Reparación de las faltas contra los votos
RMI - Lisboa |
Día 17º Incomparable esmero en
todo lo que toca a la obediencia. Actos de desagravio como el día anterior
sobre esta virtud.
Día 18º Mortificación de la vista y demás sentidos y alguna penitencia con permiso. Actos de desagravio como los días anteriores.
Día 19º No buscar directa ni indirectamente que se cumpla nuestra voluntad propia. Actos de conformidad con la divina.
Día 18º Mortificación de la vista y demás sentidos y alguna penitencia con permiso. Actos de desagravio como los días anteriores.
Día 19º No buscar directa ni indirectamente que se cumpla nuestra voluntad propia. Actos de conformidad con la divina.
La llaga, la cruz, la llama y la corona de
espinas
(Tomado de: H- Rossana Huamán Gutiérrez RMI, La devoción al Sagrado Corazón de Jesús en
Santa Vicenta María López y Vicuña.)
Vicenta María representa el Corazón de Cristo
con los cuatro elementos significativos de la devoción: la llaga, la cruz, la
llama y la corona de espinas. Son los símbolos con que se manifestó el Divino
Corazón a Santa Margarita María:
"Este divino corazón me fue presentado en un
trono de llamas, más brillante que el sol y transparente como cristal con la
llaga adorable y rodeado con una corona de espinas que significaba las
punzadas que le hacían nuestros pecados, y una cruz encima significaba que
desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir, desde que este
Sagrado Corazón fue formado, la cruz fue plantada en El, y fue colmado, desde
los primeros instantes de todas las amarguras que le debían causar las
humillaciones, pobreza, dolor y desprecio que la sagrada humanidad debía
sufrir durante todo el curso de su vida y en su sagrada pasión".
Sobre estos símbolos vuelve, Vicenta María
una y otra vez en los momentos de mayor intimidad con el Señor.
"Viendo a Jesús azotado, despedazado, coronado
de espinas, crucificado, ¿quién querrá regalos y gustos? Vos ultrajado por
los sacerdotes, soldados y toda clase de gentes, con todo género de ignominias,
¡y pretenderé yo estimación! ¿Ha de ser el siervo más que su Señor? Preciso es
estar dispuesto a sufrir desprecios en vista de los de Jesús; ...
Jesús clavado en una cruz, todo hecho una llaga
por mí: ¿y yo no me sacrificaré en correspondencia justísima? Renuncie a todos
mis gustos y abráceme con la cruz?"
Al año siguiente se detiene a contemplar en
particular al Señor coronado de espinas.
"Vos, Señor, despedazado con los azotes,
traspasada vuestra cabeza con las espinas: ¿y por quién? Por mis pecados. ¿Y
no será esto bastante para comprender su gravedad y obligarme a sacrificarme
con Vos, siendo yo el culpable?".
La corona de espinas no vuelve a mencionarla
en sus notas espirituales.
En Vicenta María la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús y amor a Cristo crucificado, son realidades inseparables. De
hecho, la Cruz de Cristo es el amor llevado al extremo.
La contemplación de Jesús azotado, coronado
de espinas, crucificado es la revelación del amor sumo de Jesús hacia ella: "¡Con
cuanto amor ha padecido mi Señor su Pasión y muerte por mí!".
El Cristo despreciado de la Pasión, llagado
por su amor de pies a cabeza, provoca en ella un decidido seguimiento en sacrificio,
y desprecio, porque quiere ser discípula de ese Jesús, y no de otro. Desde su
experiencia de amor de Jesús brota la exigencia de conformar su vida con la de
Cristo:
"Jesús tan despreciado, tan desvalido
por el abandono hasta de sus discípulos... ¿Cómo haré para imitarle en sus
desprecios?...Si he de ser la Esposa de Cristo crucificado, he de conformarme
con El".
La contemplación del Crucificado va
modelando, poco a poco, el corazón de Vicenta María. En sus notas de Ejercicios
de 1882 escribe: "Yo os contemplo, Señor, crucificado y veo lo que
sufrís y las lecciones que me dais".
En las meditaciones de la Pasión, Vicenta
María contempla las mismas virtudes del Jesús de Nazaret: su infinito amor al
Padre y a los hombres, la mansedumbre, la obediencia.
Y la huella en su espíritu cala más hondo, y
es más perfecta su imitación de Cristo pobre, humilde, obediente, casto. En una
explicación a sus religiosas, expresa así Vicenta María el ideal de la
perfección:
"El deseo de una buena religiosa debe
ser..., modelar en su corazón el Corazón de Jesús o sea, la imitación de
Cristo, que guste de ser pobre con Cristo pobre, humilde con Cristo humilde,
obediente con Cristo obediente, casta con Cristo el más puro y más casto de
todos los hombres...".
Vicenta María no lo anota explícitamente en sus apuntes de Ejercicios,
pero sus ojos se clavan en el costado abierto de Jesús, en las contemplaciones
del calvario. Allí se esconde toda la ciencia del amor de Cristo.
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