Beato José Álvarez Benavides y de la Torre
Casa de las Religiosas de María Inmaculada en Almería |
No cabe duda de que en el Colegio de
María Inmaculada en Almería dejó una profunda huella el beato José Álvarez
Benavides. Presente y cercano a las religiosas y a las jóvenes desde la misma
fundación. Pendiente de las necesidades espirituales y materiales. El Sr.
Álvarez Benavides sintonizó perfectamente con aquella casa y su apostolado.
A los tres días de llegar las
primeras Religiosas de María Inmaculada a Almería, el 25 de mayo de 1908,
recibieron del obispado un oficio por el que se nombraba a D. José Álvarez
Benavides confesor de la comunidad, cuando era Canónigo Secretario de Cámara y
Gobierno del Obispado. A partir de entonces no sólo confesaba a la comunidad
sino también a las jóvenes; predicaba en las novenas; presidía o participaba en
celebraciones, procesiones o reparto de premios a las chicas.
Podemos dar por cierto que D. José
A. Benavides no se ausentaba de Almería sin haber pasado antes a despedirse de
la comunidad y lo mismo hacía a su regreso.
El 17 de octubre de 1911, en
regocijo fue grande para la comunidad con la llegada a Almería de la imagen de
la Inmaculada, donativo de un fervoroso
sacerdote amante de la Santísima Virgen y protector de sus Hijas, religiosas y
acogidas, una talla de la Inmaculada de tamaño más que natural que lució en
la inauguración de la capilla en la calle de la Infanta.
En 1912 acompañó al Sr. Obispo, D.
Vicente Casanova, a Roma y a Tierra Santa. A su regreso, el 16 de junio se
acercó hasta la calle de San Juan, y se entretuvo contando a las religiosas
cosas de su viaje y distribuyéndoles un rosario de Jerusalén, una cruz que llaman
del perdón y unas medallitas de Roma.
Al año siguiente, interrumpió su descanso en el campo y regresó a Almería el 24
de junio para celebrar una Misa y despedir a la superiora de la casa, M. María
de la Trinidad Callén y Corzán y a M. María Cecilia Flores Laborié que se iban
destinadas a la nueva fundación en México.
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Su condición de confesor de la
comunidad, la confianza que las religiosas llegaron a tener con él y su extrema
bondad fueron elementos suficientes para hacerle conocedor de las estrecheces
económicas de la casa y de algunos usos y costumbres de las religiosas que
dieron pie a detalles y anécdotas entrañables y generosas por parte del beato
José Álvarez Benavides para con la casa. Entregar una limosna para obsequiar a
las chicas el día de San José se convirtió pronto en una costumbre.
La precariedad económica ha sido una
característica en la Congregación. El año de 1915 no debió ser buen año y el
Sr. Benavides, que lo sabía, colaboró para remediarlo en cuanto pudo. La cría
de animales fue un alivio y complemento de
la economía doméstica como algo normal en la Congregación. El 11 de enero de
1916 celebraron las Hermanas de Almería la matanza de tres cerdos: dos de ellos, de 8 y 9 arrobas fueron regalo
del Sr. Benavides.
En el mes de julio de ese mismo año
de 1916 se enteró de que era costumbre en el Instituto que la Superiora diera a
cada Hermana 10 céntimos para el día de San Ignacio. Dijo que era muy poco y
les dio lo que nunca hubieran soñado: una
peseta a cada una. En más de una ocasión se prestó con sencillez y gozo a
participar de las bromas que preparaba la comunidad el día 28 de diciembre.
El beato José Álvarez Benavides
impuso la toquilla de postulante para la congregación a algunas candidatas;
presidió ceremonias de primera profesión y de votos perpetuos; y acompañó los
últimos momentos de las que el Señor fue llamando.
El segundo domingo de mayo de 1935,
la casa se vistió de fiesta: el beato José Álvarez Benavides celebró la Misa en
un nuevo altar y ante un nuevo retablo adornado con azucenas naturales y muchas
luces.
El 13 de setiembre de 1936, mientras
un grupo de Religiosas de María Inmaculada de la comunidad de Almería sufrían
prisión por el solo hecho de ser religiosas, uno de sus mayores bienhechores,
D. José Álvarez Benavides, Deán de la Catedral, era fusilado en el Pozo de
Cantavieja, por el solo hecho de ser sacerdote. Porque lo era y porque su amor
era más grande que el odio de sus verdugos, D. José Álvarez Benavides murió
perdonando, siguió velando por sus pobres desde la otra rivera y hoy, 25 de marzo de 2017, nos
alegramos porque la Iglesia, reconociéndolo públicamente como mártir de su fe
inquebrantable en Jesucristo, lo ha proclamado beato.
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