El Sagrado Corazón preside la escalera en la Casa Madre |
Reparación de las blasfemias
Día 6º Guardar el silencio con especial
cuidado y actos de alabanza al Sacratísimo Corazón.
EL CORAZÓN DE JESÚS Y VICENTA MARÍA
(Tomado de: H- Rossana Huamán Gutiérrez RMI, La devoción al Sagrado Corazón de Jesús en
Santa Vicenta María López y Vicuña.)
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es uno de los rasgos más
marcados de la espiritualidad de Vicenta María. La vivencia de esta devoción de
la Santa se abre y cierra en dos momentos: el primero se expresa en un dibujo
de tres corazones que regala a su tía María Eulalia por su santo en 1867. El
segundo se resume en una frase de su últimos Ejercicios en 1889: el Corazón de
Cristo es el "compendio de los Ejercicios".
A.
El símbolo
El
10 de Diciembre de 1867, Vicenta María, felicita por su santo a su tía María
Eulalia regalándole el dibujo de que antes se habla: aparecen en él tres
corazones: el Corazón de Cristo, el Inmaculado Corazón de María y el corazón de
su propia tía.
El
dibujo es una clara expresión de la vivencia personal de la Santa. El resto de
su vida no será más que un continuo introducir la devoción al Corazón de Jesús,
hasta los niveles más profundos de su existencia.
En
su dibujo, recalca Vicenta María los signos propios de la devoción: la llaga,
abierta y sangrante; la cruz en medio de una llama de fuego que
arde en la parte alta del Corazón, ceñido de espinas.
El
Corazón de María, lo envuelve, como es costumbre, una corona de rosas y una
espada lo traspasa. En vez de una cruz, surgen del fuego tres azucenas.
Debajo
de los sagrados corazones, y a distancia equidistante queda el corazón de su
tía María Eulalia. Aparece taladrado por seis clavos. El número corresponde
según Vicenta María a seis sufrimientos que punzan amargamente a Dª María
Eulalia. La sobrina los anota cuidadosamente: "Recuerdo de los
difuntos. Asilo de Sirvientas. Extraviadas del mismo. Ausencia de la sobrina.
S. Juan de Dios. Sufrimientos domésticos."
Vicenta
María deja traslucir también las propias actitudes internas ante los corazones
dolientes de Jesús y María. Al pie del dibujo da su respuesta personal. No es
otra que la confianza y abandono completo que expresa con estas palabras:
"Convino
que Jesús y María padeciesen para entrar en la gloria, y el siervo no ha de ser
más que su Señor; pero ¿quién se desalienta, si exclama con S. Pablo: Todo lo
puedo en Aquel que me conforta y, más habiendo oído de la boca del mismo Dios:
Vuestras tristezas se convertirán en gozo?"
La
llaga, la cruz, la llama y la corona de espinas
Como
ya hemos visto, Vicenta María representa el Corazón de Cristo con los cuatro
elementos significativos de la devoción: la llaga, la cruz, la llama y la
corona de espinas. Son los símbolos con que se manifestó el Divino Corazón a
Santa Margarita María:
"Este
divino corazón me fue presentado en un trono de llamas, más brillante que el
sol y transparente como cristal con la llaga adorable y rodeado con una
corona de espinas que significaba las punzadas que le hacían nuestros
pecados, y una cruz encima significaba que desde los primeros instantes de su
Encarnación, es decir, desde que este Sagrado Corazón fue formado, la cruz fue
plantada en El, y fue colmado, desde los primeros instantes de todas las
amarguras que le debían causar las humillaciones, pobreza, dolor y desprecio
que la sagrada humanidad debía sufrir durante todo el curso de su vida y en su
sagrada pasión".
Sobre
estos símbolos vuelve, Vicenta María una y otra vez en los momentos de mayor
intimidad con el Señor.
Así
por ejemplo, en los Ejercicios de 1868, al contemplar la Pasión, escribe:
"Viendo
a Jesús azotado, despedazado, coronado de espinas, crucificado, ¿quién
querrá regalos y gustos? Vos ultrajado por los sacerdotes, soldados y toda
clase de gentes, con todo género de ignominias, ¡y pretenderé yo estimación!
¿Ha de ser el siervo más que su Señor? Preciso es estar dispuesto a sufrir
desprecios en vista de los de Jesús; ...
Jesús
clavado en una cruz, todo hecho una llaga por mí: ¿y yo no me
sacrificaré en correspondencia justísima? Renuncie a todos mis gustos y
abráceme con la cruz?"
Al
año siguiente se detiene a contemplar en particular al Señor coronado de
espinas.
"Vos,
Señor, despedazado con los azotes, traspasada vuestra cabeza con las espinas: ¿y
por quién? Por mis pecados. ¿Y no será esto bastante para comprender su
gravedad y obligarme a sacrificarme con Vos, siendo yo el culpable?".
La
corona de espinas no vuelve a mencionarla en sus notas espirituales.
En
Vicenta María la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y amor a Cristo
crucificado, son realidades inseparables. De hecho, la Cruz de Cristo es el
amor llevado al extremo.
La
contemplación de Jesús azotado, coronado de espinas, crucificado es la
revelación del amor sumo de Jesús hacia ella: "¡Con cuanto amor ha
padecido mi Señor su Pasión y muerte por mí!".
El
Cristo despreciado de la Pasión, llagado por su amor de pies a cabeza, provoca
en ella un decidido seguimiento en sacrificio, y desprecio, porque quiere ser
discípula de ese Jesús, y no de otro. Desde su experiencia de amor de Jesús
brota la exigencia de conformar su vida con la de Cristo:
"Jesús
tan despreciado, tan desvalido por el abandono hasta de sus discípulos...
¿Cómo haré para imitarle en sus desprecios?...Si he de ser la Esposa de Cristo
crucificado, he de conformarme con El".
La
contemplación del Crucificado va modelando, poco a poco, el corazón de Vicenta
María. En sus notas de Ejercicios de 1882 escribe: "Yo os contemplo,
Señor, crucificado y veo lo que sufrís y las lecciones que me dais".
En
las meditaciones de la Pasión, Vicenta María contempla las mismas virtudes del
Jesús de Nazaret: su infinito amor al Padre y a los hombres, la mansedumbre, la
obediencia.
Y
la huella en su espíritu cala más hondo, y es más perfecta su imitación de
Cristo pobre, humilde, obediente, casto. En una explicación a sus religiosas,
expresa así Vicenta María el ideal de la perfección:
"El
deseo de una buena religiosa debe ser..., modelar en su corazón el Corazón de
Jesús o sea, la imitación de Cristo, que guste de ser pobre con Cristo pobre,
humilde con Cristo humilde, obediente con Cristo obediente, casta con Cristo
el más puro y más casto de todos los hombres...".
Vicenta
María no lo anota explícitamente en sus apuntes de Ejercicios, pero sus ojos se
clavan en el costado abierto de Jesús, en las contemplaciones del calvario.
Allí se esconde toda la ciencia del amor de Cristo y por tanto, la experiencia
misma de los Ejercicios, como veremos a continuación.
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