Beato Ciriaco María Sancha. Detalle del tapiz de su beatificación. |
El día 25 de febrero de 1909 falleció en Toledo el beato Ciriaco María Sancha y Hervás. En esta fecha celebra la Iglesia su memoria litúrgica y nosotros traemos a la memoria su primer contacto con nuestra familia religiosa, mientras unimos nuestra oración a la de cuantos piden confiadamente la gracia de su pronta Canonización.
Primeros contactos del beato Ciriaco María Sancha con el Asilo de
Sirvientas
De la estancia del beato Ciriaco María Sancha en España con ocasión del
viaje a Roma, acompañando a Mons. Primo Calvo en la Visita “ad limina” son las
primeras noticias que tenemos de su contacto con la obra de las sirvientas, en
la que tanto había de intervenir.
El día 30 de noviembre de 1867, estuvo oyendo confesiones de las
sirvientas, que al día siguiente tenían misa de comunión general en la iglesia
de San Ignacio[1]. Días más tarde,
estuvo de nuevo en el Asilo, tan entusiasmado con la idea de la fundación que
allí se proyectaba, que manifiesta a doña María Eulalia Vicuña, casi como un presentimiento
del futuro, su convicción de que “algo
hay de providencial en esta amistad”[2].
Vicenta María regresó de Cascante a Madrid en los últimos días de diciembre
y, antes de que don Ciriaco Sancha emprendiera su viaje de regreso a Cuba, tuvo
oportunidad de hablar largamente con él y de comentar sus proyectos para el
futuro.
Cuando en mayo de 1868, tras revelar a sus padres la intención que
permanecer en Madrid dedicada por completo a la obra en favor de las sirvientas,
santa Vicenta María se encontró frente a la oposición de su padre, escribió a
don Ciriaco Sancha una carta que el beato respondió desde Santiago de Cuba el 8
de julio:
+
Srta. Dª Vicenta Mª López
Mi amada en Nuestro Señor Jesucristo, hay un axioma en
materia de espíritus, el cual dice que vale más que salga la vergüenza a la
cara que dejar el remordimiento en el corazón. Conociendo yo que eso es
evidente, principio por confesar a V. la falta incalificable que he cometido,
omitiendo el escribirla mi llegada y dilatando el contestar su fina y grata
cartita del 27 de mayo último[3]
hasta el presente. Dice San Agustín que Dios saca de los males bienes, y, al
tenor de esta doctrina tan autorizada, me parece que a mi también me puede
resultar algún bien de mi misma falta; pues pidiendo, como pido, a V. perdón de
ella, hago así un acto de virtud, a la vez que cumplo con un deber. ¿Me
perdonará V.? Yo espero que si, y la anticipo las gracias por su indulgencia.
Con el favor de Dios llegué a esta Ciudad el día 22 de
Febrero último, habiendo tenido una navegación más feliz de lo que yo merecía[4].
Las oraciones de V. de sus queridos tíos y de la Srta Isabel[5]
me alcanzarían esa gracia, y de ahí deduzco que sus plegarias fueron escuchadas
por el Señor, a quien debemos por ese nuevo motivo con mayor fidelidad y amor
agradarle y servirle.
Mucho me alegro que la Sra. de quien V. me habló, al
partir yo para esta, se haya trasladado a vivir a esa Casa y asilo de
sirvientas, y también me sirve de satisfacción los detalles que V. me da acerca
de la vida de comunidad que vienen haciendo las dos, obedeciendo al toque de
campana[6].
No dudo que estaría V. muy a su gusto los días de ejercicios en las Salesas
Reales[7];
pues su corazón se hallaba en su verdadero elemento, y en esos recintos
sagrados es donde se aprende la ciencia de amar a Dios y a nuestros próximos.
¡Ojalá que la hubiera sido posible el permanecer allí siquiera medio año! En un
molde de esa especie se forman las ruedas mejor acondicionadas que se conocen
para dar movimiento a las fundaciones religiosas. Me permito, con su venia,
insistir en aconsejarla que no vuelva a casa de sus padres[8].
Entre el atractivo de estos y la vocación que la ha concedido Dios ntro. Señor
no veo fácil amistad ni concordia, y es preciso que sin dilación alguna opte V.
por unos u otro. La elección no es dudosa y la tiene V. a la vista con toda
evidencia. La permanencia suya en casa de sus padres la exponen a V. a una
prueba demasiado dura ¿Se la ha prometido a V. el triunfo?... Dispénseme estas
indicaciones, hijas del interés que me inspira la fundación, cuya base será V.
con el auxilio de Dios.
Me alegro que D. José Pascual entrara en la compañía[9].
Para el asilo de sirvientas ha sido una pérdida, pero desde la Compañía le puede también
favorecer, sino al presente, en lo venidero.
A los dignos tíos de V. les escribiré en otro correo,
porque en este no me queda tiempo.
La remito a V. esta carta por el conducto de Isabel
para que llegue con más seguridad a su poder.
Sabe V. que estoy dispuesto a complacerla en todo lo
que se digne ordenarme y que deseo la prosperidad de las "Hijas del Santo
celo"[10]
y bajo ese concepto disponga de este su atento servidor y Capellán que se
encomienda a sus oraciones.
Ciriaco Sancha
Santiago de Cuba 8 de Julio de 1868
Don José Orberá, Gobernador de este Arzobispado
también se toma interés por el Asilo, y confiesa que no puede menos de ser muy
grato a los ojos de Dios. Encomendará a V. en sus oraciones y también el asunto
de la fundación[11].
[1] Carta de doña María Eulalia
Vicuña a su sobrina, santa Vicenta María en Cascante. Madrid 30.11.1867, ASVM
II, B 21/5; Xeroc. 17,240-241.
[2] Carta de doña María Eulalia
Vicuña a su sobrina, santa Vicenta María en Cascante. Madrid, 13.12.1867, ASVM
II, B 21/4; Xeroc. 17,154-155.
[3] No se conserva.
[4] Don Ciriaco Sancha viajó a Cuba dejando en
Madrid al Obispo D. Primo Calvo Lope que, por falta de salud no pudo continuar
viaje.
[5] Isabel Larrañaga y Ramírez,
fundadora de las Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón.
[6] Oe 15, Cartas, vol. IV, p. 460-462: “Volví a Madrid después de unos siete meses de
ausencia y de prueba, y me parece que ya encontré viviendo en casa a Dª
Emerenciana y empecé a tener la ilusión de vida de Comunidad con ella, aunque
en realidad nada había de eso. Al poco tiempo murió mi tío, y nos mudamos a la
P. de S. Miguel”.
[7] En el mes de marzo.
[8] Sancha para quien está claro ya
quién será la fundadora del nuevo Instituto,
intuye, tal vez mejor que nadie, lo que va a ocurrir en Cascante.
[9] Ingresó en la Compañía de Jesús, en el
Puerto de Santa María, en los primeros meses de 1868. La revolución de
septiembre dispersó a Padres y novicios y D. José Pascual volvió a su diócesis
de Madrid.
[10] El nombre que D. Carmelo Sala
había sugerido "Hijas" o "Hermanas del Santo Celo" a
Vicenta.
[11] Años más tarde será él mismo
quien apruebe e imponga el hábito religioso a santa Vicenta María y sus
primeras compañeras señalando con ello la fundación del nuevo Instituto
religioso.
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