Eran las once de la mañana del día 29 de julio de 1913, cuando las primeras religiosas de María Inmaculada llegaron en tren a la estación Mapocho, en Santiango de Chile:
Estación Mapocho. Santiago de Chile |
Después de dar gracias a Dios desde el fondo de nuestros
corazones por el feliz término del viaje en que tanto nos había dejado sentir
su presencia y protección, al tiempo que le pedíamos no se desviase nunca de
nuestro lado, y anhelando tan sólo cumplir su voluntad, volvimos a procurar
divisar a quien nos esperara; y, en efecto, vimos tres señoras, de simpático
aspecto y distinguida presencia, que se nos dirigían, suponiendo éramos las
religiosas que ellas esperaban. Enseguida nos comprendimos y, después de la más
afectuosa acogida nos condujeron a sus carruajes, dos preciosas berlinas de
cinco luces, tiradas por magníficos troncos.
Vestíbulo de la Estación Mapocho |
Todo tenía el noble sello, el
señorial estilo de nuestros antepasados. Aunque no era necesario pasar por el
centro de la población para llevarnos al barrio en que habíamos de alojarnos,
sin duda porque viésemos algo de ella, tenían dada a los cocheros orden de
rodear un poco, con lo que pudimos hacernos cargo, aunque muy por encima, del
aspecto de la misma, muy diferente del de Buenos Aires. Allí nada nos habla de
nuestra España, ni en nada se parece, aquí hasta podíamos hacernos la ilusión
de entrar en una de sus más hermosas capitales de provincia, en las que se
hallan, sí, los adelantos de la época actual, pero aún con el aroma de las
pasadas, cual si al aceptar agradecidos los nuevos frutos concedidos por Dios y
alcanzados por el hombre del árbol de la ciencia, no quisiesen perder el
poético encanto de las anteriores, uniendo así ambas en fraternal lazo, porque
unos frutos como los otros se habían cosechado bajo la mirada del Todopoderoso
y conservado cabe el mando de su Madre y la nuestra, la Soberana de los cielos,
la Sma. Virgen María. No sé; que no es esta definición para mi pobre pluma, más
sí puedo decir que estas fueron las primeras impresiones que nos impuso la
vista de esta, para nosotras, tan apartadísima región del mundo.
Avenida Independencia desde el río |
Así describe M. María de los Desamparados su
llegada a Santiago de Chile en una jornada en la que se diría que las horas
fueron mucho más largas de las reales. Demasiados acontecimientos, vividos en
atropello, para situarlos en diez horas, desde que el tren entró en la Estación
de Mapocho, hasta que, a «eso de las nueve de la noche se entregaron al descanso, hallando en
apacible, sueño el fin de las múltiples impresiones del primer día de estancia
en Santiago». La misma M. María de los Desamparados dice que «en las pocas horas de este primer día son
tantas las impresiones y los acontecimientos que se sucedieron, que nos
obligaron a dividir su relato en tres capítulos».
Nosotras elevamos al cielo un oración de alabanza y acción de gracias por el derroche de generosidad que que a lo largo de estos cien años han hecho siembra en la casa de Santiago de Chile.
Al otro lado del río tuvieron las Hermanas su primera casita |