lunes, 17 de junio de 2013

MES DE JUNIO - Sagrado Corazón del Jesús - Del 16 al 20



Reparación de las faltas contra los votos

RMI - Lisboa
Día 16º Renovar los votos en la misa. Desprendimiento de todas las cosas y actos de desagravio de las faltas contra el voto de la pobreza.

Día 17º Incomparable esmero en todo lo que toca a la obediencia. Actos de desagravio como el día anterior sobre esta virtud.

Día 18º Mortificación de la vista y demás sentidos y alguna penitencia con permiso. Actos de desagravio como los días anteriores.

Día 19º No buscar directa ni indirectamente que se cumpla nuestra voluntad propia. Actos de conformidad con la divina.

Día 20º Examinar si nos hallamos indiferentes para todo lo que quiera hacer de nosotros la obediencia. Ofrecerse muchas veces al S.C. sin reserva alguna.




La llaga, la cruz, la llama y la corona de espinas
(Tomado de: H- Rossana Huamán Gutiérrez RMI, La devoción al Sagrado Corazón de Jesús en Santa Vicenta María López y Vicuña.)

Vicenta María representa el Corazón de Cristo con los cuatro elementos significativos de la devoción: la llaga, la cruz, la llama y la corona de espinas. Son los símbolos con que se manifestó el Divino Corazón a Santa Margarita María:

"Este divino corazón me fue presentado en un trono de llamas, más brillante que el sol y transpa­rente como cristal con la llaga adora­ble y rodeado con una corona de espinas que signifi­caba las punzadas que le hacían nues­tros pecados, y una cruz encima significaba que desde los primeros instantes de su Encar­nación, es decir, desde que este Sagrado Corazón fue formado, la cruz fue plantada en El, y fue colmado, desde los primeros instan­tes de todas las amarguras que le debían causar las humillacio­nes, pobreza, dolor y desprecio que la sagrada humanidad debía sufrir durante todo el curso de su vida y en su sagrada pasión".
Sobre estos símbolos vuelve, Vicenta María una y otra vez en los momentos de mayor intimidad con el Señor.
Así por ejemplo, en los Ejercicios de 1868, al contemplar la Pasión, escribe:

"Viendo a Jesús azotado, despedazado, coronado de espinas, crucificado, ¿quién querrá regalos y gustos? Vos ultrajado por los sacerdotes, solda­dos y toda clase de gentes, con todo género de ignomi­nias, ¡y pretenderé yo estimación! ¿Ha de ser el siervo más que su Señor? Preciso es estar dispuesto a sufrir desprecios en vista de los de Jesús; ...
Jesús clavado en una cruz, todo hecho una llaga por mí: ¿y yo no me sacrificaré en corresponden­cia justísima? Renuncie a todos mis gustos y abráceme con la cruz?"
Al año siguiente se detiene a contemplar en particular al Señor coronado de espinas.

"Vos, Señor, despedazado con los azotes, traspa­sada vuestra cabeza con las espinas: ¿y por quién? Por mis pecados. ¿Y no será esto bastante para comprender su gravedad y obligarme a sacri­ficarme con Vos, siendo yo el culpable?".

La corona de espinas no vuelve a mencionarla en sus notas espirituales.
En Vicenta María la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y amor a Cristo crucificado, son realidades inseparables. De hecho, la Cruz de Cristo es el amor llevado al extremo.
La contemplación de Jesús azotado, coronado de espinas, crucifi­cado es la revelación del amor sumo de Jesús hacia ella: "¡Con cuanto amor ha padecido mi Señor su Pasión y muerte por mí!".
El Cristo despreciado de la Pasión, llagado por su amor de pies a cabeza, provoca en ella un decidido seguimiento en sacrificio, y desprecio, porque quiere ser discípula de ese Jesús, y no de otro. Desde su experiencia de amor de Jesús brota la exigencia de conformar su vida con la de Cristo:

"Jesús tan despreciado, tan desvalido por el abando­no hasta de sus discípulos... ¿Cómo haré para imitar­le en sus desprecios?...Si he de ser la Esposa de Cristo crucificado, he de conformar­me con El".
La contemplación del Crucificado va modelando, poco a poco, el corazón de Vicenta María. En sus notas de Ejercicios de 1882 escribe: "Yo os contem­plo, Señor, crucificado y veo lo que sufrís y las lecciones que me dais".
En las meditaciones de la Pasión, Vicenta María contempla las mismas virtudes del Jesús de Nazaret: su infinito amor al Padre y a los hombres, la mansedumbre, la obediencia.
Y la huella en su espíritu cala más hondo, y es más perfecta su imitación de Cristo pobre, humilde, obediente, casto. En una explica­ción a sus religiosas, expresa así Vicenta María el ideal de la perfección:

"El deseo de una buena religiosa debe ser..., modelar en su corazón el Corazón de Jesús o sea, la imitación de Cristo, que guste de ser pobre con Cristo pobre, humilde con Cristo humilde, obediente con Cristo obedien­te, casta con Cristo el más puro y más casto de todos los hom­bres...".
Vicenta María no lo anota explícitamente en sus apuntes de Ejercicios, pero sus ojos se clavan en el costado abierto de Jesús, en las contemplaciones del calvario. Allí se esconde toda la ciencia del amor de Cristo.

 

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