Hace 100 años... el 4
de mayo de 1924, segundo domingo de Pascua, la recién fundada casa de
Religiosas de María Inmaculada en Roma, vía Palestro[1], echó campanas al vuelo para celebrar con el
mayor esplendor posible la inauguración de la primera capilla que establecía en
Instituto en Europa, fuera de España.
Al día siguiente, M.
María Francisca de Javier Roura escribió a la Madre General y su Consejo[2] dando noticias de lo vivido en la nueva casa:
5 de Mayo de 1924
Mis amadísimas
Reverendas Madres: Como sé cuánto nos han ayudado todas con sus oraciones para
el buen éxito de esta tan suspirada fundación de Roma, es muy justo que les
hagamos participar hoy de nuestra alegría, al ver coronados, en parte, los
esfuerzos de todas; ya me conocen y saben que no me gusta ponderar las cosas,
pero cuanto les diga de la hermosa fiesta de ayer me quedaré corta.
Quiero lo
primero decirles cómo es nuestra preciosa capilla. Como eran dos salones y se
ha tenido que tirar un muro, han hecho un arco que ha quedado muy bien; encima
de él hay pintados tres frescos, imitando mosaicos; el de en medio, representa
el Corazón Eucarístico de Jesús, y los de lados, dos ángeles en actitud de
orar. Pasando este arco empieza el presbiterio; en él se ha puesto la mesa de
altar que había en el oratorio que, como habrán visto en la fotografía, es una
verdadera joya, todo tallado en nogal; se han hecho el Sagrario y el
Manifestador algo parecidos. Después del altar, imagínense a la encantadora
imagen de la Santísima Virgen que de esa casa trajimos, colocada como lo saben
hacer los italianos.
Como este salón de acceso al jardín por una gran puerta de cristales, ésta se tabicó, haciéndole como una media naranja, y allí, en alto, tocando casi el techo, se hizo el camarín donde está la Virgen. Lo han pintado tan bonito que a todos encanta. En la parte más baja se ve el firmamento en tonos claros, y después, ya casi junto a la cara de la Virgen, hay de ochenta a cien cabezas de ángeles, pero tan bien hechas, que de lejos parecen enteramente de relieve. Como aquí no hay apenas imágenes de escultura, a todos llama notablemente la atención, y los obreros que trabajan en la obra han pedido traer a sus familias, las que se quedan enamoradas de la Madona como ellos dices. Un Monseñor que vino a visitarnos, al entrar en la capilla, exclamó admirado: «O belleza».
Al lado
derecho del presbiterio está nuestra tribuna, donde se ha puesto el armonium y
aún hay sitio para cincuenta personas.
Una vez que ya
tienen idea del local, voy a empezar con la fiesta y preparativos. Dejo a su
consideración los trajines del sábado; había en la capilla carpinteros,
herreros, electricistas, pintores, etc., a todo esto, la Madre M. Divino
Corazón ensayando con las cantoras; las Hermanas limpiando y arreglando;
parecía esta casa, el fin del mundo, y como en tales ocasiones no suelen faltar
notas célebres, a las cinco de la tarde, cuando todas estaban más engolfadas en
nuestro cometido, se nos presentó la princesa B. (la que visitó esa Casa),
quien haciéndose cargo de todo se marchó ofreciendo volver. Seguimos nuestros
preparativos, que duraron hasta la una de la madrugada, hora en que pudimos ir
a descansar.
Llegó por fin
el día cuatro tan suspirado; hicimos nuestra oración, y a las ocho menos
minutos entraba el señor Cardenal, esperándole en el dintel de la puerta,
cuatro alumnos del Colegio Español, el señor Capellán, Madre Superiora conmigo
y las dos Asistentes. Acto seguido entró en la capilla y después de orar un
breve rato se hizo la bendición; a continuación la misa, con cánticos que no
resultaron mal; como todos los techos son abovedados tiene muy buenas
condiciones acústicas; no éramos más que cuatro cantoras y parecía un coro
nutridísimo.
El momento de
la Sagrada Comunión fue conmovedor, la Capilla estaba llena, pero lo que llamó
la atención del señor Cardenal y de todos, fue el grupo de nuestras colegialas.
Eran veinticinco y estaban todas con velitos como los que se usan en España,
pues aquí todas comulgan con sombrero; estaban tan modestitas y recogidas, que
nos dijo el señor Cardenal que las habíamos cristianizados y que ya tenían
cierto sello español.
Terminada la
Misa, se cantó el Veni Creator, para pedir la asistencia del Espíritu
Santo; y después de la acción de gracias, el Cardenal Mr. Vico se despidió,
dispuesto a volver por la tarde.
Estaba
anunciada la función para las cinco; a las cuatro empezaron a llegar invitados.
No pueden hacerse idea de cómo estaba la capilla. Representaciones de casi
todas las Congregaciones, especialmente españolas; todos los Misioneros del
Corazón de María; ocho Padres de la Compañía de Jesús, entre ellos el Reverendo
Padre Mostaza, Arregui, Basterra, Páramos, etc.; veinte Trinitarios,
Franciscanos, Capuchinos, Dominicos; y Religiosas Adoratrices, Siervas de
María, de la Esperanza, Hospitalarias, Jesús María, de la Presentación,
Catequistas y dos o tres más que no recuerdo; diez o doces Monseñores del
Vicariato; todas las señoras de la Junta de la Protección de la joven y toda la
colonia española con la Condesa de la Viñaza[3],
que es la esposa del Embajador cerca del Rey; en fin, me haría interminable si
nombrase a todos. Como les digo, la capilla estaba hasta el jardín y la tribuna
también atestada.
A las cinco se
rezó el Santo Rosario, a continuación el sermón en italiano por Mr. Fabery, que
habló de la acción social que desarrolla el Instituto, entrelazándolo con las
virtudes de nuestra angelical Madre; terminado éste se expuso el Santísimo,
cantamos un Motete y la Letanía y enseguida tuvo lugar la solemnísima Reserva. El
señor Cardenal y se revistió en el oratorio con un rico terno de lama de oro
que, para este acto, nos dejaron bondadosamente los Padres de la Compañía. Se
organizó la marcha a la capilla. Iban delante, con roquete y vela, unos treinta
alumnos del Colegio Español y, por último, el señor Cardenal de pontifical, con
su larga cola de damasco, la que llevaba un estudiante con su traje blanco,
propio de esta ceremonia. La entrada en la capilla dicen que resultó magnífica.
El señor
Cardenal entonó el «Te Deum», alternando con los Padres; resultaba
conmovedor; después de las preces se cantó el «Tamtun ergo», luego la
Bendición y al momento de cerrar el Sagrario entonaron con fervor el Himno del
Congreso al que con gran entusiasmo se unieron los españoles; fue un momento
emocionante que nos hizo derramar lágrimas. A la salida, ya en el jardín, todos
venían a felicitarnos complacidos. Gracias a Dios no tuvimos nada que lamentar,
más que la falta de Vuestra Reverencia, Madre mía, como así lo dijo el señor
Cardenal.
No quiero
retrasar ésta, que me encomienden a Dios, a M. Superiora que he recibido su
carta y Vuestras Reverencias saben las ama muy de corazón su hija que en el de
Jesús las abraza,
María
de Javier, Hija de M. I.
[1]
El día 22 de diciembre de 1923, habían llegado a Roma las primeras religiosas destinadas a la fundación, las MM. María
Margarita Lozano, María Elvira Arias, María Susana Cárdenas y Paz de María
Diego, y las HH. María Inmaculada Beltrán, María Dominica Saez y María del
Prado Cambronero. El día 1 de enero de 1924 tuvieron la primera Misa celebrada
en el oratorio de la casa por el Rector de Colegio Español, D. Carmelo Blay. El
día 14 de marzo de 1924 llegaron a Roma
otras ocho religiosas: MM. María del Divino Corazón Esparza, Victoria de la
Cruz Martín, María de Lestonac Doncel, María del Buen Consejo Sainz Ezqyuerra y
las HH. María Veneranda Camarero, María de San José Jiménez, María del Niño
Dios Meneses y María del Sagrado Corazón Azpeitia.
[2] La carta salió publicada en la revista «Anales de mi Colegio», AnMC VI/21 (1.07.1924) 17-19.
[3]
Concha Roca-Tallada y Castellano, casa con Cipriano Muñoz y Manzano, II Conde de
la Viñaza. Cf. https://es.wikipedia.org/wiki/Cipriano_Mu%C3%B1oz_y_Manzano
consultada el 4 de mayo de 2024.
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