Determinar lo que es mejor, lo que más conviene, lo que nos
ofrecerá a medio y largo plazo los mejores resultados se me antoja no sólo
difícil sino a veces rayano en lo imposible. La libertad humana y las opciones
de cada persona hacen que la vida y el desarrollo de los acontecimientos nos
reserven sorpresas totalmente inesperadas y a veces opuestas, para bien o para
mal, a todos nuestros cálculos.
Desde la óptica de la fe, a la libertad y la voluntad
humanas se añade un componente esencial que es la Voluntad divina y su designio
salvador. Hemos sido creados para ser felices más a allá de nuestros cálculos,
pero no siempre es fácil asumir la adversidad, el dolor y las contrariedades
como parte de un conjunto cuyo resultado ofrecerá un balance positivo.
Un día como hoy, 21
de enero de
1870
Santa Vicenta María empezó a tomar nota por escrito de lo que iba ocurriendo
en torno a la casa de sirvientas en
Madrid y sus proyectos para el futuro.
En esas líneas afirma que «permitió
Dios que presentasen a la junta, [los propietarios del inmueble que habían
suplantado a la Junta de señoras], unas bases contra los estatutos, que fueron
aprobadas, en que se disponían cosas contrarias enteramente al fin que la
Asociación se había propuesto de proteger a las pobres sirvientas». De esa contrariedad se valió
Dios para confirmar la vocación de Santa Vicenta María como fundadora de una
nueva familia religiosa que garantizase y diese continuidad a la obra de
acogida, formación y protección de las jóvenes dedicadas al servicio doméstico.
El 19 de septiembre de 1883, en carta a su madre escribía Santa
Vicenta María: «Si se cae el mundo nos
coje debajo, pero en el orden natural de cosas, conforme la Bolsa está hoy, no
parece imprudente emplearlo en papel del Estado, y sí que no produzca por tanto
tiempo». En el orden natural de cosas y en la confianza que siempre les había
merecido el administrador Pedro Moreno no parecía que hubiera grandes motivos
para inquietarse, pero no siempre lo que parece corresponde a la realidad y el día 21 de enero de
1884 muere
repentinamente D. Pedro Moreno y Maisonave, depositario-administrador del
capital,
M. María Teresa Orti, comunicó la noticia a la Madre,
manifestando como por instinto, su temor por la suerte que habría corrido el
dinero. A la Madre le molestó aquella salida de desconfianza y exhortó a la Hermana
a que se arrepintiese antes de comulgar.
La cautela y prudencia del Sr. Moreno y la confianza con que siempre le habían
mirado, alejaba una idea semejante.
Santa Vicenta María participó del luto de la familia y después
esperó noticias acerca del capital. Las sospechas crecieron y la instintiva
alarma de M. María Teresa Orti se confirmó: se habían perdido 40.000 duros. El
Señor había elegido sus medios y Santa Vicenta María no cayó por ello en la
desconfianza, aunque humanamente es cierto que la pérdida de aquel dinero la ponía
ante un callejón sin salida. Pero, para quien ama, para quien cree y para quien
espera hay siempre una luz encendida y un camino abierto. La pérdida del
capital que sostenía el colegio de Madrid brindó a Santa Vicenta María una
oportunidad de oro para explicar a sus hijas dónde hay que poner la confianza y
buscar la solución a los problemas.
1920 cuando M. María Teresa Orti presentó
a sus consejeras el proyecto de un pensionado para niñas en la Casa Madre
gracias a la generosidad de los Sres. de Saez que ofrecían un donativo para
ello. El consejo aprobó la propuesta aquel mismo día y cincuenta niñas de 3 a
14 años, huérfanas y pobres, que sin casi
amparo ninguno vivían, formaron el primer grupo de niñas internas que vivieron
en la Casa Madre hasta que
pudieron ganarse la vida por sí mismas, ya en el servicio doméstico, ya en
trabajos de obreras.
Nada es lo que parece. Desde los primeros siglos del
cristianismo la sangre de los mártires ha sido semilla de nuevos cristianos y,
de la misma manera, cada sacrificio, cada renuncia, cada entrega es una semilla
que cae en tierra buena y da fruto… no importa cuánto tarde en germinar el
grano y en crecer la planta… cuenta el cuidado de la tierra…
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