sábado, 21 de marzo de 2020

Santa Vicenta María - El via Crucis y los sufragios

De un via Crucis pintado por
M. María de Porta Coeli Mezquita RMI

 Entre los ejercicios de piedad praticados con particular devoción por Santa Vicenta María aparece el Via Crucis. Una devoción que aprendió de sus mayores y que con ingenuidad infantil adaptó a su mundo de fantasía cuando, siendo aún muy niña, acompañaba a su tío sacerdote al templo y recorría las sillas del coro imitando en un “vía crucis” muy particular lo que veía hacer a los adultos cuando recorrían alrededor del templo las estaciones del camino de la Cruz recorrido por Nuestro Señor.
A lo largo de la historia de la Congregación, erigir el Via Crucis en cada una de las casas que se iban fundando, se convirtió en uno de los actos más cuidados y significativos por la devoción que se profesaba a este ejercicio devocional y por una práctica que tuvo desde el comienzo sello de identidad en el Instituto y figuró en el texto de las Constituciones desde 1905 hasta 1967.
Es cierto que Santa Vicenta María no menciona el ejercicio del Via Crucis, como sufragio por las Hermanas que fallecían, en el texto de las Constituciones redactadas por ella misma pero con la misma certeza podemos afirmar que lo que recogen las Constituciones posteriores era una practica consolidada ya antes de la muerte de la Madre Fundadora.
En agosto de 1885 falleció en Zaragoza, H. María de las Mercedes Urteaga y Goitia, y la Madre Fundadora, que estaba en Madrid, puso un telegrama a la comunidad de Sevilla para que a la difunta no le faltaran los sufragios y luego, por carta insiste en que ofrezcan «todo por ella y hagan el viacrucis nueve días»[1].
En enero de 1890 falleció en la Casa Madre, la M. María Margarita González y la Madre Fundadora escribió a las Hermanas de Zaragoza: «acabó su carrera felizmente, supongo le harán los sufragios de costumbre y el Via Crucis los nueve días»[2].
La práctica de ofrecer oraciones, comuniones y ejercicios de piedad en sufragio por los difuntos fue para Santa Vicenta María un deber cristiano que se le hizo connatural y veló porque sus religiosas los ofrecieran, por los miembros del Instituto, por las chicas, por los familiares y por los bienhechores.
A la muerte de su tío, D. Manuel de Riega, afirma que «de nuestra parte está hacer los sufragios que nos sean posibles para sacarlo del purgatorio, si por justos juicios de Dios, se halla en él»[3].
Al día siguiente de la muerte de su tía, doña María Eulalia Vicuña, no encontró tiempo para contar pormenores de lo ocurrido a las Hermanas que estaban en Jerez y Zaragoza, pero si escribió ordenando que ofrecieran «en sufragio de su alma por espacio de nueve días, todas sus obras, y comulguen en todos ellos»[4].
A la muerte de su tío Luis, encarga a su padre que cuando vea a la viuda le comunique «el pésame de mi parte y que por nueve días se le ha encomendado a Dios en Comunidad y también se hizo una comunión extraordinaria en sufragio de su alma»[5].
A la muerte de su madre, su único deseo era «que se hagan muchos sufragios para que salga pronto del purgatorio, si está en él.»[6].

En octubre de 1885 falleció una colegiala, Rosa Trashorras y confía en que las Hermanas «no se descuidarán en hacer sufragios por Rosita y que todo lo que hagan en el novenario se aplique por ella»[7]. Dos años más tarde falleció otra chica y escribe a M. María Asunción Carrera confirmándole «muy bien me parece que se le hagan algunos sufragios y que a las chicas se les haga aplicar la comunión del domingo».[8]
En 1888 falleció su padre, D. Jose María López. En el momento de su muerte sólo acertó a separarse de él para rezar en la Capilla, junto a la comunidad, el piadoso ejercicio del Via Crucis,  y luego, de nada se preocupó tanto como de que no le faltaran los sufragios.
Unos meses más tarde, falleció también el padre de las tres Hermanas Carrera y, apenas conocida la noticia escribió a M. María Asunción: «esta tarde haremos el viacrucis en sufragio de su alma, mañana comulgaremos y por los nueve días se le encomendará en Comunidad. No tardaremos en seguirle, y lo que importa es que aprovechemos el tiempo para dar buena cuenta de él».[9]
A la muerte de uno de los grandes bienhechores del Instituto, el Sr. Marqués de Urquijo, lamenta su pérdida y aunque cree que no necesita los sufragios, tampoco los escatima: «¡Qué tesoro habrá encontrado en el Cielo! Por lo mismo no creo tenga mucha necesidad de sufragios, pero, sin embargo, ya hemos empezado a encomendarle a Dios, y escribo por este correo a todas nuestras casas para que le ofrezcan un novenario de misas y Comuniones, y en la capilla de Madrid, que ha sido favorecida tantos años con sus cuidados, dos de estos días se celebrará Vigilia y misa por el eterno descanso de su alma».[10]
Bastaría un rápido repaso por las crónicas de las comunidades o las cartas que han llegado hasta nosotras para comprender que el texto que va a aparecer en las Constituciones a partir de 1905 no es más que la expresión escrita de lo que observaban fielmente las Hermanas:
Luego que muera una Religiosa, se participará por medio de cartas a toda la Congregación para que se ofrezcan por su descan­so los sufragios siguientes:
Cada Religiosa ofrecerá por la finada durante un novenario, todas las ora­ciones y obras buenas del día, añadiendo a éstas el Via Crucis.
La Superiora de la Casa en que hubiese ocurrido el fallecimiento, hará cele­brar tres Misas, y además en cada Casa del Instituto se dirá una.
Cada mes aplicarán todas las Comunidades de la Congregación una Co­munión, una Misa y una parte de Rosario por las difuntas.[11]
No figuró en los textos legistativos, pero se gravó a fuego en la tradición del Instituto, la costumbre de hacer el piadoso ejercicio del Via Crucis apenas conocida la noticia de la muerte de uno de los miembros del Instituto, de tal manera que muchas Hermanas lo incorporaron a sus prácticas personales de piedad como ejercicio diario.
A nivel comunitario el Via Crucis, como otras práctica,s ha caído en desuso y se reserva para los viernes de Cuaresma. Cuando el Señor nos regala una Cuaresma tan singular como la que nos toca vivir este año, cuando por doquier se nos pide intensificar oraciones, cuando llegan a nuestra casa, y a otras, notificaciones de la muerte de nuestras Hermanas y no podemos ofrecerles el sufragio de una Misa, porque no sabemos cuando volveremos a preparar el altar para celebrar juntas la Eucaristía, no puedo evitar el rememorar estas prácticas que sin duda estuvieron tan arraigadas en la piedad de las que ahora despedimos en silencio. Y me resuenan en el corazón las palabras de Jesús: «Todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.» (Mt, 13, 52) Y me gustaría que ellas transformaran en mí, un tal vez torpe sentimiento de gratitud por sus vidas, en algo del fervor y la devoción que ellas vivieron para depositar en el Corazón de Jesús un sencillo ejercicio de devoción a modo de sufragio que quizás ellas no necesiten, pero yo sí.

María Digna Díaz RMI
Roma, 21 de marzo de 2020.



[1] Carta a la Comunidad Sevilla. Madrid, 22.08.1885, CarSVM n. 837.1, t. III, p. 445.
[2] Carta a M. María del Patrocinio Sánchez en  Zaragoza. Barcelona, 12.01.1890, CarSVM n. 1481.3, T. IV, p. 231
[3] Carta a su padre, Cascante. Madrid, últimos de marzo de 1867. CarSVM 106.2, t. I, p. 87.
[4] Carta a M. María Teresa Orti, Jerez. Madrid, 1.12.1877, CarSVM 439, t. I, p. 472; cf. Carta a la Comunidad de Zaragoza, primeros de diciembre de 1877. CarSVM 446, t. I, p. 479s.
[5] Carta a su padre, Cascante. Madrid, 14.03.1882. CarSVM 633.1, t. II, p. 201.
[6] Cartas a las Hermanas de Madrid. Cascante, 24.11.1883. CarSVM 740.2, t. II, p. 332.
[7] Carta a M. María Asunción Carrera, Madrid. Zaragoza, 20.10.1885. CarSVM 851.3, CarSVM II, 852.
[8] Carta a M. María Asunción Carrera, Madrid. Zaragoza, 30.09.1887. CarSVM 994.2, t. III, p. 145.
[9] Carta a M. María Asunción Carrera, Sevilla. Barcelona, 3.12.1888. CarSVM 1259.1, t. III, p. 432.
[10] Carta a una persona no identificada. Barcelona, primeros de mayo de 1889. CarSVM 1357, IV, p. 90.
[11] Constituciones 1905, nn. 124-127. Cfr. también 1918, 1922 y 1953.

2 comentarios:

  1. Gracias querida. Esto nos hace cercanas y unidas en este difícil momento. Un abrazo grande y las estamos encomendando mucho.

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  2. Gracias Ma Digna... cuanta riqueza en nuestra historia Congregacional...
    Gracias de nuevo por tu trabajo Ma Digna y la oportunidad de acercarnos al corazón de la Santa!!!

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Agradezco sinceramente los comentarios. Si tienes alguna consulta para hacer acerca de cualquier tema relacionado con la historia del Instituto y esperas respuesta, por favor, deja un contacto en el mismo comentario o en la dirección de correo histrmi@gmail.com. GRACIAS