miércoles, 25 de mayo de 2022

Homilía en la Canonización de Santa Vicenta María.

 
«La santidad, buscada en todos los estados de vida, es la promoción más original y más llamativa a la que pueden aspirar y acceder las mujeres»



L’Omelia del Santo Padre per le canonizzazioni in San Pietro.[1]

Santa Vicenta María

Vicenta María López y Vicuña está más cerca de nosotros en el tiempo. Nació en las nobles y cristianas tierras de Navarra, el día 22 de marzo de 1847, para morir en los umbrales de este siglo. Transcurrió una juventud serena, durante la cual fueron madurando en ella los frutos de una esmerada educación cristiana, en la que dejó huellas inconfundibles el ambiente familiar: la madre, un tío sacerdote, una tía religiosa. ¡Oh! Nunca ponderaremos bastante la importancia formativa del núcleo familiar; esa labor ejemplar, insustituible, de siembra y cultivo de conocimientos y virtudes. Y Dios bendice con predilección a las familias auténticamente cristianas; son ellas, por su parte, la mejor cantera de vocaciones para el servicio de la Iglesia. En España tenéis, a este respecto una tradición espléndida, gloriosa, fecunda.

Os recordamos esto ahora amadísimos hijos, porque abrigamos la esperanza de que el Año Santo se distinga también por un despertar de las vocaciones, por “un incremento numérico de aquellos que sirven a la Iglesia con particular dedicación de su vida, es decir, de los sacerdotes y religiosos” (Bula Apostolorum limina IV).

Nuestra Santa es muy joven aún, cuando oye en sus adentros la llamada divina. No fue una decisión fácil de realizar. Con sencillez y dulzura, con sacrificio y caridad logra verse liberada de la perspectiva que le ofrece una vida en el mundo tranquila, acomodada, halagadora.

En la fiesta de la Santísima Trinidad de 1876 recibe el hábito religioso junto con dos compañeras; nace así la congregación de las Religiosas de María Inmaculada; una familia que tiene por misión la santificación personal de sus miembros y la ayuda a las jóvenes que trabajan fuera de sus propios hogares.

A esas jóvenes, rodeadas de no pequeñas dificultades y peligros, Vicenta María entrega su vida entera. Al poner en la balanza el futuro de su vocación, podrá  decir: “¡Las chicas han vencido!” Y a ellas se dará sin reservas, para hacerles encontrar un hogar acogedor, donde hallen una voz amiga, la palabra alentadora y desinteresada, el calor de un corazón, donde descubran la riqueza inmensa humano-divina de sus vidas, el secreto de los valores perennes, de la paz interior y donde, a la vez, aprendan a promoverse integralmente, para hacerse cada vez más dignas ante Dios y realizarse mejor como jóvenes.

¡De qué maravillosas intuiciones es capaz quien ama de veras! ¡Qué fina pedagogía sabe aplicar quien habla ese lenguaje sublime que se aprende en el corazón de Cristo!

Nuestra Santa tenía una experiencia personal en este apostolado específico. Sus mismos familiares de Madrid la habían puesto en contacto con esa clase trabajadora, tan necesitada. El deseo de entregarse a Dios hace lo demás. Ella misma siente en su alma la exigencia insaciable de renuncia genuina, deliberada, amorosa, que se le pide al discípulo de Cristo “para gloria de Dios más palpable. Más pobreza. Más mortificación de mis naturales inclinaciones. Mucho peligro de sufrir desprecios. ¡Cuántos lo vituperarán! Continuo sacrificio. Necesidad de la época”. Son estos precisamente los motivos que la impulsan a hacer la fundación, según ella misma ha dejado escrito (cf. Escritos de la fundadora, Cuaderno t. F. 80 r. O. C. 124-130).

A pesar de su muerte prematura, a los cuarenta y tres años, no sin los sufrimientos físicos y sobre todo morales -¡la cruz es la compañera inseparable de los Santos!-, la madre Vicuña vio aprobada su Obra por la Santa Sede; tenía ya casas repartidas por España y estaba ilusionada con fundar en Buenos Aires. La congregación se abría así a todos los horizontes de la Iglesia, como lo está hoy en numerosas comunidades esparcidas por Europa, América, África y Asia.

Recordamos bien cuando fue beatificada por nuestro venerable predecesor Pío XII en el anterior Año Santo. Y en este Año Santo, que coincide además con el Año Internacional de la Mujer, podríamos preguntarnos: ¿qué mensaje trae Santa Vicenta María para la Iglesia y para el mundo de nuestro tiempo?

Al iniciar el ciclo de beatificaciones de este Año Santos con María Eugenia Milleret decíamos que “la santidad, buscada en todos los estados de la vida, es la promoción más original y más llamativa a la que pueden aspirar y acceder las mujeres”.

Santa Vicenta María ha sentido, imperioso, el reclamo de la caridad hecha servicio, algo que le está invitando a prodigar su atención hacia la mujer, sobre todo la joven, necesidad de cuidados religiosos, de asistencia social, de la auténtica sublimación cristiana, en una palabra, de promoción en el sentido más completo y elevado del término. Una tarea que, con las diversas modalidades que van presentando los tiempos constituye también una exigencia importante del mundo actual.

El carisma de la fundadora tiene así en nuestra época una vivencia singular. Esto mismo os exige a vosotras, religiosas de María Inmaculada, un empeño y un compromiso: un empeño de constante y auténtica renovación (cf. Perfectae caritatis, 2), fijando la mirada en vuestra Santa Madre, para imitar su ejemplo de perfección evangélica (cf. Mt. 5, 48), centrada en la caridad y alimentada con la adoración eucarística y la devoción a la Santísima Virgen, características sobresalientes de la espiritualidad de Vicenta María; así como su fidelidad y amor a la Iglesia; en una palabra, para seguir sus pasos en la vida espiritual y en la vida apostólica.

Un compromiso también: el de la caridad social que constituye la herencia principal de vuestra Fundadora. En casi cien años de vida ¡qué bien ha sabido emplear vuestra congregación esta herencia a favor de la promoción de las jóvenes, con residencias, escuelas profesionales, centros sociales y misionales! Os lo decimos con gozosa complacencia a vosotras, queridas religiosas de María Inmaculada aquí presentes y a todas las que, no habiendo podido venir, tienen en estos momentos su mirada puesta en esta asamblea eclesial. ¡Ánimo! ¡Siempre adelante!

Amadísimos hijos: La Iglesia rebosa hoy de gozo. Su vitalidad perenne es fruto de la presencia divina. Se difunda el canto de acción de gracias que la Iglesia dedica al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo que la guían y la embellecen constantemente, sembrando de Santos los senderos del mundo. Sí, alegrémonos porque Dios ha hecho maravillas en las almas de San Juan Bautista de la Concepción y de Santa Vicenta María, cuyo paso por esta tierra atraen nuestras miradas, nuestras aspiraciones de conquistas más sublimes, nuestros anhelos más apremiantes de transformación terrena y trascendente. Gracias sean dadas a la Trinidad Santa desde lo más hondo de nuestros corazones.

Nos quisiéramos que este canto de alegría se tradujera ahora en un ferviente mensaje de felicitación a España entera. Lo merece, porque en su secular trayectoria eclesial nos ofrece dos nuevos testimonios de su espiritual y religiosa fecundidad, que deben servir de constante estímulo, de compromiso perenne para las actuales y futuras generaciones. A ejemplo de vuestros Santos, ¡manteneos siempre fieles a la Iglesia! Todos unidos, sacerdotes, religiosos y fieles de España, continuad por el camino de la adhesión y fidelidad al mensaje de Cristo, promoviendo con vuestra conducta obras generosas que sirvan a la causa del bien espiritual y del progreso social de vuestra patria. Esta es nuestra esperanza, éstos son nuestros deseos, que en este día luminoso encomendamos de manera particular a San Juan Bautista de la Concepción y a Santa Vicenta María López y Vicuña, para gloria de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.


 

Homilía completa

In Petriana Basilica habita a Beatissimo Patre iis qui sollemni canonizationi Beati Ioannis Baptistae a Conceptione et Beatae Vincentiae Mariae López Vicuña interfuerunt.[2]

 

Gode oggi la Chiesa, lieta di registrare nell'albo dei Santi due nuovi nomi, che ella è ormai sicura di dichiarare, secondo l'espressione di Gesù, «scritti in cielo»;[3] sono quelli ora «canonizzati» del Beato Giovanni Battista della Concezione, Riformatore dell'Ordine della Santissima Trinità, vissuto dal 1561 al 1613, e della Beata Vincenza Maria López y Vicuña, Fondatrice delle Figlie di Maria Immacolata, vissuta nel secolo scorso dal 1847 al 1890. Noi tutti abbiamo gioito ascoltando poco fa la lettura dei due rispettivi Decreti, che motivando con sommarie ma decisive notizie, le ragioni del giudizio della Chiesa circa le prove ed i meriti della santità rispettiva della prima e dell'altra figura di queste persone, già onorate dalla beatificazione loro riconosciuta, hanno dato a noi la felicissima occasione di proclamare la loro canonizzazione.

La schiera dei Santi si accresce. Noi tutti dobbiamo goderne per la gloria di Dio, per l'onore del Signore nostro Gesù Cristo, per il gaudio che ne deriva alla Madre dei Santi, la Chiesa cattolica, ed in particolare alle rispettive Famiglie Religiose illustrate dall'opera e dalla virtù di questi loro Santi Patroni; e poi per l'edificazione di tutto il Popolo di Dio, che sa di poter venerare in questi suoi membri benedetti due fratelli esemplari, degni d'ammirazione e di devozione, e che confida inoltre d'averli solidali ed efiicaci intercessori presso l'unica fonte della nostra salvezza in virtù della comunione dei Santi, Cristo Signore.

La schiera dei Santi, tali ufficialmente dichiarati, si accresce; e, a Dio piacendo, ancora, durante quest'Anno Santo, e poi negli anni successivi, si accrescerà. Non sorga in alcuno il dubbio che questo progressivo aumento di figli eletti della Chiesa sia frutto d'una facile inflazione devozionale. Chi conosce la complessità e il rigore dei processi, che precedono tanto le Beatificazioni, quanto le Canonizzazioni, sa bene quanto la Chiesa sia cauta ed esigente in ciò che concerne le prove delle virtù di grado « eroico », o possiamo dire superlativo, eminente, comprovato da inconfutabili testimonianze, analizzato con rigore critico e con metodo obbiettivamente storico, anzi convalidato da due verifiche, una negativa, quella così detta del «non culto», la quale assicura i giudici del processo non esservi l'influsso di qualche eventuale mistificazione popolare ; e quella positiva dei miracoli, quasi come attestato trascendente d'un divino beneplacito all'eccezionale riconoscimento della santità, che la Chiesa intende venerare nei singoli e singolari candidati agli onori degli altari. La legislazione canonica è molto grave e prudente in questa materia, e tale rimane, anche se alcune forme procedurali d'altri tempi, non poco ritualizzate e complicate, dei processi in questione dovranno essere alquanto semplificate, pur conservando la dovuta, essenziale e inequivocabile verifica dei titoli eccezionali reclamati per l'esito positivo di ognuno di tali processi.

Ma che la schiera dei Santi si arricchisce di nuovi nomi col procedere del cammino della Chiesa nel tempo, e che noi ne siamo i fortunati testimoni deve essere motivo di gaudio e di speranza : la Chiesa vive; non invecchia, ma fiorisce; e mentre le vicende della storia spesso ne turbano il pacifico svolgimento, anzi talora ne sconvolgono e ne affliggono il suo normale cammino terreno, ella reagisce in santità, offrendo a se stessa e al mondo il conforto e l'esempio di alcuni imprevisti e tipici suoi figli, che con mirabili carismi di carità e d'altre virtù evangeliche, e doni e frutti propri del Paraclito, sostengono la fede minacciata dei popoli, e offrono al loro secolo e a quelli successivi l'inestinguibile presenza dello Spirito vivificante in seno alla santa Chiesa di Cristo. E questa semplice riflessione, che potrebbe svolgersi in filosofìa della storia ed in teologia della Chiesa pellegrina e militante, deve aprire oggi all'esultanza per le due Canonizzazioni ora felicemente celebrate; e le dia alimento e conferma qualche breve accenno biografico, anzi agiografico dei nuovi due eletti al titolo ufficiale di santità.

 

Deinde Beatissimus Pater ita est prosecutus:

 

La figura de San Juan Bautista de la Concepción, lejos de haberse desgastado con el paso de los siglos, sigue inalterable ofreciendo la entereza y frescura de su testimonio de hijo de la Iglesia. Nació Juan Bautista el año mil quinientos sesenta y uno, en un hogar profundamente cristiano de Almodóvar del Campo. Allí había nacido un insigne Maestro del espíritu, también canonizado por Nos, San Juan de Ávila. Parece como si estas dos existencias, plasmadas en el mismo ambiente, hubiesen sido, por designio divino, una prolongación ininterrumpida no tanto en el tiempo cuanto en un común empeño reformador: el Maestro Ávila murió precisamente cuando Juan Bautista iba a cumplir ocho años.

Hay otro dato significativo y curioso. Tiene Juan Bautista quince años cuando una gran Santa reformadora, Teresa de Jesús —a quien Nos hemos proclamado Doctora de la Iglesia— va a Almodóvar y se hospeda en la casa del futuro Santo trinitario. Este florecimiento de Santos con temple renovador al comienzo de una etapa postconciliar, la de Trento, ¿no resulta aleccionadora para nuestros tiempos de resurgimiento y creciente desarrollo eclesial? Porque es claro que un determinado período de la Iglesia no puede caracterizarse como época de reforma auténtica y fructuosa si no produce una constelación de Santos. Con ocasión de estas canonizaciones del Año Jubilar ¿no es oportuno recordar el capítulo quinto de la Constitución dogmática «Lumen gentium», que nos habla de la vocación universal a la santidad en la Iglesia? Sí, nos parece un momento propicio para lanzar a todos nuestros colaboradores en la evangelización, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y seglares el reto de la santidad, sabiendo bien que sin ella la renovación quedaría comprometida y perdería el fruto primero y fundamental, tanto del Jubileo como del Concilio[4]. No es mera coincidencia, carente de sentido, el hecho de que Juan Bautista de la Concepción sea canonizado, casi cuatro siglos después de su muerte, en este Año Santo y en el décimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II. Este Concilio ha puesto a la Iglesia al ritmo de la renovación. Pero ¿de qué renovación se trata? Evidentemente no puede ser una renovación sin discernimiento. Son los Pastores de la Iglesia los que, reunidos en Concilio, bajo la presidencia del Sucesor de Pedro, han señalado el sentido de la renovación que necesita nuestro tiempo. Los actuales problemas eclesiales encontrarán solución, en la fidelidad a las enseñanzas del Concilio, siguiendo las sabias directrices de la Jerarquía.

De una manera concreta, San Juan Bautista de la Concepción nos enseña con su vida cuáles han de ser las disposiciones y actitudes de los auténticos renovadores. Y particularmente en lo que se refiere a las familias religiosas, ya que él ha pasado a la historia como el reformador de la Orden de la Santísima Trinidad. Nuestro Santo, que viste el hábito de la Orden a los diecinueve años, se prepara a su misión, entregándose con generosidad al Señor, cultivando en su alma la piedad eucarística y mariana, con un deseo grande de imitar las austeridades de los Santos reseñadas en el «Flos Sanctorum» que lee con fruición. Se afana en el estudio para obtener una sólida formación teológica, a base sobre todo de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres, que le servirán en su ministerio de predicador incansable. Se propone ser un religioso observante que quiere abrazar la regla primitiva, austera y pobre de la Orden y, para ello, rompe decididamente con la «tiranía de los cumplimientos del mundo»[5]. ¿No es ese el camino de los Santos?

Para realizar la reforma de su Orden, peregrina a Roma; y su obra, tanto en España come fuera, se ve sometida a graves pruebas. Pero no le importa: «Claro está -dice- que si yo te amo, Señor, no tengo de querer en esta vida honra, ni gloria, sino padecer por tu amor»[6]. Cuando el Papa Clemente VIII aprueba la reforma de la Orden Trinitaria, nuestro Santo vuelve a España para aplicar con total fidelidad las normas que le ha dado la Santa Sede. Exige a los frailes que abrazan la vida reformada la exacta observancia de la regla, profunda vida de oración, de penitencia y de pobreza, siempre en un clima de alegría que no está reñida con la austeridad. Él se muestra siempre humano y delicado en sus intervenciones; pero al mismo tiempo firme, recto y obediente a sus superiores. Y he aquí los frutos: su obra tiene éxito y las vocaciones se multiplican. Cuando su vida declina, vuelven las pruebas y contradicciones; ¿cómo reaccionar? Como lo hacen los Santos. Sí, con la caridad; así, su alma se purifica en la renovación personal y asciende a mayor santidad. Cuando muere en Córdoba a los cincuenta y un años de edad deja en su obra y en sus escritos una lección perenne: ¡No hay auténtica reforma eclesial sin la renovación interior, sin obediencia, sin cruz. Sólo la santidad produce frutos de renovación! Que el Señor siga bendiciendo a la Orden de San Juan de Mata y de San Juan Bautista de la Concepción que tiene precisamente como finalidad el culto a la Santísima Trinidad y el apostolado liberador entre los cristianos que por sus circunstancias sociales especiales se encuentran en mayor peligro de perder la fe.

Este apostolado caracteriza también en cierto sentido la obra de la nueva Santa.

Vicenta María López y Vicuña está más cerca de nosotros en el tiempo. Nació en las nobles y cristianas tierras de Navarra, el día veinticuatro de marzo de mil ochocientos cuarenta y siete, para morir ya en los umbrales de este siglo. Transcurrió una juventud serena, durante la cual fueron madurando en ella los frutos de una esmerada educación cristiana, en la que dejó huellas inconfundibles el ambiente familiar: la madre, un tío sacerdote, una tía religiosa. ¡Oh! Nunca ponderaremos bastante la importancia formativa del núcleo familiar; esa labor ejemplar, insustituible, de siembra y cultivo de conocimientos y virtudes. Y Dios bendice con predilección a las familias auténticamente cristianas; son ellas, por su parte, la mejor cantera de Vocaciones para el servicio de la Iglesia. En España tenéis, a este respecto, una tradición espléndida, gloriosa, fecunda.

Os recordamos esto ahora, amadísimos hijos, porque abrigamos la esperanza de que el Año Santo se distinga también por un despertar de las vocaciones, por «un incremento numérico de aquellos que sirven a la Iglesia con particular dedicación de su vida, es decir, de los sacerdotes y religiosos»[7].

Nuestra Santa es muy joven aún, cuando oye en sus adentros la llamada divina. No fue una decisión fácil de realizar. Con sencillez y dulzura, con sacrificio y caridad logra verse liberada de la perspectiva que le ofrece una vida en el mundo tranquila, acomodada, halagadora.

En la fiesta de la Santísima Trinidad de mil ochocientos setenta y seis recibe el hábito religioso junto con dos compañeras; nace así la Congregación de las Religiosas de María Inmaculada; una familia que tiene por misión la santificación personal de sus miembros y la ayuda a las jóvenes que trabajan fuera de sus propios hogares.

A esas jóvenes, rodeadas con frecuencia de no pequeñas dificultades y peligros, Vicenta María entrega su vida entera. Al poner en la balanza el futuro de su vocación, podrá decir: «¡Las chicas han vencido!». Y a ellas se dará sin reservas, para hacerles encontrar un hogar acogedor, donde hallen una voz amiga, la palabra alentadora y desinteresada, el calor de un corazón, donde descubran la riqueza inmensa humano-divina de sus vidas, el secreto de los valores perennes, de la paz interior y donde, a la vez, aprendan a promoverse integralmente, para hacerse cada vez más dignas ante Dios y realizarse mejor como jóvenes.

¡De qué maravillosas intuiciones es capaz quien ama de veras! ¡Qué fina pedagogía sabe aplicar quien habla ese lenguaje sublime que se aprende en el corazón de Cristo!

Nuestra Santa tenía ya una experiencia personal en este apostolado específico. Sus mismos familiares de Madrid la habían puesto en contacto con esa clase trabajadora, tan necesitada. El deseo de entregarse a Dios hace lo demás. Ella misma siente en su alma la exigencia insaciable de renuncia genuina, deliberada, amorosa, que se le pide al discípulo de Cristo «para gloria de Dios más palpable. Más pobreza. Más mortificación de mis naturales inclinaciones. Mucho peligro de sufrir desprecios. ¡Cuántos la vituperarán! Continuo esfuerzo, continuo sacrificio. Necesidad de la época». Son estos precisamente los motivos que la impulsan a hacer la fundación, según ella misma ha dejado escrito[8].

A pesar de su muerte prematura, a los cuarenta y tres años, no sin sufrimientos físicos y sobre todo morales - ¡la Cruz es la compañera inseparable de los santos! - la Madre Vicuña vio aprobada su obra por la Santa Sede; tenía ya casas repartidas por España y estaba ilusionada con fundar en Buenos Aires. La Congregación se «abría así a todos los horizontes de la Iglesia, como lo está hoy con numerosas comunidades esparcidas por Europa, América, África y Asia.

Recordamos bien cuando fue beatificada por nuestro venerable Predecesor Pío XII en el anterior Año Santo. Y en este Año Santo, que coincide además con el Año Internacional de la Mujer, podríamos preguntarnos: ¿qué mensaje trae Santa Vicenta María para la Iglesia y para el mundo de nuestro tiempo?

Al iniciar el ciclo de beatificaciones de este Año Santo con María Eugenia Milleret decíamos que «la santidad, buscada en todos los estados de vida, es la promoción más original y más llamativa a la que pueden aspirar y acceder las mujeres».

Santa Vicenta María ha sentido, imperioso, el reclamo de la caridad hecha servicio, algo que le está invitando a prodigar su atención hacia la mujer, sobre todo la joven, necesitada de cuidados religiosos, de asistencia social, de la auténtica sublimación cristiana, en una palabra, de promoción en el sentido más completo y elevado del término. Una tarea que, con las diversas modalidades que van presentando los tiempos, constituye también una exigencia importante del mundo actual.

El carisma de la Fundadora tiene así en nuestra época una vivencia singular. Esto mismo os exige a vosotras, religiosas de María Inmaculada, un empeño y un compromiso: un empeño de constante y auténtica renovación[9], 7 fijando la mirada en vuestra santa Madre, para imitar su ejemplo de perfección evangélica, 8 centrada en la caridad y alimentada con la adoración eucaristica y la devoción a la Santísima Virgen, características sobresalientes de la espiritualidad de Vicenta María ; así como su fidelidad y amor a la Iglesia ; en una palabra, para seguir sus pasos en la vida espiritual y en la vida apostólica.

Un compromiso también: el de la caridad social que constituye la herencia principal de vuestra Fundadora. En casi cien años de vida, i qué bien ha sabido emplear vuestra Congregación esta herencia en favor de la promoción de las jóvenes, con residencias, escuelas profesionales, centros sociales y misionales. Os lo decimos con gozosa complacencia a vosotras, queridas religiosas de María Inmaculada aquí presentes y a todas las que, no habiendo podido venir, tienen en estos momentos su mirada puesta en esta asamblea eclesial. ¡Animo! ¡Siempre adelante!

Amadísimos hijos: La Iglesia rebosa hoy de gozo. Su vitalidad perenne es fruto de la presencia divina. Se difunda el canto de acción de gracias que la Iglesia dedica al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo que la guían y la embellecen constantemente, sembrando de Santos los senderos del mundo. Sí, alegrémonos porque Dios ha hecho maravillas en las almas de San Juan Bautista de la Concepción y de Santa Vicenta María, cuyo paso por esta tierra atraen nuestras miradas, nuestras aspiraciones de conquistas más sublimes, nuestros anhelos más apremiantes de transformación terrena y trascendente. Gracias sean dadas a la Trinidad Santa desde lo más hondo de nuestros corazones.

Nos quisiéramos que este canto de alegría se tradujera ahora en un ferviente mensaje de felicitación a España entera. Lo merece, porque en su secular trayectoria eclesial nos ofrece dos nuevos testimonios de su espiritual y religiosa fecundidad, que deben servir de constante estímulo, de compromiso perenne para las actuales y futuras generaciones. A ejemplo de vuestros Santos, manteneos siempre fieles a la Iglesia! Todos unidos, sacerdotes, religiosos y fieles de España, continuad por el camino de la adhesión y fidelidad al mensaje de Cristo, promoviendo con vuestra conducta obras generosas que sirvan a la causa del bien espiritual y del progreso social de vuestra Patria. Esta es nuestra esperanza, estos son nuestros deseos, que en este día luminoso encomendamos de manera particular a San Juan Bautista de la Concepción y a Santa Vicenta María López y Vicuña, para gloria de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.



[1] Osservatore Romano, 26-27 Maggio 1975, p. 2

[2] Die 25 mensis maii a. 1975. Acta Apostolicae Sedis  LXVII (30 Iunii 1975) 6, pp. 368-375

[3] Lc. 10, 20.

[4] Cfr. también Decr. de past. Episcop. munere in Ecclesia Christus Dominus, n. 15

[5] Obras VIII, 29.

[6] Obras VIII, 128.

[7] Bula Apostolorum limina, IV.

[8] Cfr. Escritos de la Fundadora, Cuaderno t. f. 80 r. O.c. 124-130.

[9] Cfr. Decr. de accomm. renov. vitae religiosae Perfectae caritatis, n. 2.

domingo, 8 de mayo de 2022

El Buen Pastor


 El año de 1909 fue particularmente duro en el largo generalato de M. María Teresa Orti. La Madre dispuso que las religiosas del Instituto rezaran todos los días, al ofrecer el trabajo, un «Acordados» pidiendo por la paz en España, a causa de la Guerra de Melilla. La Semana Trágica de Barcelona y los acontecimientos bélicos proporcionaron un gran sufrimiento al corazón de  M. María Teresa. El Consejo General quiso aliviar el sufrimiento de la Madre General imprimiendo una oración para que las religiosas pidieran cada día, con una misma fórmula, por la Madre General y se la ofrecieron a M. María Teresa con motivo de su onomástica, el día 15 de octubre:


Reproducción de la estampa impresa en 1909



Dios y Señor, Pastor y guía de todos los fieles, echad una mirada de predilección sobre vuestra sierva M. María Teresa que nos habéis dado por cabeza en esta Congrega­ción. Concededla la gracia de edificar, con sus palabras y ejemplos, el rebaño que habéis puesto a su cuidado, a fin de que juntamente con él y enriquecida de innumera­bles dones y gracias pueda llegar a la vida eterna. Amén.


 

El tiempo no se detiene… ni el devenir de los acontecimientos… pero siempre hay algo que es común a todas las épocas: un trenzado de alegría y dolor que nos invita a la oración de gratitud y de intercesión. Y si hoy recuerdo esa oración que hemos dejado caer en el olvido, es porque estoy íntimamente persuadida de que esta época seguramente va a ser recordada en la Historia de la Congregación como uno de sus momentos más difíciles. Pero también quiero que se cuente que a la Madre General tampoco en esta época le faltó ni el cariño ni la oración de las que el Señor le regaló por hijas.

sábado, 7 de mayo de 2022

Un día como hoy... un centenario y otras cosas

 1919: Desembarcan en La Habana, la Madre Visitadora, María de Santa Teresa Romero Yagüe y su acompañante M. Gloria de María Gumá y Soler. Embarcaron en Bilbao el 16 de abril, a bordo del Vapor “María Cristina”. Con ellas embarcaron M. María del Gran Poder González, M. María de la Purificación Pascua, M. María de Santa Victoria Lobera, M. María Ascensión de Jesús García, M. María de la Santa Cena Abril y H. María de la Santa Cruz Martínez, destinadas a las casa de La Habana y México.

1922: El Sr. Obispo de Madrid, Dr. Prudencio Melo y Alcalde bendijo y colocó la primera piedra de la
Iglesia en la Casa Madre. La Revista “Anales de mi Colegio” lo narró así para las que no estuvimos presentes:



FIESTA GRATÍSIMA

¡Oh! Qué cara de satisfacción y júbilo hubierais mostrado colegialas madrileñas ausentes, si por un rinconcito o trasladadas en un aeroplano sobre los jardines del Colegio hubierais contemplado la encantadora y familiar fiestecita del primer domingo de mayo.

¿Y qué pensáis que fue?... Digo, pensáis. A buen seguro que muchas, gracias a los teléfonos, trenes y correos lo sabréis ya de sobra, ¿verdad que sí?

Pues contando con esto, pero suponiendo que como fieles colegialas gozaréis con el relato del engrandecimiento de “vuestra casa”, mi limitaré a exponeros sencillamente el objeto y las circunstancias de la fiesta.

Se trataba de bendecir y colocar la primera piedra para la iglesia del Colegio de Madrid, iglesia que se hace cada vez más necesaria y que, previéndolo, sin duda, tanto deseó nuestra Madre Fundadora ver elevada. Años antes, mirando el jardín que hoy ocupan los cimientos de la iglesia, dijo: “Aquí se hará nuestra Capilla”.

El Ilmo. Sr. Obispo tuvo la delicadeza de querer asistir a la fiesta, siendo él el que bendijo y colocó la primera piedra en el sitio de antemano preparado.

Las colegialas internas y las pequeñas de la sección de huérfanas formaban filas alrededor de la tapia del jardín por un lado; al otro, las externas en filas más compactas. Todas cantaban fervorosamente el ¡Oh María! Y el himno del Congreso.

Se hicieron las preces de rúbrica y se leyó la siguiente oración compuesta para el acto por la Rvma. Madre General:

¡Oh Dios y Señor nuestro! Al principiar la construcción de este templo que ha de ser morada vuestra: bajo la primera piedra que ha de sostenerle queremos encerrar nuestras súplicas para que los siglos de los siglos sigan presentando ante el Trono de la Santísima Trinidad nuestras fervientes oraciones y santos deseos, cuales son: que en él se os dé gloria constantemente, pidiéndoos lo primero, a imitación de aquella mujer fuerte, iniciadora de nuestra Obra, Eulalia de Vicuña, que tanto se desvivió y sacrificó por la salvación de las jóvenes sirvientas: “que no se pierda ninguna de estas almas aunque sólo llegue a pisar el umbral de nuestras Casas”. En nombre de nuestra venerada Fundadora, vuestra sierva Vicenta María, os suplicamos también que reine en todo su Instituto espíritu religioso de abnegación y de celo por la salvación de esas almas a su custodia confiadas que tan encomendado nos dejó. Os pedimos, asimismo por las jóvenes obreras de nuestras Academias; por todas las familias que generosamente contribuyen con sus limosnas a levantar este templo en honor de vuestra Madre Inmaculada, Reina, Madre y Patrona nuestra amantísima, e igualmente pedimos la salvación de cuantas personas tomen parte en esta construcción, dirigiéndola o ejecutándola. Que no en vano pongan estos obreros sus manos en levantar el lugar de oración donde Vos dispensaréis a las almas tantas gracias sobrenaturales. También pedimos por nuestra Santa Madre la Iglesia, por vuestro Vicario, por nuestro Católico Monarca y toda su Real Familia, por nuestros Prelados, muy en particular por el diocesano de esta Casa-Madre, Excmo. y Rvdo. Sr. D. Prudencia Melo, y por todos los bienhechores del Instituto.

Por último, Señor y Dios nuestro, esperamos de vuestra infinita misericordia que apartéis de nosotras el peligro que amenaza esta santa Casa, en la que tanto se desea amaros y serviros por multitud de tan diferentes clases de personas que en ella se cobijan, y en la que vivió y murió nuestra insigne Fundadora, reposando en sus muros sus venerados restos. No permitáis, Señor, que esta vuestra morada de oración y enseñanza cristiana sea demolida para levantar casas destinadas quizás a las locuras y vanidades del mundo, profanando este suelo santificado con vuestra Real Presencia, en donde moráis ahora real y verdaderamente y en donde derramáis a torrentes vuestras infinitas misericordias.

Se levantó acta de la ceremonia, firmándola el Excmo. y Reverendísimo Sr. Obispo, varios Religiosos y Sacerdotes y distinguidas señoras.


Pero no terminó ahí la fiesta.

Preparados en el jardín de ochocientos a mil cubiertos sobre multitud de mesas en las que no faltaba un detalle, manteles, servilletas de papel de seda, flores, etc., se sirvió un riquísimo chocolate con bollo a todas las colegialas asistentes, externas e internas, quienes, no sabiendo cómo demostrar su alegría, se deshacían en vivas y aplausos estruendosos, continuando el recreo hasta las ocho.

(AnMC IV/13 (1.07.1922) 28-30)

 


1965: Primer viernes del mes de mayo. La Curia General se traslada desde Via Palestro, donde residía temporalmente desde el 8 de noviembre de 1959 a su nuevo domicilio, «Villa Santa María» en Via Cassia 585. A las 6 de la tarde celebra el P. Ernesto Mura la Santa Misa en el oratorio provisional preparado en lo que será Sala Capitular y dejó el Santísimo Reservado. Después de la Misa se erigió el Vía Crucis y se procedió a bendecir la parte de la casa que iban a habitar.

2015: La comunidad de Via Cassia, la comunidad del Terceronado, y una reducida Curia (porque solamente estaban en Roma H. María Amelia Herrero, H. María Luisa García y H. Berenice Camacho) vive una jornada de acción de gracias al Señor por los 50 años de servicio a la Iglesia en esta casa curia. Es cierto que desde 1958 hasta 1961 hubo una pequeña comunidad viviendo en la Villa adquirida para construir la nueva sede del gobierno general. Pero, como fecha significativa para la celebración jubilar hemos elegido, y tal vez no al caso, este día en el que M. María de la Redención Navas con todo su Consejo y algunas Hermanas más se instalaron aquí y celebraron la primera Eucaristía.

De Eucaristía a Eucaristía, como un eslabón más en la vida del Instituto, presidió la de hoy D. Carlos Mendiola Martínez, de la Secretaría de Estado del Vaticano , que nos invitó a tener presentes a las que hace 50 años celebraron la primera Eucaristía en esta casa y a las que dentro de otros 50 celebrarán la del primer centenario, sin olvidar a todas las que hoy formamos el Instituto. 


sábado, 30 de abril de 2022

Un día como hoy... 30 de abril

 

1854: Santa Vicenta María con sus padres, visita a Sor Dominica y asisten en la Iglesia de las Salesas a la función del triduo por la Beatificación de Ana de Jesús, la Azucena de Quito y de los jesuitas Andrés Bobola y Juan de Brito.

Iglesia del I Monasterio de la Visitación en Madrid

1890: Santa Vicenta María escribe al P. Víctor Loyódice, C.SS.R. a Buenos Aires, excusa que por falta de personal no puede hacer la fundación que también ella desea tanto.

P. Víctor Lojodice CSSR


1892: Dª María Jesús de Ortiz, solici­ta formalmente la instalación de las Hermanas en Bilbao

1898: Mons. Santiago Della Chiesa, futuro Benedicto XV, atento al proceso de aprobación de nuestras Constituciones hasta en los más pequeños detalles, escribe a M. María Teresa Orti

Roma 30 de Abril  de 1898

Rev. Mª Teresa Orti

Superiora de las Hermanas de María Inmaculada

He recibido sus dos cartas de 5 y 11 del que fina, habiéndose cruzado la primera con mi anterior.

En vista de su segunda, he tenido dos conferencias con el P. Panadero cuyo resultado ha sido completamente satisfactorio pues habiendo acordado de modificar las Constituciones respecto al dote de las Coadjutoras, al Noviciado y al Confesor en la forma que V. indicaba en las contestaciones a las respectivas dificultades, el P. Consultor está muy dispuesto a emitir voto favorable; no insiste sobre lo de la meditación de las Coadjutoras haciéndose cargo de los motivos que Vdes tienen en desear lo que rezan las Constituciones; supongo que los Cardenales no encontrarán dificultades en otros puntos. Respecto al título, la dificultad estriba en haber puesto Congregación, pues el P. Panadero opina que se debe decir Instituto de H.H. de María Inmaculada para el Servicio doméstico; la diferencia es baladí.

El Sr. Arzobispo de Burgos ha escrito al P. Panadero a favor de Vdes y creo que la recomendación particular de tan digno Prelado haya venido muy oportuna. Ahora se copiarán otra vez las Constituciones traducidas al italiano para insertar en ellas las modificaciones que dejo indicadas y confío luego no se alargue ya más la tramitación del asunto; lo que más importa es enderezarla bien.

He creído que le agradaría saber lo que ocurre; por eso le he puesto la presente, y aprovecho la ocasión para reiterarle el testimonio de que soy su afmo. Capn ss. quien se encomienda a sus oraciones

Santiago Della Chiesa

Benedicto XV


domingo, 13 de marzo de 2022

Jenaro FERNÁNDEZ OAR - María Herminia de Jesús RODRÍGUEZ DE ARMAS RMI, El carisma de Santa Vicenta María



Textos de dos exposiciones presentadas por sus autores al XV Capítulo General de las Religiosas de María Inmaculada en la Sesión extraordinaria, el 15 de junio de 1968.

 

Versión digitalizada, corregida y anotada por María Digna Díaz Pérez RMI, Roma, enero de 2021.

 

 

Prólogo

El XV Capítulo General de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada, convocado para el 28 de octubre de 1966, se retrasó unos meses a juicio de la Sagrada Congregación de Religiosos y se celebró en Roma, Vía Cassia, en dos momentos: la primera Sesión del 25 de enero al 3 de marzo de 1967 y la segunda Sesión del 15 de mayo al 3 de julio de 1968.

Siguiendo las recomendaciones del Magisterio de la Iglesia, emanadas del Concilio Vaticano II, el Capítulo encargó a M. María Herminia de Jesús Rodríguez de Armas y Ablanedo un estudio sobre la Madre Fundadora y pidió el Siervo de Dios P. Jenaro Fernández OAR[1], que iluminara a la asamblea capitular con una reflexión sobre el carisma de Santa Vicenta María.

El día 15 de junio, las capitulares escucharon una intervención de M. María Herminia sobre «el estudio histórico de la espiritualidad de la Beata Vicenta María y de su Obra» y por la tarde el P. Jenaro ofreció al Capítulo una conferencia sobre el carisma de la Madre Fundadora, que tituló: La Congregación de Hijas de María Inmaculada para el servicio domestico y protección de la joven estan en tono con el Concilio Vaticano ii. ¿cual es su espiritu?

Ambos textos se recogieron bajo el título «Carisma de la B. Vicenta María» y sirvieron a varias generaciones de Religiosas de María Inmaculada para introducirse en el conocimiento del Carisma de la Madre Fundadora y del Instituto.

En este año de 2021 cuando se cumplen algunos centenarios significativos en la Historia de la Congregación[2] se nos brinda la oportunidad de volver sobre estos textos que no han perdido para nada su actualidad. Sobre la redacción original sustituímos el apelativo de ‘beata’ por el de ‘santa’ cuando se refiere a la Madre Fundadora y hemos introducido algunas notas que puden facilitar la lectura y el estudio de los temas.

 

Roma, 15 de enero de 2021

Fiesta de San Mauro Abad,

 


 

 

Siglas y abreviaturas

 

AnMC                     Anales de Mi Colegio

ApEjSVM                Santa Vicenta María López Y Vicuña, Apuntes de Ejercicios Espirituales, Roma 1986.

HistRMI                  María Digna Díaz Pérez, rmi, Historia de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada, t. I, Madrid 2002.

LR                            Libro registro de las Religiosas de María Inmaculada.

Mendizábal           R. Mendizábal, Catalogus defunctorum in renata Societate Iesu..., Roma 1972.

PC                            Perfectae Caritatis

U.I.S.G.                  Unión Internacional de Superioras Generales

Vida                        [María Teresa Orti y Muñoz], Vida y virtudes de la Reverenda Madre Vicenta María López y Vicuña, angelical fundadora del Instituto de Hijas de María Inmaculada para el Servición Doméstico, 2ª ed., Barcelona 1918.

VV.RR. y CC.         vuestras reverencias y caridades.

 


 

 

Carisma de Santa[3] Vicenta María

Introducción

El Decreto Conciliar “Perfectae Caritatis” sobre la adecuada renovación de la vida religiosa dice en el artº 2 que, «la adecuada renovación comprende, a la vez, un retorno constante a las fuentes de toda vida cristiana y a la primigenia inspiración de los Institutos y una adaptación de estos a las cambiadas condiciones de los tiempos.

»Esta renovación, -precisa el decreto- bajo el impulso del Espíritu Santo y con la guía de la Iglesia, ha de promoverse de acuerdo con los principios que señala a continuación: De ellos, principalmente para el fin de esta exposición nos interesan el primero: La norma última de la vida religiosa, que es el seguimiento de Cristo tal como se propone en el Evangelio que ha de tenerse por todos los Institutos como regla suprema; el segundo mantener para bien de la Iglesia el carácter y función particular de nuestro Instituto y por lo tanto perseverar fieles en el espíritu y proposito de los fundadores, y concretamente de nuestra Fundadora[4].

El Rvdo. Padre Le Bourgeois[5] -adelantamos con esto algo que se podría llamar premisa- comentando este articulo del Concilio en una conferencia dirigida el 11 de marzo de 1966 a las alumnas de “Regina Mundi” (Roma), afirmaba: «Invitando a los Institutos a la renovación, la Iglesia desea de he­cho que nosotros reaccionemos contra el desgaste, contra el peso de la costum­bre. Habríamos de revivir algo de la “Era profética” que acompaña las grandes fundaciones; se desea volver a encontrar la “intuición central” del Fundador, -la que orientó su vida y dio a sus obras una característica propia... “Sin hablar de reforma” -afortunadamente menos necesaria hoy que en otras épocas- La Iglesia quiere una renovación y nos invita a realizarla, no desquiciándolo todo, sumergiéndonos de cabeza en la novedad, sino al contrario, remontándonos a los orígenes, volviendo a las fuentes. Si queremos detallar las líneas directi­vas de este resurgimiento, podríamos sintetizarlos, según el citado padre, en estos tres principales: el. Espíritu del Fundador, los fines esenciales del Ins­tituto y el estilo de vida.»

Tratar de discernir estos tres puntos remontándonos a los orígenes de nuestra Congregación, es lo que nos proponemos en este trabajo.

 

I. ESPÍRITU DE NUESTRA SANTA MADRE VICENTA MARÍA

Según el mismo padre Le Bourgeois, este “espíritu”, sin duda no es otra cosa que la manera del Fundador de contemplar a Cristo" y de vivir el Evangelio, y un primer medio para definirlo es conocer más la vida y los escritos de él, por modestos que sean.

De nuestra Santa Madre se conservan muchas de sus cartas, notas biográficas históricas de sus familiares y de la Fundación; los apuntes espirituales, escritos durante los ejercicios anuales, en algunos días de retiro o triduos de renovación, los exámenes prácticos y algunos otros de menor importancia.

De estos escritos, los que mayormente nos pueden dar luz sobre su manera de contemplar a Cristo, son los apuntes de ejercicios.

Notemos en primer lugar que es notable la fidelidad de nuestra Santa. Madre en anotar, año tras año, desde 1868 fecha de sus Ejercicios en el Monasterio de las Salesas, como sabemos todas, al 1890, último año de su vida. Son 23 los años entre las dos fechas, y 22 los grupos de apuntes. El año 78 tenemos dos series de apuntes, pues hizo los Ejercicios con la Comunidad a primeros de enero y en junio como preparación a sus primeros Votos públicos, emiti­dos el día 16, Fiesta de la Santísima Trinidad. Faltan, en cambio, los apuntes de los años 1875 y 1877.

Estas lagunas, en los apuntes, puedan atribuirse acaso a que el año 75 estuvo, por una parte, gravemente enferma doña Nicolasa[6] por otra, en vísperas de surgir el Instituto fue el siguiente: La Santa hubo de estar intensamente ocupada en ultimar las Constituciones que habían de regirlo. El año 77 estuvo igualmente atareadísima con los viajes y las preocupaciones que le proporcionaban la fundación de Jerez[7] la muerte de doña Eulalia[8], el año canónico de Noviciado de las primeras postulantes, la expulsión de una de ellas, Hermana Asun­ción Vizconti -la redacción de las dos primeras y únicas cartas circulares de la Santa a sus hijas y hermanas, aprovechando el ambiente circunstancial, para afianzarlas y alentarlas en su vocación[9].

Los trabajos de mayor trascendencia para el bien de sus hermanas, de la fundación, los acontecimientos excepcionales que tuvieron lugar durante esos dos años -así lo creemos nosotras- no la dejaron tiempo para hacer los ejercicios. En cuanto fue posible suplió una de las tandas haciéndola a primeros del año siguiente, en 1878.

Nuestra Santa Madre en sus Ejercicios, lo deducimos de sus apuntes, fue fidelísima al método de S. Ignacio de Loyola. Muchas veces los hizo sola y al final de su vida con la comunidad, siguiendo el curso regular dirigido por el P. Hidalgo[10] u otro Jesuita.

Los Ejercicios decisivos en la orientación de su vida, 1868, se los dirigió el P. Pérez, S.J.[11], como lo indica la Santa, en sus apuntes, no el P. Nepomuceno Lobo S.J.[12], confesor de las Salesas según está escrito en la vi­da; las tres tandas siguientes su Director el P. Victorio Medrano, S. J.[13]; las dos sucesivas D. José Pascual[14], a quien la Santa lo habla conocido siendo niña, Capellán y Confesor ordinario de la Comunidad en 1890; el mismo que le prestó los últimos auxilios[15]. Desde 1875 hasta su muerte se dirigió con el Padre Isidro Hidalgo S.J. Con él hizo varias tandas de Ejercicios, ya sola o siguiendo los dados por el Padre a la Comunidad como hemos dicho.

El plan de meditaciones seguido por la Santa era el clásico de los Ejercicios Ignacianos: principio y fundamento indiferencia, novísimos, vida oculta, vida pública, Reino de Dios, dos banderas, los tres binarios y los tres grados de humildad, etc. A veces examinando los apuntes, es difícil ave­riguar la meditación a que alude.

La impresión que se recibe al leer estos sencillos apuntes es, que los ejercicios fueron para ella escuela de formación ascética, moral, teológica, de celo; yunque en el que se forjó su espíritu al contacto de realidades perennes: la economía de la salvación, la malicia del pecado, la gravedad de las pe­nas merecidas por ellos, la lucha entre las fuerzas del mal y las de la gracia, la redención en su triple aspecto de encarnación, transmisión del mensaje-ser­vicio, expiación-imprecación, o sea, cruz-oración.

 

El pecado

Pero lo que llama particularmente la atención en los Ejercicios de ocho días hechos por la Santa Madre y dirigidos por los PP. Pérez, Medrano, y D. José Pascual, es el tiempo y las repeticiones dedicadas a meditar el pecado y el infierno: las cuatro meditaciones del segundo día y las cuatro del tercero de Ejercicios.

Parece que los Directores tuvieron especial cuidado de orientar los Ejercicios a la situación particular de su dirigida en el plan salvífico de Dios. Persuadidos de que la quería el Señor, como escribe ella: “Para un estado tan alto como es contribuir a la salvación de las almas”[16]. Se sintieron sobrenaturalmente responsables en ayudarla a adquirir, a la luz de Dios, una conciencia más clara de lo que es el pecado, sus consecuencias, la actividad que debía tomar el alma frente a él.

Vicenta María compenetrada con esta consigna, divinamente providencial clava la mirada de su espíritu una y otra vez en el pecado, en los suyos pro­pios, en lo que costaron a Cristo, en las consecuencias fatales para el mismo Dios y para el alma.

Con inflamado espíritu, exclama:

¡Dios mío, quitadme la vida mil veces antes que os ofenda![17]

¡Quitadme Dios mío la vida si os he de ofender![18]

Prefiere “vivir resuelta a padecer el martirio, antes que cometer un pecado mortal” y condenarse, sacrificar todos los gustos “preferir cualquier trabajo, a cometer un solo pecado venial”[19].

Ahonda en la trama de su vida, y ve que “ha ultrajado la honra de Dios”, que ha caído en el “menosprecio de Dios”, ha injuriado a su Majestad” “ha tenido el grandísimo atrevimiento, criatura tan insignificante que es, de haber ofendido mucho a un Dios de tan gran majestad y grandeza”.

Y considera “circunstancia más agravante para ella” que Dios Nuestro Señor desde la niñez parece que se propuso impedir que le ofendiera, y en el entendimiento que le quedaba libre, y algunas veces la lengua ¡la empleé tan mal!

“¡Oh que espectáculo! ¡Yo queriendo descaminarme y mi amantísimo Dios atajando mis maldades¡, solo mi corazón no se conmueve”[20].

Se desconsuela de “no sentir más vivo el arrepentimiento”:

“¡Cuánta es la insensibilidad de mi corazón, pero Señor, deseo sacar dolor de mis pecados, causa de vuestras amarguras. Vos Señor despedazado por los azotes, traspasada vuestra Augusta Cabeza con las espinas, y ¿por quien?, por mis pecados y, ¿no será esto bastante para comprender su gravedad y obligarme a sacrificarme con Vos, siendo yo la culpable?”[21].

Lo conseguiré si no aparto la vista de mis pecados, del infierno que tengo merecido, de lo que a Vos os han costado, del conocimiento de que nada bueno puedo tener de mí misma, pues, en todas las cosas lo que a mi me pertenece son las faltas e imperfecciones, pues, por mínima que parezca la ofensa que a Dios se hace es infinita.[22]

Así pensaba ella. Siente que “desfallece el alma al pensar su fragilidad, pero cuenta con la gracia de Dios que no faltará a quien la pida”[23].

La ansiedad de remediar lo que le produce un profundo desasosiego en el alma, la atormenta:

Es preciso hacer penitencia, llevar con tal espíritu las contradicciones que sobrevengan..., con tal de no separarme de mi Dios en vida, en muerte, ni por toda la eternidad..., para reparar he de evitar pecados de otros, aunque sea a costa de sacrificios. Trabajar lo que pueda para que sea útil vuestra Pasión, primero para mi y después... para las pobres muchachas...[24]

Esta ansia ardiente de evitar los pecados en sí y en los otros no es cosa de un día. El Obispo de Valladolid[25] y el de Madrid[26] aseguran que ardía en celo por la salvación de las almas, lleno su corazón de piedad y grandísima amargura (cartas testimoniales a la Santa Sede). Nosotras que hemos intentado arrancar a sus breves apuntes el secreto de su alma, estamos convencidas de que su celo por la salvación de las almas se conservó como fuego vivo, gracias -además de Dios - a su cuidado en meditar el pecado y sus consecuencias.

Este cuidado lo fomentaba en si para responder mejor al llamamiento de Dios a fundar un Instituto para la moralización de las jóvenes en peligro... Tenía fuerte tendencia a los escrúpulos. Indudablemente crecían a la par del celo, alimentado por la consideración de las verdades eternas. Pero ni sus directo­res ni ella pensaron en librarla, ni en librarse de esa ocasión trituradora de mayor tormento.

 

Jesucristo

Las luces recibidas, el dolor de la ofensa de Dios, el temor de perderlo para siempre, iluminan y condicionan su contemplación de Jesucristo.

Jesucristo es para ella sobre todo el Redentor, el Salvador que vive entre nosotros para borrar nuestros pecados: “Dios se ha hecho hombre por la salvación del género humano”[27] desea aprovechar el beneficio de la Encarnación para que todas las personas con quien pueda hacer algo se salven...[28]

Lo ve al Señor afanándose por enseñar el camino de la salvación, cuidando de sus criaturas, afable, manso, “con la serenidad y dulzura en su semblante”; quiere imitarlo aunque “sumamente indigna” haciéndose “toda para todos para ganarlos a todos” (1 Cor. 9,19) “esforzándose continuamente en hacer entender la importancia de la salvación y los medios que deben poner en práctica para alcanzarla... no perdiendo ocasión de enderezarlas ni medio para acostumbrarlas a vivir cristianamente.., para que luego no se hallen chasqueadas y yo me encuentre con cargas por no haberlas prevenido”[29].

Lo ve al Señor orando, luchando, padeciendo, y propone imitarlo en “aquella continua oración que teníais negociando con vuestro eterno padre mi salvación y la del todo género humano...”. se admira del amor con que ha padecido mi Señor su Pasión y muerte por mi”... compenetrándose con S. Pablo repite: “la caridad de Cristo nos apremia a que vivamos solo para Aquel que murió por nosotros (2 Cor. 5, 14-15). “Sí, Dios mío!, al ver que en Vos tanta generosidad quiero yo tenerla para hacer y padecer cuanto Vos queráis, y cooperar a la obra de la Redención... dais la vida por mi, pues yo quiero vivir solo para Vos, trabajando por aprovechar al prójimo, correspondiendo así, de algún modo a Vuestra infinita caridad..., que yo y todas mis hermanas tengamos espíritu de celo y cuidemos de imbuirles (a las chicas) el santo temor de Dios, y hacer que os sirvan...”[30]

En los padecimientos de Cristo dos características le llaman particularmente la atención: la humillación y la pobreza: “Vos pendiente de un madero, desnudo y yo y mis hermanas no pondremos nuestra gloria en ser pobres y carecer de buena gana de algo? […] ¡Señor, que nuestra gloria sea imitaros en pobreza, humildad y obediencia[31]..., en tratar de enseñar todo esto con ejemplos y palabras... No busque yo de ser honrada...; en todas las hermanas haya conocimiento del valor de las humillaciones y las estimen y ambicionen...”; para ella, esto “es el espíritu de Cristo y pide y desea se imprima bien en todas.

 

La Eucaristía

 La fuerza, el valor para luchar consigo misma, contra las contrariedades de la vida, contra el mal, la encuentra en la Eucaristía: “Jesucristo para eso se ha quedado en el Santísimo Sacramento...”[32]

Es conocida la devoción de nuestra Santa Madre al Santísimo Sacramento. La vida escrita por nuestra Madre María Teresa Orti nos cuenta las manifestaciones que dio de su fe en la presencia real de Jesucristo aún desde niña y de religiosa en diferentes ocasiones.

Lo que quizás es menos conocido son los sentimientos hacia la Eucaristía que apuntó la Santa en sus notas de. Ejercicios. Vamos a presentarlos en perfil panorámico: Nos hallamos en los Ejercicios de 1869, quinto día, primera meditación. Haciendo la repetición sobre el llamamiento del Rey temporal, insiste en oír su voz y seguirle con resolución, pero siente en su espíritu muy poco sosiego, desea tener vigilancia y prontitud, viendo flaquear su valor al entrever lo porvenir, se vuelve a El y le confía:

“Vos me lo daréis, y ¿cómo no podré esperarlo, si Vos mismo os introducís en mi para servirme de alimento?, el profeta Elías quedó fortalecido para su larga peregrinación con aquel pan, figura del Sacramento, pues en la Sagrada Comunión, pienso yo hallar mi fortaleza para todas las peleas que me esperan: ¿Vos conmigo, y temeré? (Cfr. 1 Reyes 19,8)[33].

Muchas de sus tandas de Ejercicios (desde 1869 a 1876 y otras) las terminaba dedicando la última contemplación para alcanzar amor u otra conclusiva a la Eucaristía, “a su correspondencia a la gracia de la Comunión”, Se entretenía con el Señor manifestándole su admiración, su agradecimiento por don tan excelente.. “¡Con qué afecto me lo dais, cuántas utilidades me reporta¡ ¡Ay Señor, fortalecedme para cumplir mis propósitos, pues si me dejáis qué sucederá?

Supremo beneficio que me hacéis: Recibiros en la Sagrada Comunión! ¡Oh cuanto amor!

“Esforzarme en conocer la grandeza del don que Nuestro Señor nos dio en la Sagrada Eucaristía y la gracia, que a mi me hace, de hacerme participante con frecuencia. ¡Ay Dios mío, cómo debiera yo vivir! Admirable es Dios mío, vuestra liberalidad en comunicarme, no solo tantos dones, sino Vos mismo, de modo que en vuestra omnipotencia nada más podéis darme, y yo Señor tan mezquina para con Vos! ¡Señor, de aquí en adelante quiero corresponderos. Con grandísimo afecto constituisteis esto Sacramento, y cuan mal lo aprecio yo, de aquí en adelante Señor, propongo llegarme a El con más cuidado en la preparación y procurando sacar el fruto debido, ¡Dios mío, no os separéis de mi, sostenedme en todos los combates del enemigo, dadme una gracia eficacísima para que en todo os agrade, en nada os disguste; viva siempre unida a Vos, muera con Vos y os goce eternamente! Nada fue suficiente para apagar la llama de vuestro divino amor y realizar el deseo de uniros entera y tan íntimamente a nosotros. También yo quiero que nada sea capaz de separarme de Vos!”[34]

Este espíritu eucarístico de la Santa se refleja también en las Constituciones, los días de comunión los llama: “estos tan regalados días”; pide a las religiosas que presenten sus corazones puros, su espíritu ferviente, que entreguen sin reserva sus almas; de esta asimilación eucarística saca­rán fortaleza de espíritu para vencer todas las dificultades que le ocurran.

 

La Santísima Virgen

La devoción a la Santísima Virgen bajo la advocación de su Purísima Concepción se manifestó en la Santa desde niña.

Bajo su patrocinio colocó al Instituto naciente, a las jovencitas al momento de llegar al colegio. A su fiesta reservó la mayor solemnidad. Pero en sus apuntes, que analizamos aquí no la menciona en este misterio. Quizás, si nos hubiera dejado algunas notas espirituales fuera de las tomadas en tiempos de Ejercicios, sabríamos algo más de las características de su devoción a la Virgen en cada uno de sus augustos misterios: Madre, Virgen, Inmaculada... En los Ejercicios su devoción a la Virgen había de enmarcarse en el sector de las meditaciones y contemplaciones Ignacianas. Sin embargo, nos parece que su devoción a la Pura y limpia Concepción”, a la Virgen de la que la Sagrada Escritura anunció “enemistad pondré entre Ti y la mujer y entre tu linaje y su linaje” (Gén. 1, 15; Ap. 12,1-14). Sintoniza perfectamente con la resonancia más honda de su espíritu que detesta tan profundamente el pecado y lucha denodadamente para que las almas no caigan en él. Bien podemos decir que, por este motivo pidió a la Santísima Virgen que,”Acogiera a la Congregación bajo su manto como a la Compañía de Jesús”[35].

En sus notas el apelativo más frecuento que da a la Virgen es: “Santísima Virgen”. “Virgen Santísima”. Seguido a voces de la invocación “Madre mía”, nuestra Madre” y refiriéndola al Señor”, “su dulcísima Madre”, “su Madre Santísima”. También la invoca filialmente como “Madre de pecadores”. ”Consuelo de afligidos, Gran Reina”,

En la contemplación de la S. Virgen se detiene, profundamente conmovida, a considerar su dolor “al pie de la cruz”, padeciendo aquel martirio tan terrible, aquella agonía, mientras presencia los padecimientos de su Divino Hijo ensangrentado”. Admira su constancia al pie de la Cruz, su celo por la salvación de los hombres; le pide imitarla, corresponder al beneficio de la redención, dolerse de sus pecados, no perder nunca por ellos a su santísimo Hijo.

Pero uno de los aspectos mariológicos -en las notas parece como esteriotipado- que mayormente cautiva su atención, para imitarlo, es el trato de la Virgen con su Hijo cuando lo lleva en sus entrañas, o va en su compañía al templo; o junto con S. José en Nazaret es espejo de apacibilidad, mansedumbre, caridad, dulzura. No paran aquí los epítetos que atribuye a aquellas comunicaciones: ¡Qué cortesía, qué atenciones, qué respeto sin vanos cumplimientos!

Quiere saber enseñarlo a las Hermanas “pide a Dios, con muchas veras”, que infunda en todas el espíritu de mucha caridad, que se estimen mucho entre sí, porque habiendo esta caridad se trasluce por fuera y se aprovecha a todo..., y hace el propósito de “empezar por hablar siempre bien de todas y tratarlas con mucha igualdad”.[36]

Nuestra Santa Madre -según resulta de los documentos del archivo- a las ocho primeras religiosas, apenas tomaron el hábito (1876), las inscribió en la “Orden Tercera de Siervos de María Santísima de los Dolores” -en 1881 le concedieron Carta de Hermandad con la misma Orden para todas sus hijas presentes y futuras-; en la “Real Congregación del Sagrado Corazón de Jesús” que tenia su sede en el Monasterio de las Salesas de Madrid, y de la que era Director el Padre Hidalgo.

Obtuvo, además carta de Hermandad para las ocho primeras por la Superiora de las Salesas Madre Maqueda; y en 1883 las afilió al “Apostolado de la Oración”. Su Director le concedió -al igual de los Servitas- que esta inscripción fuese valedera para todas las futuras religiosas de la Congregación, con intercambio de méritos entre los asociados.

 

II.- ESPIRITU DE NUESTRA SANTA MADRE EN SU OBRA.

Dice el Padre Le Bourgois en su citada conferencia "que otro medio para conocer el espíritu del Fundador - (que no excluye el primero, ya expuesto), será partir de la obra esencial que ha asignado a los suyos...”

Volvamos a los orígenes:

 

Precedentes

Doña María Eulalia y D. Manuel María por el año 1850 pertenecían a la "Asociación de la Doctrina Cristiana" que tenia por fin enseñar el Catecismo y preparar para recibir los Sacramentos a los enfermos hospitalizados a causa de enfermedades venéreas, en el Hospital de S. Juan de Dios. (Al inscribirse en la Asociación daban un nombre distinto al propio).

Doña Eulalia comprueba que las recién convertidas por ella (mujeres mala vida) al salir del hospital no tienen donde ir y recaen en el pecado para poder vivir. Alquila una habitación (8 de diciembre de 1853)en la calle del Luciente donde puede alojar a tres jóvenes arrepentidas.

Se entera que la vizcondesa de Jorbalán ha fundado su Instituto de Adoratrices con el fin de reeducar o rehabilitar a esas mujeres extraviadas. Casi contemporáneamente: doña Eulalia había extendido la "Asociación de doctrina cristiana; al Hospital General" y se dio cuenta que también las chicas honradas que acudían allí, al salir se encontraron sin colocación por haberla perdido y, sin tener donde ir empezaban -como ella decía- por empe­ñar la ropa para después empeñar el alma”.

Vista la mayor necesidad de preservar de la caída, a las jóvenes honra­das, de quienes nadie se ocupaba, empezó a ofrecerles "asilo contra la mise­ria y seducción” en la habitación de la calle del Luciente: LA CASITA. El número de jóvenes aumentó rápidamente; en menos de dos años tuvie­ron que dejar la habitación del Luciente, para pasar de un lugar más amplio -calle del Rubio- a otro mayor -calle del Humilladero- donde había un patieci­to con lavadero. (1855) el régimen interior de la Obra a las “Carmelitas de la Caridad”.

La Comunidad se instala, en 1856, en la Plaza de S. Francisco nº 2. Un edificio grande adquirido por D. Manuel María y los sacerdotes: D, Santiago Tejada y D. Antonio Herrera y Traña, a quienes se asoció después Don Andrés Novoa. Se forma la Junta de Gobierno con las Señoras que trabajaban en la Obra.

Poco después, en la Obra llamada "Casa de Caridad" fue aprobada por R. O. pero con el título de "Casa de Huérfanas y Sirvientas".

La Junta consiente en que se abra una sección de niñas educandas de pago, que aumentó rápidamente y la señora de D. Santiago Tejada, miembro de la Junta, consiguió se creasen plazas para 30 huérfanas gratuitas; además las Carmelitas abrieron su Noviciado.

Las sirvientas quedaron reducidas a vivir con estrechez en el anchuroso edificio que se había comprado “para ellas", amén de que se admitían las de informes dudosos junto con las honradas.

Los Vicuña hicieron frente alquilando unas habitaciones en el Convento de S. Francisco el Grande, (Segunda Casa de Huérfanas y Sirvientas, 1862 (8 de marzo) para las muchachas con informes dudosos, donde permanecían hasta que bien probadas podían pasar a la primera.

Andando el tiempo, la Junta de Gobierno aprueba un nuevo reglamento relativo a las sirvientas:Se las colocaba e el último lugar, se disminuía su número, y se hacía muy difícil obtener una plaza”. Los Vicuña deciden (1862) separar la Obra a favor de las sirvientas de la Junta y demás propietarios de la casa.

Ya por su cuenta “empiezan de nuevo a recibir cuantas jóvenes honradas cabían en las habitaciones de S. Francisco el Grande para formarlas y colocarlas convenientemente en casas cristianas”; establecen formalmente la Escuela Dominical obligatoria aún para aquellas que afiliadas a la casa estaban colocadas. Se las enseña a leer, escribir, contar y demás cosas convenientes a su estado y condición; se las forma a cumplir bien, resueltamente, sus deberes y a sobreponerse con fortaleza y paciencia a las contradicciones y trabajos de la vida Se las visita en las casas donde servían para enterarse si cumplían sus deberes domésticos y religiosos. Establecen los Ejercicios de S. Ignacio los días de Comunión General. La primera Comunión tuvo lugar en la capilla de la Orden Tercera el 6 de enero de 1863; asistieron 40, chicas.

Ese mismo año (1863) tuvieron que mudar “la Obra” a la calle de la Villa porque destinaron las habitaciones del Convento de S. Francisco el Grande a otros usos. Al cambiar de sitio tomó la Obra el título de “Casa de Asilo y Protección de Sirvientas”.

Sigue aumentando el número de jóvenes, se trasladan a casa más capaz, calle Cañizares, 14, 4º principal.

En el 1867 muere D. Manuel de Riega y se mudan, los Vicuña, al piso contiguo de la Obra, calle Cañizares, 16, abriendo puerta de comunicación; ponen oratorio y el 7 de junio de 1868, domingo fiesta de la Santísima Trinidad, se celebró la primera Misa; comulgaron 80 colegialas; estaban presentes señoras y otros invitados.

En marzo de 1869 muere D. Manuel María Vicuña; se trasladan a la misma casa, en Plaza de S. Miguel, 8, 2º, tía y sobrina, sus ayudantes y las colegialas. Allí mismo, el miércoles de ceniza de 1871 se dio principio a los actos de comunidad. En 1876, el 14 de enero, se pusieron en práctica las Constituciones; el 11 de junio, domingo de la Santísima Trinidad, tomaron el hábito las tres primeras futuras religiosas; el Instituto tomó el título de “Hermanas del Servicio Doméstico”. El 16 de julio las tres hicieron los Votos de devoción; seis iniciaron el postulantado, y tomaron el hábito el 15 de agosto.

En julio de 1877 se trasladan a la calle de la Bola, 7, comprada por Doña Eulalia, que muere en noviembre de aquel año; la casa resulta pequeña y el domingo de la Stma. Trinidad, las tres primeras, etc...

Septiembre de 1876 se trasladan a la calle Fuencarral, 113

13 de abril de 1878 León XIII concede el Decreto laudatorio.

30 de julio de 1890 la Santa Madre hace sus Votos perpetuos.

26 de diciembre de 1890, muere la Santa Madre.

 

Su espiritu en las constituciones y reglas

Desde 1862, al separar los Vicuña de la Obra de las Sirvientas de las Carmelitas, la Junta y los propietarios, nuestra Santa Madre empezó a frecuentar la segunda casa con mayor asiduidad; daban clase a las chicas, etc.

En los ejercicios de 1868, la Santa Madre se decide por la Fundación. Escribe las primeras reglas, prepara las Constituciones, etc.

¿Qué nos dice la Santa Madre en estos documentos respecto a su Obra? La cantidad de borradores, notas, papelitos que se conservan de ella con apuntes sobre las Constituciones o Reglas demuestran su afanoso trabajo y sus experiencias por reducir a fórmulas escritas su pensamiento y encarnar sus vivencias en expresiones legibles.

Vamos a tratar de sintetizar el pensamiento dominante de estos escritos: en algunos distingue la Fundadora el fin del Instituto: perfección propia y provecho de las almas, de su objeto: la moralización del servicio doméstico, y de los medios para alcanzarlo: acogerlas, instruirlas en la doctrina cristiana y deberes, colocarlas, visitarlas; recomendarles la obligación de la asistencia a la escuela y frecuencia de sacramentos. En forma más breve: “instruir, dirigir, vigilar”.

En otras notas precisa el sentido de “provecho de las almas”, que señala como fin del Instituto, y lo concreta en la expresión: “Salvación y perfección de las almas”- Abarcando un panorama más amplio y fijándose principalmente en las consecuencias normales del bien que propone hacer a las jóvenes, dice: “que con los mismos medios necesarios para ello, se introducen en las familias derramando buena doctrina y procurando traer a todos a Dios”.

En las Constituciones de 1882 que presentó a la Santa Sede para la aprobación del Instituto expresa que el “Título de esta Congregación es Hermanas del Servicio Doméstico y su doble fin, el procurar con todo el empeño posible la santificación y perfección propias y con el mismo la santificación y provecho de las jóvenes, a mayor gloria de dios. Identifican la santificación propia con la santificación y provecho de las jóvenes. Así lo expone en las Reglas comunes: “la santificación de su propia alma depende de cómo cumplan ese deber,- que por su medio se salven las acogidas- así como el provecho mayor que hagan o puedan hacer a esas almas depende de los grados de virtud que las hermanas tengan. A renglón seguido continua: “Han de alimentar deseos vehementes de sacrificarse por sus acogidas dando por bien empleado no solo las fatigas de toda su vida, sino aunque fuera necesario darla por la salvación de una sola.” Deben olvidarse de sí mismas e imitar al Señor en la práctica de la respuesta que dio a sus discípulos cuando estaba ocupado en la conversión de la Samaritana (Jn. 4, 32)... Interesarse por ellas delante de Dios como Moisés... Ofrecer algunas penitencias, mostrarles mucho amor, de tal manera que lleguen a “persuadirse” de que “cualquiera” de las Hermanas es para ellas una Madre a quién confiadas puedan acudir en busca de alivio o consejos y de todo. Deben oír con paciencia hasta sus impertinencias, interesándose por todas, cuanto les pertenezca...” Pero advierte “aunque la suavidad y dulzura debe dominar, hay que cuidar mucho respeten a las Hermanas y tener firmeza para no permitirles se desmanden en cosa alguna por mínima que sea”.

En las Constituciones., arriba citadas, en el capítulo 3º, recalca: “Estén animadas de un celo ardiente y discreto por la salvación de las almas... Las instruirán en las cosas necesarias para salvarse, no perdiendo ocasión de inculcarles el Santo temor de Dios..., que se aparten del pecado... de sus ocasiones..., progresen en el camino de la virtud...”

Y fija los medios: “Acogerlas en sus casas... colocarlas..., sostenerlas en el cumplimiento de sus deberes..., frecuencia de sacramentos..., asistencia al establecimiento en los días festivos..., visitarlas en las casas para informarse...”

Después de agotar cuanto ha experimentado y se le ocurra, recomienda: “en todo tiempo la Congregación, deberá poner en práctica cuantos medios la experiencia vaya enseñando para el mayor bien de las acogidas... por las mismas razones no deberá tomar a su cargo ninguna obra de caridad que distraiga la atención ni perjudique lo más mínimo el objeto primario del Instituto.[37]

 

Su obra vista por la jerarquía

¿Qué piensan de la Obra los Prelados que en 1897 escribieron a la Santa Sede cartas testimoniales para recomendar la aprobación del Instituto?.

Los entonces Obispos de Madrid, Valladolid, Calahorra, Málaga y Zamora decían que multitud de jóvenes, muchedumbre de muchachas numerosísimas infelices y desventuradas marchaban a las ciudades grandes, populosas, empujadas por la pobreza creciente de los pueblos pequeños, para ponerse a servir. Inocentes, faltas de recursos, sin padres o privadas de su custodia y vigilancia, desconocedoras de las asechanzas, con gran peligro, por su mucha ignorancia, de caer fácilmente en los lazos de la seducción e inmoralidad; “jóvenes desamparadas a las que hacía guerra sin tregua el infierno para sepultarlas en el lodo asqueroso de la liviandad”. Halagadas por los lazos de hombres perversos, confiadas a sí mismas, se apartan de la virtud, se las ve sucumbir en su perdición, “no solo mientras viven en las casas de sus amos, sino más aún cuando carecen de colocación”.

A los Obispos arriba mencionados, se unían los de Salamanca, Zaragoza, Burgos, Granada y León para afirmar que el fin del Instituto “no podía ser más recomendable y santo bajo los aspectos religioso y social”; que “está caminando a la gloria de Dios”; que “ ha merecido la alabanza no solo de aquellos para quienes la salvación de las almas no es cosa insignificante, sino de cuantos aman la honestidad de las costumbres”; “juzgando a propósito para defender la virtud”, “impedir los peligros del alma y honra”, “informar en la fe y en las costumbres cristianas”; “ obra utilísima y más en nuestros tiempos”.

En particular, el Beato Ciriaco María Sancha y Hervás, Obispo de Madrid[38] escribía de la Fundadora que “ardiendo en celo por la salvación de las almas y atendiendo a la piedad de su corazón, con ánimo generoso y alegre abandonó su propia casa para procurar el bien de esa clase de jóvenes”. El Arzobispo de Valladolid: “Lleno de grandísima amargura su corazón, impulsada por la caridad de Cristo y ardiendo en celo por la salvación de las almas, de grado se propuso consagrarse toda entera a procurar la salvación de aquellas jóvenes...”

De las Hermanas, aseguraba el de Málaga: “Obtenían diariamente abundantísimos frutos arrancando de los mayores peligros a muchas mujeres jóvenes. El de Calahorra: “Eran incalculables los triunfos alcanzados sobre la ignorancia, el abandono y la seducción. El de Granada: “Se ejercitaban con laudable celo y provecho de las almas en moralizar a las criadas enseñándoles e imbuyendo en sus almas las suaves máximas de la santa religión católica...”

Es claro que para los señores Obispos de entonces el fin del Instituto era, según lo declarado en el Decreto, para autorizar la toma de hábito de las tres primeras religiosas por D. Ciriaco Sancha en fecha 8 de junio de 1876, “preservar a las jóvenes dedicadas al servicio”... de los innumerables peligros de corrupción que hay en la sociedad...”


 

SEGUNDA PARTE (1890-1925)

 

I.- LA SUCESORA- SU ESPIRITU

Al morir, el 23 de marzo de 1925, Madre María Teresa Orti y Muñoz, sucesora de nuestra Santa Fundadora, que rigió el Instituto durante 34 años escribió nuestra siguiente Madre General María de la Concepción Marqués, una breve semblanza de su espíritu que fue publicada en Anales de mi Colegio[39]. Vamos a espigar de esta semblanza algunos datos históricos que interesan para nuestro estudio.

Conoció madre María Teresa Orti a doña Eulalia y a nuestra Santa Madre cuando principiaban su obra a favor de las sirvientas, y “al conocerse se correspondieron y unieron de tal manera sus almas, que desde entonces, trabajaron unidas y llenas de fervor...” Marina -así se llamaba- una de las seis primeras que entraron en julio de 1876, fue la única que llegó a profesar; las demás salieron, menos Hermana Visitación Sanz que murió novicia en Cascante antes hizo los Votos de devoción en manos de nuestra Santa Madre.

Su espíritu de contemplación más que en Jesucristo, clavado en cruz abandonado hasta de su Eterno Padre, a quien quería asemejarse viviendo sin consuelo ni amor sensible "se centraba en Jesús Niño, objeto de su amor entrañable, verdaderamente extraordinario". "Sus fiestas predilectas eran las de Navidad, y para ellas se ocupaba en ataviar las imágenes de Jesús, de manera que no tiene igual; todo el año recogía juguetes y alhajas para ponérselas al Divino Infante".

“Reflejo de este amor era el que demostraba a los pequeñuelos, sus delicias eran estar entre los niños inocentes; estos jamás le molestaban y los atendía por ocupada que estuviese... Su virtud llevaba el sello de la sencillez y de una grande y extraordinaria humildad que no se manifestaba en palabras y todos reconocían".

Uno de sus propósitos dice así: "Conversación con el Amiguito, sin olvidarlo". Afirma Madre Concepción: "Se comprende que el Amiguito no era otro que Nuestro Señor Jesucristo en los misterios su infancia...”, el gozo en la pobreza, en la obediencia, en el cumplimiento de la voluntad de Dios -aunque sea a obscuras-, de su deber la caracterizaron: como también su amor a la Santísima Virgen, a la Congregación -por ella se había ofrecido a que viniesen sobre si todas las tribulaciones y contradicciones- a sus hijas y a las colegialas.

 

II.- LA OBRA DE NUESTRA SANTA MADRE EN MANOS DE LA SUCESORA.

Al morir nuestra Santa Madre en 1890 el Instituto había obtenido de Santa Sede solo el Decreto Laudatorio (SS. León XIII, 18 de abril de 1888).

La Madre María Teresa Orti hubo de solicitar la aprobación Pontificia del Instituto (SS. León XIII, Decreto 9 de enero de 1899) y de las Constituciones (San Pío X, Decreto, 12 de septiembre de  1904).

Para ello presentó a la Santa Sede, en mayo de 1897, una relación sobre el estado del personal, numérico-disciplinar y sobre las casas con sus Obras y situación económica junto con un ejemplar de las Constituciones. En el archivo se conservan dos copias de esta edición encuadernadas en piel, con el escudo de León XIII grabado en oro. El borrador manuscrito de esta edición es el que se ha multicopiado para las capitulares. Al mismo tiempo remitieron también a la Santa Sede cartas testimoniales los Obispos, en número conspicuo, que habían tratado al Instituto.

En 1903, la mencionada Madre, sometió de nuevo a la Santa Sede una relación sobre el estado de la Congregación, una breve historia de la misma y copia de las Constituciones.

En el Capítulo General que se celebró en la Casa Madre en 1911 las Capitulares aprobaron los textos de las Reglas particulares y Generales, de las Prácticas y costumbres y el del Reglamento para las jóvenes acogidas en los colegios, las Prácticas son copia abreviada de las de los Jesuitas de Villagarcia, arregladas por el P, Hidalgo, S.J.[40] El Reglamento en su mayor parte se debe a las experiencias de Doña Eulalia. Todas llevan alguna variación según la experiencia[41].

Hemos visto en el capítulo anterior: Su espiritu en las Constituciones y Reglas, a grandes rasgos, el fin y el objeto que perseguía nuestra Santa Madre con su Obra, los medios propuestos para llevarla a cabo y el espíritu que infundía en ellas.

Las Constituciones aprobadas por la Santa Sede después de la muerte la Fundadora (textos impresos en 1905 y 1918) con las modificaciones incluidas por ella a propuesta del Instituto o por iniciativa propia[42], presentan estas diferencias principales en relación al apostolado.

Separan netamente el fin, que llama Principal: santificación y perfección de las religiosas, del fin que denomina segundo y especial: promoción de la salvación de las jóvenes honradas. Desaparece también de este texto el ob­jetivo último: “A mayor gloria de Dios".

El nombre de la Congregación se transforma de "Hermanas del Servicio Doméstico" en "Hijas de Marta Inmaculada para el Servicio Domestico".

En este texto aprobado por la Santa Sede se mantienen los medios de apostolado: acoger en sus casas a las jóvenes de buena conducta.., instruirlas en las cosas necesarias para salvarse... colocarlas.., ayudarlas a cumplir sus deberes.., acostumbrarlas a la frecuencia de sacramentos, asistencia al colegio... En cambio ordenan que en las tardes de los días festivos “se les enseñará la Doctrina" y distingue esta enseñanza de la instrucción y otros ejercicios que les hará un sacerdote en la Capilla y añade que en esos días se les procurarán recreaciones honestas, agradables y útiles. Se recomienda también la instrucción en los oficios propios...

Desaparece por otra parte en el texto que examinamos, el párrafo que proponía las "visitas" a las casas de su estancia, etc. en conformidad con la nueva dirección que tomó la Congregación pocos meses antes de morir la Santa Madre, como posible remedio a la escasez de vocaciones. Aunque esta modificación la había aceptado nuestra Santa Madre, el texto de las Constituciones no se llegó a cambiar durante su vida. Mandaba este en el Capitulo 25 que "Atendiendo a los fines de la Congregación, no guardaran clausura, pero no saldrán de casa sino cuando lo mandase la Superiora, y en otro párrafo añadía: "No mostrarán repugnancia en salir siempre que la obediencia lo mandare, seguras de que agradarán a Dios en el cumplimiento de cuanto se les ordenare...”

Prácticamente esta norma, fue adoptada para las religiosas Directoras. Las Hermanas Coadjutoras siempre han acompañado o visitado a las jóvenes cuando era necesario[43].

El nuevo texto de las Constituciones de que veníamos hablando, confirma que "se deberá en todo tiempo poner en práctica cuanto la experiencia vaya enseñando para mayor bien de las acogidas... “que no se tomará ninguna otra Obra que distraiga o se oponga en lo más mínimo al fin del Instituto” y haciéndose eco a la experiencia de doña Eulalia, añade “ni por razón alguna se recibirá... ni aún en sección aparte a jóvenes que no tengan buena reputación, aunque hubiesen expiado sus extravíos en alguna casa de arrepentidas...”

El texto de las constituciones revisado en 1921 por razón de la promulgación del Código de Derecho Canónico en estos artículos que consideramos es idéntico.

Las Reglas aprobadas por el Capítulo de 1911 conservan la unidad de objetivo: “de tal manera se enlaza su santificación... con la santificación y provecho de las colegialas... que tanto más se perfeccionarán...cuanto más contribuyan a la santificación de las acogidas...”[44], el espíritu de celo por la salvación de las almas...[45] el modo de actuarlo, la reglas de las prefectas de externas y de internas... etc., el modo de instruirlas sólidamente en la doctrina cristiana: las reglas de las prefectas de las cosas espirituales... y otros aspectos de formación detallada. Solo hacemos notar que entre las reglas que se refieren a las acogidas sirvientas aprobadas en 1911, encontramos que se nombra a las obreras por primera vez; “En el trato con las jóvenes obreras de la escuela nocturna las del taller de costura, se observaran las mismas reglas que hay para tratar a las sirvientas...

Efectivamente en octubre de 1902 la Madre General con el Consejo tomó el acuerdo de abrir Escuelas Nocturnas en bien de la clase obrera en las casa que tenían personal suficiente y local a propósito, visto el buen resultado que había dado las abiertas con el fin experimental en Madrid y Toledo, que en nada impedían la marcha ni de los Colegios ni particularmente de los internados[46].

El Reglamento, en cambio, fija la edad de admisión: de 15 a 30 años; otros documentos de 14 a 30; la condición requerida: “ser huérfanas o estar ausentes de sus familias o bien en situación de no poder recibir los cuidados de las mismas en sus desacomodos... además los informes deben acreditar su buena conducta; y las interesadas han de tener buena salud y estar dispuestas a colocarse”.

La acción apostólica del Instituto con las jóvenes nunca quedó limitada a las indicaciones de las normas y reglas. Ya en 1888 en la casa de Barcelona era floreciente la “Asociación de Hijas de María”, en 1919 se instituyó la Junta y Celadoras y se abrió un nuevo libro de registro; en 1922 dentro de la misma Asociación crean la función de Celadora de almas y tienen la primera jura de bandera en Madrid[47].

Las tandas de Ejercicios funcionan regularmente todas las Cuaresmas. Tradicionales desde los primeros años de la fundación, nuestra Santa Madre consideraba los Ejercicios “acaso el único medio de hacer que las jóvenes se fijen en la importancia de su salvación, el más eficaz para arreglar sus conciencias y poner el cimiento para emprender una vida cristiana y de tanta importancia que en ningún tiempo ha de descuidarse esta práctica que la experiencia acredita ser tan provechosa”[48]. Todas las acogidas que entraban por primera vez al Colegio o hubieran pasado por lo menos un año sin hacerlos hacían los Ejercicios antes de salir colocadas; solas o en pequeños grupos de 3-4; si no encontraban Padre que se los dirigiese, los dirigían las mismas religiosas. Para ellas escribió nuestra Santa Madre reglas particulares basadas en el “nunca bien ponderado libro de los Ejercicios de San Ignacio”, que no llegaron a pasar a las aprobadas por el Capítulo de 1911.

Entonces no se concebía, como hoy día, que una mujer, una religiosa, dirigiese una tanda de Ejercicios a sus educandas. Probablemente esta mentalidad influyó en la decisión que tomó el Capítulo de 1911 de no incluir estas Reglas en las aprobadas. De hecho, muchas veces, nuestras religiosas han dirigido tandas de Ejercicios a las colegialas; eco profundo dejaron los de la madre María Javier Roura y de la Madre Vicenta María Rodríguez de Arce. Por otro lado, de nuestras religiosas siempre han sido auxiliares activísimas y eficaces del Director de Ejercicios.

En 1919, el 19 de marzo, inauguraban la “Enfermería de la Inmaculada” en Madrid para las colegialas sirvientas. Al frente estaba casi tocaya de nuestra Santa Madre, Madre María Vicenta López[49]. De ella, escribían en “Anales” en junio de 1933, al festejar la apertura de los nuevos locales en la Casa de Ríos Rosas, “que tantas lágrimas ha enjugado, que ha aliviado tantos dolores que tan santas consoladoras muertes ha presenciado y que ha sido testigo de tan grandes curaciones...”[50] El estilo ponderativo y ampuloso de la cronista que se firma E.Y., nos hace pensar que juntamente con “tan grandes curaciones” físicas, tenía presentes las de orden espiritual. En 1919 se inauguraba la Enfermería de Barcelona... Mediante una cuota módica, recibían asistencia médica y si era contagiosa la enfermedad o necesitaban de una operación de importancia, se les pagaba el hospital...[51].

En 1916 inauguran la “Caja Dotal” para sirvientas en Valencia; y en la misma ciudad en 1919, una Hospedería con el nombre de “Sociedad del Servicio Domestico”; allí las sirvientas que gustan sujetarse al Reglamento del Colegio encuentran las clases profesionales[52] y en Madrid, en junio, abren la pensión; la primera prefecta fue la Madre María de la Rosa Baylín[53].

Al año siguiente, 1920, los Anales nos van dando cuenta de la “Asociación de Ángeles Tutelares” de señoritas que ayudan a las Madres, de la Romería de San Isidro, etc. etc. Y el mismo año, en la Casa Madre, en la parte alta, se recogían 50 niñas, la más pequeña de tres años, todas pequeñitas, huérfanas y pobres; permanecen en el colegio instruyéndose hasta que puedan ellas por sí mismas, ganarse honradamente el pan, que se educan para el servicio doméstico.

Se explica que cuando aún no era tan conocida la psicología no se conocían los métodos de “Orientación profesional”, las razones dichas tenían peso y valor moral.

Al alentar estos datos, indirectamente hemos recordado que en 1919 había nacido la primera publicación periódica para las colegialas “Anales de mi Colegio”. El 30 de julio salió el primer número. A. M.[54] -así firmó la cronista- nos cuenta con toda sencillez el origen y objeto de su publicación; dar a conocer a nuestras mismas chicas los ejemplos admirables y edificantes de sus hermanas que pasan desapercibidos a los ojos de la sociedad; comunicar los sucesos de cada uno de nuestros Colegios a los otros, para mantener a todas en contacto con el espíritu del Instituto; avivar el temor santo de Dios, la confianza en la Providencia Divina, el amor al Colegio, a la Virgen nuestra Madre... Recorriendo las páginas de las primeras décadas de Anales notamos que de sus páginas fluye una corriente de afecto familiar y estima que une a las religiosas con las colegialas y a todas entre sí y con Dios y lo divino; reseñas de colegios, de los viajes de las religiosas, de las fiestas para obsequiar a la Madre General, datos biográficos de las Hermanas, cartas de las colegialas, ecos del Noviciado, movimiento de colocaciones, etc. etc.

Terminamos con dos citas sintomáticas tomadas de las cartas circulares de nuestra Madre María Teresa que ponen luz las dificultades que iba a encontrando la Obra y el cambiar de los tiempos.

Dirigiéndose a sus hijas les decía:

Conozco sus dificultades y también que ellas tienen su origen en los principios funestos que hoy imperan [estamos en 1903] y estos principios seducen cada vez más, esterilizando los medios de hacer el bien y poniéndonos en la precisión de trabajar, como dije antes, sin tregua ni descanso, en atraer las almas al conocimiento y servicio de Dios Nuestro Señor, usando de cuantos medios la experiencia ha ido enseñándonos en los 26 años de existencia que lleva el Instituto... Es muy general la idea que en nuestro Colegios, las acogidas, son poco trabajadoras, poco sufridas y que al amparo del Colegio les sirve para insolentarse y desacomodarse a la menor dificultad...[55]

 

 

En 1920 exponía:

El Instituto está enclavado en el campo social y por esta Providencia Divina que iluminó a doña Eulalia es el primero que alzó bandera en este campo, en el que por entonces, ni se vislumbraba las luchas que se sostienen hoy... Si no queremos faltar a nuestro deber, no podemos dormirnos y dejar que otros más despiertos y celosos se alcen con lo nuestro. No, esto no lo permitirá el Señor. El no lo quiere, así, pues, lo que necesitamos es sacudir nuestra pereza si la tuviéramos, obviar dificultades; en una palabra, revestirnos de ese espíritu de sacrificio y abnegación tan necesario... Mucho esfuerzo supone esto, no lo desconozco, pero no por ello dejemos pasar delante de nuestra Obra todo ese movimiento católico de escuelas, sindicatos, atracción por toda parte de la sirvienta; asociaciones que se levantan con brío ante esa ola de socialismo. Enhorabuena, y sea para triunfar entre todos de ese enemigo mortal de la Iglesia; pero que no nuestro lo hagamos nosotras... lo nuestro no puede decaer si nosotras mismas no lo abandonamos; está sellado con el sello de la Iglesia, que es Obra de Dios... Y qué hemos de hacer nosotras...? Ya lo estamos haciendo: pensión, enfermería, caja dotal, academia talleres de costura, enseñanza profesional y en todo ello derroche de constancia y de sacrificio... que encuentren interés, calor, cariño... además hemos de trabajar con afán para formar una Asociación, ya sea de Hijas de María ya con otro nombre que tenga más de social que de religioso, por ejemplo: "Protección Católica de la joven sirvienta" con la sola obligación de asistir un domingo al mes a la Junta que se celebrará, nombradas Presidenta, Secretaria, etc. De entre ellas mismas.., ganarlas suavemente para Hijas de María... distintivo una especie de carnet.., han de encontrar paz, alegría, pan y alimento...[56]

 

En 1922 afirma:

Veo cuanto más se dificulta cada día la misión de las sirvientas, por ser escaso el número de las jóvenes que quieren sujetarse a servir y porque aquellas que no pueden lograr otro modo de ganarse la vida, se extreman en exigencias: afán de lucro, de libertad, etc. etc. Para que estas dificultades no vengan a poner trabas a nuestra Obra principal... para la cual Dios Nuestro Señor hizo surgir en la Iglesia nuestro Santo Instituto, mostrando su misericordia para con esas jóvenes que pobres y sin propio hogar están expuestas a una casi segura perdición... para que ahora al seguir trabajando para llevarla adelante, no vayamos a destrozarla desanimándonos una; y dándoles otras distinto giro en las diversas Casas según sean distintos los criterios de la Superiora y Prefectas... Voy a apuntar aquí lo que creo conveniente... Es bien sabido que, el espíritu que se infiltra hoy a la juventud tanto en las capitales como en la última aldea, es muy distinto al de hace 50 años cuando se comenzó por medio de los fundadores a trabajar en esta Obra. Entonces la sencillez, respeto y docilidad, con otras virtudes nacidas de la fe viva que animaba al pueblo, daba confianza para responder lo mismo por una paletita recién venida de la aldea, como por una primera doncella de 25 o más años. Hoy tanto por unas como por otras no puede sacarse la cara; no porque falte honradez y buena voluntad en nuestras acogidas, que bien buenas y abnegadas hay; pero en general les falta sumisión y respiran el espíritu de independencia que envuelve el mundo entero... Decimos que son pocas las que se quieren dedicar a servir y que las que se prestan a ello son exigentes, independientes.., y me preguntarán: Si no vienen, cerramos los colegios? Si vienen y son levantiscas, podemos colocarlas? - Vendrán menos, pero vendrán; no todas sirven para mecanógrafas. Modo de sostenerlas, modo de no espantarlas? La caridad cristiana, el celo de la gloria de Dios, el amor a las almas redimidas con la Sangre preciosa de Cristo, nos sugerirán ideas y medios para atraerlas al Colegio y conservarlas .. No puedo dejar de comentar con gozo la providencia amorosa del Señor para con nuestro Instituto. Si vemos que el fin principal de é1 se hace cada día más difícil, vemos al mismo tiempo su mano paternal ensanchando, y desarrollando en él otras Obras que, como fruto del mismo árbol, dan amplitud[57].

 

Madre María de La Concepción Marqués (1925-1939)

La Madre María de la Concepción Marqués ingresó en la Congregación 10 de octubre de 1890. Fue la última postulante que recibió durante su vida nuestra Santa Madre Fundadora. Sucedió en el Gobierno de la Congregación a la Madre María Teresa Orti, rigiendo el Instituto como Vicaria General del 1925 al 1929, pues entonces nuestras Constituciones no preveían que se celebrase el Capítulo dentro de los seis meses sucesivos a la vacante. Fue elegida General el 19 de agosto de 1929. Permaneció en el cargo hasta su muerte, ocurrida a los 80 años, en San Sebastián el 19 de enero de 1939.

"Fue alma grande y hermosa. Llena de ideales para la gloria de Dios del Instituto y llena de amor y ternura para sus hijas". (Del recordatorio de su muerte).

De temple no común, afrontó con entereza de espíritu, a pesar de su avanzada edad, las grandes dificultades que por motivo de la caída de la Monarquía y de la guerra civil española (1931-1939), sufrió el Instituto durante los últimos años de su gobierno.

Las que estuvieron presentes a su muerte, nos cuentan sus actos de viva fe y amor que confirman esta característica de su espíritu: "Como sentía que su misión en la tierra estaba ya cumplida, deseaba ardientemente morirse, “por lo que espero y por lo que amo”.

“Trabajó sin descanso con solicitud de madre por el bien y el crecimiento del Instituto y por la santificación de todas sus hijas, haciendo suya la preocupación que desde hacia años daba que pensar a nuestra Madre María Teresa "las cinco ramas nuevas del Instituto”[58] pues precisamente se habían recibido noticias de que algunas religiosas, sin comprender la causa de estas ampliaciones de la Obra, pensaban, que nos apartábamos de lo nuestro y esto mismo creía alguna que otra persona de fuera. Para obviar estas dificultades, obtuvo de la Santa Sede, Decreto la Sagrada Congregación de Religiosos del 25 de febrero de 1930, la modificación del nombre del Instituto y ampliación de su fin. Este se tramitó en el nombre de "Hijas de María Inmaculada para el servicio doméstico y protección de la joven en general”. Al fin, en atención a que aumentaba el número de jóvenes que se ven precisadas a vivir lejos de sus familias en situaciones sociales distintas de las de las sirvientas que disminuían, pero igualmente peligrosas para sus almas, añadió la Sagrada Congregación, como objeto específico de la actividad apostólica del Instituto, “cuantas jóvenes tengan que vivir de su trabajo mental o material".

En el art. de las Constituciones cambió lo siguiente: "Para cumplir estos fines (en lugar de "este fin") el Instituto admitirá en sus Casas a jóvenes (en vez de jóvenes sirvientas) de buena conducta (se omitió “durante sus desacomodos y convalecencias”), instruyéndolas en los oficios propios (omitido "del servicio doméstico") procurando que sepan y practiquen doctrina cristiana y preservándolas de los peligros de perdición, emplear medios posibles y adecuados para lograrlo, (en lugar de educándolas cristianamente en los principios y en las máximas de nuestra Santa Religión"). No se cambiaron los números del Capitulo XII, celo.

En la citada carta circular de julio de 1925, la Madre, preanuncia razones que la movieron a pedir tales modificaciones. Refiriéndose a la Obra de apostolado con las sirvientas señala:

"Tres causas que se oponen al cumplimiento estricto del artº. 3º del Reglamento aprobado por R.0.:

1ª En general las acogidas no quieren ayudar al trabajo como antes ayudaban.

2ª No se conforman con la comida que antes se les daba, siendo ésta hoy sin comparación mucho más cara,

3ª Es más reducido el número de las que quieren servir.

En una buena parte de nuestros Colegios, solo entran nuevas al mes de dos a tres jóvenes y meses hay de entrar solo una. ¿Qué movimiento de colocaciones y qué vida pueden tener tales Colegios...? Además, en algunos otros...solo pretenden jovencitas que...se ausentan de sus familias para pasar los inviernos, y en la época de la recolección se vuelven a su casa... ¿qué bien moral ni qué celo puede resultar ahí...? “ Por esto las Superioras han señalado una modesta pensión para éstas que solo están de temporada; y así se debe procurar en los demás Colegios. Mas como todas las que pretenden no se han de avenir a pagar, si alguna de estas por cualquier circunstancia, les gustara más para el colegio, la puede admitir gratis; pero de manera que la admisión no resulte un conflicto por falta de local, camas y tantas otras cosas como se necesitan...

Parece que en cuanto se dice aquí la Madre se fija más en el aspecto de vuestra Obra Social, formativo, conservador de la categoría de sirvientas que en otros valores. Aspecto al que indudablemente contribuye el Instituto por razón de los medios de que se vale para alcanzar la salvación de las jóvenes que se ven en peligro de perderse.

Así mismo el Instituto abrió Escuelas Nocturnas y Talleres de Costura...

En esto se debe procurar que la enseñanza sea lo más esmerada; pero ante todo el provecho del alma...

Además del internado en los colegios que el local lo permita, se tiene una pensión separada y atendida lo mismo que las otras, ya que en algunos puntos es mayor el número de estas pensionistas que el de las gratuitas; y según se va viendo, parece que será en el porvenir la única clase de nuestros colegios.

De las normalistas diré muy poco; estas pueden considerarse como pensionistas, atendiendo o no a sus estudios... esta clase puede proporcionar vocaciones al Instituto y también medios con qué vivir.

Viene luego la sección de niñas que tenemos en varias de nuestras casas...

Sobre la enfermería, no hay más que aclarar...Otra Obra se ha introducido en nuestros colegios... todas sabemos que fue recibida como un medio que la Providencia nos proporcionaba para atender a las necesidades del Instituto... la pensión de señoras.

Con el mismo Decreto de la Sagrada Congregación de religiosos (25 de febrero de 1930), obtuvo para mayor incremento del Instituto se dividiera el gobierno en provincias y el indulto para tener el Santísimo Sacramento Expuesto diariamente en todas las casas.

Quien duda de que el Divino Corazón quiere con esta gracia y preciosa dádiva obligarnos a que seamos más fieles en el cumplimiento de nuestros deberes, empezando por ahí a ganarle almas, unidos nuestros corazones con el suyo por el sufrimiento, el sacrificio, el fervor que supone esta unión fecunda...? Cada una considere en la oración el beneficio que recibe del Instituto. Será punto que no se agotará y debemos por él dar gracias a Dios, Nuestro Señor.[59]

 

Madre María De San Luis De Caso (1939-1948)

Al dirigirme hoy a VV. RR. Y CC. , siento mi corazón oprimido; por tantos motivos, bien lo comprenderán. ¿verme al frente del Instituto amado, siendo la que soy! Y no crean que lo digo por humildad, pues reconozco mi insuficiencia y miseria; mi falta de cualidades y virtudes que exigen cargo tan delicado y de tanta responsabilidad. Esto me llena de confusión y temor y me angustiaría si no viera en ello la voluntad de Dios, clara y manifiesta, que así lo ha ordenado, sin duda para que, las que formamos el Instituto, vivamos una vida de fe más intensa.[60]

Con estas palabras anunció la Madre María de San Luis de Caso a la congregación, su nombramiento de Superiora General. El sentido de responsabilidad y sobre todo de adhesión incondicionada a la voluntad de Dios que denotan, fueron características eminentes de su espíritu.[61]

Le tocó la ardua tarea de reconstruir, reorganizar, reanimar, revitalizar las casas, las obras, las religiosas, que a consecuencia de la guerra civil española habían quedado desmanteladas, deshechas, desperdigadas.

Amantísima del espíritu de la Santa Madre Fundadora, trató de infundir en sus hijas. En casi todas su cartas circulares cita párrafos de los escritos originales de la Santa Madre, los comenta, anima a estimarlos y a seguir su doctrina. Como ella, admiradora de S. Ignacio y segura del gran provecho espiritual que se obtiene con los Ejercicios, organizó e hizo obligatoria, antes de la emisión de los votos perpetuos, la tercera probación con el mes de Ejercicios completos para todas las religiosas directoras. Y para las coadjutoras en forma más sencilla. Hasta esta fecha, a pesar de los deseos de la Santa Madre no se había tenido regularmente.

Durante su gobierno se obtuvo rescripto de la Santa Sede (por cinco o siete años) que se renueva periódicamente, para poder tener expuesto el Santísimo Sacramento en todas las Casas de la Congregación durante la noche de las vigilias de las Fiestas del Sagrado Corazón y de Cristo Rey[62].

 

Madre María de La Redención Navas (1948-1967)

Es obvio que en las presentes circunstancias pasemos directamente a ex­poner brevemente los acontecimientos salientes de este periodo que tienen mayor relación con este estudio. Nuestra Madre, María de la Redención llevó a término trabajos iniciados por sus predecesoras. Una nueva edición de las Constituciones, aprobadas con Decreto de la Sagrada Congregación de Religiosos de 25 de marzo de 1952, en las cuales se insirieron los artículos referentes a la división en Provincias del Gobierno de la Congregación. Los correspondientes al capitulo, al Consejo Provincial, a los cargos y funciones de gobierno a es­te nivel. Los de la Instructora de Tercera Probación.

El nombre de la Congregación se precisó nuevamente quedando en “Hijas de María Inmaculada para el servicio domestico y protección de la joven”, por considerar redundante el plural de joven y la especificación “en general”. A este primer artículo de las Constituciones se añadió lo que ya estaba en las primitivas, antes de ser aprobadas por la Santa Sede: “A mayor gloria de Dios”.

El art. 30 sobre los medios para cumplir el fin se modificó de nuevo como sigue:.. “la Congregación admitirá en sus casas a dichas jóvenes de buena conducta, empleando, medios adecuados para preservarlas de los peligros de perdición, educarlas cristianamente en los principios y en las máximas de nuestra santa religión; además procurarán instruirlas en los métodos de asistencia social y particularmente a las sirvientas les enseñará, con todo esmero, las labores propias del servicio doméstico”. La frase que “sepan y practiquen la doctrina cristiana” que se adoptó en la anterior redacción, se restituyó a su forma original: “educarlas cristianamente en los principios y en las máximas”. La inserción del último párrafo del art, 3 se justificó con el siguiente Razonamiento:

La utilización de medios de carácter científico (asistencia social) unidos a los tradicionales (cobijar a las jóvenes, educarlas cristianamente en los principios, etc) haría más eficaz la acción apostólica de la Congregación, y el desempeño de los propios oficios a las jóvenes.

En el Capitulo del celo de las almas cuidado de las acogidas y demás jóvenes-se añadió el art., que empieza: “Para llenar cumplidamente.., la frase siguiente”... en el poco tiempo que permanezcan internas, cuidar de conocer la índole, inclinaciones y capacidad de cada una, para poder dirigirlas mejor en el camino de la virtud y en la elección del trabajo a que podrán dedicarse con más provecho, enseñándoles de preferencia, además de la doctrina cristiana, la materia profesional que más les ayude a conseguir su intento”.

Además otros dos Artículos nuevos se dedicaron al apostolado para con las jóvenes, no sirvientas, que se ven precisadas a vivir lejos de sus familias para ganarse el pan o prepararse para ello; un tercer artículo recomienda facilitar a estas jóvenes el día de retiro y los Ejercicios de San Ignacio

Estas son las principales modificaciones que presentan las Constituciones del 1953 respecto a las anteriores del 1922 con su apéndice.

El año 1950, nuestra Rvdma. Madre María de la Redención, tuvo la felicidad de ver cumplidos sus anhelos con la Beatificación de la Madre Fundadora. En agradecimiento al Señor por este beneficio abrió la primera casa Misión entre infieles en la India, Bombay. A esta se siguieron las misiones entre indígenas en S. Gabriel de Chilac, Méjico y otros varios centros misioneros, en el Brasil, Perú, etc. Por último, accediendo -a los deseos del Señor Arzobispo de Madrid-Alcalá, se empezaron obras de apostolado en los suburbios de Madrid[63].

 

LA CONGREGACIÓN Y EL CONCILIO

LA CONGREGACIÓN DE HIJAS DE MARÍA INMACULADA PARA EL SERVICIO DOMESTICO Y PROTECCIÓN DE LA JOVEN ESTAN EN TONO CON EL CONCILIO VATICANO II. ¿CUAL ES SU ESPIRITU?...

Vamos a responder al lado de María Inmaculada, titular de Congregación, y vamos a pedirle que Ella se ponga a nuestro lado como lo hizo con los apóstoles en el Cenáculo en espera de la venida del Espíritu Santo, y sea el nuestro un ambiente segregado, espiritual.

¿Fin de este encuentro? Interrogar: ¿están las Hijas de María Inmaculada en la justa vía de la Iglesia ahora que el Espíritu Santo ha hablado por medio del Concilio Vaticano II?

Procuraré responder a esa pregunta después de haber estudiado el precioso y abundante material que me ha presentado la M. María Herminia, sobre todo el resumen histórico de la vida del Instituto desde que nació hasta el momento actual. Dicho sea de paso, este resumen vale la pena de publicarse en sus revistas internas como base al conocimiento del espíritu de la Congregación.

He de decirles con toda sinceridad que me he quedado sorprendido por lo bien que Vds. han interpretado el Concilio en sus diversas Constituciones y decretos; por el modo tan ágil, tan vivo y tan ecuánime como lo han aplicado a su Instituto. Yo debería tornarme a casa confesando que mi trabajo es inútil, porque ya lo han hecho Vds. Sin embargo les agradará un juicio mío personal, que podría valer algo por la parte que tomé en el Concilio, por mi actuación como consultor de la S.C. de Religiosos, por haber ya presidido dos Capítulos Generales especiales de Religiosas, por la nueva misión que se me confía de examinar las Constituciones de los Institutos adaptados al Concilio.

Repetiré la frase de sus Constituciones, 1953, “a mayor gloria de Dios”.

 

I. QUE PIDE EL CONCILIO DE LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS

He aquí en síntesis la mente conciliar:

·   La vuelta a la inspiración primitiva de los Institutos y su adaptación a las condiciones de los tiempos, P.C. 2;

·   Se conserve el espíritu auténtico del Instituto, P.C. 9, 21, 22;

·   Quede en salva la propia índole, P.C. L-3, 9-11, 15, 20;

·   Cada Instituto mantenga su forma de vida, en bien de la Iglesia P.C. 8, 9, 19

·   Desarróllense las obras propias, P. C. 2 b), 11, 25

·   Gócese del propio patrimonio, P.C. 2 b).

El Concilio nos quiere llenos de Jesucristo, (P.C. 2 2), norma suprema de vida religiosa; llenos del espíritu del Fundador, que gozó de un carisma todo particular del Espíritu Santo; adaptados a las condiciones de los tiempos. Seria como preguntarse; “Cómo obraría Jesucristo en el siglo XX? ¿Cómo obraría en concreto la Santa Madre Vicenta María en estas circunstancias, con estas sirvientas de hoy, con las obreras, con las jóvenes fuera de su hogar? Vds. han respondido ya en sus estudios; analicemos ahora esos puntos y veamos cómo se pueden aplicar a su Congregación.

 

II. INDOLE DE LA CONGREGACIÓN DE HIJAS DE MARÍA INMACULADA

Índole significa la constitución íntima, interna y externa del Instituto en cuanto a todos sus elementos teológicos-jurídicos primitivos[64] La Congregación de Hijas de María Inmaculada tiene su índole particular primitiva que fue cristalizada en las Constituciones impresas en el año 1897 las cuales llevan la aprobación del Card. Moreno Arzobispo de Toledo, 8 dic. 1882 y el Decreto laudatorio de la Congregación de Obispos y Regulares.

La Santa Madre elaboró antes, hacia el 1871, un proyecto, que sirvió de regla a la naciente Comunidad, 1876; pero careció de estructura jurídico-eclesiástica. Las Constituciones del 1897 suponen ya una Congregación religiosa con su fin específico, con su régimen y observancias bien definidas.

Para conocer, pues, su índole particular primitiva, tienen que recurrir a esas Constituciones y conservar de ellas lo que es inmutable a través de la historia. ¿Y qué es inmutable? el carisma propio del Instituto, el espíritu de la Fundadora.

 

III. INSPIRACIÓN, ESPÍRITU DEL INSTITUTO

El espíritu es como la esencia del Instituto religioso, que persevera, que debe perseverar en las vicisitudes de los tiempos; es, diría, como una célula del Evangelio, siempre viva vivificadora; un don del Espíritu Santo, un carisma que pone al religioso en el plan de Dios.

El espíritu del Instituto encierra una teología, una espiritualidad interior, una ascética, una mística.

¿Cual es esa teología, esa espiritualidad de las Hijas de María Inmaculada?

Nótese que hay diferencia entre el espíritu del Fundador y el espíritu de la Obra por él realizada. Una sola persona puede dar vida a diferentes corporaciones y cada una de estas con su propia espiritualidad, pero, de ordinario, un Fundador vierte su alma, derrama su espíritu en su Obra, especialmen­te cuando es única.

Santa Vicenta María tuvo su propia espiritualidad, que formularíamos en estos términos:

 

a) la Santa aborrecía el pecado como el máximo mal:

Dios mío, quitadme la vida mil veces antes que os ofenda[65]. Sacrificar todos los gustos, padecer cualquier trabajo antes que cometer un pecado venial[66]

La Santa excluirá el pecado de sí y de sus muchachas, por las que sabrá sacrificarse:

Para reparar he de evitar pecados de otros aunque sea a costa de sacrificios[67]. Trabajar lo que pueda para que sea útil vuestra Pasión. primero para mi y despues para las pobres muchachas[68].

 

b) El concepto de pecado lleva a la Santa Madre a mirar en Jesús el Salvador. Quiere “aunque indigna, imitar a Jesús que salva; y pide al Señor:

Que yo y todas mis hermanas tengamos espíritu de celo y cuidemos e imbuir a las chicas el santo temor de Dios, y hacer que os sirvan[69].

La Santa no se contenta de contemplar a Jesús como Salvador; ella lo ve en la Eucaristía y corre irresistiblemente hacia El.

Viva siempre unida a Vos, muera con vos y goce eternamente[70]

No concibe a sus religiosas sin un amor especial a. Jesús Sacramentado, sin la comunión en aquellos que llamará “tan regalados días”.

La hija de la Santa Vicenta María, para acercarse a las muchachas y vivificarías con el espíritu de la Congregación, tiene que foguear su alma en la Eucaristía; recibiendo a Jesús, tiene que ser otro Jesús, salvadora como Jesús Salvador.

La espiritualidad de la Santa se completa con la presencia de María Santísima, que ama desde niña, que le encanta el misterio de la Inmaculada Concepción y venera todos los misterios marianos.

El titulo de la Inmaculada entona muy bien con la Obra de Santa Vicenta María, que deja a la contemporánea Vizcondesa de Jorbalán levantar a las jóvenes caídas. Santa Vicenta María pone la mano para que no caiga la joven; la preserva de la caída.

La Inmaculada ¿qué es? La preservada del pecado original, la inmune de todo pecado; he aquí la característica de las Hijas de. María Inmaculada: preservar del pecado a las jóvenes  ”con la ayuda y ejemplo de la Preservadísima por antonomasia María Inmaculada”.

Si quisiera ahora compendiar el espíritu personal de la Santa en su Obra, yo me limitaría a dos palabras:

Amor a las jóvenes sirvientas

Salvación de las jóvenes sirvientas.

Amor de madre que no tolera la caída de la hija (horror al pecado); salvación como si fuera Santa Vicenta María otro Jesucristo Salvador, otra María Inmaculada.

Hemos observado antes que, de ordinario, el espíritu del Fundador se refleja en su Obra, y así ha sucedido con Santa Vicenta María la cual, en unas notas precursoras de las Constituciones, alude al fin de su Obra, la salvación de las almas de las jóvenes, sus protegidas.

Permitidme ahora deciros que he encontrado en su Santa Madre una palabra que me ha encantado y me ha descubierto la verdadera razón de su magnifica institución. La grande Santa no se contenta de salvar a la joven; hay muchas secciones que protegen, que salvan, que promueven el bien de las jóvenes, la Santa va más adelante, da en el objetivo; la Santa quiere la santificación de la joven acogida a la tutela de su Obra. Santificación propia, santificación de la joven es la teología del espíritu de las Hijas de María Inmaculada y el espíritu de su teología; es la cristalización más bella del Instituto.

Las Constituciones del 1882, aprobadas por la Santa Sede, sancionan formalmente esa grandiosa finalidad:

Titulo de esta Congregación es Hermanas del servicio domestico y su doble fin el procurar con todo el empeño posible la santificación propias y con el mismo la santificación y provecho de las jóvenes, a mayor gloria de Dios.

Se pone en el mismo plano la santificación de las religiosas y la santificación de las jóvenes asistidas; más aún, la Santa condiciona la santificación de las religiosas a la santificación de las jóvenes; las Hijas de María Inmaculada serán santas en la medida en que contribuyan a la santidad de las jóvenes. He aquí las palabras de la Santa:

La santificación de su propia alma depende de cómo cumplan ese deber, que por su medio se salven las acogidas, así como el provecho mayor o menor que hagan o puedan hacer a esas almas depende de los grados de virtud que las hermanas tengan.

Santidad que es heroísmo; heroísmo que exige grandes sacrificios y el mayor, la propia vida. ¿Orden-guía de la Fundadora?

Han de alimentar deseos vehementes de santificarse por sus acogidas, dando por bien empleado no solo las fatigas de toda su vida, sino aunque fuera necesario, darla por la salvación de una sola[71].

Creo que al llegar aquí, hemos topado con el objetivo, con la razón de ser de las Hijas de María Inmaculada. ¿Cuál es su espíritu primitivo, su inspiraci6n, ese espíritu que el Concilio hace despertar en las Religiones y quiere y manda que se conserve integro y puro en todos los tiempos y en todas las circunstancias? Helo aquí en tres palabras:

·   Amor en Cristo y María Inmaculada a las jóvenes, especialmente a las sirvientas y trabajadoras;

·   Salvación de las Jóvenes;

·   Santificación de las jóvenes, de la que dimanará la santificación de las religiosas.

 

Es un orden progresivo:

·        se va a las almas por amor;

·        el verdadero amor salva a la persona amada;

·        la salvación, en máximo grado, mediante la santificación.

Todo ello: a mayor gloria de Dios.

Ahora debería retirarme, pues Madre Herminia eso me encomendó en un principio: nos hable de nuestro espíritu; pero voy a desarrollar brevemente los conceptos anteriormente enunciados.

 

IV- MANTÉNGASE LA FORMA DE VIDA, PROPIA DEL INSTITUTO

La forma de vida comprende el elemento teológico-disciplinar con todas las prácticas ascéticas del Instituto; observancias, que dan fondo de Dios a la Obra de Dios.

He podido ver esa forma de vida de las Hijas de María Inmaculada en “Actas del Capitulo General 1967”, cuaderno I Prólogo al problema de vocaciones, formación y observancia.

No lo oculto: he quedado prendado de una determinación: las Hijas de María Inmaculada tendrán hora y media de oración mental. Diría: Vds. han acertado, han puntualizado magníficamente: practican la meditación muy en consonancia con el motu propio Ecclesiae Santae II, 21.

La meditación es el alimento del alma, imprescindible para una actividad como la de Vds. Es imposible dar si no se tiene; la actividad supone la contemplación, la vida con Dios; no se puede aspirar a la santidad si no se bebe en sus puras fuentes, la oración y la oración mental.

He ojeado su “Guión de vida espiritual”[72] que está al día; repito: la forma de vida, bosquejada por la Santa, desarrollada por sus Hijas según la metodología de las varias Constituciones, hoy la tienen adaptada al Concilio y muy bien.

 

V. - CONSÉRVENSE LAS OBRAS DEL INSTITUTO

Cada Instituto tiene su campo de acción y todos contribuyen al bien de la Iglesia; siga cada uno su camino.

Noten que las Obras del Instituto pueden proceder directamente del Fundador o pueden introducirse por justas, sanas y venerables tradiciones. El motu propio Ecclesiae Santae II, 28 contiene una norma de grande importancia; ahí se trata de esas Obras, de las que nacieron del Fundador y de las que se añadieron legítimamente al correr de los tiempos “probante Apostólica Sede” con la sanción de la Santa Sede. El Papa quiere que se conserven unas y otras.

Vds. tienen una Obra singularísima, particularísima, muy específica: el amor, la salvación y la santificación de las sirvientas; así lo quiso la Fundadora: esa, en lo posible, ha de ser su finalidad constante.

Pero el concepto de sirvienta cambia como sucede hoy; de ahí que las Constituciones del 1953 añadan una Obra nueva o mejor la extensión de ese concepto de sirvientas: “protección de la joven”. Me parece muy bien; nada de extraño. Si hoy viviera la Santa, haría lo mismo. Vds., a mí parecer, están en la línea conciliar, en virtud de ese número 28 del importante motu propio Ecclesiae Santae.

 

 

 

VI - PATRIMONIO PROPIO

Patrimonio abarca todo lo que hemos dicho antes, la índole, el espíritu, la forma de vida, las Obras.

Patrimonio de Vds. es la Fundadora, el alma de la Fundadora, la santidad de la Fundadora, lo más rico y precioso del Instituto; patrimonio es su misma Congregación, así como la forjó Santa Vicenta María y como se ha perfeccionado después de su gloriosa muerte; patrimonio las jóvenes sirvientas, la joven de hoy; patrimonio sus venerandas religiosas antepasadas, sus santas; patrimonio, todo él, regalo del Espíritu Santo, que hay que conservar como oro purísimo.

Consérvenlo, pues, integro y pleno de vigor sobrenatural, pleno de Dios tanto más ahora que muchos religiosos y religiosas quisieran desnaturalizar su Instituto o peor naturalizar su Instituto, despojándolo del carisma del Espíritu Santo y de orden sobrenatural.

 

VII - ÚLTIMA PALABRA

No se me ha confiado el estudio de su aggiornamento en otros campos, pero sí he de decirles que he leído con fruición las Actas del Capitulo de 1967, los dos cuadernos, y están muy bien elaborados, extraordinariamente bien

He visto cómo se han puesto al día en sus internados, Escuela hogar, orientación profesional, escuela de formación profesional, colaboradoras familiares profesionales, etc. He admirado su planificación apostólica y su mirada a las Misiones.

Y he admirado también aquella sabia palabra de la Fundadora:

 En todo tiempo poner en práctica cuantos medios la experiencia vaya enseñando para mayor bien de las jóvenes.[73]

La Santa se ha adelantado al Concilio y ha abierto a Vds. la puerta al continuo aggiornamento, para nuevas iniciativas en armonía con las exigencias del tiempo.

 


 

CONCLUYO:

Sean lo que son

Sean como las quiso su Santa Madre

Mantengan el tesoro valioso de su patrimonio histórico

Admitan los valores de la justa y necesaria adaptación a los tiempos así como la Iglesia quiere

EN LA MEDIDA EN QUE ESTEN CON LA IGLESIA, dice S. Agustín, ESTARÁN CON EL ESPÍRITU SANTO.

 

Excusen: Las urgencias del Capitulo General de mi Orden los numerosos compromisos que pesan sobre mi humilde persona me impiden penetrar más a fondo en el tema. Si no he interpretado bien el argumento, den por nulo este mi estudio;

Si algo de bueno hay, lo atribuyan a la Madre María Herminia, que a ella se debe.

 

Roma, 5 de junio de 1968

P. Jenaro FERNÁNDEZ del S. C. de Jesús

Vicario General de los Agustinos Recoletos

 


 

Bibliografía

Anales de mi Colegio, Revista mensual publicada por las Religiosas Hijas de María Inmaculada para el servicio doméstico, Años I-XVIII, Madrid 1919-1931.1933-1936

Díaz Pérez, María Digna RMI, Historia de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada, t. I: Algunas noticias sobre el origen, fundación y desarrollo del nuestro Instituto (1843-1890), Madrid 2000.

[ORTI Y MUÑOZ María Teresa], Vida de la Reverenda Madre Vicenta María López y Vicuña. Angelical fundadora del Instituto de las Hijas de María Inmaculada para el servicio doméstico, 2ª ed. notablemente corregida, revisada y aumentada por el P. Jaime Pons S.J., Barcelona 1918.

Santa Vicenta María López y Vicuña, Apuntes de Ejercicios Espirituales, edición de María Herminia de Jesús Rodríguez de Armas y María Digna Díaz, Roma 1986.

Vaticano II, Documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II, BAC edición de bolsillo, Madrid 1968.


 

Contenido

Prólogo. 3

Siglas y abreviaturas. 5

Carisma de Santa Vicenta María. 6

Introducción. 6

I. ESPÍRITU DE NUESTRA SANTA MADRE VICENTA MARÍA. 7

El pecado. 11

Jesucristo. 14

La Eucaristía. 15

La Santísima Virgen. 17

II.- ESPIRITU DE NUESTRA SANTA MADRE EN SU OBRA. 19

Precedentes. 20

Su espiritu en las constituciones y reglas. 23

Su obra vista por la jerarquía. 25

SEGUNDA PARTE (1890-1925) 28

I.- LA SUCESORA- SU ESPIRITU.. 28

II.- LA OBRA DE NUESTRA SANTA MADRE EN MANOS DE LA SUCESORA. 29

Madre María de La Concepción Marqués (1925-1939) 39

Madre María De San Luis De Caso (1939-1948) 43

Madre María de La Redención Navas (1948-1967) 44

LA CONGREGACIÓN Y EL CONCILIO.. 46

LA CONGREGACIÓN DE HIJAS DE MARÍA INMACULADA PARA EL SERVICIO DOMESTICO Y PROTECCIÓN DE LA JOVEN ESTAN EN TONO CON EL CONCILIO VATICANO II. ¿CUAL ES SU ESPIRITU?... 46

I. QUE PIDE EL CONCILIO DE LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS. 47

II. INDOLE DE LA CONGREGACIÓN DE HIJAS DE MARÍA INMACULADA   48

III. INSPIRACIÓN, ESPÍRITU DEL INSTITUTO.. 48

a) la Santa aborrecía el pecado como el máximo mal: 49

b) El concepto de pecado lleva a la Santa Madre a mirar en Jesús el Salvador. Quiere “aunque indigna, imitar a Jesús que salva; y pide al Señor: 50

IV- MANTÉNGASE LA FORMA DE VIDA, PROPIA DEL INSTITUTO   53

V. - CONSÉRVENSE LAS OBRAS DEL INSTITUTO.. 54

VI - PATRIMONIO PROPIO.. 55

VII - ÚLTIMA PALABRA. 55

CONCLUYO: 57

Bibliografía. 58



[1] El Siervo de Dios P. Jenaro Fernández Echeverría nació el 19 de enero de 1909 en Dicastillo, Navarra; vistió el hábito de Agustino Recoleto en Villaviciosa de Odón, Madrid, en 1924. Emitió la profesión solemne en Monachil, Granada, el 20 de enero de 1930 y fue ordenado sacerdote en Roma el 24 de enero de 1932. So doctoróe n Derecho Canónico en la Pontifica Universidad Gregoriana y en Roma transcurrió casi toda su vida religiosa. San Juan XXIII le nombró perito de la Comisión preconciliar y conciliar de los obispos y del gobierno de la diócesis, de la que fue secretario; fue comisario y consultor de la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares. Falleció en Roma el 3 de julio de 1972 a consecuencia de un accidente de moto sufrido uso días antes, el 26 de junio y fue enterrado en el cementario del Verano de Roma.

https://www.agustinosrecoletos.com/wp-content/uploads/2016/09/4292doc_semblanza_jenaro_fernandez_esp.pdf consultada el 15 de enero de 2021.

[2] Clausura del Proceso Ordinario de la Causa de Beatificación y Canonización de la Madre Fundadora, en Madrid el 3 de mayo de 1921 (AnMC III/9 (1 de julio 1921) 2); primer viaje de la Superiora General, M. María Teresa Orti, a Roma y primer encuentro del Instituto con el Santo Padre, del 4 de mayo al 11 de junio de 1921 (AnMC III/9 (1 de julio 1921) 1-6.24s.); ingreso de M. María Herminia Rodríquez de Armas en el Instituto, el 18 de octubre de 1921 (I LR, p. 74).

[3] El texto, que responde a una solicitud hecha al P. Genaro Fernández para el Capítulo General de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada en 1968, menciona a la Madre Fundadora con el título de ‘Beata’ que sustituímos por el de ‘Santa’ habiendo sido canonizada por San Pablo VI el 25 de Mayo de 1975.

[4] Cfr. PC, n. 2, Documentos del Vaticano II, BAC edición de bolsillo, Madrid 1968, p. 408.

[5]  Mgr. Armand François Le Bourgeois, ex Superior General de los Eudistas; ex Asistente Eclesiástico de la. U.I.S.G.; Vicesecretario de la Comisión Conciliar de Religiosos; nació el 11 de Febrero de 1911; fue oir denado sacerdote en la Congregación de Jesús  María el 17 de Mayo de 1934; nombrado Obispo de Autum el 22 de Marzo de 1966, gobernó la dióceses hasta el 31 de Julio de 1987 y falleció el 2 de Febrero de 2005 https://www.catholic-hierarchy.org/bishop/bleb.html consulta realizada el 14 de Enero de 2021.

 

[6] Cfr. [María Teresa Orti y Muñoz], Vida y virtudes de la Reverenda Madre Vicenta María López y Vicuña, angelical fundadora del Instituto de Hijas de María Inmaculada para el Servición Doméstico, 2ª ed., Barcelona 1918, pp. 177–179.

[7] Cfr. Vida pp. 227 – 230

[8] Vida pp. 242-249.

[9] Vida. pp. 231-238.

[10] Isidro Hidalgo y Soba nació en Revellinos de Campos, provincia de Zamora, el 23 de marzo de 1832, y fue bautizado el día 28 en la parroquia de Santo Tomás Apóstol[10]. Ingresó ya sacerdote en la Compañía de Jesús el 19 de agosto de 1862.

De 1867 a 1873 enseñó Teología dogmática, Historia eclesiástica y Liturgia en el Seminario Central de Salamanca. Profesó el 2 de febrero de 1874. En julio de 1875 fue destinado a Madrid, como superior de la residencia jesuítica de Tabernillas, 2, y Capellán Mayor y Confesor de las religiosas del Primer Real Monasterio de la Visitación. A partir de este momento, el P. Hidalgo, tiene siempre su residencia habitual en Madrid, donde murió el día 23 de enero de 1912. Cf. María Digna Díaz Pérez, rmi, Historia de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada, t. I (HistRMI, I), Madrid 2002, p. 216-217. (Mendizábal, 12.657).

[11] El P. Luis Pérez S.J. nació en Sahagún (León) el 20 de junio de 1809; ingresó en la Compañía de Jesús el 13 de marzo de 1863;  vivía entonces en la residencia jesuítica de Madrid como confesor de la Iglesia Jesuítica de hos­pitales y encargado de dar Ejercicios. En 1878 lo encontramos en Puerto de San­ta María, donde murió el 22 de abril de 1829. (Mendizábal, 5.069).

[12] Nació en Madrid el 16 de mayo de 1816. Bachiller en Leyes por Toledo en 1834. En 1843 Doctor en Jurisprudencia por la Universidad de Madrid. Sacerdote de grande oración, celo y mortificación. Fue director espiritual de la Congregación. Cuando san Antonio María Claret fue nombrado arzobispo de Santiago de Cuba se llevó consigo al P. Lobo que ejerció los cargos de Provisor, gobernador eclesiástico y vicario general, tesorero y deán. Fuertemente vinculado a la Congregación de la Doctrina Cristiana la fundó también en Cuba. En 1856 renunció a todos sus cargos y regresó a España. En 1857 entró en la Compañía de Jesús profesando en 1859. Fue Provincial de Castilla, durante los años 1872-1876. Murió en Madrid, el 5 de diciembre de 1882. cfr. María del Carmen SIMÓN PALMER, La enseñanza privada en Madrid, p. 231-232. (Mendizábal, 5.684)

[13] Victorio Joaquín Medrano Gelos, nació en Puente la Reina (Navarra) el 23 de noviembre de 1811 y, ese mismo día recibió el bautismo en la Iglesia parroquial de Santiago y San Pedro. En marzo de 1836 fue ordenado sacerdote, y destinado interinamente a un Beneficio vacante en Pamplona. En 1839 fue nombrado párroco de la parroquia de Santiago en la misma ciudad. Ingresó en la Compañía de Jesús el 8 de octubre de 1843, profesó el 15 de agosto de 1850. Fue maestro de novicios en el Puerto de Santa María y, en 1863 llegó destinado a Madrid como superior de la residencia de la calle Cañizares. Desde entonces, hasta 1871, colaboró en el Asilo de Sirvientas y dirigió espiritualmente a Santa Vicenta María. Trasladado a Santiago de Compostela volvió a Madrid en 1876, donde permaneció unos meses. Residió posteriormente en Tudela y Carrión de los Condes. En 1880 vuelve de nuevo a Madrid, donde falleció el 16.10.1880. (Mendizábal, 5.305)

[14] D. José Pascual y García fue asiduo colaborador del Asilo de Sirvientas, desde que se estableciera la Segunda casa en las habitaciones del ex-convento de San Francisco. Siendo ya sacerdote ingresó en la Compañía de Jesús, en el Puerto de Santa María, en 1868 [entre finales de febrero y primeros de marzo]. La revolución de septiembre dispersó a Padres y novicios y D. José Pascual volvió a su diócesis de Madrid.

[15] Vida pp. 481

[16] ApEjSVM 1879, 2º, 1ª en Santa Vicenta María López y Vicuña, Apuntes de Ejercicios Espirituales, Roma 1986, p. 166.

[17] ApEjSVM 1871, 7º, 3ª, p. 76.

[18] ApEjSVM 1869, 4º, 3ª, p. 42.

[19] ApEjSVM 1868, 7º, 1ª, p. 25.

[20] ApEjSVM 1872 2º, 2ª, p. 85.

[21] Cf. ApEjSVM 1869 7º, 1ª-2ª, pp. 46-47.

[22] Cf. ApEjSVM 1869 7º, 2ª, p. 47.

[23] ApEjSVM 1868 7º, 1ª, p. 25.

[24] ApEjSVM 4º, 2ª, p. 42.

[25] Mons. Antonio María Cascajares y Azara.

[26] Mons. José María Cos y Macho.

[27] ApEjSVM 1868, 5º, 2ª, p. 22.

[28] Cf. ApEjSVM 1880, 4º, 3ª, p. 179.

[29] Cf. ApEjSVM 1869, Reforma, p. 50.

[30] ApEjSVM 1870, 7º, 4ª, p. 63.

[31] ApEjSVM octubre 1876, 6º, 1ª, p. 136.

[32] ApEjSVM octubre 1876, 5º, 1ª, p. 135.

[33] ApEjSVM 1869 5º, 1ª, p. 43.

[34] ApEjSVM 1873, 8º, p. 106.

[35] ApEjSVM octubre 1876, 8º, 2ª, p. 139.

[36] Cf. ApEjSVM 1881, 5º, 4ª, p. 191. Otras devociones de la Santa: La Santísima Trinidad. En su fiesta, 7 de junio de 1868 se inauguró el primer oratorio de la Obra, en la misma fiesta 11 de junio de 1876 tomó el hábito con las dos primeras compañeras y emitió sus primeros Votos en idéntica fiesta el 10 de junio de 1878. La devoción a la Santísima Trinidad tenía raíces muy antiguas en la familia Vicuña, doña Eulalia se preocupó de inscribir, apenas separó la “Casa segunda de Huérfanas y Sirvientas de Madrid” de la primera, a todos sus componentes: señoras cola­boradoras y chicas, a la Archicofradía de la Santísima Trinidad, enriquecida con muchas indulgencias. Los cofrades, costumbre recogida fielmente por nues­tro Instituto, rezaban el Trisagio. Son devociones y títulos, que recurren en los escritos de la Santa: el Espíritu Santo, el Ángel de la Guarda, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús. En el catálogo de fiestas litúrgicas que señaló como días de comunión para todas las Hermanas indica mucho más.

 

 

[37] Nota del P. Jenaro: Acerca del origen de las Constituciones véase: “Breves antecedentes históricos de las constituciones y Reglas” que se repartió en la primera sesión.

[38] El Beato Sancha fue Obispo Auxiliar de Toledo con residencia en Madrid desde 1876 hasta 1882, y después de haber sido titular de Ávila, lo fue de Madrid desde 1886 hasta 1892 que fue trasladado a Valencia y de allí, ya como Cardenal a la Diócesis Primada en 1898 donde permaneció hasta su muerte el 28 de febrero de 1909.

[39] AnMC VII/27-28 (1925) 2-14.

[40] Falta aún una investigación rigurosa que pueda confirmar o desmentir en todo o en sus partes esa afirmación.

[41] Cf. Carta Circular, Madrid diciembre 1911 en 100 Años de animación congregacional, t. I, p. 58.

[42] Un estudio del proceso de elaboración y desarrollo de las Constituciones arrojará luz acerca de cuánto hay de propuesta del Instituto o iniciativas de M. María Teresa Orti en las modificaciones de las Constituciones y cuánto hay de imposición por parte de la Sagrada Consgregación.

[43] La imposición de la “clausura” para las religiosas provocó la creación de la tercera clase de Hermanas, o auxiliares que cubrieran los servicios de la calle. Al no ser aprobadas por Roma quedaron libres de la Regla de la clausura las Hermanas Coadjutoras.

[44] Reglas Generales. Deberes para con las acogidas, n. 499.

[45] Cf. Reglas de la Prefecta General de las externas, n. 207; Relgas de la Prefecta General de internas, n. 250; Reglas de las Prefectas de las cosas espirituales, n. 256.

[46] Carta Circular, Madrid 18 de marzo 1903 en 100 Años de Animación Congregacional, t. I, p. 47s.

[47] Anales nº, 3556 pág. 7-10.

[48] Reglas de las Hermanas directoras de Ejercicios espirituales, en Santa Vicenta María López y Vicuña, Apuntes de Ejercicios Espirituales, Roma 1986, p. 343

[49] María Dolores (M. María Vicenta de Jesús) nació en Ciempozuelos (Madrid) el 26 de febrero de 1892; entró en la Congregación el 17 de mayo de 1917; vistió el habíato el 17 de noviembre del mismo año; hizo los primeros votos el 8 de diciembre de 1919; emitió la profesión perpetua en la Casa Madre el 10 de diciembre de 1924; falleció en Palencia el 6 de octubre de 1979. I LR, p. 139.

[50] E.Y. H. de M.I., La nueva Enfermería de María Inmaculada, en AnMC XC/103 (junio 1933) 103-105

[51] AnMC I/1 (30.07.1919) 29; II/3 (15.01.1920) 30-31; XV/103 (06.1933) 115.

[52] AnMC I/2 (15.10.1919) 36-37.

[53] AnMC I/1 (30.07.1919) 27. Mercedes (M. María de la Rosa) Baylín Arámburu nació en Madrid el 1 de octubre de 1891; entró en la Congregación en Zaragoza el 19 de octubre de 1911; vistió el hábito en el Noviciado de Madrid, Ríos Rosas el 14 de abril de 1912; hizo los primeros votos el 19 de abril de 1914; emitió la profesión perpetua en la Casa Madre el 21 de abril de 1919; falleció en Barcelona el 2 de noviembre de 1971. I LR, 28.

[54] Ana Márqués: M. María de la Concepción Marqués.

[55] María Teresa Orti y Muñoz, RMI, Carta circular, Madrid 18 de marzo de 1903, en 100 Años de animación congregacional, t. I, p. 45.

[56] Cf. Carta circular, Madrid 1 de noviembre de 1920, en 100 Años de animación Congregacional, t. I, p. 71ss.

[57] Cf. Carta circular, Madrid 15 de agosto de 1922, en 100 Años de animación Congregacional, t. I, p. 74ss.

[58] Cf. Carta circular, Madrid 8 de julio de 1925 en 100 Años de animación congregacional, t. I, pp. 104-110. Cf. MTO, Carta circular, Madrid 26 de febrero de 1925, en Ib. pp. 88-93.

[59] Carta circular, Madrid 8 de julio de 1925 en 100 Años de animación congregacional, t. I, pp. 109-110.

[60] Carta circular, Salamanca 29 de junio de 1939 en 100 Años de animación congregacional, t. I, p. 151.

[61] Cfr. Enfermedad y muerte de nuestra Rvdma. Madre General María de San Luis de Caso.

[62] Rescripto n. 6082/41, del 12 de agosto de 1941, firmado por el Cardenal Salotti.

[63] La comunidad de la Casa Madre asumió una misión en el Barrio de San Blas que dio origen a la fundación de una nueva casa, mientras la comunidad de Ríos Rosas prestó servicios temporalmente en el Barrio de la Alegría.

[64] Seguimos en la definición de este vocablo y de los siguientes a Commentarium pro Religiosis, 1967, 34,

 

[65] ApEjSVM 1871, 7º, 3ª, p. 76.

[66] ApEjSVM 1868, 3º, 2ª, p. 20.

[67] ApEjSVM 1868, 2º, 3ª, p. 20.

[68] ApEjSVM 1869, 7º, 1ª, p. 46.

[69] ApEjSVM 1876, 5º, 1ª, p. 135.

[70] ApEjSVM 1871, 8º, p. 77.

[71] Reglas generales: Deberes para con las acogidas, n. 501

[72] El XV Capítulo General de la Congregación celebrado en Roma del 25 de enero al 3 de marzo de 1967, elaboró un “Guión de vida espiritual”  que debía sustituir a las Prácticas y costumbres. Su contenido entró en vigor el día 11 de octubre de 1968, por decisión de la Sesión extraordinaria del mismo XV Capítulo General, celebrada en Roma del 15 de mayo al 3 de julio de 1968. Lo cierto es que el “Guión de vida espiritual” nunca llegó a imprimirse.

[73] Constituciones 1882, conclusión.