Viernes 22 mayo
Nadie os quitará vuestra
alegría.
Jn 16, 22
Imagen de Santa Vicenta María (Bilbao) |
La vida y la vocación de la Madre Fundadora se
enmarcan en un cuadro de alegría cristiana, que va más allá del sentimiento o
de una sensación pasajera. Es fruto de una profunda vivencia «de fe y de amor»,
de la más genuina experiencia cristiana que evocamos con particular gozo dentro
del tiempo pascual en el que celebramos, las más de las veces, la fiesta
litúrgica de santa Vicenta María.
La alegría
cristiana es una vivencia que puede convivir incluso con el dolor humano; la fe incondicional en la Resurección de
nuestro Señor Jesucristo ilumina de tal manera el misterio de su Pasión y de su
Muerte que nuestra participación en esos misterios se expresa en un anhelo de
vivir el mandato del amor, como Él
nos pide, como Él nos enseña, como la Santa Madre lo aprendió, lo vivió y nos
lo enseñó.
En el ocaso de la corta vida humana de la Madre
Fundadora, brillan momentos de alegría que impactaron profundamente a
quienes fueron testigos presenciales de ellos. Santa Vicenta María no esconde la tristeza humana que provoca la
proximidad de la muerte, pero lejos de quedarse en ella exclama: «“Triste está mi alma hasta la muerte”, pero, Jesús mío, no, Vos
teníais motivos muy grandes y yo no tengo más que motivos de alegría».
El estado de alegría que la acompañó toda su
vida, se hizo particularmente evidente para todos en la estapa final. La disposición de "paz y alegría
interior" con la que recibió el sacramento de la Unción dejó huella no
solamente en las Hermanas sino también en las señoras seglares que pudieron
presenciar el acto. En los días
siguientes, cuando la fatiga era continua y la fiebre estaba en el límite, un
testigo nos dice que:
"En medio de todo este
sufrimiento verdaderamente horrible, mantuvo completa lucidez de inteligencia,
inalterable paz y hasta la dulce alegría, asombrosos en tal situación.
De Santa Vicenta María se dice que su vida estaba
tan llena de fe y confianza, que en
los días de más dificultades y mayor sufrimiento, el estado de ánimo que
infundió en la Comunidad fue de más alegría que en otros de gran prosperidad, y
ella se alegraba y decía que prefería ver a todas las hermanas animadas por ese
espíritu " a todos los intereses del mundo.
Hoy más que nunca, Santa Vicenta María, nos repite
que la verdadera y sólida virtud debe ser constante, alegre y exterioridades. Y
eso se enseña más que con palabras, con el ejemplo de la vida.
Sábado 23 de mayo
El Padre mismo os quiere, porque
vosotros me queréis y creéis que salí de Dios.
Jn 16, 27
Imagen de Santa Vicenta María (Roma, Vía Cassia) |
El cristianismo es la religión del amor y
supone un corazón con las proporciones del Corazón de Cristo, que ama a todos
los hombres porque todos son hijos (cf. Mt. 23,8).
Santa Vicenta María vive con fuerza esta
dimensión de su fe, y con particular relieve la manifiesta en el amor a sus
Hijas, en la convicción de que ‘sin el fundamento de la caridad fraterna no se
levantaría nunca el edificio del Instituto’.
Ejemplo vivo de lo que enseñaba la Madre
Fundadora
Amó a sus religiosas con amor purísimo, vivo y tierno, el
cual la impulsaba a procurar, y hasta cierto punto exigirles el provecho de sus
almas.
A un año de la fundación
del Instituto, Santa Vicenta María dirigió una carta
a sus hijas, que bien valdría como testamento espiritual y regla de oro para la
vida. Allí manifesta no sólo sus sentimientos y deseos, sino la necesidad
imperante en todo tiempo de en el Instituto se viva el amor auténtico, aquél
que brota de Dios y mediante el trato con los hermanos conduce a Él de nuevo. Y
lo más sorprendente es la sencillez y naturalidad con que expone la práctica
del sublime mandamiento del amor:
Nada deseo tanto como el poder contemplaros
abrasadas en el fuego de la caridad: amaos unas a otras por Dios y para Dios,
sobreponeos a las antipatías naturales y mirad en vuestras hermanas al mismo
Dios, como nos dice la Regla […].
Hablad siempre unas de otras con mucha estima,
no os contradigáis cuando la cosa no lo requiera, y, en tal caso, hacedlo con
suavidad. Usas siempre de palabras dulces. El espíritu de rigor y de
mortificación, guárdelo cada una para sí: para las demás, de dulzura y suavidad
[…].
Conservad para con vuestras hermanas ausentes el
mismo amor que si vivierais con ellas, […] tened el mismo interés por la casa
en que vivís como por las restantes: todas pertenecen al mismo Dueño y comunes
son los intereses.
El amor que profesó santa Vicenta María a
sus Hijas brotaba ciertamente de su amor a Jesucristo y de su trato íntimo con
Él; así no es de extrañar una cierta semejanza entre el testamento del Maestro:
«Este el mandamiento mío, que os améis
los unos a los otros como yo os he amado» y las palabras que dirige santa
Vicenta María a la comunidad de Zaragoza en el último encuentro que tuvo con
ellas:
…les digo, desde el fondo de mi alma y con el amor más
tierno de mi corazón, que se amen las unas a las otras como Jesucristo nos amó,
y como yo las amo a todas, y con la gracia de Dios espero amarlas hasta el fin.
Una recomendación que completó con las palabras
que recoge el mosaico, de su altar en esta capilla:
Sepan que no me contento con que se amen unas a otras con
verdadero amor, sino que deseo además que amen con el mismo amor a todas las
almas redimidas con la sangre de Jesucristo, y especialmente a las colegialas,
a quienes después de Dios y de mis Hijas, amo con el amor de la más tierna
madre, y a ellas especialmente, para gloria de Dios y para ejemplo que imitarán
siempre mis amadas Hijas, he consagrado mis haberes y mi vida.
Domingo 24 de mayo: Solemnidad de la Ascensión del Señor
Fue levantado en presencia de
ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.
Hch 1,9
Santa Vicenta María, pintura (Genzano di Roma) |
Hoy elevamo nuestros ojos
a la altura y creo que debe ser así, siempre y cuando ese “mirar a lo alto” no
signifique desentenderse de las cosas de la tierra. Mientras nuestros ojos
miran a las alturas, nuestros corazones tienen que estar atentos al mensaje que
nos llega de lo alto y nos envía a la realidad. Precisamente porque miramos
hacia lo alto podems descubrir la presencia de Aquél que está por encima de
todo, tenemos la seguridad de no estar solos, tenemos la confianza de quien no
hace solo el camino.
El Seño Jesús subió al
cielo ante la atenta mirada de los “suyos”. La soledad, el vacío que se creó en
el corazón que quienes, por un momento, creyeron quedarse solos en este mundo,
se llenó con un programa de vida trasmitido por una voz misteriosa pero real.
Nosotros queremos hoy,
dirigir nuestra mirada hacia la altura, allí donde está Jesús a la derecha del
Padre, pero también donde se encuentra muchas otras personas que como Él,
después de haber recorrido un camino más o menos largo, marcado siempre por el
deseo de cumplir la voluntad de Dios, ahora aparecen a nuestros ojos como los
que han alcanzado plenamente el fin principal de la existencia de cada persona;
esto son los santos, personas sencillas, gente como nosotros, gente que ha
entendido, gente que ha vivido, gente que ha cumplido el plan de Dios y
viviendo según él nos ha dejado una huella… una invitación personal a cada uno
de nosotros.
Esto ha hecho de su vida
Santa Vicenta María López y Vicuña. Desde muy joven se dedicó por completo a
acoger, para evitar pecados, a aquellas jóvenes que, por voluntad de Dios
“triunfaron” en su corazón. Se trata de acercar las jóvenes a Jesús o de evitar
que se alejen de Él. La vida de Santa Vicenta María se podría resumir como el
empeño en dirigir hacia la altura la mirada de las jóvenes acogidas y
socorridas en los colegios.
Pero ¿qué significa
dirigir hacia la altura la mirada de las jóvenes?
Significa recibirlas, darles formación humana,
cristiana y cultural.
Significa enseñarles el catecismo, la doctrina de
la Iglesia y sus deberes como cristiana.
Significa enseñarlas a lee y a escribir para
liberarlas de la esclavitud del analfabetismo.
Significa, sobre todo, acompañarlas en el
descubrimiento de su propia vocación y ayudarlas a cumplirla generosamente
según el querer de Dios.
Con el fin de poder
garantizar la continuidad de lo que ya se hacía, fundó Santa Vicenta María una
nueva congregación religiosa en la Iglesia.
En el año de 1890, Santa
Vicenta María, miró definitivamente hacia la altura, y a los ojos de sus hijas
abandonó esta tierra. Es no significa que nos haya abandonado. Ahora es ella,
quien desde arriba, desde la altura, nos invita a no abandonar los surcos, a
seguir cuidado las semillas que ella lanzó al campo, a cuidar y hacer
fructificar con generosidad los granos que ella sembró en nuestros corazónm en
los corazones de las jóvenes de todo el mundo que llegan hasta nuestras casas
buscando, consciente o inconscientemente, su protección, la protección de María
Inmaculada que a través de nuestras manos sigue acogiendo y bendiciendo a todas
las personas que el Señor, con nuestra colaboración, quiere acercar a Él-
Santa Vicenta María rodeada de jóvenes en el jardín de la Casa Madre. Pintura realizada con motivo de la Beatificación (1950). |
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