lunes, 30 de agosto de 2021

30 de agosto

 




En agosto de 1879, al regreso de su primer viaje a Panticosa, pasó Santa Vicenta María unos días en Cascante junto a sus padres. Desde allí escribió, el día 30 de agosto, la que conocemos como su cuarta carta circular, dirigida a la Comunidad de Zaragoza con motivo de la Santa Visita que realizaría del 3 al 12 de septiembre a aquella casa.

Los deseos que la Madre Fundadora expresa son aplicables no solo a la comunidad de Zaragoza porque para ellas fueron escritas, sino para todas las comunidades que el Instituto tendría a lo largo de su historia, con una resonancia especial para las comunidades más pequeñas, y por ello la hemos considerado como ‘carta circular’. Entre otras cosas escribe la Madre:

El Señor haga que esa pequeña Comunidad sea un dechado de virtud y se señale principalmente en caridad, humildad, obediencia y exactísima observancia y, viviendo con mutua edificación, venga a ser un remedio de los Bienaventurados. Esto es lo que yo deseo tanto como mi propia santificación y más que ninguna otra cosa al mundo.

Recogeos a vuestro interior, convocad a vuestras potencias, tratad con el Señor que allí encontraréis, que éste es el punto donde os quiero encontrar y donde quiero que viváis siempre, para hacer todas las obras como pide vuestra vocación[1].

 

El 30 de agosto de 1890 Santa Vicenta María, convale­ciente en Burgos, escribió lo que pretendía ser el comienzo de la historia del Instituto.

Desde que la obra en favor de las sirvientas comenzó a transformarse en Instituto religioso, vibró en Santa Vicenta María una gran preocupación porque no se perdiera la historia de los sucesos que, como insensiblemente, la divina providencia ha ido enlazando para la preparación y establecimiento definitivo del Instituto y su desarrollo, y ahora, cuando en Burgos siente que vale para poco, que la muerte no debe estar muy lejana y que de algunas cosas ya no queda quien las sepa más que ella, propuso al P. Hidalgo, ocuparse de ello durante su convalecencia. La Madre, porque sabe que no vale mucho para narraciones escritas y por el temor que tienen todos a que se canse, pensó que el Padre ni tomaría en consideración la propuesta. Y no fue así; el P. Hidalgo contestó inmediatamente a la Madre desde Vitoria, no sólo aprobando sino mandándole escribir.

El día 30 recibió Santa Vicenta María la carta de su director y ese mismo día puso manos a la obra. Pero era demasiado tarde. No completó dos páginas, porque ese mismo día sufrió una nueva indisposición que le obligó a guardar cama.

Algunas noticias sobre el origen, fundación y desarrollo de nuestro Instituto.

Hace tiempo que yo tengo dos deseos: el uno dejar por escrito la historia de los sucesos que, como insensiblemente, la divina providencia ha ido enlazando para la preparación y establecimiento definitivo del Instituto y su desarrollo, y ciertas minuciosidades que, si no se escriben ahora, no se escribirán nunca. Y, aunque en nuestra historia no hay nada portentoso en lo exterior, ni cosas de grande efecto, las más pequeñas y ordinarias son interesantes para nosotras, y creo que a las contemporáneas las servirá de gusto recordarlas, y a las que vengan después saberlas; y unas otras alabarán a Dios, si estudian cuán suavemente lo ha ido disponiendo todo. Bien sé que yo no sirvo para narraciones, ni menos por escrito, pero algunas cosas ya no queda quien las sepa más que yo, y no hay más remedio que conformarse con que salga como yo soy capaz.

El otro deseo es dejar consignadas algunas de las virtudes de mis antepasados, porque yo creo que ellos fueron el cimiento del Instituto, y desde allí empezó el Señor a preparar los caminos.

Sin embargo de pasarme estas ideas por la imaginación, nunca llegaban a efecto. Ahora, viéndome en Burgos convaleciente de mi enfermedad, y, creyendo, que había de tener tiempo y que este entretenimiento no había de cansarme, pues para otra clase de trabajos no tenía la cabeza, se me ocurrió proponer a nuestro Padre Hidalgo la idea. Creía que ni contestaría a mi propuesta, pero, lejos de eso, me escribió que, no sólo le gustaba, sino que me lo mandaba. Y con esta bendición de Dios lo empiezo en Burgos el día 30 de agosto de 1890, y sea en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo[2].

 

Nunca se excluyeron en la Congregación los ofrecimientos por parte de las religiosas a los superiores mayores para ser destinadas a nuevas fundaciones o a situaciones de particular necesidad, pero las Hermanas aprenden bien en el noviciado que los intereses de la mayor gloria de Dios reclaman su total disponibilidad para responder sin titubeos a la llamada de la gracia que se manifiesta, a veces de formas insospechadas.

El 30 de agosto de 1912 llegó un telefonema a la comunidad de Oviedo para comunicar a M. María de San Estanislao de Kostka que estaba destinada a la nueva fundación en Buenos Aires y tenía hora y media de tiempo para despedirse de aquella casa y subir a un tren que la llevaría hasta Madrid donde tomaría otro con destino a Barcelona, y allí realizaría el embarque junto a su compañeras de viaje el día 3 de septiembre.

M. María Teresa designó a la superiora de Barcelona, M. Vicenta María Romero Yagüe como Visitadora de las casas de La Habana y México, pero un cáncer impidió a M. Vicenta María embarcar rumbo a América y M. María Teresa la sustituyó con su hermana carnal, M. María de Santa Teresa Romero Yagüe, que embarcó en Portugalete (Bilbao) a mitad de abril y el 30 de agosto salió de La Habana con destino a México donde pudo abrazar a las Hermanas de aquella comunidad el día 4 de septiembre.

El día 30 de agosto de 1929, M. María de la Concepción Marqués, tercera superiora general creó la primera división administrativa del Instituto con dos Provincias para España y una Viceprovincia para  América del Sur:

Jesús: Casas: Toledo, Ciudad Real, Córdoba, Sevilla, Granada, Almería, Málaga, Madrid - Ríos Rosas (Noviciado) y Valencia;

María: Casas: Burgos, Logroño, Estella, Bilbao, Oviedo, San Sebastián, Vitoria, Valladolid, Pamplona.

Viceprovincia de América sin residencia fija: Casas: Argentina, Brasil, Chile y Perú.



[1] Santa Vicenta María López y Vicuña, Cartas, RMI-BAC, Madrid 1976, n. 550.3-4. t. II, pp. 108-109.

 [2] Santa Vicenta María López y Vicuña, Cartas, RMI-BAC, Madrid 1976, Otros escrito n. 20, t. IV, pp. 470-471.

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