Por lo general suele festejarse la colocación de la primera piedra en el proyecto de construcción de una edificio pero cuando la obra se ha concluído la admiración y el interés va al conjunto: a su aspecto, decoración, funcionalidad… nadie va a reparar en una piedra que ha quedado oculta e ignorada en los cimientos y sin embargo la magnificencia de la obra no hubiera sido posible sin aquella piedra oculta a los ojos y al reconomiento de propios y extraños… Hoy se cumplen 150 años de un pequeño gran acontemiento que se vivió en el mismo escenario en el que seis meses más tarde nació nuestra Congregación de Religiosas de María Inmaculada… en el piso segundo del número ocho de la madrileña plaza de San Miguel… Doña María Eulalia Vicuña, Vicenta María López, doña Emerenciana de la Riva, doña Patrocinio Pazos y doña María Concepción Fernández de los Ríos «empezaran a observar el día 8 de Diciembre de 1875, dando al nuevo Instituto el nombre de Hermanas del servicio doméstico. La organización que las reglas y Constituciones daban a dichas señoras, era como de una Congregación religiosa, empezando a vivir todas en esta clase de vida con gran contento de sus almas, y mayor provecho que hasta entonces, de sus protegidas.» (I. Hidalgo SJ, Memoria presentada al Congreso Católico, Madrid 1889). De aquellas cinco sólo tres vistieron el hábito religioso y solamente una, la Madre Fundadora, terminó sus días como miembro del Instituto.
El inicio de la observancia de las Constituciones se hizo en la más
absoluta sencillez, el relato más largo que conservamos es lo que nos dice el
P. Hidalgo. Doña María Nicolasa estaba por entonces en Madrid compartiendo
domicilio con su hija y con su hermana y nada sabemos de lo que aquel paso al
frente pudo suponer en su ánimo; en Cascante, don José María López no debió
tener noticia del paso al frente dado por su hija y su cuñada en el empeño por
dar continuidad a la Obra iniciada veintidós años antes.
Hoy rendimos el más sentido homenaje de gratitud a quienes quisieron,
conscientes o no, abandonarse a la voluntad de Dios y convertirse en piedra angular
de un edificio que durante siglo y medio, bajo la protección de la Inmaculada
Virgen María, no ha dejado de sembrar semillas de esperanza en el corazón y en
la vida de las jóvenes que el Señor ha
querido encomendar al cuidado del Instituto.


