lunes, 3 de mayo de 2021

1921 - mayo - 2021

  

Hace 100 años….

 

En el mes de junio de 1914, M. María Teresa Orti aprovechó su carta de felicitación al Cardenal Antonio Vico, primer cardenal protector de Instituto, para intentar agilizar la Causa para la canonización de la Madre Fundadora y evitar que los trámites burocráticos la retrasaran ya en sus comienzos. El Cardenal Guisasola, “amante de nuestro Instituto y celoso de su bien” le pidió a M. María Teresa  que usara su nombre para activar el envío de interrogatorios y el nombramiento de Vice Postulador en España porque en Roma parece que no tenían mucha prisa, y “en el tiempo que hace principiamos a tratar de este asunto, -escribe M. María Teresa al Cardenal Vico- han fallecido personas de gran prestigio que hubiesen prestado valioso testimonio a la causa, entre ellas, el Padre Isidro Hidalgo S.J. director casi 20 años de nuestra Fundadora; el último Confesor ordinario que la trató casi desde su niñez, el Padre Cadenas que también la trató mucho y otros varios que no menciono por no alargar esta carta. De los que quedan que son pocos, está entre ellos el R. P. Fidel Fita, el Muy Iltre. Sr. D. José Fernández Montaña, el Sr. Visitador D. Carlos Díaz Guijarro y otros que, como los citados, se acercan o pasan de los 80 años, cuya vida no puede esperarse se alargue. También una tía de la Madre de 92 años de quien nos dicen está grave, ya no podrá dar su informe con las formalidades necesarias.”[1]

Cardenal Antonio Vico

Amigos es buenos tener y conservarlos en todas partes, y como Don Antonio Vico lo era y mucho, el 19 de julio M. María Teresa Orti escribe de nuevo a Roma llena de satisfacción, [por] la llegada de los deseados interrogatorios y nombramiento de Vice Postulador para la Causa de nuestra venerada Madre Fundadora, gracias a Dios y a la valiosa recomendación de V. Emcia. Rma., por lo que le reiteramos nuestro agradecimiento.”[2]

El 20 de agosto del mismo año 1914, la Iglesia vistió de luto por la muerte del Papa Sarto, pero la vida sigue y “quando muore un Papa se ne fa un’altro” (cuando muere un Papa se nombra otro). San Pío X fue un gran papa y para sucederle nombró el cónclave el día 3 de septiembre a un cardenal desconocido para muchos pero entrañablemente cercano a la Madre Vicenta María y a su Congregación: don Santiago Della Chiesa había trató personalmente a Santa Vicenta María y a sus hijas en los años 1883-1887, cuando prestó sus servicios de Secretario del Nuncio Apóstolico, Cardenal Mariano Rampolla del Tindaro, y visitó la Casa Madre del Instituto en su definitiva sede de la calle de Fuencarral.

M. María Teresa fechó el día de la Inmaculada, la primera carta que dirigió al Santo Padre, para manifestarle sus sentimientos personales y los de la Congregación:

V.J. / Madrid 8 de Diciembre de 1914

 A nuestro Smo. Padre el Papa Benedicto XV

 Smo. Padre: Las Hijas de María Inmaculada para el servicio doméstico, ansían vivamente postrarse a los sagrados Pies de V.S. desde el momento que tuvieron la dicha de saber que Dios nuestro Señor la designaba a V.S. su Vicario en la tierra; más confiadas en que la terminación de tan terrible guerra no se haría esperar, defirieron para entonces mostrar a V.S. su amor y adhesión, pero como esta esperanza se retrasa con la venia de S. Emcia. Rma. el Cardenal Primado de España, nos resolvemos a escribir a V.S. con la misma sencillez que los hijos lo hacen a sus Padres.

Grande ha sido, Smo. Padre, el consuelo que hemos experimentado y la gratitud que debemos a Dios nuestro Señor por habernos concedido a V.S. por nuestro Padre y Pontífice acrecentando con ello todo el amor y veneración que de tanto tiempo atrás debemos a V.S. Recordamos con efusión la bondad de V.S. para con nuestro pequeño Instituto allá en sus principios y más aún, el afecto y aprecio que dispensó V.S. a su preclara y angelical Fundadora, nuestra Madre inolvidable, Vicenta María López y Vicuña, cuya causa de beatificación se está incoando ahora. Conservamos varias cartas de S.S. y en algunas de ellas se digna V.S. encomiar su virtud; estas cartas las hemos considerado como un tesoro y hoy con doblado motivo nos gloriamos de ellas.

Santísimo Padre, postradas en espíritu ante V.S. las que tenemos la dicha de formar este humilde Instituto hoy día de nuestra Excelsa Patrona y Madre amantísima a quien rogamos conceda a V.S. un Reinado largo, de paz y bendición en los intereses católicos, besan con efusión devotísima vuestros Sagrados Pies y pídenle una paternal bendición, en tanto llega el día de encontrarse en presencia de V.S. en nombre de todas, la última del Instituto, pero fiel hija de la Iglesia y amantísima de V.S.

María Teresa Orti

Superiora General

Hija de M. I.[3]

 

S.S. Benedicto XV

La Madre se sirvió el Cardenal Vico para hacer llegar su carta a manos del Santo Padre y de paso manifestar sus sentimientos ante la lentidud con la que arrancaba el Proceso:

10 de Diciembre 1914

 Emmo. y Rmo. Sr. Cardenal Vico

Mi venerado Prelado y muy amado Protector. Seguras siempre de su benevolencia y bondad para nosotras, confiadamente acudimos una vez más a V. Emcia. Rma. suplicándole nueva gracia. Esta es que habiendo tenido S.S. Benedicto XV, nuestro Soberano Pontífice y Padre venerado, bastante parte en la formación de nuestro humilde Instituto, hemos creído un deber de gratitud demostrarle nuestro recuerdo gratísimo y adhesión filial a su Sagrada Persona. Como la guerra nos priva por hoy de hacerlo personalmente, suplicamos a V. Emcia. Rma. que se digne presentar a Su Santidad nuestro humilde Instituto, por medio de la adjunta carta, y si esta no le pareciese digna de Su Santidad lo haga V. Emcia. Rma. verbalmente, y en el alma se lo agradeceremos.

Ya que molesto a V. Emcia. Rma. con esta carta, quiero añadirle el desconsuelo que sentimos al ver que aún no se ha reunido en Madrid el Tribunal que ha de recibir la declaración de las personas que conocieron a nuestra Madre Fundadora, y vamos viendo con pena desaparecer de esta vida muchos de los que podrían dar muy cumplido testimonio de sus obras y virtudes, de palabras, que vale mucho más que por escrito. A las oraciones y santos Sacrificios de V. Emcia. Rma. lo encomiendo con todo mi corazón.

También se encomienda con todo su pequeño Instituto, a las oraciones de V. Emcia. Rma. su humilde hija y sierva en Ntro. Señor que con la mayor reverencia y filial afecto besa su Sagrada Púrpura

M.T.O.[4]

 

M. María Teresa que conocía personalmente al Cardenal Vico por haber sido Nuncio en España de 1907 a 1911, podía entender que el Cardenal no contestara su carta a vuelta de correo pero como tampoco quería quedarse sin saber qué había ocurrido con su carta al Santo Padre,  volvió a escribir veinte días más tarde:

Mi venerable Prelado y muy amado Protector: Con toda la efusión de mi alma reitero a V. Emcia. Rma. y conmigo todo el Instituto, nuestros sentimientos de íntimo agradecimiento, afecto y veneración con motivo de estas fiestas de Pascua suplicando al Divino Niño otorgue a V. Emcia. sus más ricos dones y gracias para bien de la Iglesia y de este pequeño Instituto que se honra con su protección.

No dudo habrá recibido V. Emcia. la carta que le suplicábamos para nuestro Stmo. Padre, la que deseamos encontrara V. Emcia. digna de presentarla.

Vivamente deseamos cambien las circunstancias difíciles que atraviese Europa, y poder ir a postrarnos a los Pies de Su Santidad y de V. Emcia. Rma.

Dígnese, Emmo. Sr. enviar su paternal bendición a todo el Instituto y en especial a esta humilde hija y sierva en Cristo que con la mayor reverencia y afecto besa S.S.P.

M.T.O.

 

La verdad es que, la impaciencia de M. María Teresa, hizo que su misiva se cruzara con la respuesta que D. Antonio Vico no retrasó y fechó en Roma el día 29 de diciembre:

+ / Roma 29 Dic. 1914

Rma. M. María Teresa Orti Superiora General de las Hijas de María I.

Rma. Madre. Dispense si he tardado la contestación a su muy atenta del día 9 del corriente por causa de mis muchas ocupaciones. El día 21 ví a Su Santidad y hablamos de la Congregación de María Inmaculada para el servicio doméstico de la cual así como de la Superiora General Hermana del Sr. Orti y Lara[5] se acuerda muy bien. Así es que se ha enterado con muchísimo interés de la carta que por ahora le han enviado por mi conducto, reservándose V.R. de venir en persona cuando sea posible, y me ha dado el gratísimo encargo de comunicarle a V.R. y a todas sus Religiosas, así como a sus obras y jóvenes una Bendición muy especial y muy afectuosa.

Haga Dios N. S. que esta Bendición aumente, si es posible, el espíritu del Instituto y el fruto que con su fundación se propuso sacar la Sierva de Dios su Fundadora.

Supongo que en lugar de D. Luis Albert el Postulador de la causa será el nuevo Rector del Colegio Español; enteraré y veré si se puede hacer algo práctico.

Deseando que N. S. bendiga a V. R. y su Instituto para el 1915 se repite de V.R. muy atº S. S. que la bendice

+ A. Card. Vico[6]

 

Cuatro años y medio más tarde, en diciembre de 1918 cuando el proceso diocesano estaba ya para concluir, la Madre acariciaba ya la idea de un próximo viaje a Roma y escribe al Cardenal Vico:

La causa de nuestra venerada Madre Fundadora, Emmo. Sr., parece que está para terminar su primer proceso, y esto, unido a la terminación de la guerra, nos hace esperar que en breve tendremos la dicha de visitar a V. Emcia. y postrarnos a los S.S. Pies de nuestro amadísimo y Santo Padre, cuyo momento tanto anhela el Instituto entero, y a esta intención deseamos todas, que V. Emcia. se digne aplicar el día 26 del presente, u otro que a V. Emcia. le venga bien, el Santo Sacrificio de la Misa a fin de obtener la pronta realización de esta tan deseada como esperaba visita y por ella dejar introducida en Roma nuestra amada Causa de beatificación de nuestra Fundadora.[7]

 

A partir de entonces, cada año, M. María Teresa pedía al Cardenal que ofreciera la Misa del 26 de diciembre, aniversario de la muerte de la Madre Fundadora, por el feliz éxito de la Causa.

En octubre de 1920 ya empezó a poner fecha a su viaje y escribe al Cardenal el día 10:

La causa de nuestra Fundadora está terminándose y deseamos poder llevarla en Marzo o Abril. Cuánto lo deseo.[8]

 

En el mes de diciembre pidió la Madre al Cardenal una Bendición del Santo Padre para la Revista “Anales de Mi Colegio” de la que eran ya suscriptoras más de 12.000 sirvientas y obreras de nuestros colegios y le desea un felicísimo año 1921, y esperando tener en él la inmensa dicha de postrarme a los Sagrados pies de Su Santidad.”[9]

Por fin el sueño de M. María Teresa se hacía realidad. El día 2 de abril de 1921, en el Oratorio de la Casa Madre, D. Prudencia Melo y Alcalde, recibía el juramento que prestaba la Madre acerca de la veracidad de todo lo escrito en la Vida de la Madre Fundadora.

A partir de aquel día, mientras acariciaban la clausura del Proceso Diocesano de la Causa de Canonización de la Madre Fundadora, todas las que conocían la inminencia del viaje o tuvieron que ver algo en sus pormenores pusieron su mirada en Roma; había que preparar el viaje: decidir las acompañantes de la M. General, se buscar alojamientos en París y Roma; diseñar el itinerario…

Las compañeras de viaje serían M. María Francisca de Javier Roura y M. María Susana de Jesús Cárdenas porque las dos hablaban francés y M. María Susana también italiano.



El día 3 de mayo, el Tribunal cerró y selló la caja que contenía el Proceso, luego recibió el juramento de M. María Teresa Orti y puso en sus manos aquella caja que ella se comprometía a entregar intacta de la Sagrada Congregación de Ritos. Nunca había hecho M. María Teresa un viaje tan largo y nunca con equipaje tan valioso. Cuando se cumplen cien años de este viaje a Roma se me antoja que sólo el de su regreso a la Casa del Padre pudo superar a este y tal vez no es otro el significado de las palabras con que, en su lecho de muerte, quiso consolar las lágrimas de M. María de la Concepción: “No llore, que este es el mejor viaje que he hecho en mi vida.”

El miércoles 4 de mayo de 1921, víspera de la solemnidad de la Ascensión del Señor, la comunidad de la Casa Madre vivió una despedida que seguramente nunca olvidaron las que formaban parte de la comunidad: la Madre General, M. María de Javier y M.  Susana emprendían un viaje en el que la pena de la separación cedía su puesto a la esperanza y al consuelo. Cuando después de la despedida entraron en la capilla para encomendar del viaje tal vez no supieron si tenía más peso la oración de intercesión o la gratitud por las gracias que de aquel viaje se seguirían para toda la Congregación.

El primer alto en el camino lo hicieron antes de cruzar la frontera. En la estación de San Sebastián, adonde llegaron por la noche, las esperaba un automóvil que las condujo a Villa María Inmaculada y allí, saludaron a Jesús Sacramentado mientras la comunidad entonaba una Salve.

Dos días pasaron en San Sebastián, programados tal vez para aliviar a la M. General el inevitable cansancio de un viaje tan largo, pero las visitas y la velada que las chicas hicieron en su honor no le dejaron mucho tiempo libre.

El día 6, primer viernes del mes de mayo, salieron por la noche de San Sebastián con dirección a París.  Llegaron después del medio día del sábado a la ciudad del Sena y les impresionó la baraúnda de vehículos y el vaivén de gentes que pudieron ver en la capital francesa. Desde la estación se dirigieron al convento de las Benedictinas, donde pasaron otros dos días antes de afrontar la tercera y más larga etapa del viaje: treinta horas necesitaban para cubrir el trayecto París-Roma.

Por fin el miércoles 11 de mayo, exactamente una semana después de salir de la Casa Madre llegaron las viajeras a Roma. Desde la Estación se dirigieron a via dei Gracchi al convento de la Sagrada Familia, llamado de la Esperanza, donde residieron los 22 días que duró su estancia en la Ciudad Eterna.

M. María Susana escribió una crónica del viaje que se publicó en los “Anales de Mi Colegio”, cuando conmemoramos los 100 años de aquella experiencia, buscamos las cartas de M. María Teresa porque nos gusta saber de su pluma qué fue lo que ocurrió en aquellos días. El día 23, con la experiencia del primer encuentro con el Santo Padre muy a flor de piel, escribió a M. María de San Luis de Caso:

Empezaré por decir algo de nuestra vida. Las Madres se levantan a las 5; yo a las 6, Misa 6 ½; 7 ½ desayuno, 8 arreglo de habitación, de personas, etc.; 10 salir, 12 comer; 1 recreo las tres y escribir, estudiar la guía etc.; 4 merendar en nuestro cuarto de nuestras provisiones, a mí me traen leche y galletas; salir; 7 cenar, rezar Rosario, oración, examen; 9 ½ cama. Las monjitas son muy amables, tenemos unas habitaciones hermosas. Hasta ahora las salidas todas han sido de oficio: al Postulador de la Causa de nuestra Madre, a varios Padres Jesuitas para quienes traíamos cartas de recomendación; el P. General que nos recibió con afecto, y aunque no habla español, me entendía y contestaba en francés que las madres me decían; a otro P. Vidal, consultor de la Sagrada Congregación de Religiosos, a quien llevamos las Constituciones acomodadas al nuevo código, me las revisó y corrigió y luego volvimos por ellas y con ellas nos dio carta para la Sagrada Congregación para que las aprueben. Una tarde, 2 Hermanos españoles, nos enseñaron la iglesia del Jesús, los cuartos donde vivió y murió San Ignacio, San Carlos Borromeo, San Luis, San Estanislao; este santo está de tamaño natural en estatua de mármol y cama id, en el sitio en que murió, devotísimo, muchas reliquias vimos y otras cosas. Otra tarde fuimos a S. Pablo con el fin de visitar las 5 Basílicas, ¡qué iglesia tan hermosa! está a las afueras de Roma y hoy hemos visitado la de S. Pedro y creo que de cosas así no hemos visto nada más. Al Cardenal Protector lo hemos visitado dos veces, está en un magnífico palacio, vive en 6º piso, gracias al Ascensor, pero desde allí ¡qué vistas! Su Eminencia vino a pagarnos la 1ª visita bondadosísimo y cariñoso; y ahora voy a lo mejor, la audiencia del Santo Padre. La tuvimos ayer de 11 ½ a 12, pueden pensar la emoción que se siente. Conoció enseguida el hábito y dijo ¡las Hijas de la Madre Vicenta! se acordaba de nuestra Madre y habló de ella con cariño y devoción; dijo que su causa había de ir como una seda, que tendría sumo gusto en hacer durante su pontificado mucho por la causa. Dijo que era una santa; que no habría dificultades de otras causas de las que hay entre manos, porque su vida era tan sencilla, que se la veía siempre unida a Dios con una dulzura que podía muy bien aplicársele aquello de “su conversación era en los cielos”. Nos dijo que volviésemos a despedirnos y que pidiésemos también entrada para su Misa. Se tienen que hacer tres genuflexiones al entrar y al salir, pero al entrar, a la 1ª se acerca y me hizo levantar, yo le pedí que nos dejase hablar postradas, pero no accedió y me señaló un sillón a su lado y las Madres sillas enfrente; era su despacho y él en el sillón ante la mesa y estuvimos la media hora; le entregamos la vida de nuestra Madre, le dije que había cartas suyas, las buscó y leyó en alto, decía no se acordaba y asintió a todo lo que antes había dicho. También el promotor fiscal, que es el que llaman abogado del diablo, ha dicho que esta causa es muy sencilla, y también el Maestro de Cámara a quien hemos ido hoy a pedir la audiencia de despedida y lo de entrada a Misa, le dimos otra Vida y la recibió diciendo que el Santo Padre le había hablado de ella, de nuestra Madre, por lo que se ve más y más, que la tiene muy presente.

Nos hemos confesado con el P. Barrachina, Asistente general del P. General S.J., 2 veces y aún iremos otra.

Hoy en esta casa hemos saludado al nuevo Nuncio de España y también pienso saludar al que va de Nuncio a México. Ya ven que no perdemos el tiempo en pro del bien del Instituto al que tanto debemos amar y honrar con nuestras virtudes y observancia.

Su madre en el Señor

Mª T / H de M I[10]

 

Pero no fue solo la audiencia del día 22, Benedicto XV quiso que volvieran para despedirse y que fueran un día a su Misa y que no se marcharan tan pronto porque “hay que ver muchas cosas santas en Roma.”  En lo del regreso no complacieron al Santo Padre, pero M. Javier y M. Susana aprovecharon los días que tuvieron más libres para poder visitar lugares. La quebrantada salud de la M. General ya no le permitía tantas correrías y jugó a nuestros favor, porque, cuando estaba ya muy próximo el regreso, una tarde que M. María Teresa, escribió a algunas casas contando lo ocurrido.

Secundando el deseo manifestado por el Papa, dice la Madre que pidieron

al Maestro de Cámara la entrada para la Misa que de vez en cuando celebra S.S. para los fieles que obtienen ese privilegio; más cuál no fue nuestra sorpresa al recibir invitación directamente del Santo padre por medio de su capellán secreto, para su misa privada; esta invitación era para el jueves, día del Corpus y también 26 a las 6 ¼ en punto, por los mismos pasos del domingo, llegamos al salón anterior a la capilla a la que nos introdujeron momentos antes de empezar a revestirse el Santo Padre, las tres solitas; nos señalaron nuestro sitio, a mí un reclinatorio a la línea del Santo Padre que estaba en el centro ante el altar, y como la capilla es pequeña, estaba yo a menos de dos metros del Santo Padre, las Madres detrás de mí; nos preguntaron si íbamos a comulgar y consagró las tres formas y otra para un leguito que con otro sacerdote le ayudó la Misa; terminada esta, la celebra el sacerdote mientras el Santo Padre da las gracias. Terminada se marchó por una puertecita y a nosotras nos condujeron por otra a su despacho privado en donde ya nos esperaba Su Santidad. De pie nos saludó, nos dijo que deseaba tuviésemos que volver pronto para asistir a la proclamación de las virtudes heroicas de nuestra Madre; también nos dijo que fuésemos santas como ella lo era; nos postramos, besamos el pie y el anillo y nos bendijo diciendo que llevábamos todas sus bendiciones para todo el I[nstituto]. Qué más podíamos desear el viaje a Roma ¿verdad? Pues aún no he acabado de visitas al Santo Padre. Pues recibimos invitación para hoy Domingo para oír la misa del Santo Padre. Claro, que esta invitación no era directamente del Santo Padre que es lo que dio valor a la otra. La misa a las 7 en la capilla de Santa Matilde. Cuando llegamos ya había mucha gente y todos esperaban en una galería: principiaron a pasar quedando nosotras detrás. La capilla mucho mayor que la otra, con bancos, de terciopelo rojo y reclinatorios igual y en las paredes, en lugar de cuadros, magníficos relicarios en unos estantes con puertas de cristales. Estábamos en la capilla de 80 a 100 personas, las señoras (con mantilla pues no se admiten de sombrero para ningún acto del Vaticano en que esté el Santo Padre) pero ¡qué mantillas tan desgarbadas! caballeros también bastantes, uno había a mi lado con gran número de cruces y medallas en la levita, tan devoto que me edificó. Creo que comulgamos todos dando la comunión el Santo Padre y con un orden que daba gusto. Terminada la Misa hubo otra y luego el Santo Padre volvió al altar, dio la bendición y salió por el centro de la capilla entre los bancos, todos arrodillados vueltos hacia Su Santidad. Salió la gente de la capilla bajando todos por la escalera, cuando un criado de librea nos dice, Ustedes por el ascensor. Se conoce que como en 8 días hemos estado tres y sobre todo la 2ª vez tan familiarmente con el Santo Padre, o quizás mis canas, que aunque no se ven se adivinan, movió a aquel buen hombre a compasión, y eso que la tarde anterior nos dijo el Sr. Cardenal Protector que a los 64 años se está en la flor de la vida; pero yo añado, de la flor deshojada.[11]

 

El día 2 de junio a las 2 de la tarde volvieron a subir al tres para cubrir en sentido inverso un trayeto de 30 horas de viaje que las  conducía a París y volvieron a alojarse en el covnento de las Benedictinas. El día dejaron París y llegaron a San Sebastián el día 7 a las 6 de la mañana; dos días más tarde hicieron la última etapa de su viaje desde San Sebastián a Madrid. Un viaje que a buen seguro no podremos comparar con ningún otro: en las estaciones de Vitoria, Miranda, Burgos y Valladolid había Hermanas para dar la bienvenida a la M. General, en nombre de sus comunidades.

Poco antes de las 10 de la noche abrazaron a la Comunidad de la Casa Madre.

Benedicto XV hubiera acelerado el Proceso de Canonización de Santa Vicenta María pero le sorprendió la muerte el 22 de febrero de 1922 y M. María Teresa Orti escribió para la revista “Anales de Mi Colegio”:

Hoy, pensando piadosamente, las Hijas de María Inmaculada, aunque lloran con amarga pena tal pérdida para la Santa Iglesia, e inmensa y de modo especial para su amado Instituto, adoran los designios divinos y confían, por la infinita misericordia del Señor, en que tendrán en Benedicto XV un intercesor más en el cielo, muy particularmente para obtener la pronta canonización de su venerada y amadísima Madre Fundadora.

El Instituto guardará imperecedera memoria de amor y gratitud al Sumo Pontífice Benedicto XV, considerando como preciadas reliquias el tesoro de sus cartas, enriquecidas hoy con expresivo autógrafo bendiciendo a todo el Instituto.[12]

 

 



[1] AGRMI-Roma 3-6-6.

[2] Ibid.

[3] AGRMI-Roma, 3-6-18.

[4] AGRMI-Roma, 3-6-6/07.

[5] Parece que en su conversación con Benedicto XV confundieron el parentesco de M. María Teresa con el filósofo Juan Manuel Orti y Lara, gran amigo de Monseñor Della Chiesa.

[6] AGRMI-Roma, 3-6-5.

[7] AGRMI-Roma, 3-6-6/27.

[8] AGRMI-Roma, 3-6-6/30.

[9] AGRMI-Roma, 3-6-6/33.

[10] AGRMI-Roma, 3-21-5/61.

[11] AGRMI-Roma, 3-21-5/63.

[12] AnMC IV/12 (1.04.1922) 5.

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