lunes, 29 de julio de 2013

Cien años en Santiago de Chile




Eran las once de la mañana del día 29 de julio de 1913, cuando las primeras religiosas de María Inmaculada llegaron en tren a la estación Mapocho, en Santiango de Chile: 
Estación Mapocho. Santiago de Chile
Después de dar gracias a Dios desde el fondo de nuestros corazones por el feliz término del viaje en que tanto nos había dejado sentir su presencia y protección, al tiempo que le pedíamos no se desviase nunca de nuestro lado, y anhelando tan sólo cumplir su voluntad, volvimos a procurar divisar a quien nos esperara; y, en efecto, vimos tres señoras, de simpático aspecto y distinguida presencia, que se nos dirigían, suponiendo éramos las religiosas que ellas esperaban. Enseguida nos comprendimos y, después de la más afectuosa acogida nos condujeron a sus carruajes, dos preciosas berlinas de cinco luces, tiradas por magníficos troncos. 
Vestíbulo de la Estación Mapocho
Todo tenía el noble sello, el señorial estilo de nuestros antepasados. Aunque no era necesario pasar por el centro de la población para llevarnos al barrio en que habíamos de alojarnos, sin duda porque viésemos algo de ella, tenían dada a los cocheros orden de rodear un poco, con lo que pudimos hacernos cargo, aunque muy por encima, del aspecto de la misma, muy diferente del de Buenos Aires. Allí nada nos habla de nuestra España, ni en nada se parece, aquí hasta podíamos hacernos la ilusión de entrar en una de sus más hermosas capitales de provincia, en las que se hallan, sí, los adelantos de la época actual, pero aún con el aroma de las pasadas, cual si al aceptar agradecidos los nuevos frutos concedidos por Dios y alcanzados por el hombre del árbol de la ciencia, no quisiesen perder el poético encanto de las anteriores, uniendo así ambas en fraternal lazo, porque unos frutos como los otros se habían cosechado bajo la mirada del Todopoderoso y conservado cabe el mando de su Madre y la nuestra, la Soberana de los cielos, la Sma. Virgen María. No sé; que no es esta definición para mi pobre pluma, más sí puedo decir que estas fueron las primeras impresiones que nos impuso la vista de esta, para nosotras, tan apartadísima región del mundo.

Avenida Independencia desde el río
Así describe M. María de los Desamparados su llegada a Santiago de Chile en una jornada en la que se diría que las horas fueron mucho más largas de las reales. Demasiados acontecimientos, vividos en atropello, para situarlos en diez horas, desde que el tren entró en la Estación de Mapocho, hasta que, a «eso de las nueve de la noche se entregaron al descanso, hallando en apacible, sueño el fin de las múltiples impresiones del primer día de estancia en Santiago». La misma M. María de los Desamparados dice que «en las pocas horas de este primer día son tantas las impresiones y los acontecimientos que se sucedieron, que nos obligaron a dividir su relato en tres capítulos».
Nosotras elevamos al cielo un oración de alabanza y acción de gracias por el derroche de generosidad que que a lo largo de estos cien años han hecho siembra en la casa de Santiago de Chile.



Al otro lado del río tuvieron las Hermanas su primera casita

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