jueves, 22 de febrero de 2018

22 de febrero... lo que pudo ser


La fecha de hoy, 22 de febrero, nos trae al recuerdo algo que ocurrió porque las circunstancias sociopolíticas de España no permitieron que aquel día ocurriera algo más... En un piso de la plazuela de San Miguel cayó una semilla al surco para permanecer en la oscurridad de la tierra cinco años más... en 1876 saldrían a la luz sus primeros brotes con una fuerza tal que sus ramas cobijarían a miles de jóvenes en cuatro continentes... su sabía sería tan rica que religiosas y jóvenes lanzarían a otros surcos simientes de santidad... la Madre Fundadora ya canonizada, H. Stella y la colegiala Dora del Hoyo abriéndose paso camino de los altares... otras buscándose un hueco en los procesos para el reconocimiento público de la santidad de la Iglesia y.... la inmensa mayoría nutriendo la planta desde su raíz con testimonios de santidad consumada o en el intento por alcanzarla...

Nuestro homenaje de gratitud hoy a aquellas cuatro mujeres: María Eulalia Vicuña, Emerenciana de la Riva, Celedonia Palomar y santa Vicenta María que, con o sin vocación religiosa, pusieron las primeras bases a nuestra Congregación desafiando, de la manera más eficaz, las leyes contrarias a la Iglesia.

Puerta central de la Basílica de San Pedro el 19 de febrero de 1950

Una “Corporación de Señoras”

España estrena los años setenta buscando un rey, y el general Prim lo encuentra antes de que un atentado le quite la vida el 28 de diciembre de 1870. El 2 de enero de 1871 entra en Madrid Amadeo I de Saboya sin saber bien dónde se metía. El 19 de marzo llegaba su esposa María Victoria; la reina ‘buena’ que se ganó el corazón del pueblo madrileño.
Mientras tanto en el piso 2º del número 8 de la plazuela de S. Miguel de Madrid, un grupito de señoras siguen empeñadas en la moralización del servicio doméstico. No están los tiempos para fundaciones religiosas a plena luz, pero en Madrid todo se disimula, y como lo que allí hace falta es una congregación religiosa, empiezan por guardar su regla en silencio y sin demostración exterior.
Era miércoles de ceniza, el 22 de febrero de 1871, cuando se sometieron a unas ‘reglitas provisionales’ redactadas por Vicenta María, mientras llegara el caso de “observar formalmente las Constituciones”.
No resulta fácil saber exactamente quienes formaron aquel primer grupo. La Hermana María Herminia[1], en su estudio sobre la génesis de las Constitucio­nes, señala, a Dª María Eulalia Vicuña, Vicenta María López, Dª Emerenciana de la Riva y Dª Celedonia Palomar[2]. En el mes de junio de ese mismo año 1871, se une a la incipiente comunidad, Dª Juana de la Cruz Orti[3].
En diciembre de 1872, Dª Juana Orti, se había ausentado de Madrid por cuestiones de familia, y se habían unido en cambio Dolores Mucha[4] y Leoncia Pérez[5]. En 1873, Dª Leoncia Pérez se retira del grupo, y en 1874 se les unen Dª Concepción Fernández de los Ríos[6] y Dª Patrocinio Pazos[7].

Las “Reglitas provisionales”

Hablando de las “reglitas provisionales” elaboradas por Santa Vicenta María para regir la vida comunitaria y apostólica del primer grupo de señoras que convivieron dentro del Asilo de Sirvientas, afirma María Herminia Rodríguez de Armas, que:

Estas reglitas nos dan el pensamiento más puro de Vicenta María en su primigenia autenticidad espiritual. En ellas ha quedado plasmada la vida interior de Vicenta María. Vida que se ha ido formando a lo largo de su adolescencia, al calor de una dirección espiritual generosa con miras a lo eterno, ignaciana, y de un hogar rico de valores humanos de entrañable caridad[8].

El contenido de estas primeras reglas, refleja claramente el intento de Vicenta María de dar una norma práctica, de ofrecer un esquema de vida y de trabajo que permita una plena dedicación al apostolado y para ello sienta las bases en la vida de oración y en el cultivo de algunas virtudes que ella considera necesarias para alcanzar el fin.
Vicenta María no establece divisiones en el texto. Se limita sencillamente a dar un enunciado, en el que, a modo de introducción, señala el fin que se pretende, las personas a quienes se dirige y la temporalidad del mismo. Se trata pues de: Reglas que deberán observarse por las Sras. reunidas con el fin de llevar á cabo la obra caritativa en favor de las jóvenes sirvientas mientras llegue el caso de que formalmente se guarden las Constituciones, que ella misma está ya elaborando[9].
Con una mentalidad particularmente práctica y concreta da a continuación, clara y nítidamente, el fin de las Reglas: la unidad de acción apostólica, para la que es necesaria una recta distribución del tiempo y el ejercicio de algunas virtudes concretas: la humildad, la obediencia, el desprendimiento, la observancia regular y el celo de las almas. Termina con un párrafo en el que, a modo de conclusión, reconoce la oración como medio indispensable para llevar a cabo la misión que Dios le ha confiado y para alcanzar la consolidación de la obra[10].


[1] María Herminia Rodríguez de Armas y Ablanedo nació en Sevilla, el 27 de enero de 1903. Ingresó en el Instituto el 19 de octubre de 1921. Trabajó incansablemente en el proceso de Beatificación y Canonización de Santa Vicenta María. Dedicada a la investigación de la vida de la Santa fue infatigable hasta el final de su vida. Murió en Roma el 26 de febrero de 1994. Entre sus publicaciones destacan: Santa Vicenta María López y Vicuña redacta las Constituciones de las Religiosas de María Inmaculada. Transcripción y génesis según los manuscritos originales, Roma 1979; y Vicenta María López y Vicuña, Apuntes de ejercicios espirituales, Roma 1986.
[2] Doña Celedonia Palomar y Rivilla nació en Madrid el 3 de marzo de 1826. Siendo viuda colaboró en el Asilo de Sirvientas, en el que residió a partir de 1872. De esos años se conserva una nota de su actividad en el Asilo: Deberes de Dª Celedonia. Llevará la cuenta del gasto y cuidará de todos los artículos de consumo proveyendo de lo necesario para cada día según el orden ya establecido. Apuntará las entradas y salidas de las chicas en los lugares que correspon­da. Los miércoles y sábados tendrá cuenta de que se haga con esmero la limpieza de los dormitorios de arriba y todos los días vijilará a las chicas hasta las 9 horas en que será relevada por la Señora encargada de la clase de la mañana. Los miércoles, sábados y domingos hará la oración media hora antes del Rosario y todos los días mientras el examen del medio día permanecerá en la clase y lo hará después mientras se prepara la comida. También andará celando hasta que todas las personas de casa estén recogidas inclusas las de la cocina cuidando de apagar las luces. Los sábados por la mañana saldrá del Oratorio al mismo tiempo que las chicas y a las horas de comida y cena si acaban antes que las Sras. como suele suceder les hará una visita para no dar lugar a cosa alguna inconveniente; esto mismo debe hacer por la mañana antes de que se levanten. (ASVM II, B 12/2; Xeroc. 6,130-131). El 15 de agosto de 1878 le fue impuesto el hábito religioso del nuevo Instituto, con el nombre de María de los Dolores. Abandonó la vida religiosa sin haber emitido sus votos, el 14 de agosto de 1880. (Cf. EmpGenM, legajos 6-407-5; 7-31-13; 8-337-3; 8-467-1; “Preces para la dispensa de hábito”, ASVM II, B 69/5; Xeroc. 59,86).
[3] Doña Juana de la Cruz Orti y Lara, nació en Marmolejo (Jaén) el 24 de noviembre de 1823. Era hermana del filósofo Juan Manuel Orti y Lara, a través del cual conoció a la familia Riega-Vicuña en Madrid. En junio de 1871 entró a formar parte del grupo de señoras residentes en el Asilo de Sirvientas. Al año siguiente hubo de abandonar temporalmente Madrid por motivos familiares. El 15 de abril de 1880 ingresó en la Congregación y el 11 de junio del mismo año recibió el hábito religioso con el nombre de María Josefa. Pronunció sus votos perpetuos junto con la Madre Fundadora y otras ocho compañeras el 31 de julio de 1890. Murió el 21 de noviembre de 1903. (Cf. AGRMI, arm. 1, 10/6; EmpGenM, legajos 9-108-9; 9-252-7; 9-400-1; LR, 1; Oe 4.7, en CarSVM, IV, 428).
[4] Dolores Mucha Velasco, nació en Llanes (Oviedo) el 18 de mayo de 1856[0]. Fue colaboradora en el Asilo de Sirvientas, donde residió durante cuatro años [de 1871 a 1875]. Con una fuerte inclinación a la vida religiosa, estaba dispuesta a formar parte del naciente Instituto, pero se lo impidió su padre, negándole el permiso y obligándola a regresar a su casa. En 1875 fue depositada judicialmente hasta obtener autorización para entrar en Religión, pero habiendo fracasado un recurso legal elevado a la audiencia, fue entregada a su padre en 1876. Posteriormente contrajo matrimonio y, en 1916, declaró en el Proceso Ordinario de Madrid para la Beatificación y Canonización de Santa Vicenta María. (EmpGenM, legajos 6-407-5; 7-31-13; 7-171-3; 7-431-3; CarSVM, nn. 248; 250; 288.6; 319.1; 336.3; 337.2; 435.5; PosVML, Summ. 21).
[5] Leoncia Pérez y Tejero nació en Cariñena (Zaragoza) el 13 de enero de 1836. En 1872 vivía como colaboradora en el Asilo de Sirvientas, Plazuela de S. Miguel 8, 2º izda. Según se desprende de las cartas de Santa Vicenta, la falta de salud debió ser el motivo que la apartó del Asilo de Sirvientas. (Cf. EmpGenM, legajo 6-407-5; CarSVM, nn. 156.3; 198.1.3; 248.6).
[6] Concepción Fernández de los Ríos y Massi, nació en Madrid el 21 de octubre de 1835. Viuda desde 1859, colabora asiduamente en el Asilo de Sirvientas, donde reside a partir de 1874. Tomó el hábito religioso junto con Santa Vicenta María el 11 de junio de 1876 y le fue impuesto el nombre de María Pilar. Emitió sus primeros votos el 16 de junio de 1878. Fue la primera superiora de la casa de Zaragoza. Vicenta María solicita la dispensa de sus votos el 14 de septiembre de 1883 por no acomodarse como conviene al espíritu del Instituto y perjudicarse notablemente su salud con la vida de Comunidad. (Cf.ASVM II, B 69/5; Xeroc. 59,87-88; EmpGenM, legajos 7-171-3; 7-431-3; 8-91-3; 9-108-9; 9-252-7; 9-400-1; Oe nn. 4.11; 5.7; 9.5.8).
[7] Patrocinio Pazos y Zarargüeta nació en Candelera (Ávila) el 17 de abril de 1844. Reside, como auxiliar, en el Asilo de Sirvientas a partir de 1874. Recibe el hábito de la Congregación, junto con la Madre Fundadora, el 11 de junio de 1876, con el nombre de María Trinidad. En junio de 1878, antes de emitir sus primeros votos, deja el Instituto para entrar en el Convento de Bernardas del Santísimo Sacramento de Madrid. (Cf. ASVM II, B 72/1; Xeroc. 59,166; EmpGenM, legajos 7-171-3; 7-431-3; 8-149-6; 8-337-3; Oe nn. 4.11.13; 5.3.7).
[8] REDACTA, 27.
[9] Sobre el proceso de elaboración de las Constituciones, ver REDACTA.
[10] Cf. REDACTA, 39-48.


Fuente: María Digna DÍAZ PÉREZ,  Historia de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada. Tomo I: Algunas noticias sobre el orígen, fundación y desarrllo de nuestro Instituto 1843-1890, Roma 2002.

1 comentario:

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