Textos de dos exposiciones presentadas por sus autores al XV Capítulo General de las Religiosas de María Inmaculada en la Sesión extraordinaria, el 15 de junio de 1968.
Versión
digitalizada, corregida y anotada por María Digna Díaz Pérez RMI, Roma, enero
de 2021.
Prólogo
El
XV Capítulo General de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada,
convocado para el 28 de octubre de 1966, se retrasó unos meses a juicio de la
Sagrada Congregación de Religiosos y se celebró en Roma, Vía Cassia, en dos
momentos: la primera Sesión del 25 de enero al 3 de marzo de 1967 y la segunda
Sesión del 15 de mayo al 3 de julio de 1968.
Siguiendo
las recomendaciones del Magisterio de la Iglesia, emanadas del Concilio
Vaticano II, el Capítulo encargó a M. María Herminia de Jesús Rodríguez de
Armas y Ablanedo un estudio sobre la Madre Fundadora y pidió el Siervo de Dios
P. Jenaro Fernández OAR[1], que iluminara a la
asamblea capitular con una reflexión sobre el carisma de Santa Vicenta María.
El
día 15 de junio, las capitulares escucharon una intervención de M. María
Herminia sobre «el estudio histórico de
la espiritualidad de la Beata Vicenta María y de su Obra» y por la tarde el
P. Jenaro ofreció al Capítulo una conferencia sobre el carisma de la Madre Fundadora, que tituló: La Congregación de Hijas de María Inmaculada
para el servicio domestico y protección de la joven estan en tono con el
Concilio Vaticano ii. ¿cual es su espiritu?
Ambos
textos se recogieron bajo el título «Carisma
de la B. Vicenta María» y sirvieron a varias generaciones de Religiosas de
María Inmaculada para introducirse en el conocimiento del Carisma de la Madre
Fundadora y del Instituto.
En
este año de 2021 cuando se cumplen algunos centenarios significativos en la
Historia de la Congregación[2] se nos brinda la
oportunidad de volver sobre estos textos que no han perdido para nada su
actualidad. Sobre la redacción original sustituímos el apelativo de ‘beata’ por
el de ‘santa’ cuando se refiere a la Madre Fundadora y hemos introducido
algunas notas que puden facilitar la lectura y el estudio de los temas.
Roma, 15 de enero de 2021
Fiesta de San Mauro Abad,
Siglas y abreviaturas
AnMC Anales de Mi Colegio
ApEjSVM Santa Vicenta María López Y Vicuña,
Apuntes de Ejercicios Espirituales,
Roma 1986.
HistRMI María Digna Díaz Pérez, rmi, Historia de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada, t.
I, Madrid 2002.
LR Libro registro de
las Religiosas de María Inmaculada.
Mendizábal R. Mendizábal, Catalogus defunctorum in renata Societate Iesu..., Roma 1972.
PC Perfectae
Caritatis
U.I.S.G. Unión
Internacional de Superioras Generales
Vida [María
Teresa Orti y Muñoz], Vida y virtudes de la Reverenda Madre
Vicenta María López y Vicuña, angelical fundadora del Instituto de Hijas de
María Inmaculada para el Servición Doméstico, 2ª ed., Barcelona 1918.
VV.RR. y CC. vuestras
reverencias y caridades.
Carisma de Santa[3] Vicenta María
Introducción
El Decreto Conciliar “Perfectae
Caritatis” sobre la adecuada renovación
de la vida religiosa dice en el artº 2 que, «la adecuada renovación
comprende, a la vez, un retorno constante a las fuentes de toda vida cristiana
y a la primigenia inspiración de los Institutos y una adaptación de estos a las
cambiadas condiciones de los tiempos.
»Esta renovación, -precisa el decreto-
bajo el impulso del Espíritu Santo y con la guía de la Iglesia, ha de
promoverse de acuerdo con los principios que señala a continuación: De ellos,
principalmente para el fin de esta exposición nos interesan el primero: La
norma última de la vida religiosa, que es el seguimiento de Cristo tal como se propone en el Evangelio que
ha de tenerse por todos los Institutos como regla suprema; el segundo mantener
para bien de la Iglesia el carácter y
función particular de nuestro Instituto y por lo tanto perseverar fieles en
el espíritu y proposito de los fundadores,
y concretamente de nuestra Fundadora[4].
El Rvdo. Padre Le Bourgeois[5]
-adelantamos con esto algo que se podría llamar premisa- comentando este articulo del Concilio en una
conferencia dirigida el 11 de marzo de 1966 a las alumnas de “Regina Mundi”
(Roma), afirmaba: «Invitando a los Institutos a la renovación, la Iglesia desea
de hecho que nosotros reaccionemos contra el desgaste, contra el peso de la
costumbre. Habríamos de revivir algo de la “Era profética” que acompaña las
grandes fundaciones; se desea volver a encontrar
la “intuición central” del Fundador, -la que orientó su vida y dio a sus obras una característica propia...
“Sin hablar de reforma” -afortunadamente menos necesaria hoy que en otras
épocas- La Iglesia quiere una renovación y nos invita a realizarla, no
desquiciándolo todo, sumergiéndonos de cabeza en la novedad, sino al contrario,
remontándonos a los orígenes, volviendo a
las fuentes. Si queremos detallar las líneas directivas de este resurgimiento,
podríamos sintetizarlos, según el citado padre, en estos tres principales: el. Espíritu
del Fundador, los fines esenciales del Instituto y el estilo de vida.»
Tratar de discernir estos tres puntos
remontándonos a los orígenes de nuestra Congregación, es lo que nos proponemos
en este trabajo.
I. ESPÍRITU DE NUESTRA SANTA MADRE VICENTA MARÍA
Según el mismo padre Le Bourgeois, este
“espíritu”, sin duda no es otra cosa que la manera
del Fundador de contemplar a Cristo" y de vivir el Evangelio, y un
primer medio para definirlo es conocer más la vida y los escritos de él, por modestos que sean.
De nuestra Santa Madre se conservan
muchas de sus cartas, notas biográficas históricas de sus familiares y de la
Fundación; los apuntes espirituales, escritos durante los ejercicios anuales,
en algunos días de retiro o triduos de renovación, los exámenes prácticos y
algunos otros de menor importancia.
De estos escritos, los que mayormente nos
pueden dar luz sobre su manera de contemplar a Cristo, son los apuntes de
ejercicios.
Notemos en primer lugar que es notable la
fidelidad de nuestra Santa. Madre en anotar, año tras año, desde 1868 fecha de
sus Ejercicios en el Monasterio de las Salesas, como sabemos todas, al 1890,
último año de su vida. Son 23 los años entre las dos fechas, y 22 los grupos de
apuntes. El año 78 tenemos dos series de apuntes, pues hizo los Ejercicios con
la Comunidad a primeros de enero y en junio como preparación a sus primeros
Votos públicos, emitidos el día 16, Fiesta de la Santísima Trinidad. Faltan, en
cambio, los apuntes de los años 1875 y 1877.
Estas lagunas, en los apuntes, puedan
atribuirse acaso a que el año 75 estuvo, por una parte, gravemente enferma doña
Nicolasa[6]
por otra, en vísperas de surgir el Instituto fue el siguiente: La Santa hubo de
estar intensamente ocupada en ultimar las Constituciones que habían de regirlo.
El año 77 estuvo igualmente atareadísima con los viajes y las preocupaciones
que le proporcionaban la fundación de Jerez[7]
la muerte de doña Eulalia[8],
el año canónico de Noviciado de las primeras postulantes, la expulsión de una
de ellas, Hermana Asunción Vizconti -la redacción de las dos primeras y únicas
cartas circulares de la Santa a sus hijas y hermanas, aprovechando el ambiente
circunstancial, para afianzarlas y alentarlas en su vocación[9].
Los trabajos de mayor trascendencia para
el bien de sus hermanas, de la fundación, los acontecimientos excepcionales que
tuvieron lugar durante esos dos años -así lo creemos nosotras- no la dejaron
tiempo para hacer los ejercicios. En cuanto fue posible suplió una de las
tandas haciéndola a primeros del año siguiente, en 1878.
Nuestra Santa Madre en sus Ejercicios, lo
deducimos de sus apuntes, fue fidelísima al método de S. Ignacio de Loyola.
Muchas veces los hizo sola y al final de su vida con la comunidad, siguiendo el
curso regular dirigido por el P. Hidalgo[10]
u otro Jesuita.
Los Ejercicios decisivos en la
orientación de su vida, 1868, se los dirigió el P. Pérez, S.J.[11],
como lo indica la Santa, en sus apuntes, no el P. Nepomuceno Lobo S.J.[12],
confesor de las Salesas según está escrito en la vida; las tres tandas
siguientes su Director el P. Victorio Medrano, S. J.[13];
las dos sucesivas D. José Pascual[14],
a quien la Santa lo habla conocido siendo niña, Capellán y Confesor ordinario
de la Comunidad en 1890; el mismo que le prestó los últimos auxilios[15].
Desde 1875 hasta su muerte se dirigió con el Padre Isidro Hidalgo S.J. Con él
hizo varias tandas de Ejercicios, ya sola o siguiendo los dados por el Padre a
la Comunidad como hemos dicho.
El plan de meditaciones seguido por la Santa
era el clásico de los Ejercicios Ignacianos: principio y fundamento
indiferencia, novísimos, vida oculta, vida pública, Reino de Dios, dos
banderas, los tres binarios y los tres grados de humildad, etc. A veces
examinando los apuntes, es difícil averiguar la meditación a que alude.
La impresión que se recibe al leer estos
sencillos apuntes es, que los ejercicios fueron para ella escuela de formación
ascética, moral, teológica, de celo; yunque en el que se forjó su espíritu al
contacto de realidades perennes: la economía de la salvación, la malicia del
pecado, la gravedad de las penas merecidas por ellos, la lucha entre las
fuerzas del mal y las de la gracia, la redención en su triple aspecto de
encarnación, transmisión del mensaje-servicio, expiación-imprecación, o sea, cruz-oración.
El pecado
Pero lo que llama particularmente la
atención en los Ejercicios de ocho días hechos por la Santa Madre y dirigidos
por los PP. Pérez, Medrano, y D. José Pascual, es el tiempo y las repeticiones
dedicadas a meditar el pecado y el infierno: las cuatro meditaciones del
segundo día y las cuatro del tercero de Ejercicios.
Parece que los Directores tuvieron
especial cuidado de orientar los Ejercicios a la situación particular de su
dirigida en el plan salvífico de Dios. Persuadidos de que la quería el Señor,
como escribe ella: “Para un estado tan
alto como es contribuir a la salvación de las almas”[16].
Se sintieron sobrenaturalmente responsables en ayudarla a adquirir, a la luz de
Dios, una conciencia más clara de lo que es el pecado, sus consecuencias, la
actividad que debía tomar el alma frente a él.
Vicenta María compenetrada con esta
consigna, divinamente providencial clava la mirada de su espíritu una y otra
vez en el pecado, en los suyos propios, en lo que costaron a Cristo, en las consecuencias
fatales para el mismo Dios y para el alma.
Con inflamado espíritu, exclama:
¡Dios mío, quitadme la
vida mil veces antes que os ofenda![17]
¡Quitadme Dios mío la
vida si os he de ofender![18]
Prefiere “vivir resuelta a
padecer el martirio, antes que cometer un pecado mortal” y condenarse, sacrificar
todos los gustos “preferir cualquier
trabajo, a cometer un solo pecado venial”[19].
Ahonda en la trama de su vida, y ve que
“ha ultrajado la honra de Dios”, que ha caído en el “menosprecio de Dios”, ha
injuriado a su Majestad” “ha tenido el grandísimo atrevimiento, criatura tan
insignificante que es, de haber ofendido mucho a un Dios de tan gran majestad y
grandeza”.
Y considera “circunstancia más agravante
para ella” que Dios Nuestro Señor desde la niñez parece que se propuso impedir
que le ofendiera, y en el entendimiento que le quedaba libre, y algunas veces
la lengua ¡la empleé tan mal!
“¡Oh
que espectáculo! ¡Yo queriendo descaminarme y mi amantísimo Dios atajando mis
maldades¡, solo mi corazón no se conmueve”[20].
Se desconsuela de “no sentir más vivo el
arrepentimiento”:
“¡Cuánta es la insensibilidad de mi
corazón, pero Señor, deseo sacar dolor de mis pecados, causa de vuestras
amarguras. Vos Señor despedazado por los azotes, traspasada vuestra Augusta
Cabeza con las espinas, y ¿por quien?, por mis pecados y, ¿no será esto
bastante para comprender su gravedad y obligarme a sacrificarme con Vos, siendo
yo la culpable?”[21].
Lo conseguiré si no aparto la vista de mis
pecados, del infierno que tengo merecido, de lo que a Vos os han costado, del
conocimiento de que nada bueno puedo tener de mí misma, pues, en todas las
cosas lo que a mi me pertenece son las faltas e imperfecciones, pues, por
mínima que parezca la ofensa que a Dios se hace es infinita.[22]
Así pensaba ella. Siente que “desfallece el alma al pensar su fragilidad,
pero cuenta con la gracia de Dios que no faltará a quien la pida”[23].
La ansiedad de remediar lo que le produce
un profundo desasosiego en el alma, la atormenta:
Es preciso hacer penitencia, llevar con
tal espíritu las contradicciones que sobrevengan..., con tal de no separarme de
mi Dios en vida, en muerte, ni por toda la eternidad..., para reparar he de
evitar pecados de otros, aunque sea a costa de sacrificios. Trabajar lo que
pueda para que sea útil vuestra Pasión, primero para mi y después... para las
pobres muchachas...[24]
Esta ansia ardiente de evitar los pecados
en sí y en los otros no es cosa de un día. El Obispo de Valladolid[25]
y el de Madrid[26]
aseguran que ardía en celo por la salvación de las almas, lleno su corazón de
piedad y grandísima amargura (cartas testimoniales a la Santa Sede). Nosotras
que hemos intentado arrancar a sus breves apuntes el secreto de su alma,
estamos convencidas de que su celo por la salvación de las almas se conservó
como fuego vivo, gracias -además de Dios - a su cuidado en meditar el pecado y
sus consecuencias.
Este cuidado lo fomentaba en si para
responder mejor al llamamiento de Dios a fundar un Instituto para la
moralización de las jóvenes en peligro... Tenía fuerte tendencia a los
escrúpulos. Indudablemente crecían a la par del celo, alimentado por la
consideración de las verdades eternas. Pero ni sus directores ni ella pensaron
en librarla, ni en librarse de esa ocasión trituradora de mayor tormento.
Jesucristo
Las luces recibidas, el dolor de la
ofensa de Dios, el temor de perderlo para siempre, iluminan y condicionan su
contemplación de Jesucristo.
Jesucristo es para ella sobre todo el
Redentor, el Salvador que vive entre nosotros para borrar nuestros pecados: “Dios se ha hecho hombre por la salvación
del género humano”[27]
desea aprovechar el beneficio de la Encarnación para que todas las personas con
quien pueda hacer algo se salven...[28]
Lo ve al Señor afanándose por enseñar el
camino de la salvación, cuidando de sus criaturas, afable, manso, “con la
serenidad y dulzura en su semblante”; quiere imitarlo aunque “sumamente indigna”
haciéndose “toda para todos para ganarlos a todos” (1 Cor. 9,19) “esforzándose
continuamente en hacer entender la importancia de la salvación y los medios que
deben poner en práctica para alcanzarla... no perdiendo ocasión de enderezarlas
ni medio para acostumbrarlas a vivir cristianamente.., para que luego no se
hallen chasqueadas y yo me encuentre con cargas por no haberlas prevenido”[29].
Lo ve al Señor orando, luchando,
padeciendo, y propone imitarlo en “aquella continua oración que teníais
negociando con vuestro eterno padre mi salvación y la del todo género
humano...”. se admira del amor con que ha padecido mi Señor su Pasión y muerte
por mi”... compenetrándose con S. Pablo repite: “la caridad de Cristo nos
apremia a que vivamos solo para Aquel que murió por nosotros (2 Cor. 5, 14-15). “Sí, Dios mío!, al ver
que en Vos tanta generosidad quiero yo tenerla para hacer y padecer cuanto Vos
queráis, y cooperar a la obra de la Redención... dais la vida por mi, pues yo
quiero vivir solo para Vos, trabajando por aprovechar al prójimo,
correspondiendo así, de algún modo a Vuestra infinita caridad..., que yo y
todas mis hermanas tengamos espíritu de celo y cuidemos de imbuirles (a las
chicas) el santo temor de Dios, y hacer que os sirvan...”[30]
En los padecimientos de Cristo dos
características le llaman particularmente la atención: la humillación y la
pobreza: “Vos pendiente de un madero, desnudo y yo y mis hermanas no pondremos
nuestra gloria en ser pobres y carecer de buena gana de algo? […] ¡Señor, que
nuestra gloria sea imitaros en pobreza, humildad y obediencia[31]...,
en tratar de enseñar todo esto con ejemplos y palabras... No busque yo de ser
honrada...; en todas las hermanas haya conocimiento del valor de las
humillaciones y las estimen y ambicionen...”; para ella, esto “es el espíritu
de Cristo y pide y desea se imprima bien en todas.
La Eucaristía
La
fuerza, el valor para luchar consigo misma, contra las contrariedades de la
vida, contra el mal, la encuentra en la Eucaristía: “Jesucristo para eso se ha
quedado en el Santísimo Sacramento...”[32]
Es conocida la devoción de nuestra Santa
Madre al Santísimo Sacramento. La vida escrita por nuestra Madre María Teresa
Orti nos cuenta las manifestaciones que dio de su fe en la presencia real de
Jesucristo aún desde niña y de religiosa en diferentes ocasiones.
Lo que quizás es menos conocido son los
sentimientos hacia la Eucaristía que apuntó la Santa en sus notas de.
Ejercicios. Vamos a presentarlos en perfil panorámico: Nos hallamos en los
Ejercicios de 1869, quinto día, primera meditación. Haciendo la repetición
sobre el llamamiento del Rey temporal, insiste en oír su voz y seguirle con
resolución, pero siente en su espíritu muy poco sosiego, desea tener vigilancia
y prontitud, viendo flaquear su valor al entrever lo porvenir, se vuelve a El y
le confía:
“Vos me lo daréis, y ¿cómo no podré
esperarlo, si Vos mismo os introducís en mi para servirme de alimento?, el
profeta Elías quedó fortalecido para su larga peregrinación con aquel pan,
figura del Sacramento, pues en la Sagrada Comunión, pienso yo hallar mi
fortaleza para todas las peleas que me esperan: ¿Vos conmigo, y temeré? (Cfr. 1
Reyes 19,8)[33].
Muchas de sus tandas de Ejercicios (desde
1869 a 1876 y otras) las terminaba dedicando la última contemplación para
alcanzar amor u otra conclusiva a la Eucaristía, “a su correspondencia a la
gracia de la Comunión”, Se entretenía con el Señor manifestándole su admiración,
su agradecimiento por don tan excelente.. “¡Con qué afecto me lo dais,
cuántas utilidades me reporta¡ ¡Ay Señor, fortalecedme para cumplir mis
propósitos, pues si me dejáis qué sucederá?
Supremo beneficio que me hacéis:
Recibiros en la Sagrada Comunión! ¡Oh cuanto amor!
“Esforzarme en conocer la grandeza del
don que Nuestro Señor nos dio en la Sagrada Eucaristía y la gracia, que a mi me
hace, de hacerme participante con frecuencia. ¡Ay Dios mío, cómo debiera yo
vivir! Admirable es Dios mío, vuestra liberalidad en comunicarme, no solo
tantos dones, sino Vos mismo, de modo que en vuestra omnipotencia nada más
podéis darme, y yo Señor tan mezquina para con Vos! ¡Señor, de aquí en adelante
quiero corresponderos. Con grandísimo afecto constituisteis esto Sacramento, y
cuan mal lo aprecio yo, de aquí en adelante Señor, propongo llegarme a El con
más cuidado en la preparación y procurando sacar el fruto debido, ¡Dios mío, no
os separéis de mi, sostenedme en todos los combates del enemigo, dadme una
gracia eficacísima para que en todo os agrade, en nada os disguste; viva
siempre unida a Vos, muera con Vos y os goce eternamente! Nada fue suficiente
para apagar la llama de vuestro divino amor y realizar el deseo de uniros
entera y tan íntimamente a nosotros. También yo quiero que nada sea capaz de
separarme de Vos!”[34]
Este espíritu eucarístico de la Santa se
refleja también en las Constituciones, los días de comunión los llama: “estos
tan regalados días”; pide a las religiosas que presenten sus corazones puros,
su espíritu ferviente, que entreguen sin reserva sus almas; de esta asimilación
eucarística sacarán fortaleza de espíritu para vencer todas las dificultades
que le ocurran.
La Santísima Virgen
La devoción a la Santísima Virgen bajo la
advocación de su Purísima Concepción se manifestó en la Santa desde niña.
Bajo su patrocinio colocó al Instituto
naciente, a las jovencitas al momento de llegar al colegio. A su fiesta reservó
la mayor solemnidad. Pero en sus apuntes, que analizamos aquí no la menciona en
este misterio. Quizás, si nos hubiera dejado algunas notas espirituales fuera de
las tomadas en tiempos de Ejercicios, sabríamos algo más de las características
de su devoción a la Virgen en cada uno de sus augustos misterios: Madre,
Virgen, Inmaculada... En los Ejercicios su devoción a la Virgen había de
enmarcarse en el sector de las meditaciones y contemplaciones Ignacianas. Sin
embargo, nos parece que su devoción a la Pura y limpia Concepción”, a la Virgen
de la que la Sagrada Escritura anunció “enemistad pondré entre Ti y la mujer y
entre tu linaje y su linaje” (Gén. 1, 15; Ap. 12,1-14). Sintoniza perfectamente
con la resonancia más honda de su espíritu que detesta tan profundamente el
pecado y lucha denodadamente para que las almas no caigan en él. Bien podemos
decir que, por este motivo pidió a la Santísima Virgen que,”Acogiera a la
Congregación bajo su manto como a la Compañía de Jesús”[35].
En sus notas el apelativo más frecuento
que da a la Virgen es: “Santísima Virgen”. “Virgen Santísima”. Seguido a voces
de la invocación “Madre mía”, nuestra Madre” y refiriéndola al Señor”, “su dulcísima
Madre”, “su Madre Santísima”. También la invoca filialmente como “Madre de
pecadores”. ”Consuelo de afligidos, Gran Reina”,
En la contemplación de la S. Virgen se
detiene, profundamente conmovida, a considerar su dolor “al pie de la cruz”,
padeciendo aquel martirio tan terrible, aquella agonía, mientras presencia los
padecimientos de su Divino Hijo ensangrentado”. Admira su constancia al pie de
la Cruz, su celo por la salvación de los hombres; le pide imitarla,
corresponder al beneficio de la redención, dolerse de sus pecados, no perder
nunca por ellos a su santísimo Hijo.
Pero uno de los aspectos mariológicos -en
las notas parece como esteriotipado- que mayormente cautiva su atención, para
imitarlo, es el trato de la Virgen con su Hijo cuando lo lleva en sus entrañas,
o va en su compañía al templo; o junto con S. José en Nazaret es espejo de
apacibilidad, mansedumbre, caridad, dulzura. No paran aquí los epítetos que
atribuye a aquellas comunicaciones: ¡Qué cortesía, qué atenciones, qué respeto sin
vanos cumplimientos!
Quiere saber enseñarlo a las Hermanas
“pide a Dios, con muchas veras”, que infunda en todas el espíritu de mucha
caridad, que se estimen mucho entre sí, porque habiendo esta caridad se
trasluce por fuera y se aprovecha a todo..., y hace el propósito de “empezar
por hablar siempre bien de todas y tratarlas con mucha igualdad”.[36]
Nuestra Santa Madre -según resulta de los
documentos del archivo- a las ocho primeras religiosas, apenas tomaron el
hábito (1876), las inscribió en la “Orden Tercera de Siervos de María Santísima
de los Dolores” -en 1881 le concedieron Carta de Hermandad con la misma Orden
para todas sus hijas presentes y futuras-; en la “Real Congregación del Sagrado
Corazón de Jesús” que tenia su sede en el Monasterio de las Salesas de Madrid,
y de la que era Director el Padre Hidalgo.
Obtuvo, además carta de Hermandad para
las ocho primeras por la Superiora de las Salesas Madre Maqueda; y en 1883 las
afilió al “Apostolado de la Oración”. Su Director le concedió -al igual de los
Servitas- que esta inscripción fuese valedera para todas las futuras
religiosas de la Congregación, con intercambio de méritos entre los asociados.
II.- ESPIRITU DE NUESTRA SANTA MADRE EN SU OBRA.
Dice el Padre Le Bourgois en su citada
conferencia "que otro medio para conocer el espíritu del Fundador - (que no excluye el primero, ya expuesto), será
partir de la obra esencial que ha asignado a los suyos...”
Volvamos a los orígenes:
Precedentes
Doña María Eulalia y D. Manuel María por
el año 1850 pertenecían a la
"Asociación de la Doctrina
Cristiana" que tenia por fin enseñar el Catecismo y preparar para recibir
los Sacramentos a los enfermos hospitalizados a causa de enfermedades venéreas,
en el Hospital de S. Juan de Dios. (Al inscribirse en la Asociación daban un
nombre distinto al propio).
Doña Eulalia comprueba que las recién
convertidas por ella (mujeres mala vida) al salir del hospital no tienen donde ir y recaen en el pecado para poder
vivir. Alquila una habitación (8 de diciembre de 1853)en la calle del Luciente donde puede alojar a tres jóvenes arrepentidas.
Se entera que la vizcondesa de Jorbalán
ha fundado su Instituto de Adoratrices con el fin de reeducar o rehabilitar a
esas mujeres extraviadas. Casi contemporáneamente: doña Eulalia había extendido
la "Asociación de doctrina cristiana; al Hospital General" y se dio
cuenta que también las chicas honradas que acudían allí, al salir se encontraron sin colocación por haberla perdido y, sin tener donde ir empezaban -como ella decía- por
empeñar la ropa para después empeñar el alma”.
Vista la mayor necesidad de preservar de
la caída, a las jóvenes honradas, de quienes nadie se ocupaba, empezó a
ofrecerles "asilo contra la miseria y seducción” en la habitación de la
calle del Luciente: LA CASITA. El número de jóvenes aumentó rápidamente; en
menos de dos años tuvieron que dejar la habitación del Luciente, para pasar de
un lugar más amplio -calle del Rubio- a otro mayor -calle del Humilladero-
donde había un patiecito con lavadero. (1855) el régimen interior de la Obra a
las “Carmelitas de la Caridad”.
La Comunidad se instala, en 1856, en la Plaza de S. Francisco nº 2. Un
edificio grande adquirido por D. Manuel María
y los sacerdotes: D, Santiago Tejada y D. Antonio Herrera y
Traña, a quienes se asoció después Don Andrés Novoa.
Se forma la Junta de Gobierno con las Señoras
que trabajaban en la Obra.
Poco después, en la Obra llamada "Casa de
Caridad" fue
aprobada por R. O. pero con el título de "Casa de Huérfanas y Sirvientas".
La Junta consiente en que se abra una
sección de niñas educandas de pago, que aumentó rápidamente y la señora de D. Santiago Tejada, miembro
de la Junta, consiguió se creasen plazas para 30 huérfanas
gratuitas; además las Carmelitas abrieron
su Noviciado.
Las sirvientas quedaron reducidas a vivir con estrechez en el anchuroso edificio que se
había comprado “para ellas", amén de que se admitían las de
informes dudosos junto con las honradas.
Los Vicuña hicieron frente alquilando unas habitaciones en el Convento de S. Francisco el
Grande, (Segunda Casa de Huérfanas y Sirvientas,
1862 (8 de marzo) para las muchachas
con informes dudosos, donde permanecían hasta que bien probadas podían pasar a la primera.
Andando
el tiempo, la Junta de Gobierno aprueba un nuevo reglamento relativo a las sirvientas: “Se las colocaba e el último lugar, se disminuía su número, y se
hacía muy difícil obtener una plaza”. Los Vicuña deciden (1862) separar
la Obra a favor de las sirvientas de la Junta y demás propietarios de la casa.
Ya por su cuenta “empiezan de nuevo a recibir cuantas jóvenes honradas cabían en las habitaciones de S. Francisco el Grande para formarlas y colocarlas convenientemente en casas cristianas”; establecen
formalmente la Escuela Dominical obligatoria aún para aquellas que afiliadas a la casa estaban colocadas. Se las enseña a
leer, escribir, contar y demás cosas convenientes
a su estado y condición; se las forma a cumplir bien,
resueltamente, sus deberes y a sobreponerse con fortaleza y paciencia a las contradicciones y trabajos de la vida Se las visita en
las casas donde servían para enterarse si
cumplían sus deberes domésticos y religiosos. Establecen los Ejercicios
de S. Ignacio los días
de Comunión General. La primera Comunión tuvo lugar en la capilla de la Orden
Tercera el 6 de enero de 1863; asistieron
40, chicas.
Ese mismo año (1863) tuvieron que mudar
“la Obra” a la calle de la Villa porque destinaron las habitaciones del
Convento de S. Francisco el Grande a otros usos. Al cambiar de sitio tomó la
Obra el título de “Casa de Asilo y
Protección de Sirvientas”.
Sigue aumentando el número de jóvenes, se
trasladan a casa más capaz, calle Cañizares, 14, 4º principal.
En el 1867 muere D. Manuel de Riega y se
mudan, los Vicuña, al piso contiguo de la Obra, calle Cañizares, 16, abriendo
puerta de comunicación; ponen oratorio y el 7 de junio de 1868, domingo fiesta
de la Santísima Trinidad, se celebró la primera Misa; comulgaron 80 colegialas;
estaban presentes señoras y otros invitados.
En marzo de 1869 muere D. Manuel María
Vicuña; se trasladan a la misma casa, en Plaza de S. Miguel, 8, 2º, tía y
sobrina, sus ayudantes y las colegialas. Allí mismo, el miércoles de ceniza de
1871 se dio principio a los actos de comunidad. En 1876, el 14 de enero, se
pusieron en práctica las Constituciones; el 11 de junio, domingo de la
Santísima Trinidad, tomaron el hábito las tres primeras futuras religiosas; el
Instituto tomó el título de “Hermanas del Servicio Doméstico”. El 16 de julio
las tres hicieron los Votos de devoción; seis iniciaron el postulantado, y
tomaron el hábito el 15 de agosto.
En julio de 1877 se trasladan a la calle
de la Bola, 7, comprada por Doña Eulalia, que muere en noviembre de aquel año;
la casa resulta pequeña y el domingo de la Stma. Trinidad, las tres primeras,
etc...
Septiembre de 1876 se trasladan a la
calle Fuencarral, 113
13 de abril de 1878 León XIII concede el
Decreto laudatorio.
30 de julio de 1890 la Santa Madre hace
sus Votos perpetuos.
26 de diciembre de 1890, muere la Santa
Madre.
Su espiritu en las constituciones y reglas
Desde 1862, al separar los Vicuña de la
Obra de las Sirvientas de las Carmelitas, la Junta y los propietarios, nuestra Santa
Madre empezó a frecuentar la segunda casa con mayor asiduidad; daban clase a
las chicas, etc.
En los ejercicios de 1868, la Santa Madre
se decide por la Fundación. Escribe las primeras reglas, prepara las
Constituciones, etc.
¿Qué nos dice la Santa Madre en estos
documentos respecto a su Obra? La cantidad de borradores, notas, papelitos que
se conservan de ella con apuntes sobre las Constituciones o Reglas demuestran
su afanoso trabajo y sus experiencias por reducir a fórmulas escritas su
pensamiento y encarnar sus vivencias en expresiones legibles.
Vamos a tratar de sintetizar el
pensamiento dominante de estos escritos: en algunos distingue la Fundadora el
fin del Instituto: perfección propia y provecho de las almas, de su objeto: la
moralización del servicio doméstico, y de los medios para alcanzarlo: acogerlas,
instruirlas en la doctrina cristiana y deberes, colocarlas, visitarlas;
recomendarles la obligación de la asistencia a la escuela y frecuencia de
sacramentos. En forma más breve: “instruir, dirigir, vigilar”.
En otras notas precisa el sentido de
“provecho de las almas”, que señala como fin del Instituto, y lo concreta en la
expresión: “Salvación y perfección de las almas”- Abarcando un panorama más
amplio y fijándose principalmente en las consecuencias normales del bien que
propone hacer a las jóvenes, dice: “que con los mismos medios necesarios para
ello, se introducen en las familias derramando buena doctrina y procurando
traer a todos a Dios”.
En las Constituciones de 1882 que
presentó a la Santa Sede para la aprobación del Instituto expresa que el “Título
de esta Congregación es Hermanas del Servicio
Doméstico y su doble fin, el procurar con todo el empeño posible la
santificación y perfección propias y con el mismo la santificación y provecho
de las jóvenes, a mayor gloria de dios. Identifican la santificación propia con
la santificación y provecho de las jóvenes. Así lo expone en las Reglas
comunes: “la santificación de su propia alma depende de cómo cumplan ese
deber,- que por su medio se salven las acogidas- así como el provecho mayor que
hagan o puedan hacer a esas almas depende de los grados de virtud que las
hermanas tengan. A renglón seguido continua: “Han de alimentar deseos
vehementes de sacrificarse por sus acogidas dando por bien empleado no solo las
fatigas de toda su vida, sino aunque fuera necesario darla por la salvación de
una sola.” Deben olvidarse de sí mismas e imitar al Señor en la práctica de la
respuesta que dio a sus discípulos cuando estaba ocupado en la conversión de la
Samaritana (Jn. 4, 32)... Interesarse por ellas delante de Dios como Moisés...
Ofrecer algunas penitencias, mostrarles mucho amor, de tal manera que lleguen a
“persuadirse” de que “cualquiera” de las Hermanas es para ellas una Madre a
quién confiadas puedan acudir en busca de alivio o consejos y de todo. Deben
oír con paciencia hasta sus impertinencias, interesándose por todas, cuanto les
pertenezca...” Pero advierte “aunque la suavidad y dulzura debe dominar, hay
que cuidar mucho respeten a las Hermanas y tener firmeza para no permitirles se
desmanden en cosa alguna por mínima que sea”.
En las Constituciones., arriba citadas,
en el capítulo 3º, recalca: “Estén animadas de un celo ardiente y discreto por
la salvación de las almas... Las instruirán en las cosas necesarias para salvarse,
no perdiendo ocasión de inculcarles el Santo temor de Dios..., que se aparten
del pecado... de sus ocasiones..., progresen en el camino de la virtud...”
Y fija los medios: “Acogerlas en sus
casas... colocarlas..., sostenerlas en el cumplimiento de sus deberes..., frecuencia
de sacramentos..., asistencia al establecimiento en los días festivos...,
visitarlas en las casas para informarse...”
Después de agotar cuanto ha experimentado
y se le ocurra, recomienda: “en todo tiempo la Congregación, deberá poner en
práctica cuantos medios la experiencia vaya enseñando para el mayor bien de las
acogidas... por las mismas razones no deberá tomar a su cargo ninguna obra de
caridad que distraiga la atención ni perjudique lo más mínimo el objeto
primario del Instituto.[37]
Su obra vista por la jerarquía
¿Qué piensan de la Obra los Prelados que
en 1897 escribieron a la Santa Sede cartas testimoniales para recomendar la
aprobación del Instituto?.
Los entonces Obispos de Madrid,
Valladolid, Calahorra, Málaga y Zamora decían que multitud de jóvenes,
muchedumbre de muchachas numerosísimas infelices y desventuradas marchaban a
las ciudades grandes, populosas, empujadas por la pobreza creciente de los
pueblos pequeños, para ponerse a servir. Inocentes, faltas de recursos, sin
padres o privadas de su custodia y vigilancia, desconocedoras de las
asechanzas, con gran peligro, por su mucha ignorancia, de caer fácilmente en
los lazos de la seducción e inmoralidad; “jóvenes desamparadas a las que hacía
guerra sin tregua el infierno para sepultarlas en el lodo asqueroso de la
liviandad”. Halagadas por los lazos de hombres perversos, confiadas a sí
mismas, se apartan de la virtud, se las ve sucumbir en su perdición, “no solo
mientras viven en las casas de sus amos, sino más aún cuando carecen de colocación”.
A los Obispos arriba mencionados, se
unían los de Salamanca, Zaragoza, Burgos, Granada y León para afirmar que el
fin del Instituto “no podía ser más recomendable y santo bajo los aspectos
religioso y social”; que “está caminando a la gloria de Dios”; que “ ha
merecido la alabanza no solo de aquellos para quienes la salvación de las almas
no es cosa insignificante, sino de cuantos aman la honestidad de las
costumbres”; “juzgando a propósito para defender la virtud”, “impedir los
peligros del alma y honra”, “informar en la fe y en las costumbres cristianas”;
“ obra utilísima y más en nuestros tiempos”.
En particular, el Beato Ciriaco María
Sancha y Hervás, Obispo de Madrid[38]
escribía de la Fundadora que “ardiendo en celo por la salvación de las almas y atendiendo
a la piedad de su corazón, con ánimo generoso y alegre abandonó su propia casa
para procurar el bien de esa clase de jóvenes”. El Arzobispo de Valladolid:
“Lleno de grandísima amargura su corazón, impulsada por la caridad de Cristo y
ardiendo en celo por la salvación de las almas, de grado se propuso consagrarse
toda entera a procurar la salvación de aquellas jóvenes...”
De las Hermanas, aseguraba el de Málaga:
“Obtenían diariamente abundantísimos frutos arrancando de los mayores peligros
a muchas mujeres jóvenes. El de Calahorra: “Eran incalculables los triunfos
alcanzados sobre la ignorancia, el abandono y la seducción. El de Granada: “Se
ejercitaban con laudable celo y provecho de las almas en moralizar a las
criadas enseñándoles e imbuyendo en sus almas las suaves máximas de la santa
religión católica...”
Es claro que para los señores Obispos de
entonces el fin del Instituto era, según lo declarado en el Decreto, para
autorizar la toma de hábito de las tres primeras religiosas por D. Ciriaco Sancha
en fecha 8 de junio de 1876, “preservar a las jóvenes dedicadas al servicio”...
de los innumerables peligros de corrupción que hay en la sociedad...”
SEGUNDA PARTE (1890-1925)
I.- LA SUCESORA- SU ESPIRITU
Al morir, el 23 de marzo de 1925, Madre
María Teresa Orti y Muñoz, sucesora de nuestra Santa Fundadora, que rigió el
Instituto durante 34 años escribió nuestra siguiente Madre General María de la
Concepción Marqués, una breve semblanza de su espíritu que fue publicada en
Anales de mi Colegio[39].
Vamos a espigar de esta semblanza algunos datos históricos que interesan para
nuestro estudio.
Conoció madre María Teresa Orti a doña
Eulalia y a nuestra Santa Madre cuando principiaban su obra a favor de las
sirvientas, y “al conocerse se correspondieron y unieron de tal manera sus
almas, que desde entonces, trabajaron unidas y llenas de fervor...” Marina -así
se llamaba- una de las seis primeras que entraron en julio de 1876, fue la
única que llegó a profesar; las demás
salieron, menos Hermana Visitación Sanz que murió novicia en Cascante antes
hizo los Votos de devoción en manos de
nuestra Santa Madre.
Su espíritu
de contemplación más que en Jesucristo, clavado en cruz
abandonado hasta de su Eterno Padre, a quien quería
asemejarse viviendo sin consuelo ni amor sensible "se centraba en
Jesús Niño, objeto de su amor
entrañable, verdaderamente extraordinario". "Sus fiestas predilectas eran las de Navidad, y para ellas se ocupaba
en ataviar las imágenes de Jesús, de manera que no tiene igual; todo el año recogía juguetes y alhajas
para ponérselas al Divino Infante".
“Reflejo de
este amor era el que demostraba a los pequeñuelos, sus delicias eran estar
entre los niños inocentes; estos jamás le molestaban y los atendía por ocupada
que estuviese... Su virtud llevaba el sello de la sencillez y de una grande y
extraordinaria humildad que no se manifestaba en palabras y todos
reconocían".
Uno de sus
propósitos dice así: "Conversación
con el Amiguito, sin olvidarlo". Afirma Madre Concepción: "Se
comprende que el Amiguito no era otro que Nuestro Señor Jesucristo en los misterios su infancia...”, el gozo en la pobreza, en la
obediencia, en el cumplimiento de la voluntad de Dios -aunque sea a obscuras-, de su deber la
caracterizaron: como también su amor a la Santísima Virgen, a la Congregación -por ella se había ofrecido a
que viniesen sobre si todas las tribulaciones
y contradicciones- a sus hijas y
a las colegialas.
II.- LA OBRA DE NUESTRA SANTA MADRE EN MANOS DE LA SUCESORA.
Al morir
nuestra Santa Madre en 1890 el Instituto había obtenido de Santa Sede solo
el Decreto Laudatorio (SS. León XIII, 18 de abril de 1888).
La Madre
María Teresa Orti hubo de solicitar la aprobación Pontificia del Instituto (SS.
León XIII, Decreto 9 de enero de 1899) y de las Constituciones (San Pío X, Decreto, 12 de
septiembre de 1904).
Para ello
presentó a la Santa Sede, en mayo de 1897, una relación sobre el estado del personal,
numérico-disciplinar y sobre las casas con sus Obras y situación económica
junto con un ejemplar de las Constituciones. En el archivo se conservan dos
copias de esta edición encuadernadas en piel, con el escudo de León XIII
grabado en oro. El borrador manuscrito de esta edición es el que se ha
multicopiado para las capitulares. Al mismo tiempo remitieron también a la
Santa Sede cartas testimoniales los Obispos, en número conspicuo, que habían
tratado al Instituto.
En 1903, la mencionada Madre,
sometió de nuevo a la Santa Sede una relación sobre el estado de la
Congregación, una breve historia de la misma y copia de las Constituciones.
En el
Capítulo General que se celebró en la Casa Madre en 1911 las Capitulares
aprobaron los textos de las Reglas particulares y Generales, de las Prácticas y
costumbres y el del Reglamento para las jóvenes acogidas en los
colegios, las Prácticas son copia abreviada de las de los Jesuitas de
Villagarcia, arregladas por el P, Hidalgo, S.J.[40]
El Reglamento en su mayor parte se debe a las experiencias de Doña Eulalia.
Todas llevan alguna variación según la experiencia[41].
Hemos visto
en el capítulo anterior: Su espiritu en
las Constituciones y Reglas, a grandes rasgos, el fin y el objeto que
perseguía nuestra Santa Madre con su Obra, los medios propuestos para llevarla
a cabo y el espíritu que infundía en ellas.
Las
Constituciones aprobadas por la Santa Sede después de la muerte la Fundadora
(textos impresos en 1905 y 1918) con las modificaciones incluidas por ella a
propuesta del Instituto o por iniciativa propia[42],
presentan estas diferencias principales
en relación al apostolado.
Separan netamente el fin, que llama Principal: santificación y perfección
de las religiosas, del fin que denomina segundo y especial: promoción de la salvación
de las jóvenes honradas. Desaparece también de este texto el objetivo último:
“A mayor gloria de Dios".
El nombre de la Congregación se transforma de "Hermanas del Servicio Doméstico" en
"Hijas de Marta Inmaculada para el Servicio
Domestico".
En este texto aprobado por la Santa Sede se mantienen los medios de
apostolado: acoger en sus casas a las jóvenes de buena conducta.., instruirlas
en las cosas necesarias para salvarse... colocarlas.., ayudarlas a cumplir sus
deberes.., acostumbrarlas a la frecuencia de sacramentos, asistencia al
colegio... En cambio ordenan que en las tardes de los días festivos “se les
enseñará la Doctrina" y distingue esta enseñanza de la instrucción y otros
ejercicios que les hará un sacerdote en la Capilla y añade que en esos días se
les procurarán recreaciones honestas, agradables y útiles. Se recomienda
también la instrucción en los oficios propios...
Desaparece por otra parte en el texto que examinamos, el párrafo que
proponía las "visitas" a las casas de su estancia, etc. en
conformidad con la nueva dirección que tomó la Congregación pocos meses antes
de morir la Santa Madre, como posible remedio a la escasez de vocaciones.
Aunque esta modificación la había aceptado nuestra Santa Madre, el texto de las
Constituciones no se llegó a cambiar durante su vida. Mandaba este en el
Capitulo 25 que "Atendiendo a los fines de la Congregación, no guardaran
clausura, pero no saldrán de casa sino cuando lo mandase la Superiora, y en
otro párrafo añadía: "No mostrarán repugnancia en salir siempre que la
obediencia lo mandare, seguras de que agradarán a Dios en
el cumplimiento de cuanto se les ordenare...”
Prácticamente esta norma, fue adoptada para las religiosas Directoras.
Las Hermanas Coadjutoras siempre han acompañado o visitado a las jóvenes cuando
era necesario[43].
El nuevo texto de las Constituciones de que veníamos hablando, confirma
que "se deberá en todo tiempo poner en práctica cuanto la experiencia vaya
enseñando para mayor bien de las acogidas... “que no se tomará ninguna otra
Obra que distraiga o se oponga en lo más mínimo al fin del Instituto” y
haciéndose eco a la experiencia de doña Eulalia, añade “ni por razón alguna se
recibirá... ni aún en sección aparte a jóvenes que no tengan buena reputación,
aunque hubiesen expiado sus extravíos en alguna casa de arrepentidas...”
El texto de las constituciones revisado en 1921 por razón de la
promulgación del Código de Derecho Canónico en estos artículos que consideramos
es idéntico.
Las Reglas aprobadas por el Capítulo de 1911 conservan la unidad de
objetivo: “de tal manera se enlaza su santificación... con la santificación y
provecho de las colegialas... que tanto más se perfeccionarán...cuanto más
contribuyan a la santificación de las acogidas...”[44], el
espíritu de celo por la salvación de las almas...[45] el
modo de actuarlo, la reglas de las prefectas de externas y de internas... etc.,
el modo de instruirlas sólidamente en la doctrina cristiana: las reglas de las
prefectas de las cosas espirituales... y otros aspectos de formación detallada.
Solo hacemos notar que entre las reglas que se refieren a las acogidas
sirvientas aprobadas en 1911, encontramos que se nombra a las obreras por
primera vez; “En el trato con las jóvenes obreras de la escuela nocturna las
del taller de costura, se observaran las mismas reglas que hay para tratar a
las sirvientas...
Efectivamente en octubre de 1902 la Madre General con el Consejo tomó el
acuerdo de abrir Escuelas Nocturnas en bien de la clase obrera en las casa que
tenían personal suficiente y local a propósito, visto el buen resultado que
había dado las abiertas con el fin experimental en Madrid y Toledo, que en nada
impedían la marcha ni de los Colegios ni particularmente de los internados[46].
El Reglamento, en cambio, fija la edad de admisión: de 15 a 30 años;
otros documentos de 14 a 30; la condición requerida: “ser huérfanas o estar
ausentes de sus familias o bien en situación de no poder recibir los cuidados
de las mismas en sus desacomodos... además los informes deben acreditar su
buena conducta; y las interesadas han de tener buena salud y estar dispuestas a
colocarse”.
La acción apostólica del Instituto con las jóvenes nunca quedó limitada a
las indicaciones de las normas y reglas. Ya en 1888 en la casa de Barcelona era
floreciente la “Asociación de Hijas de
María”, en 1919 se instituyó la Junta y Celadoras y se abrió un nuevo libro
de registro; en 1922 dentro de la misma Asociación crean la función de Celadora
de almas y tienen la primera jura de bandera en Madrid[47].
Las tandas de Ejercicios funcionan regularmente todas las Cuaresmas.
Tradicionales desde los primeros años de la fundación, nuestra Santa Madre
consideraba los Ejercicios “acaso el
único medio de hacer que las jóvenes se fijen en la importancia de su
salvación, el más eficaz para arreglar sus conciencias y poner el cimiento para
emprender una vida cristiana y de tanta importancia que en ningún tiempo ha de
descuidarse esta práctica que la experiencia acredita ser tan provechosa”[48].
Todas las acogidas que entraban por primera vez al Colegio o hubieran pasado
por lo menos un año sin hacerlos hacían los Ejercicios antes de salir
colocadas; solas o en pequeños grupos de 3-4; si no encontraban Padre que se
los dirigiese, los dirigían las mismas religiosas. Para ellas escribió nuestra Santa
Madre reglas particulares basadas en el “nunca
bien ponderado libro de los Ejercicios de San Ignacio”, que no llegaron a
pasar a las aprobadas por el Capítulo de 1911.
Entonces no se concebía, como hoy día, que una mujer, una religiosa, dirigiese
una tanda de Ejercicios a sus educandas. Probablemente esta mentalidad influyó
en la decisión que tomó el Capítulo de 1911 de no incluir estas Reglas en las
aprobadas. De hecho, muchas veces, nuestras religiosas han dirigido tandas de
Ejercicios a las colegialas; eco profundo dejaron los de la madre María Javier
Roura y de la Madre Vicenta María Rodríguez de Arce. Por otro lado, de nuestras
religiosas siempre han sido auxiliares activísimas y eficaces del Director de
Ejercicios.
En 1919, el 19 de marzo, inauguraban la “Enfermería
de la Inmaculada” en Madrid para las colegialas sirvientas. Al frente
estaba casi tocaya de nuestra Santa Madre, Madre María Vicenta López[49]. De
ella, escribían en “Anales” en junio de 1933, al festejar la apertura de los nuevos
locales en la Casa de Ríos Rosas, “que
tantas lágrimas ha enjugado, que ha aliviado tantos dolores que tan santas
consoladoras muertes ha presenciado y que ha sido testigo de tan grandes
curaciones...”[50]
El estilo ponderativo y ampuloso de la cronista que se firma E.Y., nos hace
pensar que juntamente con “tan grandes curaciones” físicas, tenía presentes las
de orden espiritual. En 1919 se inauguraba la Enfermería de Barcelona...
Mediante una cuota módica, recibían asistencia médica y si era contagiosa la
enfermedad o necesitaban de una operación de importancia, se les pagaba el
hospital...[51].
En 1916 inauguran la “Caja Dotal” para sirvientas en Valencia; y en la
misma ciudad en 1919, una Hospedería con el nombre de “Sociedad del Servicio Domestico”; allí las sirvientas que
gustan sujetarse al Reglamento del Colegio encuentran las clases profesionales[52] y en
Madrid, en junio, abren la pensión; la primera prefecta fue la Madre María de
la Rosa Baylín[53].
Al año siguiente, 1920, los Anales nos van dando cuenta de la “Asociación de Ángeles Tutelares” de
señoritas que ayudan a las Madres, de la Romería de San Isidro, etc. etc. Y el
mismo año, en la Casa Madre, en la parte alta, se recogían 50 niñas, la más
pequeña de tres años, todas pequeñitas, huérfanas y pobres; permanecen en el
colegio instruyéndose hasta que puedan ellas por sí mismas, ganarse
honradamente el pan, que se educan para el servicio doméstico.
Se explica que cuando aún no era tan conocida la psicología no se
conocían los métodos de “Orientación
profesional”, las razones dichas tenían peso y valor moral.
Al alentar estos datos, indirectamente hemos recordado que en 1919 había
nacido la primera publicación periódica para las colegialas “Anales de mi Colegio”. El 30 de julio
salió el primer número. A. M.[54] -así
firmó la cronista- nos cuenta con toda sencillez el origen y objeto de su
publicación; dar a conocer a nuestras mismas chicas los ejemplos admirables y
edificantes de sus hermanas que pasan desapercibidos a los ojos de la sociedad;
comunicar los sucesos de cada uno de nuestros Colegios a los otros, para
mantener a todas en contacto con el espíritu del Instituto; avivar el temor
santo de Dios, la confianza en la Providencia Divina, el amor al Colegio, a la
Virgen nuestra Madre... Recorriendo las páginas de las primeras décadas de
Anales notamos que de sus páginas fluye una corriente de afecto familiar y
estima que une a las religiosas con las colegialas y a todas entre sí y con
Dios y lo divino; reseñas de colegios, de los viajes de las religiosas, de las
fiestas para obsequiar a la Madre General, datos biográficos de las Hermanas,
cartas de las colegialas, ecos del Noviciado, movimiento de colocaciones, etc.
etc.
Terminamos con dos citas sintomáticas tomadas de las cartas circulares de
nuestra Madre María Teresa que ponen luz las dificultades que iba a encontrando
la Obra y el cambiar de los tiempos.
Dirigiéndose a sus hijas les decía:
Conozco sus dificultades y también que
ellas tienen su origen en los principios funestos que hoy imperan [estamos
en 1903] y estos principios seducen cada vez más, esterilizando los medios
de hacer el bien y poniéndonos en la precisión de trabajar, como dije antes,
sin tregua ni descanso, en atraer las almas al conocimiento y servicio de Dios
Nuestro Señor, usando de cuantos medios la experiencia ha ido enseñándonos en
los 26 años de existencia que lleva el Instituto... Es muy general la idea que
en nuestro Colegios, las acogidas, son poco trabajadoras, poco sufridas y que
al amparo del Colegio les sirve para insolentarse y desacomodarse a la menor
dificultad...[55]
En 1920 exponía:
El Instituto está enclavado en el campo
social y por esta Providencia Divina que iluminó a doña Eulalia es el primero
que alzó bandera en este campo, en el que por entonces, ni se vislumbraba las
luchas que se sostienen hoy... Si no queremos faltar a nuestro deber, no
podemos dormirnos y dejar que otros más despiertos y celosos se alcen con lo
nuestro. No, esto no lo permitirá el Señor. El no lo quiere, así, pues, lo que
necesitamos es sacudir nuestra pereza si la tuviéramos, obviar dificultades; en
una palabra, revestirnos de ese espíritu de sacrificio y abnegación tan
necesario... Mucho esfuerzo supone esto, no lo desconozco, pero no por ello
dejemos pasar delante de nuestra Obra todo ese movimiento católico de escuelas,
sindicatos, atracción por toda parte de la sirvienta; asociaciones que se
levantan con brío ante esa ola de socialismo. Enhorabuena, y sea para triunfar
entre todos de ese enemigo mortal de la Iglesia; pero que no nuestro lo hagamos
nosotras... lo nuestro no puede decaer si nosotras mismas no lo abandonamos;
está sellado con el sello de la Iglesia, que es Obra de Dios... Y qué hemos de
hacer nosotras...? Ya lo estamos haciendo: pensión, enfermería, caja dotal,
academia talleres de costura, enseñanza
profesional y en todo ello derroche de constancia y de sacrificio... que encuentren
interés, calor, cariño... además hemos de trabajar con afán para formar una
Asociación, ya sea de Hijas de María ya con otro nombre que tenga más de social
que de religioso, por ejemplo: "Protección Católica de la joven
sirvienta" con la sola obligación de asistir un domingo al mes a la Junta
que se celebrará, nombradas Presidenta, Secretaria, etc. De entre ellas
mismas.., ganarlas suavemente para Hijas
de María... distintivo una especie de carnet.., han de encontrar paz, alegría,
pan y alimento...[56]
En 1922
afirma:
Veo cuanto más se dificulta cada día la
misión de las sirvientas, por ser escaso el número de las jóvenes que quieren
sujetarse a servir y porque aquellas que no pueden lograr otro modo de ganarse
la vida, se extreman en exigencias: afán de lucro, de libertad, etc. etc. Para
que estas dificultades no vengan a poner trabas a nuestra Obra principal...
para la cual Dios Nuestro Señor hizo surgir en la Iglesia nuestro Santo
Instituto, mostrando su misericordia para con esas jóvenes que pobres y sin
propio hogar están expuestas a una casi segura perdición... para que ahora al
seguir trabajando para llevarla adelante, no vayamos a destrozarla
desanimándonos una; y dándoles otras distinto giro en las diversas Casas según
sean distintos los criterios de la Superiora y Prefectas... Voy a apuntar aquí
lo que creo conveniente... Es bien sabido que, el espíritu que se infiltra hoy
a la juventud tanto en las capitales como en la última aldea, es muy distinto
al de hace 50 años cuando se comenzó por medio de los fundadores a trabajar en
esta Obra. Entonces la sencillez, respeto y docilidad, con otras virtudes
nacidas de la fe viva que animaba al pueblo, daba confianza para responder lo
mismo por una paletita recién venida de la aldea, como por una primera doncella
de 25 o más años. Hoy tanto por unas como por otras no puede sacarse la cara;
no porque falte honradez y buena voluntad en nuestras acogidas, que bien buenas
y abnegadas hay; pero en general les falta sumisión y respiran el espíritu de
independencia que envuelve el mundo entero... Decimos que son pocas las que se
quieren dedicar a servir y que las que se prestan a ello son exigentes,
independientes.., y me preguntarán: Si no vienen, cerramos los colegios? Si
vienen y son levantiscas, podemos colocarlas? - Vendrán menos, pero
vendrán; no todas sirven para mecanógrafas.
Modo de sostenerlas, modo de no espantarlas? La caridad cristiana, el celo de la gloria de Dios, el amor a las almas redimidas con la Sangre
preciosa de Cristo, nos sugerirán ideas y medios para atraerlas al Colegio
y conservarlas .. No puedo dejar de comentar con gozo la providencia amorosa del Señor para con nuestro Instituto. Si vemos que el
fin principal de é1 se hace cada día más difícil, vemos al mismo tiempo su mano
paternal ensanchando, y desarrollando en él otras Obras que, como fruto del mismo árbol, dan amplitud[57].
Madre María de La Concepción Marqués
(1925-1939)
La Madre
María de la Concepción Marqués ingresó en la Congregación 10 de octubre de
1890. Fue la última postulante que recibió
durante su vida nuestra Santa
Madre Fundadora. Sucedió en el Gobierno de la Congregación a la Madre María
Teresa Orti, rigiendo el Instituto como Vicaria General del 1925 al 1929, pues
entonces nuestras Constituciones no preveían
que se celebrase el Capítulo dentro de los seis meses sucesivos a la vacante. Fue elegida General el 19 de agosto de 1929. Permaneció en el
cargo hasta su muerte, ocurrida a los 80 años, en San Sebastián el 19 de enero
de 1939.
"Fue
alma grande y hermosa. Llena de ideales para la gloria de Dios del Instituto y
llena de amor y ternura para sus hijas". (Del recordatorio de su muerte).
De temple no
común, afrontó con entereza de espíritu, a pesar de su avanzada edad, las
grandes dificultades que por motivo de la caída de la Monarquía y de la guerra civil española (1931-1939), sufrió el Instituto durante los últimos años de su gobierno.
Las que estuvieron presentes a su muerte, nos
cuentan sus actos de viva fe y amor que confirman esta característica de su espíritu: "Como sentía que su misión en la tierra estaba ya cumplida,
deseaba ardientemente morirse, “por lo
que espero y por lo que amo”.
“Trabajó sin descanso con solicitud de
madre por el bien y el crecimiento del
Instituto y por la santificación de todas sus hijas,
haciendo suya la preocupación que
desde hacia años daba que pensar a nuestra Madre María Teresa "las cinco
ramas nuevas del Instituto”[58]
pues precisamente se habían recibido noticias
de que algunas religiosas, sin comprender la causa de estas ampliaciones de la
Obra, pensaban, que nos apartábamos de lo nuestro y esto mismo creía alguna que
otra persona de fuera. Para obviar estas dificultades, obtuvo de la Santa Sede,
Decreto la Sagrada Congregación de Religiosos del 25 de febrero de 1930, la modificación del nombre del
Instituto y ampliación de su fin. Este se tramitó en el nombre de "Hijas de María Inmaculada para el servicio doméstico
y protección de la joven en general”. Al fin, en atención a que
aumentaba el número de jóvenes que se ven precisadas a vivir lejos de sus
familias en situaciones sociales distintas de las de las sirvientas que
disminuían, pero igualmente peligrosas para sus almas, añadió la Sagrada
Congregación, como objeto específico de la actividad apostólica del Instituto, “cuantas
jóvenes tengan que vivir de su trabajo mental o material".
En el art. 3º de las Constituciones cambió
lo siguiente: "Para cumplir estos fines (en lugar de "este fin")
el Instituto admitirá en sus Casas a jóvenes (en vez de
jóvenes sirvientas) de buena conducta (se omitió “durante sus desacomodos y
convalecencias”), instruyéndolas en los oficios propios (omitido "del
servicio doméstico") procurando que sepan y practiquen doctrina cristiana
y preservándolas de los peligros de perdición, emplear medios posibles y
adecuados para lograrlo, (en lugar de educándolas cristianamente en los
principios y en las máximas de nuestra Santa Religión"). No se cambiaron
los números del Capitulo XII, celo.
En la citada carta circular de julio de
1925, la Madre, preanuncia razones que la movieron a pedir tales
modificaciones. Refiriéndose a la Obra de apostolado con las sirvientas señala:
"Tres causas que se oponen al
cumplimiento estricto del artº. 3º del Reglamento aprobado por R.0.:
1ª En general las acogidas no quieren
ayudar al trabajo como antes ayudaban.
2ª No se conforman con la comida que antes
se les daba, siendo ésta hoy sin comparación mucho más cara,
3ª Es más reducido el número de las que
quieren servir.
En una buena parte de nuestros Colegios,
solo entran nuevas al mes de dos a tres jóvenes y meses hay de entrar solo una.
¿Qué movimiento de colocaciones y qué vida pueden tener tales Colegios...?
Además, en algunos otros...solo pretenden jovencitas que...se ausentan de sus
familias para pasar los inviernos, y en la época de la recolección se vuelven a
su casa... ¿qué bien moral ni qué celo puede resultar ahí...? “ Por esto las
Superioras han señalado una modesta pensión para éstas que solo están de
temporada; y así se debe procurar en los demás Colegios. Mas como todas las que
pretenden no se han de avenir a pagar, si alguna de estas por cualquier
circunstancia, les gustara más para el colegio, la puede admitir gratis; pero
de manera que la admisión no resulte un conflicto por falta de local, camas y
tantas otras cosas como se necesitan...
Parece que en
cuanto se dice aquí la Madre se fija más en el
aspecto de vuestra Obra Social, formativo, conservador de la categoría de
sirvientas que en otros valores. Aspecto al que indudablemente contribuye el
Instituto por razón de los medios de que se vale para alcanzar la salvación de
las jóvenes que se ven en peligro de perderse.
Así mismo el Instituto abrió Escuelas
Nocturnas y Talleres de Costura...
En esto se debe procurar que la enseñanza
sea lo más esmerada; pero ante todo el provecho del alma...
Además del internado en los colegios que
el local lo permita, se tiene una pensión separada y atendida lo mismo que las
otras, ya que en algunos puntos es mayor el número de estas pensionistas que el
de las gratuitas; y según se va viendo, parece que será en el porvenir la única
clase de nuestros colegios.
De las normalistas diré muy poco; estas
pueden considerarse como pensionistas, atendiendo o no a sus estudios... esta
clase puede proporcionar vocaciones al Instituto y también medios con qué
vivir.
Viene luego la sección de niñas que
tenemos en varias de nuestras casas...
Sobre la enfermería, no hay más que
aclarar...Otra Obra se ha introducido en nuestros colegios... todas sabemos que
fue recibida como un medio que la Providencia nos proporcionaba para atender a
las necesidades del Instituto... la pensión de señoras.
Con el mismo Decreto de la Sagrada
Congregación de religiosos (25 de febrero de 1930), obtuvo para mayor
incremento del Instituto se dividiera el gobierno en provincias y el indulto
para tener el Santísimo Sacramento Expuesto diariamente en todas las casas.
Quien duda de que el Divino Corazón quiere
con esta gracia y preciosa dádiva obligarnos a que seamos más fieles en el
cumplimiento de nuestros deberes, empezando por ahí a ganarle almas, unidos
nuestros corazones con el suyo por el sufrimiento, el sacrificio, el fervor que
supone esta unión fecunda...? Cada una considere en la oración el beneficio que
recibe del Instituto. Será punto que no se agotará y debemos por él dar gracias
a Dios, Nuestro Señor.[59]
Madre María De San Luis De Caso (1939-1948)
Al dirigirme hoy a VV. RR. Y CC. , siento
mi corazón oprimido; por tantos motivos, bien lo comprenderán. ¿verme al frente
del Instituto amado, siendo la que soy! Y no crean que lo digo por humildad,
pues reconozco mi insuficiencia y miseria; mi falta de cualidades y virtudes
que exigen cargo tan delicado y de tanta responsabilidad. Esto me llena de
confusión y temor y me angustiaría si no viera en ello la voluntad de Dios,
clara y manifiesta, que así lo ha ordenado, sin duda para que, las que formamos
el Instituto, vivamos una vida de fe más intensa.[60]
Con estas palabras anunció la Madre María
de San Luis de Caso a la congregación, su nombramiento de Superiora General. El
sentido de responsabilidad y sobre todo de adhesión incondicionada a la
voluntad de Dios que denotan, fueron características eminentes de su espíritu.[61]
Le tocó la ardua tarea de reconstruir,
reorganizar, reanimar, revitalizar las casas, las obras, las religiosas, que a
consecuencia de la guerra civil española habían quedado desmanteladas,
deshechas, desperdigadas.
Amantísima del espíritu de la Santa Madre
Fundadora, trató de infundir en sus hijas. En casi todas su cartas circulares
cita párrafos de los escritos originales de la Santa Madre, los comenta, anima
a estimarlos y a seguir su doctrina. Como ella, admiradora de S. Ignacio y
segura del gran provecho espiritual que se obtiene con los Ejercicios, organizó
e hizo obligatoria, antes de la emisión de los votos perpetuos, la tercera
probación con el mes de Ejercicios completos para todas las religiosas
directoras. Y para las coadjutoras en forma más sencilla. Hasta esta fecha, a pesar
de los deseos de la Santa Madre no se había tenido regularmente.
Durante su gobierno se obtuvo rescripto
de la Santa Sede (por cinco o siete años) que se renueva periódicamente, para
poder tener expuesto el Santísimo Sacramento en todas las Casas de la
Congregación durante la noche de las vigilias de las Fiestas del Sagrado
Corazón y de Cristo Rey[62].
Madre María de La Redención Navas (1948-1967)
Es obvio que en las presentes
circunstancias pasemos directamente a exponer brevemente los acontecimientos
salientes de este periodo que tienen mayor relación con este estudio. Nuestra
Madre, María de la Redención llevó a término trabajos iniciados por sus
predecesoras. Una nueva edición de las Constituciones, aprobadas con Decreto de
la Sagrada Congregación de Religiosos de 25 de marzo de 1952, en las cuales se
insirieron los artículos referentes a la división en Provincias del Gobierno de
la Congregación. Los correspondientes al capitulo, al Consejo Provincial, a los
cargos y funciones de gobierno a este nivel. Los de la Instructora de Tercera
Probación.
El nombre de la Congregación se precisó
nuevamente quedando en “Hijas de María Inmaculada
para el servicio domestico y protección de la joven”, por considerar
redundante el plural de joven y la especificación “en general”. A este primer
artículo de las Constituciones se añadió lo que ya estaba en las primitivas,
antes de ser aprobadas por la Santa Sede: “A mayor gloria de Dios”.
El art. 30 sobre los medios para cumplir
el fin se modificó de nuevo como sigue:.. “la
Congregación admitirá en sus casas a dichas jóvenes de buena conducta,
empleando, medios adecuados para preservarlas de los peligros de perdición,
educarlas cristianamente en los principios y en las máximas de nuestra santa
religión; además procurarán instruirlas en los métodos de asistencia social y
particularmente a las sirvientas les enseñará, con todo esmero, las labores
propias del servicio doméstico”. La frase que “sepan y practiquen la
doctrina cristiana” que se adoptó en la anterior redacción, se restituyó a su
forma original: “educarlas cristianamente
en los principios y en las máximas”. La inserción del último párrafo del
art, 3 se justificó con el siguiente Razonamiento:
La utilización de medios de carácter
científico (asistencia social) unidos a los tradicionales (cobijar a las
jóvenes, educarlas cristianamente en los principios, etc) haría más eficaz la
acción apostólica de la Congregación, y el desempeño de los propios oficios a
las jóvenes.
En el Capitulo del celo de las almas
cuidado de las acogidas y demás jóvenes-se añadió el art., que empieza: “Para
llenar cumplidamente.., la frase siguiente”... en el poco tiempo que
permanezcan internas, cuidar de conocer la índole, inclinaciones y capacidad de
cada una, para poder dirigirlas mejor en el camino de la virtud y en la
elección del trabajo a que podrán dedicarse con más provecho, enseñándoles de
preferencia, además de la doctrina cristiana, la materia profesional que más
les ayude a conseguir su intento”.
Además otros dos Artículos nuevos se
dedicaron al apostolado para con las jóvenes, no sirvientas, que se ven
precisadas a vivir lejos de sus familias para ganarse el pan o prepararse para
ello; un tercer artículo recomienda facilitar a estas jóvenes el día de retiro y
los Ejercicios de San Ignacio
Estas son las principales modificaciones
que presentan las Constituciones del 1953 respecto a las anteriores del 1922
con su apéndice.
El año 1950, nuestra Rvdma. Madre María
de la Redención, tuvo la felicidad de ver cumplidos sus anhelos con la
Beatificación de la Madre Fundadora. En agradecimiento al Señor por este
beneficio abrió la primera casa Misión entre infieles en la India, Bombay. A
esta se siguieron las misiones entre indígenas en S. Gabriel de Chilac, Méjico
y otros varios centros misioneros, en el Brasil, Perú, etc. Por último,
accediendo -a los deseos del Señor Arzobispo de Madrid-Alcalá, se empezaron
obras de apostolado en los suburbios de Madrid[63].
LA CONGREGACIÓN Y EL CONCILIO
LA CONGREGACIÓN
DE HIJAS DE MARÍA INMACULADA PARA EL SERVICIO DOMESTICO Y PROTECCIÓN DE LA
JOVEN ESTAN EN TONO CON EL CONCILIO VATICANO II. ¿CUAL ES SU ESPIRITU?...
Vamos a responder al lado de María
Inmaculada, titular de Congregación, y vamos a pedirle que Ella se ponga a
nuestro lado como lo hizo con los apóstoles en el Cenáculo en espera de la
venida del Espíritu Santo, y sea el nuestro un ambiente segregado, espiritual.
¿Fin de este encuentro? Interrogar:
¿están las Hijas de María Inmaculada en la justa vía de la Iglesia ahora que el
Espíritu Santo ha hablado por medio del Concilio Vaticano II?
Procuraré responder a esa pregunta
después de haber estudiado el precioso y abundante material que me ha
presentado la M. María Herminia, sobre todo el resumen histórico de la vida del
Instituto desde que nació hasta el momento actual. Dicho sea de paso, este
resumen vale la pena de publicarse en sus revistas internas como base al
conocimiento del espíritu de la Congregación.
He de decirles con toda sinceridad que me
he quedado sorprendido por lo bien que Vds. han interpretado el Concilio en sus
diversas Constituciones y decretos; por el modo tan ágil, tan vivo y tan
ecuánime como lo han aplicado a su Instituto. Yo debería tornarme a casa
confesando que mi trabajo es inútil, porque ya lo han hecho Vds. Sin embargo les agradará un juicio mío
personal, que podría valer algo por la parte que tomé en el Concilio, por mi
actuación como consultor de la S.C. de Religiosos, por haber ya presidido dos
Capítulos Generales especiales de Religiosas, por la nueva misión que se me
confía de examinar las Constituciones de los Institutos adaptados al Concilio.
Repetiré la frase de sus Constituciones,
1953, “a mayor gloria de Dios”.
I. QUE PIDE EL CONCILIO DE LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS
He aquí en síntesis la mente conciliar:
·
La vuelta a la inspiración primitiva de los
Institutos y su adaptación a las condiciones de los tiempos, P.C. 2;
·
Se conserve el espíritu auténtico
del Instituto, P.C. 9, 21, 22;
· Quede en salva la propia índole, P.C. L-3, 9-11, 15, 20;
·
Cada Instituto mantenga su
forma de vida, en bien de la Iglesia P.C. 8, 9, 19
· Desarróllense las obras propias, P. C. 2 b), 11, 25
·
Gócese del propio patrimonio,
P.C. 2 b).
El Concilio nos quiere llenos de
Jesucristo, (P.C. 2 2), norma suprema de vida religiosa; llenos del espíritu
del Fundador, que gozó de un carisma todo particular del Espíritu Santo;
adaptados a las condiciones de los tiempos. Seria como preguntarse; “Cómo
obraría Jesucristo en el siglo XX? ¿Cómo obraría en concreto la Santa Madre
Vicenta María en estas circunstancias, con estas sirvientas de hoy, con las
obreras, con las jóvenes fuera de su hogar? Vds. han respondido ya en sus
estudios; analicemos ahora esos puntos y veamos cómo se pueden aplicar a su
Congregación.
II. INDOLE DE LA CONGREGACIÓN DE HIJAS DE MARÍA INMACULADA
Índole significa la constitución íntima,
interna y externa del Instituto en cuanto a todos sus elementos teológicos-jurídicos
primitivos[64]
La Congregación de Hijas de María Inmaculada tiene su índole particular
primitiva que fue cristalizada en las Constituciones impresas en el año 1897
las cuales llevan la aprobación del Card. Moreno Arzobispo de Toledo, 8 dic.
1882 y el Decreto laudatorio de la Congregación de Obispos y Regulares.
La Santa Madre elaboró antes, hacia el
1871, un proyecto, que sirvió de regla a la naciente Comunidad, 1876; pero
careció de estructura jurídico-eclesiástica. Las Constituciones del 1897
suponen ya una Congregación religiosa con su fin específico, con su régimen y
observancias bien definidas.
Para conocer, pues, su índole particular
primitiva, tienen que recurrir a esas Constituciones y conservar de ellas lo
que es inmutable a través de la historia. ¿Y qué es inmutable? el carisma
propio del Instituto, el espíritu de la Fundadora.
III. INSPIRACIÓN,
ESPÍRITU DEL INSTITUTO
El espíritu es como la esencia del
Instituto religioso, que persevera, que debe perseverar en las vicisitudes de los
tiempos; es, diría, como una célula del Evangelio, siempre viva vivificadora;
un don del Espíritu Santo, un carisma que pone al religioso en el plan de Dios.
El espíritu del Instituto encierra una
teología, una espiritualidad interior, una ascética, una mística.
¿Cual es esa teología, esa espiritualidad
de las Hijas de María Inmaculada?
Nótese que hay diferencia entre el
espíritu del Fundador y el espíritu de la Obra por él realizada. Una sola
persona puede dar vida a diferentes corporaciones y cada una de estas con su
propia espiritualidad, pero, de ordinario, un Fundador vierte su alma, derrama
su espíritu en su Obra, especialmente cuando es única.
Santa Vicenta María tuvo su propia
espiritualidad, que formularíamos en estos términos:
a) la Santa aborrecía el pecado como el máximo
mal:
“Dios
mío, quitadme la vida mil veces antes que os ofenda[65].
Sacrificar todos los gustos, padecer
cualquier trabajo antes que cometer un pecado venial[66]”
La Santa excluirá el pecado de sí y de
sus muchachas, por las que sabrá sacrificarse:
Para
reparar he de evitar pecados de otros aunque sea a
costa de sacrificios[67].
Trabajar lo que pueda para que sea útil vuestra Pasión. primero para mi y despues para las pobres muchachas[68].
b) El concepto de pecado lleva a la Santa
Madre a mirar en Jesús el Salvador. Quiere “aunque indigna, imitar a Jesús que
salva; y pide al Señor:
Que yo y todas mis hermanas tengamos
espíritu de celo y cuidemos e imbuir a las chicas el santo temor de Dios, y
hacer que os sirvan[69].
La Santa no se contenta de contemplar a
Jesús como Salvador; ella lo ve en la Eucaristía y corre irresistiblemente hacia
El.
Viva siempre unida a Vos, muera
con vos y goce eternamente[70]
No concibe a sus religiosas sin un amor
especial a. Jesús Sacramentado, sin la comunión en aquellos que llamará “tan regalados días”.
La hija de la Santa Vicenta María, para acercarse
a las muchachas y vivificarías con el espíritu de la Congregación, tiene que
foguear su alma en la Eucaristía; recibiendo a Jesús, tiene que ser otro Jesús,
salvadora como Jesús Salvador.
La espiritualidad de la Santa se completa
con la presencia de María Santísima, que ama desde niña, que le encanta el
misterio de la Inmaculada Concepción y venera todos los misterios marianos.
El titulo de la Inmaculada entona muy
bien con la Obra de Santa Vicenta María, que deja a la contemporánea Vizcondesa
de Jorbalán levantar a las jóvenes caídas. Santa Vicenta María pone la mano
para que no caiga la joven; la preserva de la caída.
La Inmaculada ¿qué es? La preservada del
pecado original, la inmune de todo pecado; he aquí la característica de las
Hijas de. María Inmaculada: preservar del pecado a las jóvenes ”con la
ayuda y ejemplo de la Preservadísima por antonomasia María Inmaculada”.
Si quisiera ahora compendiar el espíritu
personal de la Santa en su Obra, yo me limitaría a dos palabras:
Amor a las jóvenes sirvientas
Salvación de las
jóvenes sirvientas.
Amor de madre que no tolera la caída de
la hija (horror al pecado); salvación como si fuera Santa Vicenta María otro
Jesucristo Salvador, otra María Inmaculada.
Hemos observado antes que, de ordinario,
el espíritu del Fundador se refleja en su Obra, y así ha sucedido con Santa
Vicenta María la cual, en unas notas precursoras de las Constituciones, alude
al fin de su Obra, la salvación de las almas de las jóvenes, sus protegidas.
Permitidme ahora deciros que he
encontrado en su Santa Madre una palabra que me ha encantado y me ha
descubierto la verdadera razón de su magnifica institución. La grande Santa no
se contenta de salvar a la joven; hay muchas secciones que protegen, que
salvan, que promueven el bien de las jóvenes, la Santa va más adelante, da en
el objetivo; la Santa quiere la santificación de la joven acogida a la tutela
de su Obra. Santificación propia, santificación de la joven es la teología del
espíritu de las Hijas de María Inmaculada y el espíritu de su teología; es la
cristalización más bella del Instituto.
Las Constituciones del 1882, aprobadas
por la Santa Sede, sancionan formalmente esa grandiosa finalidad:
Titulo de esta Congregación es Hermanas del servicio domestico y su
doble fin el procurar con todo el empeño posible la santificación propias y con
el mismo la santificación y provecho de las jóvenes, a mayor gloria de Dios.
Se pone en el mismo plano la
santificación de las religiosas y la santificación de las jóvenes asistidas;
más aún, la Santa condiciona la santificación de las religiosas a la
santificación de las jóvenes; las Hijas de María Inmaculada serán santas en la
medida en que contribuyan a la santidad de las jóvenes. He aquí las palabras de
la Santa:
La santificación de su propia alma depende
de cómo cumplan ese deber, que por su medio se salven las acogidas, así como el
provecho mayor o menor que hagan o puedan hacer a esas almas depende de
los grados de virtud que las hermanas tengan.
Santidad que es heroísmo; heroísmo que exige
grandes sacrificios y el mayor, la propia vida. ¿Orden-guía de la Fundadora?
Han de alimentar deseos vehementes de
santificarse por sus acogidas, dando por bien empleado no solo las fatigas de
toda su vida, sino aunque fuera necesario, darla por la salvación de una sola[71].
Creo que al llegar aquí, hemos topado con
el objetivo, con la razón de ser de las Hijas de María Inmaculada. ¿Cuál es su
espíritu primitivo, su inspiraci6n, ese espíritu que el Concilio hace despertar
en las Religiones y quiere y manda que se conserve integro y puro en todos los
tiempos y en todas las circunstancias? Helo aquí en tres palabras:
·
Amor en Cristo y María
Inmaculada a las jóvenes, especialmente a las sirvientas y trabajadoras;
·
Salvación de las Jóvenes;
·
Santificación de las jóvenes,
de la que dimanará la santificación de las religiosas.
Es un orden progresivo:
·
se va a las almas por amor;
·
el verdadero amor salva a la
persona amada;
·
la salvación, en máximo
grado, mediante la santificación.
Todo ello: a mayor gloria de Dios.
Ahora debería retirarme, pues Madre
Herminia eso me encomendó en un principio: nos hable de nuestro espíritu; pero
voy a desarrollar brevemente los conceptos anteriormente enunciados.
IV- MANTÉNGASE LA FORMA DE VIDA, PROPIA DEL INSTITUTO
La forma de vida comprende el elemento teológico-disciplinar
con todas las prácticas ascéticas del Instituto; observancias, que dan fondo de
Dios a la Obra de Dios.
He podido ver esa forma de vida de las
Hijas de María Inmaculada en “Actas del
Capitulo General 1967”, cuaderno I Prólogo al problema de vocaciones,
formación y observancia.
No lo oculto: he quedado prendado de una
determinación: las Hijas de María
Inmaculada tendrán hora y media de oración mental. Diría: Vds. han
acertado, han puntualizado magníficamente: practican la meditación muy en
consonancia con el motu propio Ecclesiae Santae II, 21.
La meditación es el alimento del alma,
imprescindible para una actividad como la de Vds. Es imposible dar si no se
tiene; la actividad supone la contemplación, la vida con Dios; no se puede
aspirar a la santidad si no se bebe en sus puras fuentes, la oración y la
oración mental.
He ojeado su “Guión de vida espiritual”[72]
que está al día; repito: la forma de vida, bosquejada por la Santa,
desarrollada por sus Hijas según la metodología de las varias Constituciones,
hoy la tienen adaptada al Concilio y muy bien.
V. - CONSÉRVENSE
LAS OBRAS DEL INSTITUTO
Cada Instituto tiene su campo de acción y
todos contribuyen al bien de la Iglesia; siga cada uno su camino.
Noten que las Obras del Instituto pueden
proceder directamente del Fundador o pueden introducirse por justas, sanas y
venerables tradiciones. El motu propio Ecclesiae Santae II, 28 contiene una
norma de grande importancia; ahí se trata de esas Obras, de las que nacieron del
Fundador y de las que se añadieron legítimamente al correr de los tiempos
“probante Apostólica Sede” con la sanción de la Santa Sede. El Papa quiere que
se conserven unas y otras.
Vds. tienen una Obra singularísima, particularísima,
muy específica: el amor, la salvación y la santificación de las sirvientas; así
lo quiso la Fundadora: esa, en lo
posible, ha de ser su finalidad constante.
Pero el concepto de sirvienta cambia como
sucede hoy; de ahí que las Constituciones del 1953 añadan una Obra nueva o
mejor la extensión de ese concepto de sirvientas: “protección de la joven”. Me
parece muy bien; nada de extraño. Si hoy viviera la Santa, haría lo mismo.
Vds., a mí parecer, están en la línea conciliar, en virtud de ese número 28 del
importante motu propio Ecclesiae Santae.
VI - PATRIMONIO
PROPIO
Patrimonio abarca todo lo que hemos dicho
antes, la índole, el espíritu, la forma de vida, las Obras.
Patrimonio de Vds. es la Fundadora, el
alma de la Fundadora, la santidad de la Fundadora, lo más rico y precioso del
Instituto; patrimonio es su misma Congregación, así como la forjó Santa Vicenta
María y como se ha perfeccionado después de su gloriosa muerte; patrimonio las
jóvenes sirvientas, la joven de hoy; patrimonio sus venerandas religiosas antepasadas,
sus santas; patrimonio, todo él, regalo del Espíritu Santo, que hay que
conservar como oro purísimo.
Consérvenlo, pues, integro y pleno de
vigor sobrenatural, pleno de Dios tanto más ahora que muchos religiosos y
religiosas quisieran desnaturalizar su Instituto o peor naturalizar su Instituto, despojándolo del carisma del Espíritu
Santo y de orden sobrenatural.
VII - ÚLTIMA
PALABRA
No se me ha confiado el estudio de su
aggiornamento en otros campos, pero sí he de decirles que he leído con fruición
las Actas del Capitulo de 1967, los
dos cuadernos, y están muy bien elaborados, extraordinariamente bien
He visto cómo se han puesto al día en sus
internados, Escuela hogar, orientación profesional, escuela de formación
profesional, colaboradoras familiares profesionales, etc. He admirado su
planificación apostólica y su mirada a las Misiones.
Y he admirado también aquella sabia
palabra de la Fundadora:
En
todo tiempo poner en práctica cuantos medios la experiencia vaya
enseñando para mayor bien de las jóvenes.[73]
La Santa se ha adelantado al Concilio y ha
abierto a Vds. la puerta al continuo aggiornamento, para nuevas iniciativas en
armonía con las exigencias del tiempo.
CONCLUYO:
Sean como las quiso su Santa Madre
Mantengan el tesoro valioso de su patrimonio histórico
Admitan los valores de la justa y necesaria adaptación a los
tiempos así como la Iglesia quiere
EN LA MEDIDA EN QUE ESTEN CON LA IGLESIA,
dice S. Agustín, ESTARÁN CON EL ESPÍRITU SANTO.
Excusen: Las urgencias del Capitulo
General de mi Orden los numerosos compromisos que pesan sobre mi humilde
persona me impiden penetrar más a fondo en el tema. Si no he interpretado bien
el argumento, den por nulo este mi estudio;
Si algo de bueno hay, lo atribuyan a la Madre
María Herminia, que a ella se debe.
P. Jenaro
FERNÁNDEZ del S. C. de
Jesús
Vicario General
de los Agustinos Recoletos
Bibliografía
Anales
de mi Colegio, Revista mensual publicada por las Religiosas Hijas
de María Inmaculada para el servicio doméstico, Años I-XVIII, Madrid
1919-1931.1933-1936
Díaz Pérez, María Digna RMI, Historia de la Congregación de Religiosas de
María Inmaculada, t. I: Algunas
noticias sobre el origen, fundación y desarrollo del nuestro Instituto
(1843-1890), Madrid 2000.
[ORTI Y MUÑOZ María Teresa], Vida de la Reverenda Madre Vicenta María
López y Vicuña. Angelical fundadora del Instituto de las Hijas de María
Inmaculada para el servicio doméstico, 2ª ed. notablemente corregida,
revisada y aumentada por el P. Jaime Pons S.J., Barcelona 1918.
Santa Vicenta María López y
Vicuña, Apuntes de Ejercicios
Espirituales, edición de María Herminia de
Jesús Rodríguez de Armas y María Digna Díaz, Roma 1986.
Vaticano
II, Documentos del Concilio Ecuménico
Vaticano II, BAC edición de bolsillo, Madrid 1968.
Contenido
Carisma de Santa Vicenta
María
I. ESPÍRITU DE NUESTRA
SANTA MADRE VICENTA MARÍA
II.- ESPIRITU DE NUESTRA
SANTA MADRE EN SU OBRA.
Su espiritu en las
constituciones y reglas
Su obra vista por la jerarquía
II.- LA OBRA DE NUESTRA
SANTA MADRE EN MANOS DE LA SUCESORA.
Madre María de La
Concepción Marqués (1925-1939)
Madre María De San Luis De
Caso (1939-1948)
Madre María de La
Redención Navas (1948-1967)
I. QUE PIDE EL CONCILIO DE
LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS
II. INDOLE DE LA
CONGREGACIÓN DE HIJAS DE MARÍA INMACULADA
III.
INSPIRACIÓN, ESPÍRITU DEL INSTITUTO
a) la Santa aborrecía el
pecado como el máximo mal:
IV- MANTÉNGASE LA FORMA DE
VIDA, PROPIA DEL INSTITUTO
V. - CONSÉRVENSE LAS OBRAS DEL INSTITUTO
[1]
El Siervo de Dios P. Jenaro Fernández Echeverría nació el 19 de enero de 1909
en Dicastillo, Navarra; vistió el hábito de Agustino Recoleto en Villaviciosa
de Odón, Madrid, en 1924. Emitió la profesión solemne en Monachil, Granada, el
20 de enero de 1930 y fue ordenado sacerdote en Roma el 24 de enero de 1932.
So doctoróe n Derecho Canónico en la Pontifica Universidad Gregoriana y en
Roma transcurrió casi toda su vida religiosa. San Juan XXIII le nombró perito
de la Comisión preconciliar y conciliar
de los obispos y del gobierno de la diócesis, de la que fue secretario;
fue comisario y consultor de la Sagrada Congregación para los Religiosos e
Institutos Seculares. Falleció en Roma el 3 de julio de 1972 a consecuencia de
un accidente de moto sufrido uso días antes, el 26 de junio y fue enterrado en
el cementario del Verano de Roma.
https://www.agustinosrecoletos.com/wp-content/uploads/2016/09/4292doc_semblanza_jenaro_fernandez_esp.pdf
consultada el 15 de enero de 2021.
[2]
Clausura del Proceso Ordinario de la Causa de
Beatificación y Canonización de la Madre Fundadora, en Madrid el 3 de mayo de
1921 (AnMC III/9 (1 de julio 1921) 2); primer viaje de la Superiora General,
M. María Teresa Orti, a Roma y primer encuentro del Instituto con el Santo
Padre, del 4 de mayo al 11 de junio de 1921 (AnMC III/9 (1 de julio 1921) 1-6.24s.); ingreso de M. María Herminia
Rodríquez de Armas en el Instituto, el 18 de octubre de 1921 (I LR, p. 74).
[3]
El texto, que responde a una solicitud hecha al P. Genaro Fernández para el
Capítulo General de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada en 1968,
menciona a la Madre Fundadora con el título de ‘Beata’ que sustituímos por el
de ‘Santa’ habiendo sido canonizada por San Pablo VI el 25 de Mayo de 1975.
[4]
Cfr. PC, n. 2, Documentos del Vaticano II, BAC edición de bolsillo, Madrid
1968, p. 408.
[5] Mgr. Armand François Le Bourgeois, ex
Superior General de los Eudistas; ex Asistente Eclesiástico de la. U.I.S.G.;
Vicesecretario de la Comisión Conciliar de Religiosos; nació el 11 de Febrero
de 1911; fue oir denado sacerdote en la Congregación de Jesús María el 17 de Mayo de 1934; nombrado Obispo
de Autum el 22 de Marzo de 1966, gobernó la dióceses hasta el 31 de Julio de
1987 y falleció el 2 de Febrero de 2005 https://www.catholic-hierarchy.org/bishop/bleb.html
consulta realizada el 14 de Enero de 2021.
[6]
Cfr. [María Teresa Orti y Muñoz],
Vida y virtudes de la Reverenda Madre
Vicenta María López y Vicuña, angelical fundadora del Instituto de Hijas de
María Inmaculada para el Servición Doméstico, 2ª ed., Barcelona 1918, pp. 177–179.
[7]
Cfr. Vida pp. 227 – 230
[8]
Vida pp. 242-249.
[9]
Vida. pp. 231-238.
[10]
Isidro Hidalgo y Soba nació en Revellinos de Campos, provincia de Zamora, el
23 de marzo de 1832, y fue bautizado el día 28 en la parroquia de Santo Tomás
Apóstol[10].
Ingresó ya sacerdote en la Compañía de Jesús el 19 de agosto de 1862.
De 1867 a 1873 enseñó Teología
dogmática, Historia eclesiástica y Liturgia en el Seminario Central de
Salamanca. Profesó el 2 de febrero de 1874. En julio de 1875 fue destinado a
Madrid, como superior de la residencia jesuítica de Tabernillas, 2, y Capellán
Mayor y Confesor de las religiosas del Primer Real Monasterio de la
Visitación. A partir de este momento, el P. Hidalgo, tiene siempre su residencia
habitual en Madrid, donde murió el día 23 de enero de 1912. Cf. María Digna Díaz Pérez, rmi, Historia de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada, t.
I (HistRMI, I), Madrid 2002, p. 216-217. (Mendizábal,
12.657).
[11]
El P. Luis Pérez S.J. nació en Sahagún (León) el 20 de junio de 1809; ingresó
en la Compañía de Jesús el 13 de marzo de 1863; vivía entonces en la residencia jesuítica de
Madrid como confesor de la Iglesia Jesuítica de hospitales y encargado de dar
Ejercicios. En 1878 lo encontramos en Puerto de Santa María, donde murió el
22 de abril de 1829. (Mendizábal, 5.069).
[12]
Nació en Madrid el 16 de mayo de 1816. Bachiller en Leyes por Toledo en 1834.
En 1843 Doctor en Jurisprudencia por la Universidad de Madrid. Sacerdote de
grande oración, celo y mortificación. Fue director espiritual de la
Congregación. Cuando san Antonio María Claret fue nombrado arzobispo de
Santiago de Cuba se llevó consigo al P. Lobo que ejerció los cargos de
Provisor, gobernador eclesiástico y vicario general, tesorero y deán.
Fuertemente vinculado a la Congregación de la Doctrina Cristiana la fundó
también en Cuba. En 1856 renunció a todos sus cargos y regresó a España. En
1857 entró en la Compañía de Jesús profesando en 1859. Fue Provincial de
Castilla, durante los años 1872-1876. Murió en Madrid, el 5 de diciembre de
1882. cfr. María del Carmen SIMÓN PALMER, La
enseñanza privada en Madrid, p. 231-232. (Mendizábal,
5.684)
[13]
Victorio Joaquín Medrano Gelos, nació en Puente
la Reina (Navarra) el 23 de noviembre de 1811 y, ese mismo día recibió el
bautismo en la Iglesia parroquial de Santiago y San Pedro. En marzo de 1836
fue ordenado sacerdote, y destinado interinamente a un Beneficio vacante en
Pamplona. En 1839 fue nombrado párroco de la parroquia de Santiago en la misma
ciudad. Ingresó en la Compañía de Jesús el 8 de octubre de 1843, profesó el 15
de agosto de 1850. Fue maestro de novicios en el Puerto de Santa María y, en
1863 llegó destinado a Madrid como superior de la residencia de la calle
Cañizares. Desde entonces, hasta 1871, colaboró en el Asilo de Sirvientas y
dirigió espiritualmente a Santa Vicenta María. Trasladado a Santiago de
Compostela volvió a Madrid en 1876, donde permaneció unos meses. Residió
posteriormente en Tudela y Carrión de los Condes. En 1880 vuelve de nuevo a
Madrid, donde falleció el 16.10.1880. (Mendizábal,
5.305)
[14]
D. José Pascual y García fue asiduo colaborador
del Asilo de Sirvientas, desde que se estableciera la Segunda casa en las
habitaciones del ex-convento de San Francisco. Siendo ya sacerdote ingresó en
la Compañía de Jesús, en el Puerto de Santa María, en 1868 [entre finales de
febrero y primeros de marzo]. La revolución de septiembre dispersó a Padres y
novicios y D. José Pascual volvió a su diócesis de Madrid.
[15]
Vida pp. 481
[16]
ApEjSVM 1879, 2º, 1ª en Santa Vicenta
María López y Vicuña, Apuntes de
Ejercicios Espirituales, Roma 1986, p. 166.
[17]
ApEjSVM 1871, 7º, 3ª, p. 76.
[18]
ApEjSVM 1869, 4º, 3ª, p. 42.
[19]
ApEjSVM 1868, 7º, 1ª, p. 25.
[20]
ApEjSVM 1872 2º, 2ª, p. 85.
[21]
Cf. ApEjSVM 1869 7º, 1ª-2ª, pp. 46-47.
[22]
Cf. ApEjSVM 1869 7º, 2ª, p. 47.
[23]
ApEjSVM 1868 7º, 1ª, p. 25.
[24]
ApEjSVM 4º, 2ª, p. 42.
[25]
Mons. Antonio María Cascajares y Azara.
[26]
Mons. José María Cos y Macho.
[27]
ApEjSVM 1868, 5º, 2ª, p. 22.
[28]
Cf. ApEjSVM 1880, 4º, 3ª, p. 179.
[29]
Cf. ApEjSVM 1869, Reforma, p. 50.
[30]
ApEjSVM 1870, 7º, 4ª, p. 63.
[31]
ApEjSVM octubre 1876, 6º, 1ª, p. 136.
[32]
ApEjSVM octubre 1876, 5º, 1ª, p. 135.
[33]
ApEjSVM 1869 5º, 1ª, p. 43.
[34]
ApEjSVM 1873, 8º, p. 106.
[35]
ApEjSVM octubre 1876, 8º, 2ª, p. 139.
[36]
Cf. ApEjSVM 1881, 5º, 4ª, p. 191. Otras devociones de la Santa: La Santísima
Trinidad. En su fiesta, 7 de junio de 1868 se inauguró el primer oratorio de
la Obra, en la misma fiesta 11 de junio de 1876 tomó el hábito con las dos
primeras compañeras y emitió sus primeros Votos en idéntica fiesta el 10 de
junio de 1878. La devoción a la Santísima Trinidad tenía raíces muy antiguas
en la familia Vicuña, doña Eulalia se preocupó de inscribir, apenas separó la
“Casa segunda de Huérfanas y Sirvientas de Madrid” de la primera, a todos sus
componentes: señoras colaboradoras y chicas, a la Archicofradía de la
Santísima Trinidad, enriquecida con muchas indulgencias. Los cofrades,
costumbre recogida fielmente por nuestro Instituto, rezaban el Trisagio. Son
devociones y títulos, que recurren en los escritos de la Santa: el Espíritu
Santo, el Ángel de la Guarda, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús. En
el catálogo de fiestas litúrgicas que señaló como días de comunión para todas
las Hermanas indica mucho más.
[37]
Nota del P. Jenaro: Acerca del origen de las Constituciones véase: “Breves antecedentes históricos de las
constituciones y Reglas” que se repartió en la primera sesión.
[38]
El Beato Sancha fue Obispo Auxiliar de Toledo con residencia en Madrid desde
1876 hasta 1882, y después de haber sido titular de Ávila, lo fue de Madrid
desde 1886 hasta 1892 que fue trasladado a Valencia y de allí, ya como
Cardenal a la Diócesis Primada en 1898 donde permaneció hasta su muerte el 28
de febrero de 1909.
[39]
AnMC VII/27-28 (1925) 2-14.
[40]
Falta aún una investigación rigurosa que pueda confirmar o desmentir en todo o
en sus partes esa afirmación.
[41]
Cf. Carta Circular, Madrid diciembre
1911 en 100 Años de animación
congregacional, t. I, p. 58.
[42]
Un estudio del proceso de elaboración y desarrollo de las Constituciones
arrojará luz acerca de cuánto hay de propuesta del Instituto o iniciativas de
M. María Teresa Orti en las modificaciones de las Constituciones y cuánto hay
de imposición por parte de la Sagrada Consgregación.
[43]
La imposición de la “clausura” para las religiosas provocó la creación de la
tercera clase de Hermanas, o auxiliares que cubrieran los servicios de la
calle. Al no ser aprobadas por Roma quedaron libres de la Regla de la clausura
las Hermanas Coadjutoras.
[44]
Reglas Generales.
Deberes para con las acogidas, n. 499.
[45]
Cf. Reglas de la
Prefecta General de las externas, n. 207; Relgas de la Prefecta General de
internas, n. 250; Reglas de las Prefectas de las cosas espirituales, n. 256.
[46]
Carta Circular, Madrid 18 de marzo 1903 en 100
Años de Animación Congregacional, t. I, p. 47s.
[47]
Anales nº, 3556 pág. 7-10.
[48]
Reglas de las Hermanas directoras de
Ejercicios espirituales, en Santa
Vicenta María López y Vicuña, Apuntes
de Ejercicios Espirituales, Roma 1986, p. 343
[49]
María Dolores (M. María Vicenta de Jesús) nació en Ciempozuelos (Madrid) el 26
de febrero de 1892; entró en la Congregación el 17 de mayo de 1917; vistió el
habíato el 17 de noviembre del mismo año; hizo los primeros votos el 8 de
diciembre de 1919; emitió la profesión perpetua en la Casa Madre el 10 de
diciembre de 1924; falleció en Palencia el 6 de octubre de 1979. I LR, p. 139.
[50]
E.Y. H. de M.I., La nueva Enfermería de
María Inmaculada, en AnMC XC/103 (junio 1933) 103-105
[51] AnMC I/1 (30.07.1919) 29; II/3
(15.01.1920) 30-31; XV/103 (06.1933) 115.
[52] AnMC I/2 (15.10.1919) 36-37.
[53]
AnMC I/1
(30.07.1919) 27. Mercedes (M. María de la Rosa) Baylín Arámburu nació en
Madrid el 1 de octubre de 1891; entró en la Congregación en Zaragoza el 19 de octubre
de 1911; vistió el hábito en el Noviciado de Madrid, Ríos Rosas el 14 de abril
de 1912; hizo los primeros votos el 19 de abril de 1914; emitió la profesión
perpetua en la Casa Madre el 21 de abril de 1919; falleció en Barcelona el 2
de noviembre de 1971. I LR, 28.
[54]
Ana Márqués: M. María de la Concepción Marqués.
[55]
María Teresa Orti y Muñoz, RMI, Carta
circular, Madrid 18 de marzo de 1903, en 100 Años de animación congregacional, t. I, p. 45.
[56]
Cf. Carta circular, Madrid 1 de
noviembre de 1920, en 100 Años de
animación Congregacional, t. I, p. 71ss.
[57]
Cf. Carta circular, Madrid 15 de
agosto de 1922, en 100 Años de animación
Congregacional, t. I, p. 74ss.
[58]
Cf. Carta circular, Madrid 8 de
julio de 1925 en 100 Años de animación
congregacional, t. I, pp. 104-110. Cf. MTO, Carta circular, Madrid 26 de febrero de 1925, en Ib. pp. 88-93.
[59]
Carta circular, Madrid 8 de julio de
1925 en 100 Años de animación
congregacional, t. I, pp. 109-110.
[60]
Carta circular, Salamanca 29 de junio
de 1939 en 100 Años de animación
congregacional, t. I, p. 151.
[61]
Cfr. Enfermedad y muerte de nuestra
Rvdma. Madre General María de San Luis de Caso.
[62]
Rescripto n. 6082/41, del 12 de agosto de 1941, firmado por el Cardenal
Salotti.
[63]
La comunidad de la Casa Madre asumió una misión en el Barrio de San Blas que
dio origen a la fundación de una nueva casa, mientras la comunidad de Ríos
Rosas prestó servicios temporalmente en el Barrio de la Alegría.
[64]
Seguimos en la definición de este vocablo y de los siguientes a Commentarium pro Religiosis, 1967, 34,
[65]
ApEjSVM 1871, 7º, 3ª, p. 76.
[66]
ApEjSVM 1868, 3º, 2ª, p. 20.
[67]
ApEjSVM 1868, 2º, 3ª, p. 20.
[68]
ApEjSVM 1869, 7º, 1ª, p. 46.
[69]
ApEjSVM 1876, 5º, 1ª, p. 135.
[70]
ApEjSVM 1871, 8º, p. 77.
[71]
Reglas generales: Deberes para con las acogidas, n. 501
[72]
El XV Capítulo General de la Congregación celebrado en Roma del 25 de enero al
3 de marzo de 1967, elaboró un “Guión de vida espiritual” que debía sustituir a las Prácticas y costumbres. Su contenido
entró en vigor el día 11 de octubre de 1968, por decisión de la Sesión
extraordinaria del mismo XV Capítulo General, celebrada en Roma del 15 de mayo
al 3 de julio de 1968. Lo cierto es que el “Guión
de vida espiritual” nunca llegó a imprimirse.
[73]
Constituciones 1882, conclusión.
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