miércoles, 24 de mayo de 2017

Triduo en honor de santa Vicenta María - día primero

Himno a Santa Vicenta María (I)


Llenen los aires nuestros cantares,
himno grandioso eleve la voz
a la Madre mil veces bendita
ejemplo excelso de fe y de amor.

Yo quisiera hoy, dado que cantar no puedo, afinar el oído cuanto me sea posible para escuchar, desde el corazón, los “cantares” con los cuales a lo largo de la historia congregacional, han honrado y venerado a la Madre Fundadora las Hermanas que nos han precedido y las que en este presente son pilares que sostienen y dan proyección de futuro al Instituto.
Tengo para mí que, dando razón de ser a esos “cantares” de la Congregación está la alegría profunda y desbordante que cubre, como si de un arcoiris se tratara, toda la existencia humana de santa Vicenta María.
La vida y la vocación de la Madre Fundadora se enmarcan en un cuadro de alegría cristiana, que va más allá del sentimiento o de una sensación pasajera. Es fruto de una profunda vivencia «de fe y de amor», de la más genuina experiencia cristiana que evocamos con particular gozo dentro del tiempo pascual en el que celebramos, las más de las veces, la fiesta litúrgica de santa Vicenta María[1].

La alegría cristiana es una vivencia que puede convivir incluso con el dolor humano; la fe incondicional en la Resurección de nuestro Señor Jesucristo ilumina de tal manera el misterio de su Pasión y de su Muerte que nuestra participación en esos misterios se expresa en un anhelo de vivir el mandato del amor, como Él nos pide, como Él nos enseña, como la Santa Madre lo aprendió, lo vivió y nos lo enseñó.
La existencia terrena de santa Vicenta María podemos enmarcarla entre dos manifestaciones de alegría, de gozo, de gratitud que son tales cuando, desde la fe y el amor cristiano, pueden sobreponerse a situaciones de profundo dolor humano, de enfermedad y de muerte.
Cuando don José María comunicó a Madrid la noticia del segundo alumbramiento de su esposa, afirma que «Dios aflige y no desampara» y que, si bien era cierto que el 8 de marzo había sido un día de llanto para la familia, no lo era menos que el 22, recibían a la segundogénita «con toda felicidad» y con la misma celebran su bautizo unas horas más tarde. La tristeza, el vacío, el temor, la incertidumbre que en aquella casa había sembrado la muerte quedaba disipada como niebla mañanera por la alegría del nuevo nacimiento.
En el ocaso de la vida humana de la Madre Fundadora, brillan momentos de una alegría que impactaron profundamente a quienes fueron testigos presenciales de ellos. No esconde santa Vicenta María la tristeza que provoca la proximidad de la muerte, pero lejos de quedarse en ella exclama: «“Triste está mi alma hasta la muerte”[2], pero, Jesús mío, no, Vos teníais motivos muy grandes y yo no tengo más que motivos de alegría».
Aquel estado de alegría que la acompañó toda su vida, se hizo particularmente evidente para todos en la estapa final.  El 10 de diciembre recibió la Extreaunción, de manos del P. Hidalgo con una disposición de «paz y alegría interior» que dejó huella no solamente en las Hermanas sino también en las señoras seglares que pudieron presenciar el acto. Dos días más tarde, la fatiga era continua y la fiebra rayaba los 40º,
«y en medio de todo este sufrimiento verdaderamente horrible, [mantuvo] completa lucidez de inteligencia, inalterable paz y hasta dulce alegría, [y tuvo] rasgos de agudeza de ingenio, asombrosos en tal situación.
Animándola su piadoso Director llegó a decirle que para que el milagro por intercesión de S. José fuese más visible había de estar en la agonía y recobrar la salud. A lo que contestó con tanta viveza como gracia: "¡Ay! ¿y he de padecer dos agonías yo que tanto temo a una?".
Por la tarde vino el P. Hidalgo, rezó la novena que se está haciendo a la Inmaculada, con el Sagrario abierto y después de un precioso acto de consagración al Sagrado Corazón de Jesús dio la bendición con el Santísimo a la enferma.- "No hay monja más feliz que yo", decía con santa alegría, "¡cómo me paga Ntro. Señor lo poco que padezco!"»

La tranquilidad, la alegría y la dulzura con que santa Vicenta María escuchaba las oraciones que rezaban junto a ella, hace afirmar a la periodista Isabel Cheix que aquello no era «morir, sino pasar del destierro de la vida al gozo eterno del Señor, acabar la existencia animada por la fe, llena de esperanza, abrasada en el amor de Dios»
M. María de la Concepción Marqués, afirma que los continuos padecimientos de la enfermedad no bastaron para «hacerla perder ni un punto la conformidad, la paciencia, y hasta la alegría santa con que recibía de la mano amorosa del Señor los dolores, y los sufrimientos más intensos»
En 1868, al terminar los Ejercicios y ser interrogada por su tía Sor Dominica, acerca de la resolución que había tomado en orden a su vocación (a mí siempre me ha sorprendido la respuesta de la Santa Madre, cuando lo que va a comunicar sabe ella bien que no a todos les va a resultar agradable) tiene una respuesta que es como un eco del Magnificat: «Alegrémonos en Dios, que es quien así lo ha querido y por quien hemos de quererlo también nosotras: las chicas han triunfado».
Conocer la voluntad de Dios para ella, para sus Hijas, para las chicas… y reconocer la gracia del Señor para poder cumplirla es siempre un motivo de alegría en la vida de santa Vicenta María.
Las dificultades que ofrece el trabajo apostólico de la obra confiada por la Iglesia a la Congregación, las combatía la Madre Fundadora con el cultivo de esa alegría que es fruto de una vida de fe y de amor.
M. María Teresa Orti no se cansa de evocar esa característica tan propia nuestra, y escribe después de una de sus visitas a las casas: «¡Si viesen qué alegría da cuando como yo, se tiene que ir de una casa a otra (que ahora bien reciente lo tengo), y se encuentran a nuestras Hermanas todas alegres, todas deseando ser buenas, y contentas y más contentas con su vocación! Mucho me acuerdo ahora que somos tantas de nuestra santa Madre que gozaría mucho, pero ella desde el cielo nos verá y gozará más».
Cuando las situaciones son adversas, cuando el odio a la Iglesia amenaza también a la Congregación, M. María Teresa, haciéndose eco de aquella alegría que ella había aprendido de la Madre Fundadora, no duda en decir a las Hermanas, que los males que nos amenzan no deben «quitarles la alegría tan propia de este tiempo [de Navidad], al contrario, infundirles ánimo y alegría verdadera: motivo para ello lo tenemos, pues, quién puede tener mayor alegría que nosotras, a quienes cabe la dicha de conocer y amar al Divino Redentor».
El gozo que nos caracteriza no es ideal, teórico o desencarnado, es algo que conforma nuestro modo de ser, en las pequeñeces de cada día y en los momentos que exigen actos grande de genero-sidad; así se entiende que  «Llenas de alegría emprendieron su marcha» las primeras religiosas del Instituto destinadas a América.
M. María Teresa no se cansa de exhortar a la alegría a las comunidades porque, según ella «la alegría y la devoción son hermanas inseparables de las buenas religiosas».
Cuando, hace cien años, creyó que daba su último consejo a la Congregación como Superiora General, terminó formulando una invitación: «Seamos muy buenas, muy rectas y sinceras en todas nuestras obras, con la mirada puesta muy alta, que eso da grande alegría y paz al alma; compensación inmensa que el Señor concede a cambio de los pequeños, y a veces viles gustillos terrenos, que es fuerza sacrificar para obrar de manera digna de una buena Religiosa Hija de María Inmaculada y de su fiel sierva nuestra santa Madre Fundadora».
Porque creyó… porque amó… porque creemos… porque amamos, también nosotras queremos llenar los aires con nuestros cantares, entonando un himno grandioso de alegría, de fidelidad, de entrega generosa, de santidad recibida, luchada y ofrecida, a quien el Señor nos regaló por madre, que no deja ni dejará nunca de velar por cada una de nosotras.

Llenen los aires nuestros cantares,
himno grandioso eleve la voz
a la Madre mil veces bendita
ejemplo excelso de fe y de amor.



[1] Para que la fiesta de santa Vicenta María se celebre después de Pentecostés hace falta que la Pascua caiga entre el 22 de marzo y el 5 de abril y no es lo más frecuente, aunque ocurrirá en 2026.
[2] Mt. 26, 38.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Agradezco sinceramente los comentarios. Si tienes alguna consulta para hacer acerca de cualquier tema relacionado con la historia del Instituto y esperas respuesta, por favor, deja un contacto en el mismo comentario o en la dirección de correo histrmi@gmail.com. GRACIAS