1882: Emite sus primeros votos H. María
Josefa Orti y Lara. Era hermana del
filósofo Juan Manuel Orti y Lara, catedrático de metafísica y restaurador del
Tomismo; fue su maestra de novicia, su sobrina carnal de H. María Teresa Orti y
Muñoz. M. María Josefa Orti fue la más
longeva de las primeras generaciones de Religiosas de María Inmaculada, había
nacido en Marmolejo (Jaén) el 24 de noviembre de 1823 y falleció en Madrid el
21 de noviembre de 1903, cuando le faltaban solamente tres días para cumplir
los ochenta años.
1890: Santa Vicenta María había regresado de Burgos a
Madrid en un estado de salud que evidenciaba la cercanía de la muerte. Las
Hermanas, en su afán de proporcionarle el mayor alivio posible solicitaron
autorización al beato Ciriaco María Sancha y Hervás, Obispo de Madrid, para
instalar un Oratorio provisional en frente de la habitación de la Madre para permitirle
participar en la Eucaristía tener ratos de adoración al Santísimo Sacramento.
El día de la Virgen de las Mercedes, con gran consuelo de todos quedó
inaugurado el Oratorio y Reservado en Santísimo a la vista de la enferma.
1901: La falta de salud de religiosas y colegialas fue una
preocupación constante en los años del generalato de M. María Teresa Orti. La comunidad
de Barcelona, el día de la Virgen de
la Merced, Patrona de la ciudad, hizo turnos durante todo el día en la iglesia
para rezar el Rosario pidiendo a la Virgen les conceda pronto la Casa Salud. La
Virgen acogió la plegaria y se instaló una “Casa de salud” en Sarriá
(1902-1908). Años más tarde, en 1919 y en la misma fiesta de la Merced,
pudieron inaugurar la Enfermería para la chicas en una casa contingua a la de
Consejo de Ciento, adquirida para ampliar el colegio.
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Casa de Barcelona |
1917: M María Teresa Orti redacta un documento para leer en el Capítulo, dando
razones para no ser reelegida de nuevo como Superiora General, alegando como
principal motivo su deteriorada salud: «No crean que para lo que les voy a decir tomo en cuenta el trabajo, la
responsabilidad, las dificultades inherentes al cargo, que son espinas para mí;
antes al contrario, si alguna cosa pudiese retraerme de exponer estas razones,
sólo sería el temor de si en ello buscase rehuir la cruz, las penalidades que
trae consigo; pero no, pues les confieso ingenuamente, que el único lazo que me
unía al cargo de Superiora General, lo único que me ha hecho amarle y no
temerle, ha sido eso, que las espinas es lo positivo que puede sacar de él para
sí propio quien desea gobernar recta y debidamente, y esta voluntad, a pesar de
mis miserias, la he tenido y he procurado cumplirla ayudada de la divina
gracia. Así pues, estén seguras, de que sólo quiero dejarlo, porque los
achaques de hoy unidos a las deficiencias de siempre me privan por completo de
las aptitudes más indispensables para seguir en él».
2005: Celebración del I Centenario de la Casa de Rios Rosas
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Ríos Rosas - La comunidad del Centenario |