sábado, 23 de enero de 2016

Un día como hoy... 23 de enero

P. Isidro Hidalgo y Soba SJ (1832-1912)
El día 23 de enero de 1912, envió M. María Teresa Orti telegramas a todas las casas del Instituto para comunicar a las religiosas que había fallecido en Madrid, esa misma madrugada, el director espiritual, el confesor, el asesor, el padre, el amigo, el que había seguido, animado, cuidado e impulsado la fundación y el desarrollo de nuestra Congregación: el P. Isidro Hidalgo y Soba. La Madre General dispone que en todas las casas se apliquen los mismos sugfragios que se ofrecen cuando fallece una religiosa del Instituto. A partir de entonces, y durante muchos años, se mantuvo la costumbre de celebrar como fiesta el día 15 de mayo, porque era el onomástico del P. Hidalgo.

Isidro Hidalgo y Soba nació en Revellinos de Campos, provincia de Zamora, el 23 de marzo de 1832, y fue bautizado el día 28 en la parroquia de Santo Tomás Apóstol. Ingresó ya sacerdote en la Compañía de Jesús el 19 de agosto de 1862.
De 1867 a 1873 enseñó Teología dogmática, Historia eclesiástica y Liturgia en el Seminario Central de Salamanca. Profesó el 2 de febrero de 1874. En julio de 1875 fue destinado a Madrid, como superior de la residencia jesuítica de Tabernillas, 2, y Capellán Mayor y Confesor de las religiosas del Primer Real Monasterio de la Visitación. A partir de este momento, el P. Hidalgo, tiene siempre su residencia habitual en Madrid.
Con la M. Javiera Guillelmí, Salesa del Primer Monasterio de Madrid, fundó el P. Hidalgo, en varias comunidades de religiosas en España, la “Triple Alianza en el Sagrado Corazón de Jesús” en la que tres religiosas se unían para tributar culto y amor al Sagrado Corazón por medio de la fiel y constante guarda de los votos santos, y no menos fiel y exacta observancia religiosa, y para desagraviarle de las ofensas con que le hieren las mismas que forman su pueblo elegido. La Asociación tuvo un particular arraigo en algunos monasterios de Carmelitas Descalzas y de Salesas, y en las congregaciones de Carmelitas de la Caridad, Esclavas del Sagrado Corazón y Hermanas del Servicio doméstico.
Apóstol infatigable del culto y devoción al Sagrado Corazón de Jesús, fue nombrado por el Cardenal Moreno, el 5 de mayo de 1883, primer “Director General de la Archicofradía Española de la Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús”, cargo que desempeñó hasta su muerte.
Al leer su nombramiento como Director de la Archicofradía de la Guardia de Honor, el P. Hidalgo se sintió impulsado a consagrarse totalmente y con voto al divino Corazón, para hacerlo reinar en España y sus dominios, mediante la nueva devoción. Con permiso de sus superiores emitió el voto el 31 de julio de 1883, y, a partir de entonces, se convirtió en infatigable apóstol y propagador de la devoción.
En el mes de julio de 1875, apenas llegado a Madrid, el P. Hidalgo, empezó a predicar y confesar en el Asilo de Sirvientas. En el mes de agosto se encargó de la dirección espiritual de las cinco señoras que para entonces convivían dentro del Establecimiento: doña María Eulalia Vicuña, viuda de Riega; Vicenta María López y Vicuña; doña Emerenciana de la Riva; doña Concepción Fernández de los Ríos, viuda; y doña Patrocinio Pazos y Zarargüeta.
A principios del mes de septiembre, con rápida intuición y asombrosa habilidad decidió que la vida de aquel grupo debía formalizarse, por lo menos en lo correspondiente a la obediencia, eligiendo entre ellas una superiora.
El P. Hidalgo ayudó y aconsejó a santa Vicenta María en el proyecto de elaboración de las Constituciones, aunque era de parecer que debía ser ella, después de oír las observaciones de personas competentes, la que había de elegir lo que le pareciera preferible para su Instituto, pues como Fundadora del mismo había de esperar del Espíritu divino especiales luces que difícilmente concedería a los demás, por estaba convencido de que se necesita especialísima asistencia del cielo para empresas de este género, y el íntimo convenci­miento de no recibir impulso para ello.
Su preocupación por el afianzamiento y la buena marcha de la Congregación le llevó a insistir en que la Madre Fundadora redactara unas reglas para el nuevo Instituto y concedió a las Hermanas el privilegio de poder comulgar cada día mientras la Madre realizaba su trabajo.
La colaboración del P. Hidalgo fue decisiva para la fundación de la nueva Congregación religiosa. Mientras la Madre Fundadora decidía, junto con el beato María Sancha el modelo de hábito, las insignias y otras cuestiones, el P. Hidalgo se ocupó de la elaboración del ceremonial.
El día 11 de junio de 1876, junto al Beato Ciriaco María Sancha, Obispo auxiliar de Toledo, a D. Manuel Velasco, secretario del Obispo y a D. José Pascual y García, capellán de la casa de sirvientas, asistió a la ceremonia de toma de hábito de la Madre Fundadora y sus dos primeras compañeras, con la que nacía la nueva congregación.
El P. Hidalgo, que animó e impulsó con particular ardor la expansión de la Congregación fuera de Madrid, dirigió un retiro a las que iban a fundar en Zaragoza, como preparación a la misión que se les encomendaba.
De la comunidad de Zaragoza se despidió santa Vicenta María, por última vez, el día 23 de abril de 1890, con unas palabras que se grabaron a fuego en sus corazones. Las hermanas las refirieron al P. Hidalgo y él las recogió para nosotras en su biografía de la Madre Fundadora:
Les digo, desde el fondo de mi alma y con el amor más tierno de mi corazón, que se amen las unas a las otras como Jesucristo nos amó, y como yo las amo a todas, y con la gracia de Dios espero amarlas hasta el fin; y sepan que no me contento con que se amen unas a otras con verdadero amor, sino que deseo además que amen con el mismo amor a todas las almas redimidas con la sangre de Jesucristo, y especialmente a las Colegialas, a quienes, después de Dios y de mis Hijas, amo con el amor de la más tierna madre, y a ellas especialmente, para gloria de Dios y para ejemplo que imitarán mis amadas Hijas, he consagrado mis haberes y mi vida.
Doña María Eulalia soñaba con una capilla cuando compraron la casa en la calle de la Bola y sufría por no tener medios. El P. Hidalgo dijo que se compondrían y la capilla se haría. Doña María Eulalia sabía que cuanto emprendía la vivacidad del P. Hidalgo llegaba a puerto. El Padre consiguió muchas limosnas de señoras y donativo de algunos sacerdotes. Y la capilla se hizo.
En la inauguración de aquella capilla celebró el P. Hidalgo sufragios por el alma de doña María Eulalia que no pudo verla terminada. Allí celebró también la última Misa para a comunidad antes del traslado a la calle de Fuencarral.
El día que la Casa Madre se instaló en Fuencarral, el P. Hidalgo recorrió todas sus dependencias para bendecirla y celebró la primera misa para las Hermanas dejando el Santísimo Sacramento en un Oratorio provisional.
Cuando santa Vicenta María propuso al P. Hidalgo ocuparse de empezar a escribir la historia de la Congregación durante su convalecencia en Burgos, él no solamente aprobó la idea sino que la mandó escribir.
El P. Hidalgo vivió con especial afecto y preocupación los últimos días de la vida terrena de Santa Vicenta María. El día 25 de diciembre de 1890 no quiso retirarse a su residencia y pasó la noche en la Casa Madre para poder asistir a la Madre Fundadora si es que llegaba el final en aquellas horas. A las cinco de la mañana del día 26 celebró para ella la Eucaristía en el oratorio y le dio la última comunión sacramental de su vida.
Tras la muerte de Santa Vicenta María, el Padre cobró, si cabe, mayor interés por las Hermanas, por la obra apostólica y por todo lo que tenía que ver con la Congregación dentro y fuera de Madrid.
Él, que había redactado la Memoria del Instituto para el I Congreso Católico, celebrado en Madrid en 1889, decidió hacer el mejor regalo a la Congregación escribiendo la Vida de a Madre Fundadora dedicada a todas sus hijas. A su muerte, los jesuitas entregaron el libro a M. María Teresa Orti y el P. Jaime Pons SJ se encargó de fundirlo con el que había escrito M. María Teresa para sacar a la luz, en Barcelona el año de 1918, la segunda edición de que nosotras conocemos como escrito por sus contemporáneas.
El P. Hidalgo fue, sin duda, el primer promotor de la Causa de Beatificación y Canonización de Santa Vicenta María. Dos días del año, el 26 de diciembre y el 5 de abril, fue fiel a una cita junto al sepulcro de la Madre Fundadora en la capilla de la Casa Madre reclamando en aquellas fechas flores frescas junto al sepulcro de la que, desde el cielo, seguía dando vida e impulso a la Congregación por ella fundada y por él tan mimada.
Santa Vicenta María no pudo enviar algunas Hermanas a América y el P. Hidalgo murió sin ver realizado aquel sueño que él compartía, sin duda como nadie.
El P. Hidalgo falleció en Madrid, el día 23 de enero de 1912, en la residencia de la calle de Santa Isabel, donde compartía comunidad con San José María Rubio.
El P. José María Torrero, en la necrología que escribió a la muerte del Padre, relatando sus últimos momentos, le denomina “propagador de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús”, a quien había consagrado su larga vida. Indudablemente ese aspecto de su espiritualidad, identifica como ningún otro la figura de un hombre sin gloria humana, impulsor de fundaciones y obras apostólicas, director espiritual de figuras relevantes, entre las que se cuentan: Santa Rafaela Porras, Santa Vicenta María López, el Beato Ciriaco María Sancha, y la Venerable Paula Delpuig.
El mismo P. Torrero, en una visita a la comunidad de Córdoba les relató la muerte del P. Hidalgo y la cronista de la comunidad conservó en el Tumbo sus palabras:
Principió diciendo el P. Torrero, que a muchos había sorprendido la muerte repentina del P. Hidalgo; pero que a él, por tener los aposentos inmediatos, y con ello ocasión de observarle más de cerca, la venía presintiendo. Dormían ambos Padres en el segundo piso, tabique por medio, y habiendo de subir desde la Iglesia, 52 escalones hasta llegar a aquel, el P. Torrero se apercibió de la fatiga que le producía al Padre aquella subida, y temeroso de que a mitad de la escalera le ocurriese algún accidente, se quedaba por la noche para ir muy despacio detrás de él. Decía éste Padre que el Padre Hidalgo por su edad (dos meses le faltaba para cumplir los 80 años) no tenía obligación de bajar a la Iglesia con la Comunidad antes de acostarse; que él hizo notar al R. P. Prepósito cuánto se fatigaba, quien le contestó, que conociendo el fervor y observancia del Padre, había de hacerle sufrir más privarse de este acto que el subir la escalera y no se decidía a prohibírselo.
El día que precedió a la muerte de nuestro amado Padre, no se le notó nada extraordinario; estuvo en el recreo tan animado como siempre, pero cierto que, como día el Padre Torrero, tenía un gran catarro y mucha tos. Este Padre como de costumbre, le siguió por la noche y decía que a mitad de la escalera le sintió un ruido extraño en el pecho que le puso en cuidado y más porque e Padre subía muy despacio, pero que el terminar de subir, apresuró el paso aún más que de costumbre y esto le tranquilizó. Al llegar a la puerta de su aposento, se paró y volviéndose a él, le hizo seña de que apagase la luz. El P. Hidalgo estaba encargado de esa operación y por amor a la pobreza, decía el P. Torrero, y por cumplir con su deber se quedó en la puerta hasta verla apagada y que al pasar por delante de él le hizo una inclinación como dándole las gracias. Luego sintió, a esa de las once, que se acostaba el Padre y ya él se durmió tranquilo. El P. Hidalgo se levantaba diariamente de tres a tres y media de la madrugada ocupando aquel tiempo en hacer su oración y en prepararse para celebrar, bajando a decir la santa Misa a las cinco cuando la comunidad se levantaba.
Aquella última noche se sintió mal a las dos, con una gran fatiga, no obstante, creyó se le pasaría y por su gran caridad no quiso molestar al P. Torrero y pasó solo, como tantas otras veces así lo había hecho, en sus enfermedades y achaques, aquella hora, preludio de su agonía.
A las tres como de costumbre de vistió, pero al terminar de vestirse se sintió tan mal, que hubo de llamar con tres golpes, según tenían convenido, en el tabique que le separaba del P. Torrero. Este Padre creyó le llamaban por ser la hora de costumbre; pero al oír a los pocos momentos otros golpes más fuerte y apresurados, pensó “algo le ocurre al Padre” y contestó con voz fuerte “ya voy”.
A los pocos segundos estaba en el aposento vecino encontrando al paciente vestido y echado sobre la cama con una grande fatiga: “¿Qué le ocurre, Padre mío?” – “Estoy muy mal, creo que es la agonía” – “No se apure, esto se pasará” Le contestó: “No, no me apuro, estoy muy conforme con la voluntad de Dios: llame V. al P. Ropero y vuelva pronto”. (El P. Ropero es médico).
Salió el Padre a oscuras por no saber dónde estaban las llaves de la luz, llegó al aposento del Padre Ropero, volviendo apresuradamente al lado del enfermo, el cual habíase quitado la sotana y estaba echado. Al verle de nuevo le dijo: “Ahora, Padre mío, confiéseme”. El P. Torrero para acercar más su oído al Padre sin que éste tuviera que moverse se puso de rodillas al lado de la cama y así escuchó su confesión general que duró unos ocho minutos, en la que, dice el padre, se veía una conciencia pura y limpia. Terminada la confesión, el confesor le dijo: “Padre, vamos a hacer ahora un acto de perfecta contrición” y entonces cruzando aquel sus manos sobre el pecho, levantando sus ojos al cielo y encendido su semblante dijo: “Dios mío, os amo y me pesa de todo corazón de haberos ofendido, de haberos ofendido, me arrepiento de todas mis culpas”. Le di la absolución, decía el P. Torrero, y entre los dos cumplimos la penitencia que consistía en repetir: Jesús, María. El Padre preguntó: “¿Ésta es la penitencia?” y al contestar que sí, añadió: “Y José también ¿verdad?”. – “Ahora Padre, siguió diciendo el enfermo, hábleme del Corazón de Jesús, a Él he consagrado mi vida entera, a Él consagro también esta hora”.
Al Padre Torrero le llamó la atención que el enfermo dirigía su vista hacia la Iglesia. En todo esto transcurrieron unos diez minutos y entre tanto llegó el P. Ropero el cual dispuso darle unos maniluvios de mostaza. Salió el P. Torrero a procurárselo, cogió agua caliente de una estufa allí próxima y fue a llamar al enfermero para que le diese la mostaza. Al volver vio al P. Ropero en el tránsito dando palmadas y gritando: “La Unión”. Vuelve el Padre a procurarla, pero como tampoco sabía dónde se guardaba, acudió al P. Prepósito el que en breve se presentó con ella en el aposento del moribundo. Estaba el Padre con los ojos cerrados como dormido, pero se conocía que la vida se acababa por momentos, y de tal modo temía el Rdo. P. Prepósito que diese en aquel instante el postrer suspiro, que le ungió en la frente, según suele hacerse, en previsión de que no diese tiempo a ungir todos los sentidos.
Con el ruido natural que estas cosas producen, varios Padres se apercibieron de que algo anormal ocurría y levantándose acudieron al cuarto de nuestro Padre Hidalgo, el que momentos después entregaba su alma en manos de su Criador, sin el menor estremecimiento, antes al contrario, con grandísima paz y suavidad.
Mientras el P. Ropero estuvo solo con el enfermo, cuenta que le dijo: “a ver, hijo, (había sido confesado suyo antes de ser religioso) si me das algo para que me reanime para decir la santa Misa, o único que sentiría es no poderla celebrar”. También le dijo las palabras siguientes que el P. Ropero tuvo la buena idea de apuntarlas para conservarlas íntegras: “Me entrego al Corazón de Jesús, a quien toda mi vida he amado con todo mi corazón”. Y también anotó el P. Ropero estas otras: “No he sido gran pecado, pero siento mucho, como Hijo de la Compañía, no haber trabajado tanto como debiera un Hijo de San Ignacio y pero eso pido perdón a mis Superiora: pídalo por mi a todos”.
Al terminar el P. Torrero su relación, añadió que había podido observar que el P. Hidalgo, bajo sencillas apariencias, había practicado la virtud en grado heroico, sobresaliendo en la exacta observancia, que buenas pruebas dio de ella en sus últimos momentos, pues teniendo aprobada su costumbre de comenzar a las tres y media su hora de oración, no dejó de levantarse a su hora de modo que ni hubo que amortajarle.
Su caridad, decía el P. Torrero, era perfecta, y prueba de ello dio también en sus últimos momentos, no queriendo molestar a su hermano hasta que sintiose enteramente morir. A este propósito dijo un Hermano, que desde que había descansado al padre de ciertas ocupaciones y tenía menos visitas y trabajos apostólicos, se empelaba mucho en ayudar a los Hermanos en el refectorio y otros oficios manuales y que un día le cogió cierto Hermano cuando iba escaleras arriba cargado con un talego de pan.
El P. Torrero añadió que el fervor del P. Hidalgo no tenía límites, y que Dios N.S. quiso premiárselo concediéndole en aquellos últimos momentos una contrición perfectísima demostrada exteriormente; y por último dijo que a los que mueren en gracia, el Señor les concede la vista clara de aquellas personas y obras en que se han ocupado e interesado durante su vida y que por esto no sólo no se pierde su protección sino que se obtiene de ellos otra mucho mayor, más perfecta y eficaz que la que prodigaron aquí, porque entonces solo podían ver lo exterior y de lo interior, poco e imperfectamente, y desde el cielo lo ve co n claridad sin temor de equivocarse.

Nuestra acción de gracias al Señor por todos y cada uno de sus desvelos, durante su vida para con la Madre Fundadora, las primeras Hermanas, las chicas, las casas y todo lo que tuviera que ver con la Congregación. Después de su muerte, por su bendición y su intercesión, tantas veces ignorada, sobre las que el Señor ha llamado para seguir remando en esta pequeña barquilla que Él mismo conduce a puerto.

viernes, 22 de enero de 2016

Un día como hoy... 22 de enero

Benedicto XV
El día 22 de enero de 1922 falleció en Roma, el Papa Benedicto XV,   
Monseñor Santiago Della Chiesa”. Siendo secretario del Nuncio apostólico en España (1883-1887), trató personalmente a santa Vicenta María y conservó siempre para con ella sentimientos de mucha admiración. Su regreso a Roma, cuando la Madre Fundadora negociaba la aprobación pontificia del Instituto, propició una fluida correspondencia epistolar que evidencia la amistad y el buen entendimiento que hubo entre ellos.
Monseñor Della Chiesa vivió en primera persona los gozos y las dificultades que conllevó el proceso de la aprobación del Instituto desde los pasos dados antes de obtener el Decretum Laudis. Tras la muerte de santa Vicenta María, llegó a la casa una misiva que M. María Teresa hizo imprimir con una fotografía de la Madre para que la Congregación entera pudiera conocerla y conservarla:

Roma 16 de Enero de 1891
         Reverenda Madre Mª Teresa Orti y Muñoz
         Madrid                        
         Muy Reverenda Madre: Doy a V. y a todo el Instituto del servicio doméstico el más sentido pésame por la pérdida de su dignísima Superiora que se servido V. participarme con la esquela mortuoria. Tan sensible desgracia me ha impresionado y afligido hondamente pues durante mi permanencia en Madrid tuve ocasión de apreciar a la difunta Madre en cuyas oraciones tenía puesta mucha confianza. Pero las mismas virtudes de la difunta que tuve ocasión de apreciar, determinan y alientan la esperanza de que Dios N.S. háyala llevada directamente a la gloria, por lo cual más que a ella debemos dar nuestras lágrimas a las que quedan; muy consolador sin embargo es el artículo de nuestra Fe que predica y enseña la Comunión de los Santos, pues la bendita Madre Vicenta aun desde el cielo seguirá cuidando de su querido rebaño. Excuso decir a V. que por veneración a la memoria de la difunta tendré siempre mucho gusto en confirmar mi interés por su Instituto, dedicando a las hijas la benevolencia que me merecía la madre.
         Con estos sentimientos me repito suyo afmo. Capn. y s.s. en J.C.
         Santiago Della Chiesa
La misma relación que había tenido con santa Vicenta María la mantuvo, Monseñor Della Chiesa con M. María Teresa. La Congregación celebró con particular júbilo la elección del nuevo Papa que eligió por nombre ‘Benedicto XV’ y le sobraban motivos para ello.
En mayo de 1921, M. María Teresa vivió con mucho gozo el privilegio de ser recibida tres veces por el Sumo Pontífice y en la Navidad de aquel año envió a las casas del Instituto como el mejor regalo navideño, una copia de la Bendición de Su Santidad al Instituto, conservando el original en la Casa Madre.
Apenas conocida la inminente gravedad del Santo Padre, M. María Teresa envió un telegrama al Cardenal Vico «convencida ya del triste desenlace» y apenas conoció su muerte, considerándole en el cielo le encomendó el Instituto. Un encargo que Benedicto XV no ha dejado de cumplir.
Tumba de S.S. Benedicto XV en las Grutas Vaticanas



jueves, 14 de enero de 2016

Un día como hoy... 14 de enero

Cardenal Moreno
Una vez que santa Vicenta María, hubo terminado la redacción de las Constituciones que debían regir el nuevo Instituto, copiado el texto por un amanuense, las presentó al Sr. Cardenal Moreno, Arzobispo de Toledo, el día 26 de noviembre del año de 1875, para su aprobación.

Dando por supuesta la aprobación del Cardenal, habida cuenta de la significación que el misterio de la Inmaculada tenía cronológicamente y como contenido para aquella obra, decidió el P. Hidalgo que la observancia de las Constitu­ciones comenzase el día 8 de diciembre de 1876.

Los lazos de amistad que unían al Cardenal con la familia Vicuña, su carácter bondadoso y la personal simpatía que sentía hacia aquella obra, pesaron más que el juicio del censor, a quien había entregado el texto para su revisión. El censor, cuyo nombre desconocemos, advirtió al Cardenal Moreno que aquello no tenía ni pies ni cabeza y el Cardenal, de momento guardó silencio.

Extrañados de no recibir el decreto de aprobación ni otra noticia al respecto, el P. Isidro Hidalgo aprovechó un encuentro con el Cardenal el día 14 de enero de 1876 para preguntarle qué había sobre el asunto. El Cardenal Moreno, para no decir otra cosa, halló una evasiva diciendo al P. Hidalgo: que se pongan en práctica. No hubo ni decreto de aprobación, ni mandato de observancia de las mismas, pero como quiera que tampoco se dio a conocer el juicio del censor, el P. Hidalgo y el grupo de señoras dedujeron la aprobación de todo lo contenido en ellas. 

El 11 de junio de 1876 se fundó la Congregación y aquel texto de Constituciones fue la norma de vida de las primeras hermanas hasta que el 8 de diciembre de 1882 el mismo Cardenal Moreno firme y selle las Constituciones de las Hermanas del Servicio doméstico, cuyo texto no se apartaba apenas del que el censor había rechazado.

miércoles, 13 de enero de 2016

Un día como hoy... 13 de enero

M. María Teresa Orti y Muñoz

 Una de las principales preocupaciones de M. María Teresa Orti desde que asumió el gobierno de la Congregación, fue la de obtener de la Santa Sede la aprobación del Instituto. Una intensa relación epistolar con Monseñor Santiago Della Chiesa, futuro Benedicto XV, a partir de marzo de 1897; la revisión de las Constituciones, el contacto con los Obispos, las consultas, los prolongados tiempos de oración personal o encomendada a las religiosas, su inquebrantable confianza en la divina providencia, su certeza de que la Virgen iba poniendo su mano en todo lo que tuviera que ver con la vida y la misión del Instituto, su inquebrantable empeño en buscar y actuar la mayor gloria de Dios en todo lo que emprendía, su incondicional fidelidad a la Iglesia... Todo contribuyó a obtener el mejor de los mejores resultados.

S.S. León XIII
Mientras en Roma, el día 9 de enero de 1899, el papa León XIII, reunido en audiencia con el Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación de Obispo y Regulares, aprobaba y confirmaba el Instituto como Congregación de votos simples; en Madrid, M. María Teresa preparaba un viaje a Andalucía para negociar nuevas fundaciones en Granada, Huelva y Málaga.

El día 13 de enero, la Madre General negociaba en Sevilla una posible fundación que le pedía el párroco de la Concepción de Huelva. El día 24, M. María Teresa viajó a Huelva para conocer personalmente las condiciones que se ofrecían para aquel proyecto, que nunca llegó a realizarse.

El mismo 13 de enero, en Roma, el Cardenal Vanutelli, Prefecto de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, firmó el Decreto mediante el cual, S.S. León XIII daba su aprobación definitiva a la Congregación.

M. María Teresa se detuvo en Andalucía hasta el 9 de febrero. Monseñor Santiago de la Chiesa tardó más de lo acostumbrado en responder a la felicitación navideña, lo hizo con fecha 20 de enero, justificando su retraso en el primer párrafo de su carta:

S.S. Benedicto XV
Reverenda Madre: Como sabía que de un día a otro iba a salir el anhelado decreto de aprobación de su Instituto, he dilatado en contestar a su atenta carta de felicitación. La manera mejor de hacerlo era de acompañarle lo que V. tanto deseaba, y en efecto, hoy me cabe la satisfacción de acompañarle el decreto de aprobación: ¡sea enhorabuena! y prepárense a pedir pronto la aprobación de las Constituciones.


El día 25, en Sevilla, recibió la M. General una de las mejores noticias de sus años de gobierno y ese mismo día se enviaron telefonemas a todas las demás casas. La alegría fue desbordante para todas y especiales las horas de adoración ante Jesús Sacramentado para agradecer tan singular favor.



viernes, 1 de enero de 2016

Un día como hoy... 1 enero

«Esta tarde se ha dado cristiana sepultura en el patio de San Millán de la sacramental de San Justo, al cadáver de sor Vicenta López Vicuña, fundadora del Asilo de sirvientes. = Han acompañado el cadáver hasta la última morada muchas asiladas, con velas encendidas, el clero de la parroquia y varias señoras de la aristocracia, rindiendo así un tributo de admiración a las altas virtudes de la finada. = Al carro fúnebre seguías unos cincuenta coches particulares.» Así daban la noticia del entierro de la Madre Fundadora, el 1 de enero de 1891, algunos periódicos de Madrid.
El 26 de diciembre de 2015, en la Casa Madre del Instituto, se clausuraron las efemérides con motivo del 125 aniversario de aquella muerte. Las Hermanas que vivían o viajaron hasta Madrid en 1890, tuvieron el consuelo de rezar junto al cadáver hasta el día de año nuevo; pero vivieron también la pena de no poder enterrarla en casa, porque la autorización no se ajustaba en todos sus términos a la solicitud. 
Isabel Cheix Martínez
Del concepto de santidad en el que todos tenían a la Madre Vicenta María nos hablan unos apuntes tomados a vuelapluma por la periodista Isabel Cheix, que pasó en Madrid unos días previos al fallecimiento. Como broche de estas celebraciones nos consuela conocer con tanto detalle lo que ocurrió en once de los dieciocho días que duró la agonía de santa Vicenta María.




[DÍA 10]
Hoy día 10 de Diciembre de 1890 se ha administrado el Sacramento de la Extremaunción a la R.M. Madre Vicenta María López y Vicuña fundadora de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada.
Si esta solemne ceremonia reviste en todos los casos un carácter de triste gravedad por el ser último sacramento que la Iglesia confiere a sus hijos para alentarlos y fortificarlos en las postreras batallas, pocas veces con más razón que hoy, aflige profundamente los corazones de cuantos se interesan por la humildísima paciente enferma, pues si el sentimiento de la pérdida ha de estar en relación con el valor del objeto que se pierde, séanos permitido afirmar, que por grande que sea la pena difícilmente alcanzará al mérito de un tesoro que es en verdad irreparable.
Todavía sin embargo, anima el alma este cuerpo débil por los sufrimientos, pero lleno de la fortaleza que da Dios; todavía a pesar de los tristes pronósticos de la ciencia, esperan sus hijas y cuantos de veras la aman, un milagro de la Providencia convencidos que donde acaba la sabiduría humana empieza sin límites la misericordia divina; por eso al verla en la mañana de hoy, tranquila, risueña, con pleno conocimiento de su situación y tan conforme a la voluntad de Dios no sabemos qué admirar más en ella, si las relevantes virtudes que la adornan o el total desprendimiento de todo lo de la tierra, con que se ofrece a cumplir la voluntad del Señor.
Poco después de las seis de la mañana llegó el R.P. Isidro Hidalgo, Director de la Congregación que desde ayer tarde y en vista de los ardientes deseos de la enferma por recibir el último consuelo de la Religión, había anunciado se le administraría en las primeras horas de hoy: enseguida de llegar dijo Misa en el Oratorio, llevando en la Comunión de ella el pan de vida a la R. Madre y dándolo después a las Religiosas, que sólo por la fortaleza que El comunica pueden hallar resignación para el costoso sacrificio que el Señor les exige; terminados que fueron los augustos misterios el P. Hidalgo dirigió a la Comunidad y a las Colegialas una fervorosa plática en que, con la sabiduría y sencillez que le distingue, demostró cuan distintas son las disposiciones que para recibir el Sacramento de la Extremaunción tienen las personas que profesan vida religiosa a las del mundo, pues a las primeras consuela y a las segundas espanta: encareció los maravillosos efectos de gracias espirituales, que se reciben con el considerarlo como última dádiva del amor que nos profesa el Sagrado Corazón de Jesús y aceptándolo no como cercano presagio de la muerte, sino como medicina para el cuerpo y mucho más para el alma y terminó presentando por modelo, la paz y alegría interior en que la R. Madre iba a recibirle a fin de que todas las que escuchaban, cuando se considerasen en verdadero peligro de muerte le pidiesen para evitar que, el falso celo de unos o el amor mal entendido de las familias, les privasen de este poderoso auxilio en la hora postrera, consintiendo sólo que le apliquen cuando el paciente, ni ve, ni oye, ni comprende las gracias de que le privan.
Poco antes de concluir el P. Hidalgo, había llegado el Sr. [D. José Pascual] Capellán de la Comunidad y apenas terminada la plática revestido de sobrepelliz se dispuso a acompañar al P. Hidalgo en la aplicación del Sacramento, presenciando, así Colegialas como cuantas nos hallábamos en el oratorio, una escena verdaderamente conmovedora.
En el frente de una vasta cámara, severa y sencillamente decorada, estaba el lecho de la R. Madre sirviéndole de fondo una colgadura de seda roja: sentada en él, cubierta con un velo y animado el rostro en que parecían brillar los colores de la salud y era sólo el reflejo de amor a Dios que la inflama, se hallaba la santa enfermita; a su derecha la Madre Superiora y la Madre Consiliaria, y en los dos lados de la habitación arrodilladas y con velas encendidas las Religiosas, Novicias, Postulantes y Coadjutoras.
A la puerta del Oratorio se agolpaban algunas amigas y las jóvenes Colegialas tan sinceramente conmovidas todas, que es difícil puedan olvidar nunca lo que hoy se ha presenciado. ¡Sublime lección de cristiana fortaleza!, ¿quién puede fielmente describirte? No con el terror que da la certeza del próximo fin, sino con la dulce tranquilidad del que espera dormirse a la vida, para despertar en el gozo del Señor, ha recibido la R. Madre las solemnes y misteriosas ceremonias de la Extremaunción: su rostro de niña, embellecido por el fervor, encantaba a cuantos tenían la dicha de contemplarla; verdaderamente si la pena, como antes decíamos, ha de estar en relación al valor del objeto que se pierde, esta es una pena sin peso, ni medida.
Muchas lágrimas han corrido, pero no atropelladas como las del dolor que ni espera, ni cree, sino deslizándose sin sentir por las mejillas, como hijas suaves de la resignación cristiana; así el pesar de los corazones, grande pero mucho, no ha turbado ni un momento la dulce paz de la venerable y querida enferma.
A pesar de todo mientras hay un hálito de vida, la esperanza reaparece en las almas y cuesta mucho desprenderla de ella. ¿No invocamos al mismo cuyo inmenso poder curó al Paralítico, sanó a los leprosos y resucitó a la hija de Jairo? ¿Por qué no ha de escuchar las súplicas que se le dirigen por esta criatura tan joven todavía y tan llena de encendidos deseos por la gloria de su Padre celestial?

DÍA 11
El día ha sido muy penoso para la enferma, gran calentura que llega en su período álgido a 39 grados y 7 décimas, continuas fatigas que a veces amenazan con asfixia completa y en medio de todo este sufrimiento verdaderamente horrible, completa lucidez de inteligencia, inalterable paz y hasta dulce alegría con rasgos de agudeza de ingenio, asombrosos en tal situación.
Animándola su piadoso Director llego a decirle que para que el milagro por intercesión de S. José fuese más visible había de estar en la agonía y recobrar la salud. A lo que contestó con tanta viveza como gracia: "¡Ay! ¿y he de padecer dos agonías yo que tanto temo a una?"
Por la tarde vino el P. Hidalgo, rezó la novena que se está haciendo a la Inmaculada, con el Sagrario abierto y después de un precioso acto de consagración al Sagrado Corazón de Jesús dio la bendición con el Santísimo a la enferma.- "No hay monja más feliz que yo", decía con santa alegría, "¡cómo me paga Ntro. Señor lo poco que padezco!"
El principio de la noche fue muy angustioso, aumentaban las fatigas, érale imposible acostarse y la calentura no cedía; a la una menos cuarto vino el facultativo Dr. Mariani, que previamente había anunciado su visita, "no porque fuese necesaria, sino porque de aquí a mañana faltaban muchas horas", dijo, pues la delicadeza de la R. Madre es tanta que no quiere por nada que se molesten a causa de ella. Vino y como interesadísimo en aliviar los progresos de la enfermedad, que es su constante preocupación hace muchos meses, le dispuso algunas medicinas y le encargó procurase echarse a ver si descansaba, pero al primer ensayo fue tal el peligro de quedar asfixiada, que el mismo médico la levantó apresuradamente, tomó una cucharada de medicamento y un rato después de retirarse Mariani pudo echarse y dormir algunas horas, cuyo descanso le prodigó un ligero alivio en las primeras horas del día.

DÍA 12
La mañana con intervalos tranquilos, pero después de medio día, aumenta la gravedad.
El P. Hidalgo ha querido hacerle esta tarde la recomendación del alma y en efecto después de la novena y la bendición con el Santísimo dirigiéndose desde el altar primero a la enferma y después a la Comunidad y personas reunidas en el oratorio, revestido de sobrepelliz y estola morada, y acompañado del Presbítero D. Antonio Flores se aproximaron al lecho de la enferma y leyendo las preces marcadas en el Ritual para este caso. Con la tranquilidad y alegría del justo y sonriendo dulcemente ha escuchado la R. Madre las oraciones que hacían enternecer y derramar lágrimas a cuantos las escuchaban ¡tan cierto es que no es morir, sino pasar del destierro de la vida al gozo eterno del Señor, acabar la existencia animada por la fe, llena de esperanza, abrasada en el amor de Dios, fortalecida con cuantos perdones e Indulgencias concede la Iglesia nuestra Madre a las almas como la suya, bendecida repetidas veces por el Sagrado Corazón de Jesús en el misterio adorable de su amor, aspirando el perfume de incienso que se quema en honor del Santo de los Santos y escuchando como divinas melodías los cantos verdaderamente de ángeles con que alaban sus hijas a la Virgen Inmaculada, Protectora amante de esta Congregación.
La noche sin embargo se presenta cruel por los repetidos accesos de todos, semejantes a los golpes del martillo en el yunque, sufrimientos de esta enfermedad, para la cual no tiene la ciencia humana remedio alguno, no ya que la cure radicalmente sino siquiera que pudiera adormecer sus martirios. ¡Que Dios vuelva sus ojos misericordiosos a su humilde y paciente sierva que tan de veras ha procurado su gloria! y le conceda algún descanso en las eternas horas de esta noche de invierno.
A las ocho de la mañana de hoy ha llegado la Superiora de Zaragoza, esta noche llega la de Sevilla, y mañana a primera hora la de Burgos. Ni lo riguroso del tiempo, ni las distancias, ni las delicadezas propias, ninguno detienen a estas atletas de la caridad y el amor, todas se apresuran a rodear el lecho donde agoniza su amada Madre, todas quieren imprimir en sus almas algo de esta vida que se evapora, para continuar la obra que ella fundó, realizó y perfeccionó.

DÍA 13
La noche penosísima, con accesos de asfixia casi continuos; por la mañana, poco después de las cinco, dijo Misa el P. Hidalgo le administró la sagrada Comunión y después hizo un fervoroso acto de consagración y petición al Sagrado Corazón de Jesús, dando también la bendición con el Smo. a la enferma, entonces relativamente tranquila.
El día ha pasado sin alternativas distintas, pero todas alarmantes.
Por la tarde continuó la novena de la Inmaculada que hizo el P. Hidalgo con el Sagrario abierto, volviendo después a hacer nuevo acto de consagración y petición al Sagrado Corazón de Jesús: concluido todo acompañó algún rato a la enferma y se retiró recomendando que le llamasen inmediatamente, si aumentaba la gravedad.
A las 9 de la noche llegaron de Sevilla M. Asunción, superiora de la casa de Sevilla, con M. Mª Josefa Orti, que se había levantado de la cama el día antes para tomar el tren mixto en el cual llegaron con el cansancio consiguiente, aumentado con las crueles angustias de aquel terno día y el temor y la incertidumbre de hallar cadáver a la que venían a buscar. No quiso Dios que tuviesen esta pena y la misma R. Madre (entonces un poco animada) las recibió y abrazó con la dulzura y alegría inalterables que manifiesta aún en medio de los mayores tormentos. También ha hecho Ntro. Señor que, cuando se creía que Madre Orti hubiera de tener que rendirse en cama por su anterior padecimiento y precipitado viaje, ha mejorado y no sólo puede satisfacer su anhelo de acompañar cuanto le es posible a la enferma, sino que está capaz de cumplir todos los actos de comunidad.

DÍA 14
La noche penosa, sin embargo ha podido recibir en la Misa la sagrada Comunión. Ha vuelto a hacerse el acto de consagración y petición por el P. Hidalgo; todos los días comulga entera la Comunidad ¡ojalá quiera el cielo aceptar en favor de la R. Madre las súplicas que se le dirigen!
A las 8 de la mañana ha llegado la Superiora de Burgos M. Ana María, hermana de la Madre Asunción, todas están ya en su puesto y esperando resignadas el cumplimiento de la voluntad divina.
El día ha sido muy fatigoso para la enferma, a consecuencia quizás de que ayer sábado recibió la visita del Sr. Obispo y la de un tío suyo el Sr. Conde de Vigo que, para asuntos de sumo interés y previa licencia del Prelado, tuvo también que hablarle. Como, a pesar de las fuertes calenturas que suben en ocasiones a cerca de cuarenta y dos grados, tiene firme la cabeza y la inteligencia tan clara que está en todo, se ocupa de negocios importantes y pone las firmas que son necesarias como si se hallase perfectamente buena.
A ratos sin embargo las fatigas son tan crueles que parece acaban con ella. ¿Cómo puede resistirlos una naturaleza tan destruida? Muestras son de la omnipotencia divina que no podemos nunca alcanzar.
Por la tarde la novena que antes era con música ha sido rezada volviendo el P. Hidalgo a hacer distinto acto de Consagración y petición al Sagrado Corazón de Jesús.

DÍA 15
La R. Madre ha pasado la noche tan tranquila, que puede decirse ha disfrutado de sueño toda ella; ha comulgado como de costumbre, haciéndose después las súplicas como los días anteriores, después de las nueve ha empeorado tanto que parece por momentos faltarle aire que respirar.
La calentura sube y baja de un modo horrible, día hay que sufre tres recargos, faltándole sólo en los períodos álgidos una décima para los cuarenta grados. No pierde sin embargo el sentido, ni la serenidad, cuando puede hablar sólo dice que la misericordia del Señor con ella es infinita, que su enfermedad parece mucho y no es nada, porque menos no se puede sufrir; que, qué es ella para compararlo con lo que pasó el Señor en la Cruz; tales son sus pensamientos que endulzan la agonía de un alma tan justa como la suya.
Por la tarde ha concluido la novena de la Inmaculada, la R. Madre había dicho que abrigaba la esperanza de que ya que no la había llevado la Sma. Virgen en su día, la llevara en su octava, pero ésta terminó y si bien no hay esperanzas de alivio, la enfermedad continúa como estaba. También hoy se ha hecho el acto de consagración y recibido la enferma la bendición con el Smo. de manos del P. Hidalgo.

DÍA 16
La noche mala, la tos muy pertinaz y en ella con frecuencia esputos de sangre: los ataques de asfixia son más continuos; como de costumbre y reanimada milagrosamente, ha recibido la sagrada Comunión y presenciado el acto de consagración y súplica, nuevo cada día, que el incansable P. Hidalgo dirige al Sagrado Corazón de Jesús.
Durante el día ha continuado mal y, sin embargo, en los breves ratos que se lo permite el rigor de sus padecimientos, habla, anima y conforta a las que la rodean, manifestando sus deseos de descansar en la gloria, ni una queja se le ha oído de la cruel enfermedad, antes le parece poco todo lo que sufre.
Esta tarde por deseo de la M. Asunción se ha empezado un triduo a San José: la enferma continúa muy fatigada y parece prepararse una noche penosísima.
En previsión de lo que pueda suceder hace dos días se queda en la casa para asistirla en los últimos momentos, el modesto y virtuosos sacerdote Sr. D. José Pascual de quien vamos a permitirnos decir algunas palabras.
El Padre José como le llaman afectuosamente cuantos le tratan, fue antiguo y buen amigo del Señor D. Manuel Riega, esposo de Dª Mª Eulalia Vicuña inolvidables fundadores de esta benéfica casa: su iniciativa y apoyo orilló muchas dificultades y unido al pensamiento que lentamente se desarrollaba, protegiéndole en cuanto estaba de su parte, aunque por su humildad, escondido siempre en último término, ha sido uno de los más decididos bienhechores de la Congregación. Todo lo de esta fundación lo considera como cosa propia, por lo tanto hállase siempre dispuesto a confesar, director de los ejercicios (que los días festivos hacen a las acogidas) y cuanto pueden necesitar de él. Tiene entre las Colegialas confesadas que desde la fundación de la casa han sido dirigidas por él, excelentes esposas y madres de familia, que después de la gracia divina a él deben las virtudes que sencillamente practican.
Con tales circunstancias y la de conocer y tratar a la R. Madre desde que era niña, puede considerarse la adhesión que le profesa y el sincero dolor que sufre en estos momentos, que ve apagarse como una luz la vida de la ínclita fundadora.

DÍA 17
Seguramente será inolvidable para cuantos quieren de corazón a la santa enfermita. La noche fue regular, por la mañana pudo como en todas comulgar con sus hijas, pero a las doce empezó una gravedad tal que cerca de las dos la alarma era grandísima: hubo momentos en que se creyó todo concluido y estallaron sollozos a la vez que se derramaban lágrimas amarguísimas. En tanto la R. Madre reclinada en una pila de almohadas, dilatados sus ojos por la asfixia y casi amoratado el rostro sostenía una lucha horrible entre la vida y la muerte. Hallábase el P. Hidalgo a su lado y entretanto se hizo el Via-Crucis en la Capilla por la colegialas y después se rezó la corona dolorosa en el oratorio; por fin calmó un poco tan cruel estado y precisamente llegaron entonces con un papel de interés que debía firmar la enferma, la cual sobreponiéndose al padecimiento, con admirable presencia de ánimo, firmó el escrito con la misma seguridad de pulso que si estuviera buena. Continuó a ratos fatigadísima, hízose el triduo por la noche y contra toda esperanza la ha pasado relativamente tranquila.

DÍA 18
Los breves descansos de la noche son destruidos por las angustias del día. La tos por la mañana era poca antes de comulgar, después de recibir la bendición con el Smo., se adormeció descansando un rato, pero luego volvieron las fatigas con nueva intensidad.
Tiene hasta tres recargos diarios en la calentura, uno por la mañana, otro por la tarde y otro a las altas horas de la noche. En la madrugada de ayer decía a M. Asunción (tan bajo pues apenas tiene voz que mas bien se le adivinaba que se la oía) tenía cuarenta grados y décima y ½ de calentura: "Si continúa la calentura subiendo no llego ni a las cinco de la mañana". Bajó sin embargo rápidamente como había subido para tornar a crecer pocas horas más tarde. También decía anteayer a una hermana: "Hª Adelaida mi vida están en un hilo, pero en un hilo".
Se ha hecho el segundo día de triduo. ¡Quiera el Señor si no devolverle la salud darle fortaleza en la batalla que sostiene y dulcificar sus angustias!

DÍA 19
Cerca de las siete dijo Misa el P. Hidalgo, (que en los días anteriores ha venido poco después de las cinco) no hubo bendición con el Smo. ni dijo el acto de consagración al Sagrado Corazón de Jesús: dio la S. Comunión a la enferma y Comunidad y acompañó hasta después de las ocho a la R. Madre. Mucho consuelan estas visitas y las exhortaciones de tan sabio y prudente director a la enferma, bien que es la grandeza inmensa de alma con que resiste los padecimientos y la ardentísima fe y amor de Dios que consume su puro corazón. Ella misma dijo ayer a su médico que apenas veía, con una tranquilidad admirable, tan cierto es que se halla hace más de once días agonizando en la cruz!
Esta noche se ha empezado un triduo el 1er día dedicado a San José como día 19 que es, mañana sábado a la Sma. Virgen y el domingo al S. Corazón de Jesús. El P. José dio la bendición con el Smo. a la R. Madre después de rezar el rosario y las oraciones del triduo.
Las alternativas no son tan buenas, efecto según creo de la progresiva pérdida de fuerzas: es una lámpara que va consumiendo hasta la última gota de aceite.

DÍA 20
La noche relativamente tranquila; tendida por decirlo así en el lecho; dormida o rendida al letargo de la calentura: cada mañana que se le lleva la S. Comunión es un nuevo motivo de admirar que haya podido salir de la noche. También ha dicho Misa el P. Hidalgo cerca de las siete haciendo después de ella el acto de consagración y petición al S. Corazón de Jesús y dando la bendición con el adorable Sacramento.

El abatimiento y postración aumentan y como consecuencia las esperanzas disminuyen.

Durante seis días, religiosas, jóvenes, bienhechores y amigos velaron los restos mortales de santa Vicenta María López y Vicuña