jueves, 4 de junio de 2015

Como grano maduro...

Se fue... A solos diez días de los 50 años de su profesión perpetua... emitida en la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el 13 de junio de 1965. Una Capilla improvisada en el espacio destinado a Sala Capitular en el nuevo domicilio del Gobierno General del Instituto, fue el escenario que acogió su oblación definitiva...
Definitiva fue su entrega el día que entró en el Noviciado de Ciudad Real a sus 16 años recién estrenados. Yo no sé cuándo ni como fue el primer encuentro con Jesucristo, no sé cuándo fijó Él sus ojos en los de aquella niña, que impresionada por la santidad de una monja menudita que había en la comunidad de Almería, le decía a su madre: "Cuando yo sea mayor, quiero ser como H. Stella".
Era una niña, de la que Jesús se enamoró y con todo el candor de un alma pura ella le dijo que sí... que sería suya y de nadie más... y Él le sonrió mientras grababa a fuego en su corazón la firme voluntad de aceptar y cumplir hasta el último aliento la voluntad del Padre en su vida. Se llamaba Carmen y le cambiaron el nombre por el de "María Teresita del Monte Carmelo"... y como a la santa de Lisieux, un ansia misionera la abrasó en deseos de mayor entrega... y la obediencia le enseñó el norte de África en la ciudad de Melilla... y la hizo regresar a la península, pero el imán de las misiones había agarrado con fuerza en su corazón... y fue a África... y cruzó el Atlántico para guiar los destinos de la Provincia Andina y de la América Septentrional... Y su mirada y su sonrisa no dejaban resquicio a la duda: en ella había algo que sabía a anticipo de cielo... Y nos regaló experiencias que hoy no acertamos a verbalizar, porque son muchas, porque son profundas, porque tal vez no acertamos, en su momento a captar el alcance del mensaje que transmitían sus palabras, su mirada y su sonrisa...
Se fue... el día 3, mientras su Congregación ofrecía oraciones por las misiones, el día en que la Iglesia universal celebra la memoria de S. Carlos Lwanga y compañeros mártires de Uganda... ¿Se fue? Creo que no... creo que sencillamente, como todo lo que hacía, aceptó su último destino para pasar de la Casa Madre a la comunidad del cielo... en la que hace el número 2060. No tendrá ya más destinos, pero asume todos los oficios... Intercede por ti y por mi... Nos regalará su sonrisa y nos ofrecerá su mano... Nos animará cuando las piedras dificulten nuestro camino... Nos enseñará a suavizar la sed cuando el paisaje sea más árido... Nos revelará el auténtico gozo de la unión con Cristo y la entrega incondicional a la misión cada vez que sintamos cómo el Buen Pastor nos lleva sobre sus hombros... Nos ayudará a descubrir el eterno y misericordioso amor del Padre cuando la soledad nos envuelva... Nos mostrará cómo se ama al Instituto y se siguen las huellas de la Madre Fundadora cada vez que pensemos que esta navecilla va a la deriva... H. María Teresa López Góngora ha alcanzado la meta y como grano maduro, su cuerpo vuelve a la tierra en la Solemnidad del Corpus Christi, tal vez para recordarnos que "si el grano no cae en tierra y muere queda infecundo"... Que tu fidelidad y la mía sean el mejor gesto de gratitud al fruto abundante y generoso de la vida cristiana y religiosa de H. María Teresa.


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