Hace
hoy 100 años... fallecía en Madrid el Siervo de Dios, Francisco de Asís Méndez
Casariego. La revista Anales de Mi Colegio[1] le dedicó, a modo de
gratitud y homenaje unas líneas.
El siervo de Dios Francisco de
Asís Méndez Casariego nació en Madrid el 21 de junio de 1850. Abandonó sus
deseos de ser ingeniero y se ordenó sacerdote el 19 de septiembre de 1874,
desarrolló su ministerio como coadjutor y párroco de la Encarnación, parroquia
real de Madrid. El 28 de noviembre de 1884,
en la Capilla de la Casa Central de las Religiosas de María Inmaculada hizo
celebrar una Misa solemne cantada, de acción de gracias y súplicas a S. José;
asistieron la señorita Mariana Allsop con otras compañeras y familiares. D.
José Méndez predicó y anunció la fundación del Asilo y congregación de las Religiosas
de la Santísima Trinidad para la reeducación de jóvenes caídas o próximas a sucumbir que
llevó a cabo el 2 de febrero de 1885 junto con la M. Mariana Allsop. El 19 de marzo
de 1915 fundó el Asilo de Porta Coeli para los golfillos de Madrid.
Enamorado de su vocación sacerdotal la vive hasta las últimas consecuencias, y
se distingue por su práctica radical de la pobreza evangélica. Muere en Madrid
el 1 de abril de 1924. (Cf. A. Barrios
Moneo, ¿Quién es mi prójimo? Francisco de Asís Méndez Casariego, Madrid
1981; A. Barrios Moneo, Francisco de Asís Méndez Casariego, DIP, V, 1161).
Madrid llora la muerte de un
Padre, de un santo, cuyo corazón latió solo al impulso de la caridad, y entre
esas lágrimas de agradecimiento y de cariño, queremos mezclar nuestras pobres
oraciones y el eco de nuestros afectos en estas cortas líneas que dedicamos a
la memoria de nuestro amadísimo Padre Méndez.
Su misma edad, próximamente,
hubiera tenido nuestra angelical Fundadora, si una muerte prematura no nos la
hubiera llevado al Cielo, ha ya 33 años. Sus dos almas gemelas se
comprendieron, admirando cada una la santidad que vislumbraba en la otra.
Así, en justo testimonio de
reconocimiento, las hijas de aquella Madre santa, cuyas virtudes encomió de
palabra y por escrito nuestro llorado Padre Méndez, hemos de dedicarle un
recuerdo, aunque este artículo merecía pluma más inspirada y expresión más
elocuente que la de unas humildes religiosas.
Lazos de sangre y de íntimo
cariño le ligaban a esta Comunidad, y sin embargo, ¡cuán raras veces le vimos
aparecer en nuestra Casa…, como si nada hubiese en ella que le tocara de
cerca!... Heroico desprendimiento que no nacía de frialdad, pues como sabemos
por testigo fidedignao, muchas veces indicaba su deseo de ir a ver a su única
hermana[2],
deseo que sacrificaba en aras del divino beneplácito.
Su corazón, fijo en Dios y en
las ovejas extraviadas del Divino Redil, sólo buscaba lo que se había perdido,
y así, cuando nada en este sentido tenía que hacer, excusaba todo trato y
visiteo.
Mas como la virtud tiene un
aroma que no puede dejar de percibirlo el que la ve de cerca, en sus cortas
visitas y pláticas, y más aún, en sus largas ausencias, nos legó D.
Francisco ejemplo heroico que imitar; total desprendimieno, humildad profundísima,
absoluta pobreza, bondad sin límites, sin par dulzura y angelical modestia.
Amaba con ternura y aún con
pasión a los pobres desamparados, y el que se negó todo placer humano, no tuvo
a mal recrearse poco antes de su muerte con la representación de una comedia en
donde veía sus más caros amores, sus harapientos golfillos, que, bajo míseros
andrajos, ocultan a veces «Corazones de oro».
Amadísimo Padre Méndez; tus
glorias cantarán lenguas más elocuentes, olorosas y fragantes flores,
esparcerán sobre tu tumba, pero bien sé que tu humildad recogerá con afecto
esta sencilla siempreviva, que hoy agradecidas Hijas de Madre Vicenta, y
entre ellas tu querida hermana, te dedican.
Y en la visión beatífica -que
con copiosa creencia esperamos ya goces- acuérdate que, como tú, van acogiendo
y amparando a la incauta juventud expuesta a tantos peligros.
Perdidos entre sombras de egoismo fluctúan los humanos
corazones.
Deseos de ambiciones, de riquezas, sólo alimentan en su afán
los hombres.
«¿A ver quién puede más?» Ese es el grito que se oye repetir
a humanas voces.
Si tú eres más que yo, yo te detesto; si eres menos,
desprecio tus dolores.
¿Qué importa que otro llore si yo río? ¿Qué hay quien sufre?
¡Deja, mientras yo goce!...
Estas son las lecciones que da el mundo, y el mundo tiene
muchos servidores.
Más ¡ah! que el perseguido del Calvario, aquel gran Redentor,
aquel Dios Hombre.
Que dio su vida por salvar la nuestra. También tiene en el
día seguidores.
«¿Queréis perfectos ser?» dice.- «Seguidme» - «Vended cuanto tengáis,
dadlo a los pobres».
Esas lecciones nos enseña Cristo. ¡Y aún hay muchos que siguen
sus lecciones!
Pasar haciendo bien por todas partes, enjugar llantos,
aliviar dolores,
consolar penas, socorrer penurias, defender honras, apagar
pasiones.
Educar almas, enseñar virtudes, cuidar miserias, deificar
amores.
Ese fue vuestro oficio aquí en la tierra, amado Padre, Padre
de los pobres.
Huellas de vuestro paso por el mundo dejáis en vuestras dos
Instituciones;
y si Puerta del Cielo es una de ellas para el que el
mundo cubre de baldones;
sin duda, abierta a vuestra mente hallásteis aquella de
eternales esplendores.
Y si tanto en la tierra honrar quisísteis de la Augusta
Deidad del triple nombre.
Allí también el Padre con el Hijo y Espíritu de amor, sus
ricos dones
habrán vertido en vuestra ardiente alma, ansiosa siempre de divinos
goces.
¡Oh Padre amado! Que vivir supísteis sólo de caridad; que
vuestro nombre
halle un eco eternal en nuestros pechos, y logremos cual vos,
hoy ser apóstoles.
Y enseñemos amor al egoismo, amando al débil, socorriendo al
pobre.
[1] Anales de mi Colegio [AnMC], Revista mensual publicada por las Religiosas Hijas de María Inmaculada para el servicio doméstico, Madrid 1919-1936, n. VI/21 (1 de julio de 1921) 11-13.
[2] Soledad Méndez Casariego,
hija del pintor de Cámara D. José Méndez y hermana del siervo de Dios Francisco
Méndez Casariego, nació en Madrid el 20 de Abril de 1953. Entró en