Con fecha 30 de julio de 1919 salió a la luz el primer número
de una revista titulada Anales de mi Colegio
y publicada por las Religiosas Hijas de María Inmaculada para el Servicio Doméstico.
Para explicar el origen y el objeto de la publicación, M. María
de la Concepción Marqués relata una conversación mantenida por ella misma con otra
religiosa que estaba de paso en la Casa Madre[1]. El deseo
de dar a conocer testimonios de vida de las jóvenes y de transmitirlos a las futuras
generaciones fue al parecer, el primer móvil de la publicación.
El relato de M. María de la Concepción, si no es real, está bien
traído, aunque la motivación más inmediata de aquella publicación fue la que ella
misma señala:
Desde estas páginas combatiremos
las corrientes de vanidad que agotan los pobres haberes y aun comprometen la honra
que tanto vale, y esos deseos de diversiones y pasatiempos en los que tantas almas
perecen; haremos ver las consecuencias fatales a que conducen esas frivolidades
que jamás podrán dar la felicidad verdadera. Avivaremos el temor santo de Dios y
la confianza en la Providencia divina; les transmitiremos con el amor al Colegio,
el amor purísimo de la Virgen nuestra Madre y nos atreveremos a decir que con estos
dos amores no es posible que se pierda ninguna colegiala[2].
No hacía falta ser más explícitos para decir que los colegios
de sirvientas iban a usar esa revista como un medio de defensa de las sirvientas
y de lucha contra las corrientes revolucionarias marxistas. Las religiosas sabían
por experiencia que una lucha abierta contra el mal trato, moral y físico, que las
sirvientas sufrían en muchas de las casas donde se colocaban, sería el peor camino.
Si las sirvientas eran acosadas, si no comían o dormían lo suficiente, si eran objeto
de burla o desprecio, el Colegio las retiraría de aquella casa y les proporcionaría
nueva colocación[3].
La revista no quería ser y no sería un medio de denuncia contra las injusticias
que las religiosas sí defendían ante las señoras.
Los Anales se dirigían
expresamente a las jóvenes colegialas o afiliadas a los colegios para sirvientas.
La formación y la información serían medios privilegiados para reivindicar sus derechos
desde el más serio cumplimiento de sus deberes.
El Colegio ofrecía a las sirvientas formación cristiana, humana
y profesional. La necesidad y urgencia de colocarse a servir cuanto antes, limitaba
su preparación. La Escuela nocturna ofreció la posibilidad de ampliar su formación
con cursos de cocina, enfermería, geriatría o puericultura; pero tampoco era fácil
que las señoras concedieran unas horas cada día a sus sirvientas con el fin de poder
frecuentar las clases. Los Anales incluyeron
una sección de “Formación profesional” que pretendía llenar ese vacío a las que
no podían frecuentar la escuela.
Una biografía de la Madre
Fundadora y noticias del Proceso para la beatificación; formación en valores cristianos;
prácticas de piedad; cartas y hechos edificantes de las colegialas; crónicas de
los colegios; noticias de la Enfermería de la Inmaculada; viajes de la Madre General
y de las religiosas; las nuevas fundaciones; necrologías; sección de literatura
y entretenimiento, formaron el contenido de una revista que a un año de su salida
superaba ya las doce mil lectoras[4].
[1] Los
artículos publicados en la Revista van firmados con siglas o abreviaturas que
no siempre son fáciles de identificar. M. María de la Concepción Marqués hizo
recurso a su nombre de bautismo y firma como Ana Marqués: «A. M.».
[3] Cf.
CarMTO a D. Leopoldo Eijo y Garay, Obispo de Vitoria. Madrid, noviembre de
1920. ARMI-Vitoria.
[4] Cf.
CarMTO al Cardenal Antonio Vico en Roma. Madrid, 29 de diciembre de 1920. AGRMI-Roma
3-6-6/33.
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