales reposan en la Iglesia de la Casa Madre
del Instituto, junto a la que el Señor llamó para consolidar el Instituto
religioso fundado por santa Vicenta María.
Pero no es casualidad si
el 30 de noviembre no lleva a otras efemérides familiares:
1854: Doña María Eulalia
traslada su obra en favor de las sirvientas a una casa sin vecinda en la calle
del Humilladero.
1890: Mientras Santa Vicenta
María, en Madrid, se debate entre la vida y la muerte, en Barcelona D. Manuel Marqués
y D. Ricardo Cortés colocan medalles del Sagrado Corazón, de la Inmaculada y de San José en el
terreno adquirido para construir la nueva casa.
1922: En Buenos Aires nace la Asociación de los
«Ángeles Tutelares» como brazo seglar de la Obra apostólica del Instituto.
[1] El
relato del comienzo de la obra apostólica, se enseñó durante años en ese
estilo hagiográfico que se aparta algo de la verdad histórica tal y como la conocemos
hoy. Cf. M.D. Díaz Pérez RMI, Historia de
la Congregación de Religiosas de María Inmaculada, Madrid 2000, t. I, p.
152-157.
Gracias Ma Digna!!! Como siempre un "tesoro" nos dejas.. hermoso relato,inspirador!!!!
ResponderEliminarGracias.
EliminarMuy interesante. Gracias M.Digna
ResponderEliminarGracias!
EliminarGracias Ma Digna...cuanta riquezas tiene nuestra historia congregacional.
ResponderEliminarGracias a ti...!
EliminarSIEMPRE HE CREIDO QUE SE DEBERÍA ESTUDIAR SU CAUSA DE SANTIDAD.
ResponderEliminarY yo...!
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