viernes, 2 de marzo de 2018

¿Qué tendrá lo pequeño...?



No sé de quién lo aprendí pero me gusta preguntarme de vez en cuando: ¿Qué tendrá lo pequeño que tanto a Dios le enamora?
Se cumplen hoy 149 años de la muerte de Manuel María Vicuña... un hombre grande que supo hacerse pequeño porque lo pequeño enamora a Dios... No es tarea fácil llegar algún día a hilvanar una biografía de Manuel María Vicuña, pero nadie ha dicho que lo difícil sea imposible.
La única vez que Manuel María se enamoró de una mujer, rompió el silencio con respecto a su persona, porque: "el corazón tiene razones que la razón no entiende".
En Cascante se consolidó la vocación de Manuel María Vicuña
Tenía ya 40 años cumplidos cuando escribió desde Cascane, al que pudo haber sido su suegro, una carta que más que una petición de mano es un relato autobiográfico... 


A D. Felipe López Valdemoro, en Madrid.

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Cascante 24 de febrero de 1843

Mi estimadísimo Sr. D. Felipe: Después de pedir a Dios con instancia el acierto y de consultados sus vicegerentes para mí en la tierra con aprobación de todos y satisfacción completa de mi Sr. tío y hermanas ha llegado felizmente el día de declarar a V. abiertamente que amo para esposa a Inesita con toda la eficacia y pureza de que mi corazón es capaz. La amo por su juicio, talento y finura, prendas que descuellan entre tantas otras físicas y morales como reúne, y que la hacen para mí la mujer más apreciable que he conocido; pero sobre todo la amo porque creo firmemente que por su bondad soy amado verdaderamente y el propio intento que a mí me guía; bien que con la sujeción debida a la voluntad de V. conforme a la sana y esmerada educación que ha recibido y a la docilidad genial y sumisión de la mejor hija que su trato descubre. Aunque su decoro y mis principios han impedido que nos hayamos fran­queando los sentimientos de nuestro mutuo afecto, mi corazón me dice que el fondo de los dos es uno mismo. A tener sobre esto la menor duda, nunca me hubiera decidido a dar el paso para que sirve esta carta. Deseo lo entiendan V.V. así  y que siendo lo que me interesa más en este mundo lo fío a su conciencia la declaración más franca y espontánea de In[esi]ta.
Pero aunque yo suponga que por su bondad no por mi mérito, tenga su amor y por otra parte vea que es imposible me conozca yo cual soy y que debo serlo ya de VV. acaso mejor; me parece conviene para asegurar el acierto de V.V. así como par mi tranquilidad interior que yo me explique con alguna extensión sobre mis circunstan­cias principales para que no engañen las apariencias  favorables que haya en mí de cuya falsedad no es tanto mía la culpa como de los que a ciega o ligeramente me juzgan. Aunque sea pues a costa de mi amor propio me desahogaré manifestando las dificultades que en mis meditaciones sobre este asunto me han ido ocurriendo y al paso también  como he ido dándoles salida de alguna manera mi amor a In[esi]ta y el convencimiento que mi conciencia me dicta de que Dios nos destina a ser felices unidos. Ahora no permita este Sr. que al dar yo mis explicaciones se vea en ninguna o parezca verse tendencia a condiciones o cosa equivalente pues el amor alma del matrimonio no admite condiciones sino que suple por todo y hace que una vez abrazado ningún sacrificio se perdone en obsequio del objeto amado, que es lo que yo con la divina gracia me propongo hacer sin dudar de la correspondencia para su caso.
Vamos a nuestros intento discurriendo con franqueza y dejando a VV. la más absoluta para resolver.
No necesita V. que yo le advierta que la igualdad proporcional entre los esposos es una de las circunstancias más recomendables para la felicidad del matrimonio porque aquella trae la igualdad también de inclinaciones y contri­buye  a conservar el mutuo amor y la facilidad de auxiliarse recíprocamente toda la vida. Yo cumplí 40 años en agosto último e Inesita tendrá alguno más que la mitad, y por más que ordinariamente se repare poco en estas diferencias yo me detuve en el principio deseando que la de nuestra edad fuese 4 ó 6 años menos; pero al cabo me tranquilicé hallando la compensación en el juicio de Inesita y en mi deferencia genial. Creo no sea ilusión.
También me ocurrió desde luego la equivocación en que Inesita podría incurrir creyendo mi cabeza lo que no es y quizá considerándola privilegiada como la de V. así en el físico como en lo mental . Aunque gracias a Dios gozo y he gozado siempre de una salud igual y no he tenido enfermedades fuera de las fluxiones a la boca que han causado la ruina casi total de mi dentadura; pero además de esto hay que contar con que mi complexión no puede decirse robusta o capaz para grandes fatigas bien sea porque la vehemen­cia de mi espíritu altere mi físico o por cualquiera otra razón que yo no alcanzo. En cuanto a mi talento si llega a mediano, se rebaja mucho porque esa misma vehemencia me hace más tardo para comprender al paso que me obliga a querer estudiar hasta en sus ápices los asuntos y así resulta que yo gasto en el despacho de estos doble tiempo que cualquiera otro y que este amor trabajo lo paga mi salud, y por consiguiente mi aptitud no es con mucho lo que parece. Sin embargo fío en Dios cuya vocación creo que sigo que me dará fuerzas y hará llene las obligaciones de mi estado venciendo esta nimiedad que tanto me perjudica en lo que exceda a la delicadeza que exigen la concien­cia y el honor cuento superar con el mismo auxilio y el de la penetración tan poco común de las que espero me conceda el cielo para corresponder para vencer o suplir según eficazmente lo deseo mi sencillez o sea la falta de discreción o conocimiento del corazón humano que frecuentemente advierto en los negocios comunes influyendo en mí por otra parte desgraciadamente acerca de ellos el pícaro respeto humano con tantos otros defectos que mi fatal memoria no me presenta ahora y que se añaden a los muchos más que el desmedido amor propio me encubre. Hablo como siento delante de Dios.
En cuanto a intereses, por de pronto, si bien con algunas esperanzas para el provenir puede decirse también que no soy más aventajado. Las guerras y contra­tiempos los han reducido especialmente los de mis abuelos maternos y tres extraordinariamente. Heredo de mis padres con responsabi­lidad de dotar a mis hermanas y consumidos por consecuencias de la guerra, alojamientos que nos quedaron en metálico se calculan el valor de la casa y hacienda de Estella que he mandado tasar sobre 10.000 pies de a 4 pesetas moneda de Navarra de los que deben descontarse 3.000 importe de cada uno de los dos dotes y unos 10.000 rs. que aún se restarán a Eulalia. Los productos no puedo por de pronto tampoco puntua­lizarlos y sólo sé que no corresponden al que en esa capital y aun aquí tienen las fincas mucho menos no habiendo allí ya ninguno de la familia; para no andar en particiones y poder mejor venderlo todo junto o que entre por ello alguna de mis hermana llega a domiciliar en dicha ciudad, suponiendo que el marido de la que ha casado aquí ha de estar a la vista le hemos cedido para este intervalo la mitad del producto. contando con que la hermana menos que queda soltera vivirá en la compañía de mis hermanos de esa o del Sr. tío, siendo solo de mi cargo entregarle su hijuela o dotación llegado su caso.
Las líneas de los abuelos maternos o sea, de los tíos pues que Madre quedó pagada en vida de su haber han recaído en este mi Sr. tío por su propio derecho o como usu­fructuario. Las hay libres, aunque son las menos en Agreda y aquí, y la mayor parte con correspondientes a una cape­llanía merelega de que aquel es primer poseedor y que por derecho de sangre debía recaer en mi línea o sucesión si valiesen las reglas generales de la fundación pero que para casos como el de las leyes hoy vigen­tes dispone la distribución de bienes entre el capellán y sus sobrinos. El total valor de unos y otros puede calcu­larse sobre 300.000 rs. y además hay bastantes créditos siendo el principal uno de 70.000 rs. contra la Villa de Agreda, miserable hoy, pero que debemos esperar sea otra cosa completándose la carretera de esa corte a Francia en que están trabajando. Las probabilida­des pues son que a su tiempo entraremos los cuatro hermanos o quienes nos representen por iguales partes en la sucesión de dichos beneficios en los cuales como en todos los demás libres de Navarra y que saben ya que sus leyes dan el usufructo al cónyuge Ahora mi Sr. tío por varias razones y especialmente por su genio y carácter de eclesiástico al paso que no obtiene los rendimiento que otro de diferentes circunstancias podría conseguir, tiene para sus distribución multi­plica­das las atenciones de caridad, etc. y además después de haber coadyuvado para la colocación de Nicolasa se propone hacerlo también cuando llegue la de Dominica a quien debe proteger más que a mí. En estas circunstnaicas por un esfuerzo de su afecto y generosidad ofrece para mi alojamiento el cuarto o casa que ahí tome y darme la librería por de contado de nuestro Difunto. Así que de todos modos mi principal recurso en esa debe ser la aboga­cía; conque si se verifican mis designios creo deber contar con la protección de V. para ejercer esa profesión con alguna utilidad desde luego, y a los por el tiempo suficiente para hacerme lugar o conocimiento en la Curia.
También me parece debo hacer en esta mención de mis compromisos políticos. Suponiendo me harán V.V. la justicia de creerme muy ajeno de figurar, también espero me la hagan al manifestarles que desde el 1er cargo de Vocal de la Junta de Navarra que se me confirió a luego de haberme llevado a casa la enfermedad última de mi difunto padre fueron multiplica­das mis renuncias dirigidas por el conocimiento de mi inaptitud a la par de la presión tan ardua en que sus atribuciones y las circunstancias colocaban a aquella corpora­ción previen­do que en ella iba a ser uno víctima estérilmente. Pero en proporción inversa de mis esfuerzos por no mandar fuesen el empeño y mandatos que racionalmente me forzaron sin excusa, y gracias a Dios que me salvó del destino de juzgar, el más terrible en medio de la guerra y al que desde el principio mire para mí al menos como imposible resuelto a pasar por cuanto había en el mundo antes que admitirlo. Por dicha mía puedo decir que generalmente me ocupé siempre de hacer bien o aminorar los males inevitables, sin que me parezca haber quedado enemis­tado con ninguno antes en todos los partidos tengo muy buenos amigos. Por lo demás ahora como siempre he apetecido seguir las huellas de mi difunto tío y toda mi ambición se cifra en vivir retirado e independiente con la abogacía, asumiéndola cuando haya estabilidad y mi compromiso con cualquiera asesoría de rentas. Mas si como es tan fácil andando el tiempo, el error o afecto imprudente de los que creen conocerme y estimarme me comprome­tiesen en otra cosa, llano es que cuanto deba hacer ha de ser consul­tando a la que una su suerte con la mía y procurando su bien y voluntad después de la de Dios antes que la mía.
En medio de las interrupciones en que escribo y sin tiempo para más no pudiendo sufrir pasar ya más tiempo sin dirigir a V. esta carta, no ocurre otra cosa que añadir sino que quedo dispuesto a satisfacer a V.V. en cuanto crean oportuno.  He preferido hablar a V. por escrito porque siempre se hace con más exactitud y por dejar a V.V. más libertad contes­tando en la propia forma. Estamos ya aquí reunidos con el Sr. tío los sobrinos y por complacerle habremos de detenemos unos 10 días. Si V. pudiera responderme antes de separarnos se lo agradeceríamos todos; en la inteligencia de que son un sí desnudo quedarán cumplidos todos mis deseos.
Ofrezco a V.V. la voluntad más sincera y decidida y a Inesita el sacrificio más constante de ella que es cuanto se halla a mi alcance, al paso que le ruego a Dios el acierto y que después confíe ciegamente en su providencia pues es de fe que a quien busca el reino de Dios lo demás se le dará por añadidura.
Mi Sr. tío y Eulalia particularmente así como mis hermanos saludan a V. afectuosamente y a su Sra. Dª Mari­quita con Inesita, Diego y Norberto con besos a los niños y yo me repito suyo con todo mi corazón absolutamente suyo y B.S.M.


Manuel María Vicuña

Pudo haber sido... pero no fue. Los planes de Dios que Manuel María había seguido siempre con escrupulosa fidelidad... no habían cambiado... los hijos de Manuel María seguirían siendo los pobres. Por ellos y para ellos viviría en escrupulosa fidelidad a su vocación cada uno de los días de vida que el Señor le regalara.
Su humildad, su pobreza, su fe, su clara visión del camino hacia la salvación que Cristo nos ofrece... hicieron el milagro de un hombre grande que se identificó con los más pequeños.

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