Determinar lo que es mejor, lo que más conviene, lo que nos
ofrecerá a medio y largo plazo los mejores resultados se me antoja no sólo
difícil sino a veces rayano en lo imposible. La libertad humana y las opciones
de cada persona hacen que la vida y el desarrollo de los acontecimientos nos
reserven sorpresas totalmente inesperadas y a veces opuestas, para bien o para
mal, a todos nuestros cálculos.
Desde la óptica de la fe, a la libertad y la voluntad
humanas se añade un componente esencial que es la Voluntad divina y su designio
salvador. Hemos sido creados para ser felices más a allá de nuestros cálculos,
pero no siempre es fácil asumir la adversidad, el dolor y las contrariedades
como parte de un conjunto cuyo resultado ofrecerá un balance positivo.
Un día como hoy, 21
de enero de

El 19 de septiembre de 1883, en carta a su madre escribía Santa
Vicenta María: «Si se cae el mundo nos
coje debajo, pero en el orden natural de cosas, conforme la Bolsa está hoy, no
parece imprudente emplearlo en papel del Estado, y sí que no produzca por tanto
tiempo». En el orden natural de cosas y en la confianza que siempre les había
merecido el administrador Pedro Moreno no parecía que hubiera grandes motivos
para inquietarse, pero no siempre lo que parece corresponde a la realidad y el día 21 de enero de
1884 muere
repentinamente D. Pedro Moreno y Maisonave, depositario-administrador del
capital,
M. María Teresa Orti, comunicó la noticia a la Madre,
manifestando como por instinto, su temor por la suerte que habría corrido el
dinero. A la Madre le molestó aquella salida de desconfianza y exhortó a la Hermana
a que se arrepintiese antes de comulgar.
La cautela y prudencia del Sr. Moreno y la confianza con que siempre le habían
mirado, alejaba una idea semejante.

1920 cuando M. María Teresa Orti presentó
a sus consejeras el proyecto de un pensionado para niñas en la Casa Madre
gracias a la generosidad de los Sres. de Saez que ofrecían un donativo para
ello. El consejo aprobó la propuesta aquel mismo día y cincuenta niñas de 3 a
14 años, huérfanas y pobres, que sin casi
amparo ninguno vivían, formaron el primer grupo de niñas internas que vivieron
en la Casa Madre hasta que
pudieron ganarse la vida por sí mismas, ya en el servicio doméstico, ya en
trabajos de obreras.
Nada es lo que parece. Desde los primeros siglos del
cristianismo la sangre de los mártires ha sido semilla de nuevos cristianos y,
de la misma manera, cada sacrificio, cada renuncia, cada entrega es una semilla
que cae en tierra buena y da fruto… no importa cuánto tarde en germinar el
grano y en crecer la planta… cuenta el cuidado de la tierra…