Se cumplen hoy 100 años de una particular jornada en la historia del Instituto… El 16 de octubre de 1923 se celebró en la Casa Madre el VII Capítulo General marcado por dos hechos que no dejan de ser singulares y significativos.
M. María Teresa Orti y Muñoz |
El
primero de ellos es la decisión de M. María Teresa Orti, secundada por el
Consejo General de evitar que viajaran desde América dos religiosas de cada una
de las siete casas abiertas para participar en el Capítulo General, “en
consideración a los gastos” que ellos ocasionaba. La Santa Sede propuso que
se celebrara un “capítulo de América” con delegadas de todas las casas,
pero reunir a las de Buenos Aires, Santiago de Chile, Río Janeiro, con las de La
Habana, México, Puebla de los Ángeles y Guadalajara redundaba en un gasto que
hacerlas venir a España, dado que de ese “capítulo” debían salir dos delegadas
que representaran a las casas de América en el Capítulo General. M. María Teresa
encontró una solución que pareció más viable: dos religiosas representarían a
las casas de América del Sur y otras dos a las de Cuba y Méjico. Hechas las
votaciones viajaron a España, M. María Magdalena de Pazzis Álvarez y Montesino
y M. María de la Saleta Zubeldia en representación de Cuba y México; y M. María
el Consuelo Maciá y M. Maria Susana Cárdenas para representar a Buenos Aires,
Santiago de Chile y Río Janeiro.
El martes
16 de octubre de 1923, a las 10 de la mañana, las 39 religiosas de María Inmaculada
que formaban la Asamblea del VII Capítulo General y IV desde las aprobación de
las Constituciones, se reunieron en la Sala Capitular de la Casa Madre, bajo la
presidencia de D. Francisco Morán, Provisor y Teniente Vicario General
del Obispado de Madrid Alcalá y delegado del Sr. Obispo, D. Leopoldo Eijo Garay,
para proceder a la elección de la Superiora General. Todas sabían que las
Constituciones ya no permitían una reelección de la Madre General que llevaba
ya casi treinta y tres años gobernando el Instituto, pero todas sabían que
había otra fórmula: postular a M. María Teresa Orti para que la Santa Sede la
confirmara en su cargo aunque ello supusiera una interrupción del Capítulo
hasta recibir la confirmación de Roma.
La M. General también lo sabía y trató en vano de evitarlo.
Es una pena que la Madre tal vez no quisiera conservar el borrador de la carta
que dirigió en agosto de 1923 al Cardenal Vico, Protector del Instituto. Para
conocer su contenido nos basta la respuesta del Cardenal, fechada en Frascati
el 6 de septiembre:
Rma. M. Teresa Orti
Muy estimada y respetada Madre. Llegó a mi poder su apreciable carta en el momento de salir para el Congreso Eucarístico de Aquila; y de vuelta ya a este solitario sitio voy a contestarle la parte de su carta que tan de cerca le atañe. Pero ¿qué es lo que puedo decirle? ¿Está V. segura de lo que afirma? Si no fuera más que una suposición, mal haríamos en rechazar lo que no tenemos. Eso mismo se dijo en un Cónclave a un Sr. Cardenal el cual rechazó la tiara ¡antes de que los demás Cardenales se la ofrecieran!
Pero pongamos que V. acierta en adivinar los sentimientos de las Capitulares y que salga V. reelegida. ¿Qué puedo hacer yo para impedir que así no sea? ¿Decir a la S. Sede que no haga caso de la reelección? Pero como va V. a pedir que yo tome sobre mí la responsabilidad de que la S. Sede no haga caso de un voto del Cabildo? Vd. misma si llegara el caso, no vería en su reelección sino una disposición de la Providencia y tendría que someterse. Es verdad que tiene V. sus años, es verdad que tiene V. necesidad del apoyo de la M. Vicaria, pero todo eso lo saben las Capitulares. Yo creo que solo la Providencia Divina podría secundar los deseos de V.; pero cualquier cosa que hiciesen los hombres, podría decirse que obran por interés. Deje pues la cosa en manos de Dios y llame como medianera a María Inmaculada y a su M. Fundadora; y si se le pide un nuevo sacrificio, bien venido sea y adelante. Por lo demás con mucho gusto pediré a Dios y a M. I. que no permitan una elección que sea perjudicial al Instituto tan floreciente y lleno de tan buen espíritu.
Unos meses antes, durante su estancia en Roma, M. María del
Socorro Peñalver se había entrevistado en Roma con el Cardenal Vico y le había
asegurado «que estaba en la conciencia no sólo del Consejo sino de todas las
Superioras y del Instituto entero desde la primera a la última, que la Rma.
Madre, no ya por merecerlo, que es lo menos, sino por sus dotes de carácter,
inteligencia, corazón de madre, virtud, conocimiento y espíritu del Instituto
que bebió en su fuente por ser la primera e inseparable compañera de nuestra
santa Madre Fundadora; era la única que poseía en tan alto grado condiciones
excepcionales para el cargo de Superiora Gral.; por lo que, tenía una autoridad
con todas y le profesábamos un amor y veneración tan grande, que estaba segura
con todo el Consejo en cuya representación le hablaba, que obtendría de nuevo
los votos por unanimidad de todo el Capítulo, y si fuera posible que votaran
las demás Madres y H.H. coadjutoras, los obtendría del Instituto entero.» El
Cardenal, que conocía personalmente a M. María Teresa Orti desde su época de
secretario de la Nunciatura en España (1877-1880), se limitó a preguntar a M. María
del Socorro si esta segura de lo que afirmaba y a explicarla cuál era el
procedimiento para presentar la postulación.
M. María Teresa Orti y M. María de la Concepción con el Sr. Obispo |
M. María de San Luis de Caso |
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